Por primera vez desde su llegada al Gobierno, Alberto Fernández exhibió su mirada política sobre la agenda regional de los Estados Unidos. “No tengo muy en claro cómo va a terminar siendo la política exterior de (Joseph) Biden para con América Latina, pero descarto que definitivamente va a ser mejor que la de (Donald) Trump”, dijo el Presidente en diálogo con su amigo Marco Enríquez -Ominami.
Alberto Fernández tiene diferencias ideológicas con Trump, y siempre cuestionó su perspectiva sobre la crisis en Venezuela, la situación institucional en Bolivia, el papel continental de la Organización de Estados Americanos (OEA), y la exclusión diplomática de Cuba tras una primavera geopolítica acordada entre Barack Obama y Raúl Castro.
El jefe de Estado sonrió feliz cuando conoció que Joseph Biden había derrotado a Donald Trump y solicitó al canciller Felipe Solá y al embajador argentino en Washington, Jorge Arguello, que abran canales formales e informales para entender qué política exterior prepara el presidente electo de los Estados Unidos.
Esa tarde de noviembre, vía chat de WhatsApp y Telegram, Alberto Fernández dijo a Solá y Arguello lo mismo que ahora repitió en publicó durante un reportaje que protagonizó con Enríquez-Ominami.
“Biden tiene una gran oportunidad de generar otro vínculo con América Latina. Las posibilidades de reencontrarse con el continente son muchas porque estos años que han pasado nos han tratado muy mal”, opinó Alberto Fernández.
Desde la perspectiva presidencial, Trump lideró una agenda de política exterior que era muy agresiva con Venezuela a través de las decisiones del Grupo de Lima y las resoluciones que tomaba Luis Almagro como secretario General de la OEA.
Alberto Fernández, por medio de ciertas fintas diplomáticas, enfrentó a su colega de Estados Unidos soslayando la importancia del Grupo de Lima e intentando vencer a Almagro en las últimas elecciones de la OEA. Pero en ambos casos, su ofensiva tuvo saber a poco. El Grupo de Lima continuó excluyendo a Nicolás Maduro de la mesa de negociaciones y Almagro fue reelecto por cinco años más.
“Venezuela, que más allá de las disputas políticas, que en plena pandemia hayan sometido al pueblo a un bloque es inhumano, lo mismo con Cuba. Tengo optimismo en que con Biden podemos estar más tranquilos, confiados, tal vez podamos avanzar y lograr desterrar la idea de una intervención militar en Venezuela”, argumentó el presidente argentino.
Y remató: “Podemos pensar en ayudar a Venezuela, encontrar un canal de diálogo para que los venezolanos se reencuentren y resuelvan su futuro como corresponde, y no inventando presidentes itinerantes, que andan por el mundo llamándose presidentes de Venezuela, que es lo que pasó a instancia de EEUU”.
Alberto Fernández jamás reconoció a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, y siempre consideró que Maduro debía sentarse en la mesa de negociación de la transición democrática. Hasta ahora, Biden considera a Venezuela una dictadura -coincide con Trump- y apoya a Guaidó como el único líder opositor que puede terminar con el régimen populista de Maduro.
En este contexto, Biden es idéntico que Trump. Las diferencias pueden existir respecto al Tratado de Cambio Climático de Paris, o en la posibilidad de promover o no una invasión armada a Venezuela, pero el futuro Presidente de los Estados Unidos continuará la misma agenda regional que tuvo Trump para Venezuela y Cuba.
Con todo, Alberto Fernández no debería perder su optimismo con Biden. El sucesor de Trump es amigo de Francisco, entiende el peso de América Latina en la política global y no hará nada para trabar la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Pero puesto a fijar una agenda para Venezuela y Cuba, el Presidente deberá argumentar muy sólido para convencer a Biden que Maduro no es un dictador y que Cuba ya no es una hipótesis de conflicto a 90 millas de Miami.
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