Alberto Fernández coronó hoy su primer triunfo político vinculado a una promesa de campaña electoral. Fue una fuerte apuesta personal que implicó distancia con su amigo Francisco, la solidaridad ideológica de ciertos integrantes del Gabinete, la calculada lejanía política exhibida por Cristina Fernández de Kirchner y las conversaciones secretas con senadores oficialistas y opositores para lograr la sanción definitiva del aborto legal en la Argentina.
El Presidente nombró al Papa en todos los eventos internacionales que protagonizó durante 2020. Sucedió en el G20 de Arabia Saudita, en la última cumbre del Mercosur o cuando inició la negociación de la deuda externa con Kristalina Georgieva, directora gerentes del Fondo Monetario Internacional (FMI).
A diferencia de Mauricio Macri, que también propuso la ley de aborto legal, Alberto Fernández es amigo de Francisco y le anticipó sus intenciones de cumplir con sus promesas de campaña electoral. El Papa siempre fue respetuoso de la agenda política del jefe de Estado, y los dos movieron sus piezas con una voluntad común: respetar la lógica interna de sus espacios de poder y evitar que sus estrategias públicas y secretas rompan una amistad que se construyó en el siglo XX.
Alberto Fernández y Francisco no han dialogado en las últimas semanas, pero no hay que descartar que el Presidente retome el contacto vía mail cuando los Reyes Magos ya hayan pasado por la Argentina.
Vilma Ibarra, secretaria Legal y Técnica, fue la pieza clave para articular la redacción de la ley y las negociaciones con los diputados y senadores -oficialistas y opositores- que inclinaron la votación a favor de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE).
Ibarra tiene tanta cercanía ideológica y amistad con Alberto Fernández como diferencias políticas y frío personal con Cristina Fernández de Kirchner. Una de las razones que explica la distancia de CFK respecto a la promesa presidencial del IVE, es el protagonismo central que tuvo la secretaria Legal y Técnica en el diseño jurídico de la ley que sancionó la Cámara Alta.
La Vicepresidente podrá alegar que permitió que sus senadores kirchneristas se encontraran con Ibarra para facilitar las negociaciones que prologaron la sanción del aborto legal, pero hasta hoy no se conoce una sola declaración pública a favor de la movida que ejecutó Alberto Fernández y su círculo político más cerrado.
CFK ha demostrado maestría para comunicar su agenda de poder. Y defiende sus propios silencios. Cerca de la medianoche, cuando ya estaba consolidada la mayoría a favor de la ley, no atinó a chatear con el Presidente para contar su panorama político desde la Cámara Alta. Esa fue tarea de Ibarra y de Elizabeth Gómez Alcorta, ministra de las Mujeres, Género y Diversidad.
Alberto Fernández se involucró personalmente para lograr que se sancione la ley del aborte legal. El Presidente conversó en Balcarce 50, por celular o a través de su chat con todos los senadores que aparecían como indecisos en la previa a la histórica sesión. No le importó si eran de la oposición, o si pertenecían al oficialismo y estaban coaccionados por la presión de obispos católicos o pastores evangélicos.
En todas las conversaciones secretas, el jefe de Estado explicó el sentido institucional del proyecto y la importancia de establecer un derecho que ya está vigente a nivel global. No hubo toma y daca -una anomalía para la alta política-, y los detalles de los acuerdos bipartidistas fueron tan meticulosos que Alberto Fernández hasta aceptó firmar un veto parcial para fortalecer el voto a favor del aborto legal.
Alberto Fernández siguió la histórica sesión del aborto en la quinta de Olivos. Y en tiempos de COVID-19, festejó con cautela la sanción de una ley que puede ser su legado presidencial. Continúa preocupado por las vacunas, un bien escaso que está sujeto a fuerzas geopolíticas que no puede arbitrar desde su despacho en la Casa Rosada.
Seguí leyendo: