Antonio Javier López tiene 55 años. Actualmente está desocupado. Es cordobés y hace muchos años fue contratado como sereno en un hotel de la ciudad de Carlos Paz.
Declaró como testigo en el juicio oral y público que se sigue contra Ricardo Jaime por el delito de enriquecimiento ilícito. Al ex secretario de Transporte del kirchnerismo se le adjudican varios bienes que no tenía a su nombre pero que obtuvo a partir de realizar negocios oscuros en la oficina pública que manejó entre 2003 y 2009.
El hotel donde López trabajó entre 2008 y 2010 se llama Saint Tropez, tiene 16 habitaciones, pileta y parque y está ubicado en la avenida San Martín al 2300. Es uno de los tantos hoteles de una de las localidades turísticas más importantes de Córdoba.
Luego de trabajar unos meses como sereno entre las 22 y las 7 López pasó a cumplir tareas en la recepción del hotel durante el turno tarde y quedó como encargado. Allí pudo apreciar el movimiento que había en el lugar y conocer a los que manejaban el negocio.
En su declaración vía Zoom ante el Tribunal Oral Federal 6, López -que no había declarado en la investigación previa al juicio- relató que quien le daba órdenes de cómo organizar el trabajo en el hotel era Julieta Jaime, una de las hijas del ex funcionario, también en juicio como testaferro de su padre.
López era empleado registrado del hotel Saint Tropez y sus sueldos los pagaba una sociedad llamada Lago Azul. Esa sociedad que adquirió el hotel en agosto de 2007 por 400.000 dólares tenía domicilio en la calle Omaguacas 91 de Carlos Paz. Esa es casualmente la casa de Julieta Jaime. Los dueños de la sociedad son Lisando López y Alfredo Pielach. Ellos forman parte de la estructura empresarial de Néstor Otero, el dueño de la Terminal de Ómnibus de Retiro, concesión que estaba bajo la jurisdicción de control de Ricardo Jaime.
En octubre de 2015, previo al cambio de gobierno y antes de que el concepto de lawfare se comenzara a esgrimir para explicar los casos de corrupción del kirchnerismo, Jaime confesó haber recibido coimas por parte de Otero. Es que Otero le pagaba el alquiler del departamento en el que Jaime vivía mientras debía controlar la concesión de Retiro. Jaime fue condenado -su condena está firme- y a Otero le otorgaron una probation.
Es decir que Otero coimeaba a Jaime por diversas vías. Una de ellas –estiman los investigadores judiciales- fue el hotel Saint Tropez.
López y Pielach no tenían ningún contacto con la industria hotelera. Su negocio es el de su jefe: las terminales de transporte y todo lo que las rodea. Menos aún con la ciudad de Carlos Paz. Pero decidieron invertir en un hotel que, por esas casualidades, manejaba Julieta Jaime. Pielach había declarado en la instrucción del caso que era “amigo” de la hija de Jaime. Y por eso habían hecho aquella inversión.
La fiscal del juicio, Gabriela Baigún le preguntó a López, el ex empleado de Saint Tropez, quién era el dueño del hotel. Y López no dudó: “El hotel era de Jaime”.
Le pidieron que precisara su afirmación tan contundente. Y contó una anécdota. “Una tarde entró un hombre al hotel y sin saludar a nadie ni pedir permiso pasó a la zona de pileta. Yo cumplí con mi obligación y le pregunté quién era y qué buscaba. Dijo: ‘Soy el dueño del hotel. Soy Jaime’”, relató López.
López contó que ante aquella irrupción de Jaime en el hotel llamó a Marcela del Valle De Santis, la contadora que administraba Saint Tropez y que pagaba los sueldos en efectivo. López dijo que la mujer le confirmó lo que le había dicho el propio Jaime.
Sin embargo cuando De Santis declaró en el juicio dijo que los dueños del hotel eran López y Pielach. El ex empleado de Saint Tropez dijo no haber visto jamás por allí entre 2008 y 2010 a López y Pielach, quienes figuraban como dueños del hotel.
