Hasta ahora la relación era distante. Evitaban encontrarse y ni siquiera una vez se hablaron por teléfono. Pero este 30 de noviembre, por teleconferencia, en el Día de la Amistad argentino-brasileña porque se conmemoran los 35 años de existencia del Mercosur, finalmente se produce una conversación entre Alberto Fernández, el presidente argentino, y su par de Brasil, Jair Bolsonaro.
Este primer contacto oficial se producirá tras casi un año de un frío trato diplomático sobre todo porque ambos gobiernos mantienen visiones opuestas sobre temas como el manejo de la pandemia de coronavirus, la crisis que afecta a Venezuela, el rol de la Organización de Estados Americanos (OEA) y la importancia global del Acuerdo de París sobre cambio climático.
El encuentro remoto entre ambos mandatarios apunta a rendir tributo a la reunión histórica que mantuvieron Raúl Alfonsín y José Sarney hace 35 años en Foz de Iguazú, como paso previo a la creación del Mercosur. En esa época Alfonsín y Sarney decidieron encontrarse en la frontera de ambos países para avanzar con la creación de un foro regional que debería incluir también a Paraguay y Uruguay.
El canciller argentino Felipe Solá trabajó en silencio para diseñar este cónclave diplomático que era resistido a la vez por Alberto Fernández y Bolsonaro. Solá estuvo en contacto reservado con su colega brasileño Ernesto Araújo y durante semanas diagramaron una agenda protocolar para cumplir las pretensiones de la Casa Rosada y del Palacio de Planalto. También Daniel Scioli, embajador argentino en Brasil desde agosto, fue tejiendo redes para acercar a los dos mandatarios.
Fernández tiene profundas diferencias ideológicas con Bolsonaro. No comparte su mirada sobre la crisis en Venezuela, el papel institucional de la OEA, la elección de un presidente estadounidense en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la importancia del tratado de París sobre el Cambio Climático. El jefe de Estado argentino, además, jamás perdonará a Bolsonaro que su hijo, Eduardo haya agredido en Twitter a Estanislao Fernández.
Bolsonaro también tiene asimetrías ideológicas con Alberto Fernández. Considera que lidera un gobierno populista, que intenta mantener en el poder a Nicolás Maduro pese a la crisis social y política de Venezuela y que detenta una posición alejada de la realidad cuando defiende al multilateralismo y el tratado de París. Tuvieron también duros cruces sobre el manejo de la pandemia de COVID-19, ya que Brasil nunca apostó por el aislamiento preventivo o las cuarentenas y es una de las naciones con mayor cantidad de víctimas fatales. Además, durante la campaña presidencial en Argentina de 2019, Bolsonaro apoyó a Mauricio Macri y criticó duramente a la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner. Y una vez que el Frente de Todos llegó a la Casa Rosada, el líder brasileño continuó con su postura crítica.
La derrota de Donald Trump frente a Joseph Biden en las elecciones en Estados Unidos facilitó este acercamiento. Porque para el presidente argentino un nuevo período geopolítico asoma en la región y el Mercosur, como bloque, puede jugar un papel preponderante. Alberto Fernández ya avanzó en esta etapa de relaciones exteriores con el sorpresivo almuerzo con su par de Uruguay, Luis Lacalle Pou, en la Estancia Anchorena, de la ciudad uruguaya de Colonia, el 19 de noviembre.
Ahora Fernández buscará un modo de convivencia diplomática con Bolsonaro. Su intención es relanzar el Mercosur, acelerar el acuerdo histórico con la Unión Europea y plantear a la futura administración de Biden que el plegamiento regional a la agenda de Trump ya es una instancia superada. Según su evaluación, si Biden apuesta al multilateralismo el Mercosur no debería quedar al margen.
En 1985 cuando Alfonsín y Sarney sentaron las bases para el nacimiento del Mercosur estaban inmersos en un escenario de infinita desconfianza geopolítica. Pasaron 35 años y la relación bilateral sufrió vaivenes de importancia. Desde el Gobierno argentino ya hubo varios gestos para reactivar la actividad del bloque. Las exportaciones argentinas a Brasil cayeron 31,2% en la comparación interanual entre enero y agosto y por primera vez en tres décadas Brasil dejó de ser el principal socio comercial de Argentina y ese lugar lo ocupó China. Esas cifras activaron las alertas.
