Era el encuentro más esperado. Y se hizo desear. Desde ayer una de las preguntas más frecuentes a los funcionarios era si la vicepresidenta Cristina Kirchner iba a venir al velorio de Diego Armando Maradona en la Casa Rosada. Cristina Kirchner fue la primera que ayer puso un tuit para despedir al ídolo, incluso antes que el Presidente, pero como hacía dos meses que la fórmula que ganó el Gobierno no se veía, nadie podía asegurarlo.
De hecho, cerca de Alberto Fernández habían dado casi por seguro de que sí vendría Máximo Kirchner, el presidente del bloque del Frente de Todos de la Cámara de Diputados, quien finalmente decidió no hacerse presente porque “está muy conmovido”. Es que, según reveló una fuente cercana, al dolor por la muerte de Diego se le sumó el recuerdo de que en el mismo Salón de los Patriotas Latinoamericanos, hace 10 años, velaron a su padre, Néstor Kirchner.
Pero, en concreto, en Gobierno creían que Cristina no estaría hoy. Después del desplante que para Fernández significó la carta que ella hizo pública sin avisarle antes, algo parecía realmente quebrado.
La ex presidenta llegó a Casa Rosada a las 14:30 y solo avisó unos pocos minutos antes, los suficientes para que el personal de seguridad alcanzara a cerrar la puerta de ingreso del público, por Balcarce 50, ya que había corridas y apretujones contra la reja. Parece que coordinó con el gobernador Axel Kicillof, que llegó una hora después de lo esperado. Ya estaban el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, y el ministro de Desarrollo de la Comunidad bonaerense, Andrés “Cuervo” Larroque. También el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla.
El Presidente, enterado de que Cristina estaba viniendo, bajó a recibirla en la capilla ardiente, junto a Claudia Villafañe y las tres hijas de Maradona, Dalma, Giannina y Jana, que se incorporó al grupo en las últimas horas del velorio. Al verlo, la Vice se incorporó al grupo, donde se discutía qué hacer frente a la gran presión de la población, que ya estaba provocando desmanes en las esquinas donde la Avenida de Mayo se corta con la 9 de Julio, disgustados porque les impedirían el ingreso.
No era una situación fácil para nadie. La familia Maradona estaba velando a Diego desde las 23 de anoche, y pretendía llevarlo cuanto antes al cementerio donde finalmente descansará en paz, junto a Don Diego y Doña Tota, sus queridos padres. De hecho, habían querido hacer un velorio más corto, pero aceptaron llevarlo a las 16, bajo la condición de no extenderlo más. Una y otra vez los principales funcionarios de la Casa Rosada pidieron que se flexibilicen, pero no hubo forma. Finalmente, y cuando ya estaba anunciado que el féretro iniciaría su camino al Jardín Bella Vista a las 17, se anunció que el velorio se llevaba hasta las 19.
Antes de eso, se la vio a Cristina molesta por la conversación que se estaba llevando adelante. Llamó a una colaboradora, le pidió la cartera, y sacó dos rosarios que depositó amorosamente sobre el cajón. Luego pareció que rezaba y volvió hacia donde estaba el grupo, pero no se sumó a la rueda, sino que se sentó en una de las sillas cercanas.
Allí quedó, sola, durante varios minutos. Kicillof, De Pedro y el Presidente seguían discutiendo con la familia Maradona, o analizando qué hacer, evaluando el panorama. Ella parecía fastidiarse. Primero se le acercó Larroque, luego Pietragalla, después De Pedro y por último Kicillof. Así, quedaron dos grupos claramente definidos, el que rodeaba al Presidente y el que rodeaba a la Vicepresidenta.
Varios minutos después, Alberto salió por la puerta principal para hablarle a la multitud, intentando convencerlos de que era necesario que aflojaran la presión sobre las rejas y permitieran que la ceremonia de despedida al Diego terminara cuanto antes y del mejor modo posible. Se lo vio acompañado por Cafiero, Vitobello y personal de la Casa Militar.
En el mismo momento, Cristina se dirigió al Ministerio del Interior, donde permaneció casi una hora, el tiempo que duró el descontrol dentro de la Casa Rosada. Así, no solo evitó subir al primer piso, donde está el despacho presidencial, sino que se convirtió casi en una refugiada, porque un grupo de personas había invadido el Patio de las Palmeras, hacia donde dan las puertas de las oficinas de De Pedro.
De ese modo terminó la tercera visita de la ex presidenta a la sede del Gobierno desde que Alberto Fernández es presidente. La primera fue el día de asunción, el 10 de diciembre de 2019. La segunda fue cuando se realizó el acto en el Museo del Bicentenario para exponer acerca del acuerdo con los bonistas privados, el 31 de agosto. La tercera hoy, para despedir a Diego. Y lo único que quedó claro es que el hielo entre ellos continúa.
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