Una imagen vale más que mil palabras. No hace falta ser licenciado en comunicación para saberlo. Por eso la aparición del video que registró el instante en el que Alberto Fernández, megáfono en mano, intentaba frenar la barbarie desatada en el velatorio de Maradona cuando cerraron las puertas de la Casa Rosada, fue —posiblemente— el misil más letal lanzado sobre la imagen presidencial desde su asunción hace ya casi un año.
Ese registro gráfico se transformó en un meme que se viralizó instantáneamente en las redes sociales. Y, al igual que ese fatídico día en el que Fernando De la Rúa no supo cómo salir del estudio de Showmatch allá por el 2001, el Alberto del megáfono fue el hazmereir de propios y extraños.
Hay una diferencia central en detrimento del actual Presidente. Lo del radical fue una gafe en terreno ajeno. Tan ridícula como perdonable o justificable. Alberto estaba delatando en territorio propio su manera de (¿no?) ejercer el poder. Al igual que el Rey del cuento de Hans Christian Andersen, el Presidente quedó literalmente desnudo ante la sociedad que lo votó y la que no lo votó al verse desbordado por la multitud que no acató ninguna de sus inaudibles órdenes.
Siempre se supo que Fernández tiene problemas a la hora de delegar. Desde el primer día fue su propio Jefe de Gabinete, su propio vocero, llegó en plena pandemia a ser su ministro de Salud... Esta semana debutó como canciller al prescindir de Felipe Solá en su primera charla con Joe Biden y hasta se vanaglorió en público y en privado de ser el operador político de Martín Guzmán.
Pero nunca había caído tan bajo en la estructura jerárquica oficial. El jueves 26 de diciembre, Fernández se transformó en el Jefe de la Casa Militar, el encargado de custodiar el funcionamiento y la seguridad de la Casa de Gobierno. Algo así como el portero de la Rosada 🤦🏻♀️🤷🏻♀️.
Dice la leyenda que para que alguien llegue a sentarse en el sillón de Rivadavia es imprescindible que no te vean venir. La historia está llena de ejemplos en este sentido. De una u otra manera todos los presidentes de la democracia fueron ninguneados antes o durante sus mandatos.
Alberto no es la excepción. Pero la falta de respeto con que la mayor parte de la clase política (incluido gran parte del peronismo) y los factores de poder hablan hoy del actual Presidente en privado, en charlas informales o en grupos privilegiados de WhatsApp, es parangonable sólo con las reacciones de ese mismo círculo rojo en el último año del gobierno de De la Rúa.
Si al principio apostaban a que desbancara a Cristina y después lo tildaron de títere, ahora que está claro que es él y no ella el que -para bien o para mal- decide. Hay quienes llegan a añorar el sistema kirchnerista en la toma de poder. El papelón de esta semana en el gobierno con el caso Solá y su versión inventada de la charla del Presidente y Biden, y los idas y vueltas con la fórmula jubilatoria que terminó en una disputa pública por la autoría del último de los cambios en el que no se toma a cuenta el aumento por decreto para los jubilados, fue de un nivel de papelón que más que gracia dio tristeza. “Señorita, señorita, la idea fue mía, mía, mía…”, se tironearon en lo mas alto del poder.
Insólito pero real.
Alberto no es Fernando. Eso está clarísimo. Y el peronismo no es el radicalismo. Pero Fernández parecía mucho más empoderado y temible en la época en la que fue Jefe de Gabinete de Néstor y Cristina, que ahora siendo Presidente. Como si situarse en la punta de la pirámide fuera la antítesis de su zona de confort.
El poder es decidir. Decidir es ejecutar. Y ejecutar implica inclinar la balanza para uno u otro lado. Y que siempre alguien te termine puteando. A Fernández el poder concentrado en su persona parece, en algún punto, incomodarlo o confundirlo. Como si fuera más alfonsinista o radical que peronista.
Mientras tanto la alianza gobernante parece resignada a este funcionamiento y se acomoda en consecuencia. En días más el Gobierno y en especial Alberto van a tener posiblemente un triunfo rutilante para comenzar el año electoral: la sanción de la ley de Aborto Legal Seguro y Gratuito. El jueves 10, a un año exacto del traspaso de mando, se votará en la Camara de Diputados. Y unos días después en senadores. Las cuentas están más que justas. Sobre todo en la Cámara Alta. Pero el pañuelo verde ha formado allí una pareja imprevista: luchan por conseguir los votos codo a codo CFK y Martín Lousteau.
