El peronismo de Córdoba es un submundo dentro del universo del justicialismo nacional. Tiene una lógica distinta, basada en un electorado diferente. El actual gobernador Juan Schiaretti lo ha comprobado a lo largo de los últimos años. Lo apoyan en las elecciones provinciales, cambian la boleta del partido en las nacionales y no lo acompañan en las legislativas. Los cordobeses construyen un equilibrio político a través del voto.
En base a esa dinámica, Schiaretti, como sucesor en el poder de José Manuel de la Sota, ha construido un peronismo cordobés con la dosis suficiente de autonomía como para no depender exclusivamente del poder presidencial. Bajo perfil, negociaciones institucionales por fondos públicos, apoyos legislativos y vínculos políticos sinuosos lo mantuvieron a flote en el mar de poder.
En las últimas elecciones nacionales el gobernador de Córdoba dio un paso al costado y no apoyó a ninguno de los candidatos a presidente. Jugó con el silencio y las apariciones públicas. Lo importante es mantener el poder provincial. Después, en la gestión, la negociación con la Casa Rosada, sea quien sea el que esté, se puede encaminar.
Schiaretti no respaldó a Mauricio Macri, con el que lo une una relación personal, ni a Alberto Fernández, que con su candidatura logró alinear a todos los gobernadores del peronismo. La gran mayoría de ellos, reticentes a soportar una nueva conducción política de Cristina Kirchner. Tampoco jugó a favor de Roberto Lavagna, con el que había tenido un acercamiento en tiempos de rosca política preelectoral.
Tanto Mauricio Macri como Alberto Fernández siempre vieron en Córdoba un punto estratégico para ganar elecciones. Es una realidad basada en datos. Córdoba es el segundo distrito electoral más importante del país. Son tan trascedentes los votos cordobeses que el último jefe de Estado llegó hasta Balcarce 50 por haber sacado allí una diferencia sustancial en las urnas. Obtuvo más del 70% de los votos en el balotaje con Daniel Scioli y consiguió el impulso final para llegar a la presidencia.
A través del discurso y los viajes a la provincia, Fernández siempre mostró interés por lograr un acercamiento con Schiaretti y con el electorado cordobés. En septiembre de 2019, cuando se conmemoró el primer aniversario de la muerte de De la Sota, el actual Jefe de Estado visitó Córdoba para formar parte de la celebración religiosa. En un encuentro privado, Fernández se llevó el apoyo del mandatario provincial para, una vez en el poder, gestionar un país muy endeudado y en crisis. Para ese entonces ya había marcado una amplia diferencia en las PASO y su llegada al Gobierno era casi un hecho.
Schiaretti le prometió respaldo pero sin exposición. Estaba y está condicionado por sus votantes. Los cordobeses no sienten empatía por el kirchnerismo. Apoyar una fórmula que lleva a Cristina Kirchner como vicepresidenta era un suicidio político. Significaba pagar un costo que no estaba dispuesto a pagar. Por eso prometió ayuda por lo bajo y siguió aplicando su pragmatismo en el territorio.
Ese camino de acercamiento entre Fernández y Schiaretti tuvo un hecho transcendente el 29 de noviembre de este año. Ese domingo el intendente peronista Juan Manuel Llamosas retuvo la intendencia de Río Cuarto en la primera elección del año. El logro electoral estuvo apoyado en un acuerdo político entre el Frente de Todos y Hacemos por Córdoba.
El pacto fue promovido especialmente por el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, y por Jorge “el Zurdo” Montoya, secretario de Integración Regional de Córdoba e histórico operador político del peronismo cordobés. Ambos fueron acercando posiciones para sellar la alianza electoral y limar asperezas que permitan pulir la relación política.
No solo estuvieron ellos dos en la compleja negociación. Manuel Calvo, vicegobernador de Córdoba, fue el nexo institucional y el delegado de Schiaretti para fortalecer el diálogo con la Casa Rosada. Desde Buenos Aires colaboró el intendente de Villa María y actual Secretario de Obras Públicas, Martín Gill, que, en una primera instancia, le acercó al Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, la posibilidad de entablar un acuerdo para las elecciones en Río Cuarto.
El Gobierno nacional infló el triunfo de Llamosas todo lo que pudo y buscó capitalizarlo al máximo. El acuerdo previo era que ni Schiaretti ni Fernández se metieran en la campaña. Si se lograba el triunfo, se compartía el festejo. Todos ganan, nadie se expone antes de tiempo. Por eso cuando los resultados ya eran irreversibles, Cafiero, De Pedro y el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, viajaron a Río Cuarto para compartir la ganancia de los votos.
