Antes del 3 de noviembre de 2020, cuando aún no se sabía que Joseph Biden derrotaría sin atenuantes a Donald Trump, Alberto Fernández sólo tenía un vínculo protocolar con la Casa Blanca y no se cansaba de evitar la posibilidad de un encuentro institucional con Jair Bolsonaro.
La anómala situación diplomática de la Argentina, que soslayaba al poder real del continente y enfriaba a su principal socio regional, concluyó cuando Biden proclamó su triunfo electoral y explicitó que su agenda para América Latina estaba en las antípodas del pensamiento geopolítico de Trump.
Ayer entre las 11.30 y las 16.30, aprovechando esta inesperada coyuntura histórica, Alberto Fernández coronó un movimiento diplomático doble que le permitió acercar posiciones con Bolsonaro y asumir que es posible articular una agenda de respeto mutuo y colaboración global con el presidente electo Biden.
El presidente tiene diferencias personales e ideológicas con Bolsonaro. No le perdona la agresión vía redes sociales a su hijo Estanislao -ejecutada por el diputado Eduardo Bolsonaro- y cree que es una catástrofe institucional su posición sobre la situación en Venezuela, la crisis de poder que protagonizó Evo Morales y la aplicación mundial del Acuerdo de París sobre Cambio Climático.
Sin embargo, el encuentro empujado por Felipe Solá en Buenos Aires y Daniel Scioli desde Brasilia cumplió sus objetivos diplomáticos. Fue la primera vez que escucharon al presidente elogiar a su colega del Palacio del Planalto.
“Es inteligente y cálido. La verdad es que planteó muy bien la reunión. Entró cordial y no hubo clima para recordar los conflictos”, comentó Alberto Fernández en Olivos.
-¿Y vos qué hiciste?-, le preguntaron al presidente cuando se aprestaba a cenar.
-Le dije que al margen de nuestras diferencias personales, tenemos el deber de unir a nuestros países porque Brasil y Argentina nos van a sobrevivir.
-¿Bolsonaro te contestó?-, insistieron al jefe de Estado.
-Sí. Me dijo que apostaba al Mercosur y a la integración con Argentina, y yo le agregué que Daniel (Scioli) es mi amigo, que sus oídos son mis oídos, y su voz es mi voz.
La cercanía que planteó Bolsonaro facilita la agenda diplomática de Alberto Fernández. Argentina estaba aislada en el Mercosur -Brasil, Paraguay y Uruguay apoyaban la perspectiva regional de la Casa Blanca- y marcaba una distancia muy profunda con las decisiones de política exterior que se ejecutan por orden del Palacio Planalto.
La decisión presidencial respecto a Bolsonaro implica una eventual e inesperada reconstrucción del Mercosur -que no hubiera sucedido si Trump era reelecto- y una posibilidad para la Argentina de fortalecer su liderazgo regional junto a Brasil.
Esto no significa que Alberto Fernández y Bolsonaro hayan enterrado sus diferencias personales e ideológicas, sólo se trata de un acto propio de realpolitik ante un cambio de presidente en Estados Unidos.
Diálogo con Biden
La inesperada reunión entre Alberto Fernández y Bolsonaro es una prueba política de la fuerza de gravedad institucional que la designación de Biden ya está ejerciendo en América Latina.
Bolsonaro tiene la necesidad de correrse al centro para no quedar aislado como sucedió con Alberto Fernández en épocas de Trump. Y el presidente argentino evaluó que la derrota del líder republicano abrió una instancia de construcción de liderazgo regional que era utópica antes de los comicios del 3 de noviembre en Estados Unidos.
En este contexto, Alberto Fernández solicitó al canciller Felipe Solá, al embajador argentino en Washington, Jorge Arguello, y al secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, que buscaran la manera más directa de llegar al equipo de transición de Biden para cerrar una call entre el presidente y el presidente 46 de los Estados Unidos.
Solá, Arguello y Beliz jugaron una carrera contra el tiempo. Un empresario poderoso con pasado peronista y un legislador influyente con lazos en DC pretendían quedarse con el rédito político de haber logrado la comunicación bilateral entre Alberto Fernández y Biden. Llegaron tarde, y el Presidente agradeció a sus funcionarios por la tarea cumplida.
“Me dijo que tiene mucho interés de trabajar junto a nosotros. Y me pareció un hombre espontáneo: se escuchaba su risa cuando algo le causaba gracia. Me cayó muy bien”, aseguró anoche Alberto Fernández en Olivos.
-¿Y vos que le contestaste?-, le preguntaron al presidente.
-Le dije: no le voy a mentir, pasamos años muy feos en América Latina.
En este tramo del diálogo bilateral, Biden hizo referencia a la situación de Venezuela y a los bloqueos económicos y financieros que sufre desde hace años. Y a continuación, junto a una reflexión de Alberto Fernández, el presidente 46 de los Estados Unidos exhibió su posición a favor de la protección del medio ambiente.
“He conversado mucho con (Emmanuel) Macron sobre la necesidad de proteger la Amazonia y los bosques de Argentina, Paraguay y Venezuela. Son los pulmones del mundo”, argumentó el jefe de estado argentino.
-Estoy de acuerdo. En eso también vamos a trabajar juntos. Pero Estados Unidos tiene un presidente por período-, planteó Biden con diplomacia para dejar en claro que la relación bilateral iniciará cuando llegue al Salón Oval.
Casi al concluir la conversación bilateral, que se extendió por 35 minutos, Alberto Fernández comentó que era amigo de Francisco y reveló una anécdota personal que arrancó una contagiosa carcajada a Biden.
A continuación, el sucesor de Trump ratificó que es católico practicante, que tiene una relación de muchísima cercanía con el Papa y recordó cómo lo ayudó cuando su hijo Beau murió de cáncer cerebral.
“Soy un católico muy practicante. Y le puedo decir que Francisco hizo grandes cosas por la Iglesia”, reflexionó Biden.
-Lo sé. Y opino lo mismo-, añadió el presidente.
Alberto Fernández se mostró satisfecho por sus encuentros bilaterales con Bolsonaro y Biden. “Fueron importantes y necesarios”, le dijo a Infobae antes partir hacia la quinta de Olivos. Era de noche, y ya no quedaba nadie en el primer piso de la Casa Rosada.
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