En la soledad de Chapadmalal, tras participar en la primera sesión del G20 virtual de Arabia Saudita, Alberto Fernández hizo su balance geopolítico frente al ministro de Economía Martín Guzmán y el representante argentino ante el Fondo Monetario Internacional, Sergio Chodos.
Fue su debut presidencial en el G20, quedó una pizca desencantado por la profundidad de los discursos leídos, y elogió sin dudar las posiciones presentadas por Rusia, China, Gran Bretaña, India y Japón. “Me pareció lo mejor del G20, tenían una mirada distinta y disruptiva”, opinó el jefe de Estado ante Guzmán y Chodos, los dos únicos funcionarios que están en Chapadmalal.
Alberto Fernández tomó nota de todos los discursos del G20 y fue sorprendido por la mirada de Vladimir Putin y Xi Jinping al momento de evaluar cómo debería ser la distribución de la vacuna contra el COVID-19 para evitar que una segunda ola de pandemia cause una nuevo estrago global.
El Presidente rescató la decisión política de Rusia y China de declarar la vacuna como un bien de dominio público, frente al concepto de distribución “a precios razonables” que plantearon otros miembros del G20.
Junto a Guzmán y Chodos, Alberto Fernández repasó dos notas que tomó de los discursos de Putin y Xi:
-“Sin duda alguna, los fármacos para la inmunización deben ser dominio público. Desde luego nuestro país, Rusia, está dispuesto a proporcionar las vacunas elaboradas por nuestros científicos a aquellos que las necesiten”, señaló el líder ruso.
-“Ofreceremos ayuda y apoyo a otros países en desarrollo y trabajaremos arduamente para hacer de las vacunas un bien público que los ciudadanos de todos los países puedan usar y pagar”, adelantó el premier chino.
A continuación, el jefe de Estado elogió la perspectiva política del premier japonés. Yoshihide Suga consideró que tras la pandemia “habrá otro orden mundial”, una perspectiva de la geopolítica que Alberto Fernández comparte pese a la distancia, las diferencias ideológicas y las posiciones en el tablero global.
En plena tarde de Chapadmalal, y antes de preparar su participación en la jornada de cierre del G20 que será mañana, Alberto Fernández mostró su respeto a la posición presentada por el primer ministro británico Boris Johnson, que al principio de la pandemia alentó la inmunidad por rebaño para enfrentar al COVID-19.
“El G20 se comprometió en marzo a hacer lo que fuera necesario para superar la pandemia y proteger vidas. En nuestra reunión de este fin de semana, debemos obligarnos a mantener esa promesa”, dijo Johnson en un mensaje improvisado que el presidente argentino registró en sus notas personales.
“Criticó la cuarentena, alentó la inmunidad de rebaño, se contagió, y ahora pide que haya un aporte solidario al COVAX -una plataforma adonde los países ricos financian las compras de vacunas para los países pobres-, y exige proteger las vidas. Me pareció excelente su discurso”, enfatizó Alberto Fernández al lado de Guzmán y Chodos, cuando comentó la posición del líder de Gran Bretaña.
El presidente argentino tiene buena relación con Pedro Sánchez, jefe del gobierno español. Sánchez hizo un discurso vinculado a la necesidad de apoyar y proteger a los países emergentes, que cuadra con la mirada de Alberto Fernández y la posición exhibida durante su presentación en el G20 de Arabia Saudita. “No estaremos a salvo hasta que todos estén a salvo”, dijo Sánchez. Y remató: “Necesitamos una recuperación justa, inclusiva y sostenible que no deje a nadie atrás”.
Minutos después del discurso del premier español, Alberto Fernández le envió un chat felicitándolo por su posición en el plenario del G20.
Casi al finalizar su charla post almuerzo con Guzmán y Chodos, el Presidente comentó su sorpresa cuando Donald Trump dijo a sus colegas del G20 que “los veía el año que viene”, obviando -de nuevo- su reconocimiento a la derrota frente a Joseph Biden en las elecciones del 3 de noviembre.
—¿Te sacaron del aire antes de concluir tu presentación? —le preguntaron a Alberto Fernández en la segunda ronda de café.
—Sí, al final. Mi saludo quedó cortado...
—¿Qué pasó? —le insistieron.
—Nada —sonrió—. Tenía que hablar tres minutos, y hable nueve. Eso pasó.
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