Alberto Fernández mantendrá hoy cerca del mediodía de mañana su primer contacto oficial con Jair Bolsonaro, tras meses de frío diplomático causado por la diferencias que mantienen respecto a la crisis en Venezuela, el rol de la Organización de Estados Americanos (OEA) y la importancia global del Acuerdo de París sobre cambio climático.
El encuentro remoto entre ambos mandatario apunta a rendir tributo a la reunión histórica que mantuvieron Raúl Alfonsín y José Sarney hace 35 años en Foz de Iguazú como paso previó a la creación del Mercosur. En esa época todavía signada por la Guerra Fría y las hipótesis de conflicto entre Argentina y Brasil, Alfonsín y Sarney decidieron encontrarse en la frontera de ambos países y avanzar en un foro regional que debería incluir además a Paraguay y Uruguay.
Felipe Solá trabajó en silencio para diseñar un cónclave diplomático que era resistido a la vez por Alberto Fernández y Bolsonaro. El canciller argentino estuvo en contacto reservado con su colega brasileño Ernesto Araújo y durante semanas dieron vueltas a una agenda protocolar que cumpliera con las pretensiones de la Casa Rosada y el Palacio del Planalto.
Alberto Fernández tiene profundas diferencias ideológicas con Bolsonaro. No comparte su mirada sobre la crisis en Venezuela, el papel institucional de la OEA, la elección de un presidente estadounidense en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la importancia del tratado de París sobre Cambio Climático.
A su vez, el jefe de Estado jamás perdonará a Bolsonaro que su Eduardo Bolsonaro -primogénito del presidente del Brasil- haya agredido en Twitter a su hijo Estanislao. En Gobierno asumen que Jair Bolsonaro habría podido eliminar el posteo agresivo de Eduardo Bolsonaro, y que no le importó.
Bolsonaro también tiene asimetrías ideológicas con Alberto Fernández. Considera que lidera un gobierno populista, que intenta mantener en el poder a Nicolás Maduro pese a la crisis social y política de Venezuela y que detenta una posición alejada de la realidad cuando defiende al multilateralismo y el tratado de París.
En este contexto, durante la campaña presidencial de 2019, Bolsonaro explicitó su apoyó a Mauricio Macri y criticó sin eufemismos a la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner. Y una vez que el Frente de Todos llegó a la Casa Rosada, el líder brasileño continuó criticando al sucesor de Macri.
La derrota de Donald Trump frente a Joseph Biden facilitó la cumbre por videoconferencia que mañana al mediodía protagonizarán Alberto Fernández y Bolsonaro. El presidente argentino asume que un nuevo período geopolítico se inicia en la región y que el Mercosur como bloque puede jugar un papel relevante.
Desde esta perspectiva de las relaciones exteriores, Alberto Fernández ya avanzó un casillero después de almorzar con Luis Lacalle Pou en la Estancia Anchorena. El presidente de Uruguay jugaba en tándem con Bolsonaro -respecto a la OEA y Venezuela- y ahora existe el compromiso entre ambos mandatarios de coordinar mejor la agenda del Mercosur.
Tras sellar una cercanía estratégica con Lacalle Pou, el jefe de Estado busca un modo de convivencia diplomática con Bolsonaro. Y nada más que eso: su intención es relanzar el Mercosur, acelerar el acuerdo histórico con la Unión Europea y plantear a la futura administración de Biden que el plegamiento regional a la agenda de Trump ya es una instancia superada.
Esta es la intención diplomática de Alberto Fernández. Demostrar a nivel global que una nueva etapa comenzó en América Latina, y por ello descongela su relación bilateral con Bolsonaro. Si Biden apuesta al multilateralismo, porque el Mercosur debería quedarse afuera, explica el presidente en Olivos.
De todas maneras, Alberto Fernández y Bolsonaro deberán hacer un esfuerzo mañana para poner entre paréntesis sus diferencias ideológicas y personales. Hace más de un año que se enfrentan a la distancia, y ese pasado imperfecto es difícil de obviar en un primer encuentro que se hará de manera remota.
En el Palacio San Martín y el Palacio Itamaraty son optimistas respecto a la reanudación del diálogo diplomático al máximo nivel de gobierno. Y ese optimismo se basa en una referencia histórica: si Alfonsín y Sarney se encontraron en un escenario de infinita desconfianza geopolítica, porque no podría hacerlo Alberto Fernández y Bolsonaro.
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