El senador radical, que corre bien de atrás en la carrera presidencial para el 2023 pero que a la vez es el que menos desgaste tiene, está convencido que lo lograrán. Y es de los pocos en la oposición junto a la diputada Silvia Lospenato que no se detienen en dirimir si el triunfo verde en el Congreso le suma políticamente a Alberto o no. Van por sus convicciones y por la coherencia ideológica.
Pero el aborto no es el único tema que en medio de la grieta atraviesa intereses transversales. Los otros dos son la eliminación de las PASO y la habilitación de las reelecciones para los intendentes bonaerenses.
En ambos temas hay operadores oficialistas y opositores. Después de la reunión del Presidente con los gobernadores de todo el país -excepto Horacio Rodríguez Larreta- el viernes en Olivos, la posibilidad de que no haya PASO el año próximo está mas cerca de dejar de ser una especulación para convertirse en realidad.
“Si como prometieron los gobernadores meten un proyecto en el Congreso con la firma de todos sus diputados, la ley va a ser imposible de parar”, dicen en la Cámara de Diputados.
Los intendentes bonaerenses en cambio empezaron su movida para intentar perpetuarse un periodo más por la vía legal. Al final, la punta de lanza no fue ninguno de ellos, sino consejeros escolares del distrito de San Martin y de Almirante Brown.
La movida que tiene las huellas digitales de Juanchi Zabaleta y Gabriel Katopodis tiene un escollo difícil de salvar: la Corte Suprema Bonaerense. “Están jugando a destiempo, deberían haber esperado. Se fueron en seco”, describieron desde el massismo con metáfora borgiana, dando a entender que la estrategia es equívoca.
Está claro que a esta altura todos laten al ritmo de las elecciones del próximo año. El gobierno le prende ya velas a San Guzmán. El ministro que se ganó su primer cucarda con el acuerdo con los bonistas privados y va por la segunda habiendo logrado domar el dólar fuga o MEP y el Blue, al menos, por ahora, tiene la misión de arribar a octubre del próximo año con vientos de concreta recuperación económica.
La carrera no es nada fácil. El dibujo de la recuperación que empezó siendo una V en el ultimo mes se transformó en el símbolo de la raíz cuadrada. Es decir que el impulso inicial del crecimiento se estancó. Veremos cómo continúa en los próximos meses.
Por lo pronto Guzmán va tomando de a poco volumen político. Aprendió a hacer equilibrio sin generar recelos entre Alberto y Cristina. Dialoga a menudo con Axel Kicillof y tiene una relación aceptable con Sergio Tomas y Máximo.
Su negación a entregar un cuarto IFE generó muchas criticas internas, sobre todo desde la Cámpora. “Es demasiado fiscalista para ser keynesiano”, la apuntaron.
Sin perder la compostura (el único que logró sacarlo de las casillas por ahora fue el canciller Solá) alertado por esas sospechas Guzmán apeló al WhatsApp interno para explicar con su escritura también cansina: “Los que estamos de acuerdo con Keynes pensamos que en las recesiones hay que hacer (y tener con qué hacer) política fiscal expansiva. Para que eso sea posible, es necesario poder financiar esas expansiones. Y para eso hay que tener crédito cuando hace falta. Lo que hoy estamos haciendo es tener una política fiscal todo lo expansiva que se puede, pero no más de lo que se puede, porque si nos pasamos de rosca con las restricciones de financiamiento terminaremos presionando de nuevo al dólar y por ende a los precios. Y hasta terminaría siendo contractivo para la economía. Es fundamental actuar con sensatez y pragmatismo”.
(Continuará)
Bonus Track
Metódico hasta la exasperación, desde que decidió correr la carrera presidencial, Horacio Rodríguez Larreta sumó a su agenda horas semanales de estudio de historia y geopolítica, y de encuentro con referentes políticos. Esta semana recibió, por ejemplo, a un trio variopinto: Miguel Angel Pichetto, Miguel Angel Toma y Ramón Puerta, el equivalente a unos 200 años de peronismo. El ex candidato a vicepresidente fue lapidario en su diagnóstico: “Si querés llegar, tenés que sumar mucho más volumen político a tu espacio… estos muchachos que te rodean, para la ciudad alcanzan, pero no pueden pasar de la General Paz…”.
El que sí parece haber aprendido es Mauricio Macri que de despreciar la rosca paso a ser ahora el más apasionado. Intendentes, concejales, diputados, senadores, diplomáticos y hasta consejeros escolares pasan por sus oficinas de Olivos para charlar con el ex Presidente.
Tres años son una eternidad. Pero como alguna vez le pasó a Mauricio, si Horacio no mata al Padre más vale temprano que tarde no va a llegar. “El problema es simple: se enviagró antes de tiempo”, dijo un referente pro también en tono borgiano.