A Alberto Fernández le cuesta mentir. Esta semana en una entrevista televisiva le preguntaron tres veces cuánto hacía que no hablaba con Cristina Fernández de Kirchner. El Presidente no contestó. No inventó. Tampoco mintió. Simplemente evadió la respuesta concreta.
Reconocer que ya pasaron dos meses desde la última vez que estuvieron juntos, podría convertirse en una bomba mediática sin sentido. Entre otras cosas, porque si tuviera que decir toda la verdad debería confesar también que —sin diálogo directo entre ellos— no solo está mas tranquilo, sino que la coalición gobernante parece haber entrado en un equilibrio interno como nunca antes desde que el Frente para la Victoria asumió el poder.
El Presidente parece sentirse cómodo con el nuevo esquema. Y a todas luces la modalidad es mucho más funcional. No hay gritos, no hay enojos, ni desilusiones mutuas. Y, lejos de significar que Alberto quedó solo en el puente de mando, de a poco se fue afianzando en lo cotidiano un ida y vuelta natural con Máximo Kirchner.
Desde hace unos quince días, cuando se juntaron en Olivos a solas para separar la paja del trigo de la relación mutua, ambos acuden al Telegram (la app preferida de La Cámpora) para coordinar cualquier acción de gobierno por mínima que parezca.
La mesa semanal entre ellos y Sergio Massa también desapareció. “Terminaba siendo más social que de trabajo, ahora las reuniones son mucho mas expeditivas”, reconocen cerca de ellos. El momento cumbre de este flamante sistema de coordinación fue el martes y quedó rubricado con una foto: la que se sacaron en el Congreso Máximo, Sergio Tomás, Martín Guzmán y Daniel Arroyo, entre otros, convalidando que el gobierno en bloque apoyaba el aporte solidario de las Grandes Fortunas.
Lejos de funcionar de correveidile, el ida y vuelta cotidiano entre Alberto y Máximo parece calmar antes que nada al Presidente. Y organizar también la agenda política del Gobierno. Alberto piensa mejor de a dos y en voz alta. Esa era la clave de su relación con Néstor Kirchner. Un ida y vuelta cotidiano y frenético. Y fue de las cosas que mas extrañó cuando como Jefe de Gabinete su Jefa pasó a ser Cristina. Ella solía dar órdenes a la distancia y evitar el contacto constante. Un mundo opuesto a su zona de confort.
El otro que reedita ese sistema de conexión con el presidente es el ministro Guzmán. Poseedor de un sistema de pensamiento matemático, cada vez que tiene que tomar decisiones de fondo se apersona ante el Presidente y despliega la batería de posibilidades con sus consecuencias. En ese marco Alberto decide con comodidad, guiado y sin presiones. Está claro que el ministro anda por la vida jugando al truco con el ancho de espada, el de basto y el siete de espada siempre a mano. Sin embargo no gana todas las partidas.
Esta semana, por ejemplo, tuvo que ceder presupuesto ante la titular del ANSES Fernanda Raverta. La disputa fue por el aumento a jubilados. Guzmán se había plantado en un 4,5% que equiparaba el que tendrían que haber aplicado con la fórmula de Macri. Raverta presionó por un 5 por ciento. La tensión llegó a tal punto que en Economía llegaron a escuchar desde la ANSES: “Entonces vení a sentarte vos acá. Te dejo la llave…” Finalmente el Presidente no solo cedió a la presión de Raverta, sino que filtró antes de tiempo la información en un reportaje radial y adelantó los tiempos del anuncio. Un anuncio que igual dejó sabor a poco.
¿Y por qué no aprovecharon este último aumento por decreto para volver a aplanar la pirámide?, ¿por qué optaron por un aumento generalizado y no por subir más la mínima a costa de los que más cobran? La respuesta tiene sólo explicación jurídica. Si bien esa fue la fórmula que aplicaron en el primer aumento por decreto, esta vez optaron por bajar las chances de litigios judiciales. Al principio de la pandemia se podía alegar una emergencia que hoy ya casi no cuenta.
La idea de reforzar a los de abajo se concentra hoy en apoyaturas indirectas. Los medicamentos gratuitos que representan casi un 50% de sus ingresos para los de la mínima y el congelamiento de prestamos tomados por los jubilados durante el período macrista con una indexación al estilo UVA con los que están endeudados casi la mitad de los jubilados.
En pocos días el ANSES anunciarán que bajarán los intereses de esos préstamos y a su vez largaran una nueva línea de créditos blandos para los jubilados de la mínima. Maneras de subir sus ingresos sin generar juicios por parte de los del tope de la pirámide. Superada la cuarentena, este fin de semana el Presidente encontró una buena excusa para seguir con su Piyama Party. Viajó a Chapadmalal junto a la primera dama, a su vocero Juan Pablo Biondi, al ministro Guzmán y al representante ante el FMI Sergio Chodos para participar desde allá de la Cumbre del G 20.
En las charlas en medio de la mezcla de trabajo y descanso, el Presidente dejó claro que estará pendiente esta semana de Daniel Rafecas. Su candidato a procurador tiene que tomar una decisión y Alberto espera que después de la charla que tendrán el juez y la vicepresidenta mañana, Rafecas acepte su nominación. El deseo presidencial no es de fácil resolución. La comisión asesora para la reforma judicial recomendó cambiar el modo de elección del procurador y que pase a ser elegido por mayoría simple en el Senado (la condición publica que había puesto Rafecas para asumir era justamente que eso no pasara, que se siguieran exigiendo los dos tercios en el Senado para su nominación).
Algunos creían que esa era la llave que manejaba CFK para evitar que asumiera Rafecas. El encuentro entre ambos, si se concreta, sería la manera de destrabar esa desconfianza. También sería un gesto de Cristina hacia Alberto. Todos los ojos están posados en saber si finalmente el Presidente logra ungir a su candidato a Procurador o no. Rafecas esta entre la espada y la pared: ser fiel a su palabra o ser agradecido con el Presidente. Si se resiste la autoridad presidencial quedará una vez mas mancillada ante la opinión publicada.
Bonus Track
La cena en Chapadmalal del viernes por la noche entre Alberto Fernandez, Martín Guzmán, Sergio Chodos, Juan Pablo Biondi, dos invitados no funcionarios y la primera dama, tuvo un momento tenso. Fue cuando Fabiola Yañez pidió acompañar el asado con vino blanco. “No tenemos señora”, dijo el mozo. Los presentes se miraron sin emitir palabra. A diferencia del duo Macri-Juliana que usaban esa residencia para ir a descansar a menudo y que se movían con un séquito de confianza que estaba al tanto de todos sus gustos, Alberto y Fabiola se movilizan casi sin personal.
A tal punto que el vocero presidencial fue el encargado de conseguir las medialunas para el desayuno del sábado. En sus costumbres cotidianas Alberto parece imitar la austeridad de Mujica. Aunque por sus antecedentes como vecino de Puerto Madero nadie pueda entenderlo ni reconocerlo.
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