El día se dividió en dos. Por la mañana el foco estuvo puesto en el comienzo del operativo de vacunación en todo el país, el hecho más trascendente en este tiempo de pandemia. Por la tarde, la atención cambió de lugar y se posicionó sobre el Congreso de la Nación, donde el Senado discute el proyecto de ley de legalización del aborto.
La atención del gobierno nacional está puesta sobre lo que suceda a lo largo de la tarde en el recinto de la Cámara alta, donde habrá 59 oradores, entre ellos cuatro que no expusieron su postura públicamente y están en el grupo de los que aún no están contabilizados ni del lado “verde” ni del “celeste”.
En ese pequeño grupo están los entrerrianos Stella Maris Olalla (UCR) y Edgardo Kueider (Frente de Todos), el salteño Sergio “Oso” Leavy, el rionegrino Alberto Weretilneck y el catamarqueño Oscar Castillo. De sus discursos se podrá intuir hacia donde dirigirán su voto. En el Senado esperan que la sesione dure cerca de 11 horas y que se vote durante la madrugada.
En el arranque de la sesión la senadora pampeana Norma Durango anticipó una movida de ajedrez diseñada entre el presidente Alberto Fernández y los legisladores oficialistas “verdes”. Con acuerdo del Poder Ejecutivo se prometió el veto parcial del artículo 4 inciso B que habilitaba la posibilidad de la realización de un aborto después de la semana 14 en caso de violación o en el caso de que estuviera en riesgo la vida o “la salud integral” de la persona gestante.
La palabra “integral” generaba preocupación y tras consultar con la Casa Rosada el Frente de Todos se comprometió a un veto parcial que significaría quitar la palabra “integral” del texto, un pedido que venían haciendo el ex gobernador y actual senador por Río Negro, Alberto Weretilneck y Edgardo Kueider, ya que consideraban que esa expresión podía habilitar todo pedido de embarazo.
Ambos legisladores dejarían el esquema de los indecisos para pasar a sumarse a las filas de los “verdes.” Weretilneck se había manifestado a favor del aborto pero pedía cambios, Kueider no se había expresado pero también esperaba modificaciones para inclinar su postura.
En la Casa Rosada intentan poner un pie sobre el ánimo triunfalista que se generó en las últimas horas entre los ministros que respaldan el aborto. Los números del poroteo indican, a priori, que los “verdes” están arriba, aunque las cuentas carezcan de una estricta precisión matemática.
La titular de la Secretaría Legal y Técnica, Vilma Ibarra, es una de las promotoras del proyecto de ley. Lo respaldó en público y en privado, y llegó al Congreso para el inicio de la sesión con el fin de dar una muestra más de apoyo. “Somos optimistas. Pero los votos se cuentan. Es voto a voto”, le dijo a sus colaboradores en el mediodía del martes.
La ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, manifestó su expectativa en diálogo con Infobae. “Los números están ajustados, no somos triunfalistas, pero trabajamos para lograr los consensos necesarios para que se apruebe”, sostuvo. No lo hacen público y pretenden mantener la cautela, pero reconocen que la ley está muy cerca de sancionarse.
Ibarra está convencida de que la ley va a salir. Y su convencimiento también está impregnado en otros despachos de Balcarce 50. El jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, piensan lo mismo. “La ley va a salir”, repiten en sus entornos. No tienen dudas que el aborto será ley en las primeras horas del miércoles.
Como sucedió en el 2018, las negociaciones por los votos tensaron la cuerda en el Congreso y generaron un clima espeso. Las negociaciones son transversales y verticales. Hay de las dos formas. Los gobernadores tienen un ojo puesto en lo que sucede en el Congreso, el presidente Alberto Fernández lo sigue de cerca a través de sus ministros más cercanos y los legisladores agrupados entre los “verdes” y los “celestes” gestionan acuerdos que puedan cambiar el rumbo de la votación.
Esa rosca política genera tensión interna en el oficialismo y la oposición, pero, según advierten en el gobierno nacional, no llegará a generar un cortocircuito que ponga en riesgo la unidad de acción en el territorio político. Todos los senadores saben cuál es la voluntad del Gobierno pero cada uno, más allá de la bajada política implícita, juega su partido arrinconado por las convicciones y la percepción que haya sobre el aborto en sus provincias.
El jefe del bloque oficialista en el Senado, José Mayans, es uno de los principales defensores del sector “celeste”. Su defensa a ultranza de las dos vidas y su rol de negociador en el Congreso para lograr más apoyos en el sector de los que están en contra del aborto lo colocó en la vereda de enfrente de su propio gobierno. Sin embargo, en la Casa Rosada sostienen que el Frente de Todos no se va a fracturar por el debate de esta ley.
“Las tensiones internas y de convivencia que tenemos en la coalición son las que nos enriquecen. Esa es la verdadera diversidad”, se le escuchó decir a “Wado” De Pedro a un puñado de colaboradores horas antes del inicio del debate en el Congreso. En el Gobierno defienden la diversidad de criterios en un momento donde las críticas de Cristina Kirchner al Gabinete por segunda vez expusieron las dificultades de la convivencia entre Alberto Fernández y su compañera de fórmula.
Nadie espera una sorpresa en el oficialismo. Esa tranquilidad no tiene relación directa con el poroteo que marca un tanteador ajustado. Saben que hay votos “verdes” que no son públicos y que están definidos o que hay votos supuestamente “celestes” que aún no están firmes. Hay un margen de especulación, pero también de seguridad.
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