Que sea ley. Ese deseo de quienes impulsaban la legalización del aborto se transformó en una realidad en la madrugada del penúltimo día de este convulsionado 2020. Y fue un hecho después de una sesión extensa en la que la mayoría de los discursos de quienes defendieron el proyecto que envió Alberto Fernández al Congreso abundaron en resaltar la ampliación de derechos y que esta ley apunta a terminar con la clandestinidad. En ese contexto, hubo senadores y senadoras que se destacaron en sus exposiciones por la emotividad, por relatar historias crudas o por señalar las razones que los llevaron a cambiar de pensamiento respecto de un tema que divide significativamente las opiniones en la sociedad de nuestro país.
Muy enfática y encendida se escuchó a la correntina Ana Almirón. Porque denunció todas las vicisitudes a las que están expuestas las mujeres en su provincia: “Corrientes se declaró provincia pro vida en 2011, por un decreto del Ejecutivo provincial, sin consultar a nadie. No se cumple la ley de cupo femenino para ocupar cargos políticos en mi provincia. No tiene protocolo de ILE propio, ni adhiere al nacional. No tenemos ley de voto joven, desde los 16 años. Una niña fue madre en la ciudad de Mercedes a los 11 años. Fue violada y hasta le hicieron un baby shower. Un 18 por ciento de los nacidos son de niñas menores de 16 años. Cursar un embarazo no deseado es una tortura”. Sobre el final aseveró que “esta ley significa justicia social, porque equipara a ricos y pobres”. Después de sus 10 minutos de discurso sacó un pañuelo verde que exhibió sobre su banca con la leyenda “Niñas, no madres”.
También se destacó el fueguino Matías Rodríguez en su defensa de su postura verde. Porque eligió hablar desde un lugar distinto: “Escuché a senadores varones que hablaron como si tuvieran útero. Tenemos que acompañar a las mujeres en este tema. No pueden votar en contra de las mujeres. Obligación de escucharlas. Esta ley les dará derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Está en cada uno saber de qué lado de la historia querrá ser recordado”.
Nancy González, chubutense, quizás fue una de las que más conmovió con sus palabras. “¿Quién carga sobre sus hombros la muerte de esas mujeres después de haber tenido la oportunidad de haberles dados un aborto legal, seguro y gratuito. En 2018 era tarde, hoy es más tarde porque la vida de esas mujeres no las recuperamos más. A los diez días de que rechazamos el proyecto, murieron dos mujeres y quedaron huérfanos seis niños por dos abortos clandestinos”, expresó. Y luego se preguntó: “Señores senadores, ¿con qué cara pueden obligar a parir a una mujer cuando esa mujer no lo desea?”. Así, adelantó su voto positivo visiblemente emocionada. “Voto por mi hija, por mi nieta, para que no volvamos nunca más al perejil, a las perchas, a los garajes clandestinos, para que no volvamos nunca más a que haya mujeres muertas por aborto clandestino”, concluyó.
Cerca de la medianoche la bonaerense, Gladys González, del PRO, relató su historia personal, que incluyó su formación religiosa y un aborto sufrido hace dos años que le hizo repensar en sus creencias. “En el debate 2018 estaba embarazada de cuatro semanas de mi cuarto hijo. Antes, durante y después del debate, no solo yo, sino todos los legisladores recibimos insultos y amenazas. El 10 de agosto de 2018, dos días después de aquella votación, perdí mi embarazo. Y por un instante creí que Dios me había castigado por haber votado a favor del aborto legal”, dijo la senadora, quien confesó haberse formado bajo la educación religiosa católica. La legisladora especificó que esa creencia le duró “solo un segundo”, al comprender que la pérdida respondió a una cuestión médica y no a una cuestión divina. González cerró su discurso pidiendo cuestionar “el sentimiento de culpa” que imparte desde la Iglesia Católica: “¿No será hora que nos preguntemos en la Iglesia por qué tardamos tanto en entender la importancia de la educación sexual?”.
También era muy esperada la intervención de Guadalupe Tagliaferri, senadora por la Ciudad de Buenos Aires y vicepresidenta de la Comisión Banca de la Mujer. “No podemos obligar a nadie que transita su vida como nosotros creamos que debe transitarla”, expresó. Según Tagliaferri, “el proyecto de la maternidad no puede ser impuesto, debe ser elegido. Fortaleciendo la autonomía la Argentina podrá crecer en plenitud. Las mujeres afuera piden que dejemos de imponer”.
Otra que terminó sus palabras al borde de las lágrimas fue Silvina García Larraburu, del Frente de Todos de Río Negro, quien en 2018 había votado en contra. Contó la historia de Marina, una mujer que quedó embarazada y que en ese momento “sus creencias, sus valores, su fe chocaron de frente con el futuro que había previsto para su vida”. Detalló que Marina se hizo un aborto, pero “sigue con su fe intacta y no se atreve a juzgar a nadie. Marina cree en Dios, en un Dios verdaderamente misericordioso”. Por último, explicó las razones por las que cambió de parecer: “Ahora también sabemos que ese proceso reflexivo se llama deconstrucción. No es fácil deconstruirse, tambalean las estructuras”. Adelantó su voto “por una mujer libre”.
Los otros discursos que sobresalieron fueron de tres de los indecisos antes de la votación en el Senado. El salteño Sergio Leavy quien en 2018 siendo diputado había votado en contra de la ley, modificó su postura porque pretende “terminar con los abortos clandestinos”. “Esta ley no obliga a abortar. No promueve el aborto. Solo le da un marco legal y seguro”, expresó. Para completar su exposición dijo: “Si mi voto ayuda a salvar que una mujer no pierda la vida, voto a favor de esta ley. Y que sea Dios y la patria los que me lo demanden”.
Otra que modificó su posición fue la radical neuquina Lucila Crexell, que se había abstenido en 2018. Señaló que desde que se rechazó aquel proyecto durante el gobierno de Mauricio Macri “nada cambió y las mujeres siguieron abortando en soledad, ocultamiento e inseguridad”. Por eso explicó que no cambió sus creencias personales sino “el enfoque desde el cual debe ser abordado”. Y amplió el concepto: “No se trata de feminismo o religión. El aborto clandestino es una causa silenciosa que mata y lastima y escribe historias muy tristes de nuestro país que muchos se niegan a ver”.
Cerca de las 21.30, le había llegado el turno a la senadora entrerriana de Juntos por el Cambio, Stella Maris Olalla, una de las pocas integrantes de la Cámara Alta que había evitado pronunciarse desde que empezó el debate. Olalla sostuvo que “toda persona tiene derecho a la salud, física, mental y social”. Citó el Protocolo de El Salvador para fundamentarlo. Agregó que el Estado Nacional había fallado “para corregir los problemas de salud” y que eran muy preocupantes las “estadísticas sobre el embarazo juvenil”. También destacó que la implementación de la Educación Sexual Integral no había cumplido totalmente con sus objetivos. Y que por eso era necesario reforzar varios aspectos de la educación. Recordó luego que en el Código Penal ya existían causales para realizar abortos pero que en “el presente puede haber más causas”. Para reforzar su posición expresó: “Es una cuestión de derechos, mantener la prohibición no mejorará la situación. La IVE debe ser incorporada como una nueva causa habilitante, en tal sentido se están ampliando los derechos. Por lo tanto anticipo mi voto positivo”.
En ese momento desde el sector verde se empezó a palpitar la victoria. Y en la madrugada se concretó. Ya es ley.
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