Horacio Rodríguez Larreta no modificó su agenda del jueves. Mientras los incidentes en el velatorio de Diego Maradona se volvían cada vez más violentos, el jefe de Gobierno porteño siguió con las reuniones que tenía previstas. Podría haberlas suspendido con un simple mensaje de su secretaria, sobre todo la de las 15.30. Pero no alteró sus planes, sólo consultó su celular un par de veces más de lo habitual para chequear los reportes que le enviaba Diego Santilli. Un funcionario del Ministerio de Seguridad de la Nación ya había responsabilizado al gobierno de la Ciudad por el desastre que se vivía en las calles. A esa hora, la orden de Rodríguez Larreta fue clara: “Nosotros no salimos a responder las provocaciones”.
A las 16.21, cuando un grupo de manifestantes terminaba de abandonar el Patio de las Palmeras que está a metros de su despacho, Eduardo “Wado” De Pedro subió la apuesta por Twitter: “Les exigimos a Larreta y Santilli que frenen ya esta locura que lleva adelante la Policía de la Ciudad. Este homenaje popular no puede terminar en represión y corridas a quienes vienen a despedir a Maradona”.
En la sede de Uspallata se comenzó a analizar si era conveniente o no salir a responderle al ministro del Interior. Se tomaron su tiempo hasta decidir que fuera Santilli -vicejefe porteño a cargo de la seguridad- quien fijara la posición oficial. Antes se leyó detalladamente el comunicado de Presidencia, que fue interpretado por muchos como un paso en falso que pareció responsabilizar de los incidentes a las hijas de Maradona.
“La familia había escogido realizar el velatorio en la Casa Rosada, decisión que el gobierno acompañó. Posteriormente, la familia decidió culminar el mismo a las 16hs”, decía el Gobierno. Lo primero que hizo Santilli en sus declaraciones fue enviarles un mensaje a Claudia Villafañe, a Dalma y a Giannina. Allí dijo también que le parecía mal “politizar uno de los días más tristes para los argentinos” y subrayó que el operativo lo había organizado la Casa Rosada y la Ciudad sólo había prestado colaboración. Maradona acababa de ser enterrado en el cementerio de Bella Vista. Así terminaba para millones de argentinos el jueves más triste de las últimas décadas.
Al día siguiente, aún en medio del duelo nacional dispuesto por el Gobierno, la Secretaría de Derechos Humanos presentó una denuncia penal ante la Justicia porteña contra Rodríguez Larreta y Santilli por el accionar de la Policía de la Ciudad durante los incidentes en el velatorio. El escrito señaló que las imágenes reunidas “no permiten suponer que los abusos policiales hayan sido desvíos individuales de algunos miembros de la fuerza porteña”. Y agregó: “La sistematicidad en el accionar y la violencia cometida por todos ellos da cuenta de una orden superior que dispuso la represión de esa forma: con balas de goma, gases, camiones hidrantes y detenciones arbitrarias”.
Rodríguez Larreta aprovechó la conferencia de prensa en la que dio detalles de las nuevas actividades habilitadas en el esquema de Distanciamiento, Social, Preventivo y Obligatorio (DISPO) para responder: “Lamento enormemente que un día tan triste se haya politizado la situación. Desde la Ciudad siempre colaboramos cuando el Gobierno nacional nos convoca a un comando unificado. Vamos a seguir colaborando”. Santilli agregó: “Judicializar es apoyar a los violentos”. Ayer, la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, resaltó que “en Casa Rosada no hubo ninguna agresión que lamentar”. Está claro que la serie de cruces entre el gobierno nacional y el porteño tendrá más temporadas que Grey’s Anatomy.
El jefe de Gobierno porteño lo sabe, y se prepara para recorrer un camino escarpado que, según sus cálculos, debería depositarlo en 2023 en la Casa Rosada. El plan está en marcha desde hace tiempo y podría resumirse en tres enunciados bien concretos: trabajar incansablemente para preservar la buena imagen que tiene su gestión en la Ciudad, destinar todos los esfuerzos posibles para garantizar la unidad de Juntos por el Cambio y, ya mirando en campo enemigo, rezar o cruzar los dedos para que el Gobierno siga cometiendo los errores que hoy le adjudica. Cada uno de esos tres puntos tiene, claro, una cantidad infinita de apartados.
Para mantener el impulso de la gestión se necesita plata y el Gobierno le dio un golpe duro al quitarle por decreto más de 30.000 millones de pesos de coparticipación. Rodríguez Larreta llevó el tema a la Corte Suprema y se ilusiona con recibir una noticia favorable antes de fin de año. “Hay que esperar, pero soy optimista”, dijo esta semana durante una reunión con una leve sonrisa. A sus interlocutores no les quedó claro si era sólo una expresión de deseos, si había estado leyendo jurisprudencia, si olfatea cómo soplan los vientos de la política o si ya había recibido una señal positiva desde el Palacio de Tribunales. El máximo tribunal no dio señales al respecto. Ni sobre lo que podría decidir ni sobre cuándo podría resolverlo. Para la Ciudad cada día que pasa equivale a varios millones de pesos menos.
La interna de Juntos por el Cambio a veces es tan imprevisible como los fallos de los jueces de la Corte. Tal como anticipó Infobae, los principales dirigentes del PRO volverán a verse cara a cara el lunes después de nueve meses de pandemia. Convocó Mauricio Macri y están invitados Rodríguez Larreta, Santilli, María Eugenia Vidal, Patricia Bullrich, Eduardo Macchiavelli, Cristian Ritondo, Humberto Schiavoni, Néstor Grindetti, Jorge Macri, Omar De Machi, Federico Angelini y Laura Rodríguez Machado. El jefe de Gobierno también es optimista en este terreno. A quienes le preguntan preocupados por la posibilidad de una ruptura en la oposición les responde que el riesgo es cero. Cree que las elecciones legislativas del año próximo no son determinantes para su proyecto presidencial, pero no pone en duda la posibilidad de derrotar al oficialismo, incluso en la provincia de Buenos Aires. Un dato clave: está convencido de que Vidal finalmente aceptará encabezar la lista bonaerense.
Obsesivo, metódico, disciplinado, casi prusiano... Rodríguez Larreta trabaja las 24 horas para edificar su candidatura presidencial y cuida cada detalle. En las últimas semanas su médico personal le recomendó que durmiera más. Desde ese día su despertador ya no suena a las 5.45 y quedó programado para las 6 en punto. Son 15 minutos menos de reuniones, pero 15 minutos más para soñar.
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