Viendo este sombrío panorama el 30 de septiembre pasado, mediante una conferencia virtual, el secretario de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería argentina, Jorge Neme, y el actual embajador argentino en Brasil, Daniel Scioli, presentaron ante casi 300 empresarios y autoridades de Comercio Exterior de diferentes provincias de nuestro país el “Plan de Promoción Comercial Brasil 2020-2022”.
Neme hizo referencia allí a la necesidad imperiosa de “ganar un espacio en las góndolas brasileñas, en las industrias de bienes intermedios, en la venta de servicios calificados” y allí expuso que no solo se habló de exportar agroalimentos o automóviles sino también “partes de la industria, de bienes culturales, de la economía basada en el conocimiento, el software y el diseño”. En su exposición Neme destacó que se necesita superar “el déficit histórico con Brasil, incrementado en los últimos años, y que en los últimos 15 años lleva acumulados 52 mil millones de dólares”.
Scioli hizo en esa ocasión un resumen de sus gestiones ante autoridades y cámaras empresariales desde que asumió en su cargo como embajador, desde el que comanda también a los 10 consulados que existen en territorio brasileño. “No queremos comprarle menos a Brasil, queremos venderle más. Debemos poner esfuerzos en una complementación productiva en Argentina, sobre todo en el sector automotriz”.
En ese encuentro, además, uno de los empresarios que participó, Diego Cifarelli, de la Federación Argentina de la Industria Molinera (FAIM), mencionó que “si la política nos allana el camino podemos lograr una mejor performance y fortalecer nuestra presencia” en Brasil, al referirse al potencial de la PyMES con deseos de exportar.
Consultado por Infobae, Carlos Magariños, ex embajador argentino en Brasil entre 2016 y 2019 y actual CEO de CADE (la Cámara de Energía de nuestro país), marcó que desde que comenzó el proceso de integración hubo dos períodos bien diferenciados en la relación entre ambos países. “Los separaría en uno que se vivió entre 1985 y 2003 y otra desde esa fecha a la actualidad. En esa primera etapa se persiguieron políticas macroeconómicas comunes, se estuvo integrado al mundo y el balance comercial para Argentina fue favorable, con un superávit de 6 mil millones de dólares. La crisis devaluatoria de 1998 en Brasil y luego la de 2001 en Argentina cambiaron el escenario”, sostuvo.
“En el segundo ciclo el déficit comercial para Argentina es superior a los 50 mil millones de dólares porque desde lo económico se está siendo más cerrado, crecieron muy poco nuestras exportaciones, la oferta de bienes a Brasil está congelada, limitada a cinco o seis ítems como el automotriz, el agropecuario o la actividad de algunas PyMES. China le vendió muchísimo a los brasileños, el triple de lo que venía haciéndolo. Y eso impacta negativamente para nosotros”, según su análisis.
La diversificación en la oferta exportadora cumple un rol clave para Magariños. “Durante mi gestión se trabajó mucho con los empresarios de Brasil para hacer conocer a los productos argentinos. Porque allá se le vende a los empresarios, no al Estado. Recorrimos estado por estado y notamos que hay zonas poco exploradas para lo que se hace aquí, como Matto Grosso, Goiás o algunas zonas del Nordeste. Solamente se apunta a los que están pegados a la costa y ese es un error”, amplía.
Pablo Lavigne, economista de la consultora ABECEB, le dijo a Infobae que sería importante que se ratifique el acuerdo alcanzado con la Unión Europea durante la presidencia de Mauricio Macri porque “al ser Brasil la sexta o séptima economía más fuerte del mundo nos acercaría a otros mercados”. También remarcó que sería beneficioso quitar retenciones u otras trabas para exportar, reducir el déficit fiscal y la inflación para recuperar competitividad. Y que es urgente encontrar “un marco regulatorio, normas técnicas comunes” que permitan eliminar barreras para aumentar las exportaciones hacia el mayor socio del Mercosur.
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