Aquella anécdota, más la presencia permanente de Julieta Jaime -confirmada por otros testimonios- y las precisiones que dio López sobre las decisiones que ella tomaba sobre el manejo del Saint Tropez son indicios importantes sobre la propiedad de aquel negocio. Un dato no menor: Julieta Jaime nunca fue empleada de Lago Azul. Obviamente Jaime no figuraba en los papeles, para eso están los testaferros. Lisandro López y Pielach están acusados en el juicio como testaferros de Jaime
López ubicó también en el hotel a Sebastián Ledantes, quien por entonces estaba casado con Julieta Jaime. Lopez dijo: “Ledantes solo llevaba en auto a Julieta hasta el hotel. No daba órdenes como sí hacía la hija de Jaime”. Ledantes es otro de los acusados como testaferro de Jaime en el juicio. Ledantes y sus padres están relacionados con otras operaciones hechas con dinero del ex funcionario público.
Cuando el defensor oficial de la Julieta Jaime le pidió que especificara alguna orden dada por la hija del ex funcionario, López recordó una en especial. “Yo había acomodado el salón comedor del hotel para un evento de una iglesia evangélica. Ella supervisó mi trabajo y me dijo que guardara el fiambre en la heladera de nuevo y pusiera sobre las mesas más cerca del horario del inicio del evento”.
Vía remota desde su casa, López señaló algo curioso que le sucedió cuando trabajaba en el hotel. “Yo ganaba una comisión por cada evento que consiguiera para que se hiciera en el hotel. Entonces trataba de conseguir la mayor cantidad posible. Hubo un momento en que De Santis empezó a rechazar la llegada de contingentes para eventos. Me frenaban los grupos. Preferían tener vacío el hotel a que viniera gente”.
La hotelería ha sido señalada por los expertos en lavado de dinero como uno de los negocios habitualmente utilizados para ingresar plata sucia -como la de las coimas recibidas por funcionarios públicos- al circuito legal. El mecanismo que describen los expertos indica la existencia de hoteles vacíos que facturan servicios que no prestan a pasajeros que no existen y que pagan en efectivo. Eso transforma parte del dinero ilegal en legal.
López vivía con su pareja en un departamento que alquilaba en el mismo hotel en el que trabajaba. Luego de una fuerte discusión la mujer llamó a la policía y López fue detenido y liberado cuatro horas más tarde. Esa situación desembocó en su despido. Quedó en la calle y tuvo un problema de salud por lo cual se fue unos meses a vivir a Uruguay con su padre. Contó que sus pertenencias quedaron en el hotel y no le permitieron retirarlas, según le dijeron, por orden de De Santis.
Ante el despido inició una demanda laboral contra Jaime padre e hija, y también contra Pielach y López, quienes figuraban en al sociedad Lago Azul. Contó en el juicio que le hicieron una oferta del diez por ciento del monto de su reclamo y aceptó porque “no tenía otra opción”.
Luego de estar un tiempo en Uruguay, luego del despido, López volvió a Carlos Paz. Y el 7 de junio de 2010 pasó en colectivo por la puerta del hotel y vio que había autos de la Policía Federal. Estaban realizando un allanamiento. Se bajó del colectivo y se presentó ante los policías como ex empleado del lugar. Le pidieron colaboración para guiarlos en el procedimiento.
Una década después recordó aquel procedimiento en el juicio oral y público: "No había nada. No estaba la computadora en la recepción, la oficina estaba vacía. Habían vaciado el lugar. ". En aquel allanamiento se conjugaron dos cosas: el abandono del hotel que estaba cerrado debido a que se había publicado en los medios que era de Jaime y el alerta por los procedimientos recibido ante la inminencia de la llegada de los policías. Por eso había poco y nada allí.
La fiscalía que encabeza Baigún trabaja para comprobar uno a uno cada caso de bienes que en la instrucción de la causa se la atribuyó a Jaime. Con el hotel -que los investigadores estiman una coima de Otero- tienen casi todo probado. En las próximas audiencias terminarán de escuchar a los testigos que pueden echar luz sobre la compra de un avión de cuatro millones de dólares que usaba Jaime para ir a descansar los fines de semana mientras era secretario de Transporte de Néstor y Cristina Kirchner.
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