Coso es mostrarse combatiendo jubilaciones de privilegio para colonizar la Justicia, cuando en realidad ni siquiera se está contra las jubilaciones de privilegio.
Coso es obligar solidaridad ajena cuando en realidad se está devaluando.
Coso es llorar hambre cuando en realidad se hace clientelismo político.
A dos meses de instalado el presidente Coso, mientras el Gobierno se cavaba su fosa al no escuchar al ex embajador en China Diego Guelar, que venía anunciando que había una peste y que había que tomársela en serio, ya gran parte del país confirmaba sus peores temores.
Esa parte del país que nunca había creído en coso ya andaba cabizbaja pensando que en ese momento el coso se estaba rebelando más grande que el cuerpo, y entonces ninguna batalla tenía sentido. Con algunos datos temerarios y varias sensaciones compartidas, ya creía sinceramente que el final del camino sería Venezuela.
Todavía no se había desatado lo peor, pero ya pensaba que el empobrecimiento general, la destrucción de la clase media y sus valores —que se verificaba desde el 10 de diciembre—, el avance brutal de la violencia, la militancia feroz en los organismos del Estado, la dependencia de la dádiva estatal la habilitaban a semejante temeridad. Y todavía no había visto nada.
Ya en febrero, algunos notaron que quizá, si el coso era más grande que el cuerpo, eso podía querer decir que estaba sobredimensionado, que mostraba fortaleza para disimular una tremenda debilidad que acrecentaría día a día. Y mientras más fuera su debilidad, más aparentaría entereza, con más fuerza querría destrozar lo existente, porque sabría que su tiempo es corto.
¿Cuál era la fortaleza de un gobierno coso que, para un deseo tan masivamente aceptado como eliminar las jubilaciones de privilegio, apenas consiguió el quorum necesario con la lengua afuera, mostrando desesperación y desprecio por la ética y la legitimidad? ¿Cuánto le costó?
En febrero de 2020 se estaba sin obra pública; con una catástrofe desatada en seguridad; sin mostrar un plan eco nómico, que a esa altura era más difícil de encontrar que a Mirta Tundis; con títulos catástrofe del riesgo país, que andaba por los 2200 y no merecía placas rojas; con los precios de la canasta familiar en carrera constante; sin una política hacia las Fuerzas Armadas; con la vuelta al crecimiento del déficit después de años; con una caída en la venta de autos del 30% con respecto al principio de 2019; con el registro de venta de propiedades en enero de 2020 en Capital Federal más bajo desde que se realiza la medición en 1998; embarrando cada vez más la relación con el principal socio, Brasil; con la segunda muerte de Vaca Muerta; con importantes empresas yéndose del país o frenando toda inversión; con la promesa incumplida de heladeras llenas; con el asado del domingo cada vez más lejos; con internas feroces en el gabinete y en cada uno de los ministerios por no hablar de la interna madre de todas las internas, la interna intrafórmula, que carcomía rápidamente pedazos de credibilidad; con una epidemia mundial a la que se le restaba importancia; buscando enemigos para afianzar la tropa propia; inventando una épica menor en cada gesto y sin la alegría de los propios a quienes no se veía festejar como en otras circunstancias. ¿De qué fortaleza se podía hablar? Todo coso.
“Tienen todo el pasado por delante”, decía Jorge Luis Borges refiriéndose a los peronistas. No imaginaba cuánto. Fue increíble ver la alegría que causó en lo más “progresista” del oficialismo argentino la idea del padre de todos los éxitos condenados al fracaso, Eduardo Coso Duhalde, que antes de que le diera la chiripiolca golpista propuso volver a la venta al peso. Yerba, azúcar, harina sacadas de un tacho húmedo cuya trazabilidad es imposible de verificar, sin número de lote, sin cuidados bromatológicos, sin fecha de vencimiento ni ninguna garantía. Eso no impidió al diputado Lipovetzky emocionarse recordando la época en que compraba “galles” (sic) a granel, porque cada tanto venía una Boca de Dama. Es imposible confiar en alguien que entre las surtidas de Terrabusi elija las Boca de Dama. Los defensores de la vida de 1940 respondieron con notas publicadas en Europa sobre los beneficios del sistema, menos plástico, todo más ecológico y eso. Como si los controles de la Unión Europea fueran los de esta Zambia cotidiana.
Todo coso.