Cafiero fue el primero en hablar y bajó la línea de la unidad. “El peronismo, cuando está unido, es invencible. Pero no para ganar elecciones, sino para derrotar las injusticias y las desigualdades”, aseguró. Dejó en claro la necesidad de trabajar en ese rumbo. Los resultados de esa noche avalaban su afirmación. La unidad le impidió a Juntos por el Cambio lograr un triunfo que podría haberse convertido en un punto de partida para construir la recuperación en las urnas.
En el acuerdo previo a las elecciones estaba estipulado que Schiaretti y Fernández participaran del triunfo a través de una comunicación por Zoom. El Presidente cumplió. Y en un puñado de palabras capitalizó el acuerdo y le dejó un mensaje al gobernador cordobés: “En Río Cuarto ganó la unidad de todos nosotros. Volver a estar cerca y juntos, e insistir con la idea de trabajar unidos”.
Schiaretti no apareció en la teleconferencia tal como estaba pautado. Se excusó. Evitó mostrarse pegado a Fernández y al Gobierno. En definitiva, replicó su acuerdo con Fernández en el aniversario de De la Sota. Quince días después apareció en una pantalla para festejar la victoria de Carolina Basualdo en la localidad de Despeñaderos. El triunfo fue de Hacemos por Córdoba. Su fuerza política. Y en esa elección no hubo alianza estratégica.
El acuerdo electoral en Río Cuarto mostró cierta cintura política del gobierno nacional. La marca del Frente de Todos no apareció en escena. La Casa Rosada apoyó a un candidato que fue en la boleta de Hacemos por Córdoba. Parte de un acuerdo que también le sirvió a Schiaretti para no mimetizarse con la coalición que tiene a Cristina Kirchner como una de las figuras principales. Fue una negociación donde ambas partes perdieron y ganaron un poco. Cada uno disimuló su pequeña derrota como pudo.
El acercamiento no solo generó réditos electorales, también tuvo un impacto en el Congreso. Los cuatro legisladores que responden a Schiaretti acompañaron el proyecto del Poder Ejecutivo para quitarle recursos coparticipables a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fue un respaldo clave en la batalla política del oficialismo con Horacio Rodríguez Larreta, a quien divisan como el nuevo líder de la oposición.
Mauricio Macri, que aún conserva un núcleo de votantes en la provincia, se indignó con el voto de los cordobeses y lo hizo saber en sus redes sociales. “Qué tristeza ver cómo votaron los cuatro diputados cordobeses del PJ, una provincia que siempre fue un ejemplo de respeto, federalismo y autonomía”, escribió. Buscó exponerlos frente a su propio electorado. Del otro lado reinó el silencio. El Gobierno hizo una jugada de ajedrez que le dio dos triunfos: uno en Villa María y otro en la Cámara de Diputados. Juntos por el Cambio perdió.
El próximo paso que buscan dar desde el Gobierno nacional es sellar un acuerdo para la definición de listas en las elecciones legislativas del 2021. Schiaretti necesita un triunfo que deje a Hacemos por Córdoba bien consolidado para sostener la candidatura de su sucesor. El “Gringo” -como apodan al gobernador- no tiene posibilidades de reelegir en el 2023. Los dos nombres con más posibilidades de ser candidatos son el actual vicegobernador Manuel Calvo y el intendente de Córdoba capital, Martín Llaryola. Dos ahijados de Schiaretti.
En los comicios del año que viene en Córdoba se eligen diputados y senadores. Los postulantes para la Cámara alta serán los más complejos de negociar. Hay un nombre que seguramente esté en medio de la compleja negociación: Carlos Caserio. El actual senador era un íntimo de Schiaretti hasta el 2019. Su adhesión al Frente de Todos terminó por romper una relación que ya estaba desgastada. Caserio tiene el respaldo de Fernández y, desde hace un tiempo, de Cristina Kirchner. El posible acuerdo tendrá su nombre arriba de la mesa.
Las elecciones del 2021 dejarán a la luz el poder real de Alberto Fernández. Los gobernadores del PJ están dispuestos a sellar una alianza con él para cerrar las listas en conjunto y evitar que el kirchnerismo les dispute una interna en cada provincia. El Presidente se apoya en los mandatarios con el objetivo de mantener la gobernabilidad y lograr volumen para hacerse fuerte en la inevitable interna con Cristina Kirchner.
Fernández necesita de los gobernadores del PJ para que su gobierno tenga una plataforma donde sostenerse. Además, es parte de su vocación. Cree en el diálogo y las alianzas estratégicas con ellos para poder gobernar. Schiaretti no es un gobernador más. El Presidente lo sabe. Un pacto político con él lo fortalece en la conducción del peronismo, donde este año, por primera vez en la historia, la conducción fue bipartita.
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