Máximo Kirchner entiende el valor político de las fechas históricas y apuesta a la sorpresa para capturar una ventaja táctica definitiva. Lo aprendió de su padre, Néstor Kirchner, que construyó poder con el inconsciente colectivo y el movimiento audaz que nadie esperaba.
Máximo asumió que Alberto Fernández y Sergio Massa “dormían” su proyecto de Impuesto a la Riqueza, y cuando toda la atención mediática estaba centrada en la discusión del Presupuesto 2021, pidió una sesión especial para tratar ese gravamen que es resistido en silencio por el Presidente y su principal socio político en el Frente de Todos.
La sesión especial pedida por el diputado Máximo Kirchner ocurrirá el próximo martes 17 de noviembre: Día del Militante Peronista. Ese día, en 1972, Juan Domingo Perón regresaba a la Argentina tras 18 años de exilio en Paraguay, Centroamérica y España.
Aunque se niegue a reconocerlo en público, Massa había tanteado con la oposición utilizar ese mismo día para lograr la sanción definitiva del Presupuesto 2021, que Alberto Fernández piensa exhibir como un símbolo de robustez institucional ante el Fondo Monetario Internacional.
Ese movimiento político no sucederá. Y en cambio, la delegación del FMI se enterará que la mayoría kirchnerista decidió aprobar un gravamen extraordinario que entierra todos los cánones técnicos e ideológicos del organismo multilateral con sede en Washington.
Cristina Fernández de Kirchner no confía en Massa, y el sentimiento es mutuo. Pero la Vicepresidenta y el diputado nacional privilegian la unidad del Frente de Todos, y optaron comerse sus propios sapos para evitar un cisma en la coalición de Gobierno. Sin embargo, cada vez que puede, CFK ejerce su conocimiento del poder para ajustar cuentas con el líder del Frente Renovador.
Esa táctica de desgaste político ocurrió cuando la Vicepresidente escribió su carta abierta y también se repitió ayer cuando se debatió el Presupuesto 2021 en la Cámara Alta. CFK no contuvo a ningún senador kirchnerista que criticó a Massa en las sombras por la ausencia de una planilla de inversiones públicas que bloqueó la posibilidad de sancionar ayer el Presupuesto 2021.
La ausencia de la planilla de inversiones detonaba todos los acuerdos cerrados entre la Casa Rosada y los gobernadores para aprobar sin obstáculos el Presupuesto 2021, una condición que exigía el FMI para empezar a creer en la agenda económica del Presidente y Guzmán.
La ofensiva permitida por CFK contra Massa apuntaba a cuestionar su versatilidad en el manejo político y técnico de la Cámara Baja. Una sola vez en la historia del Congreso desde 1983, un presupuesto había salido de Diputados rumbo al Senado sin la planilla que establece las partidas públicas para hacer obras en el interior del país. Sin planilla validada, no hay obras. Y sin obras, no se ganan las elecciones en los años impares.
Los aliados de Massa no se paralizaron frente a la ofensiva del kirchnerismo en el Senado y desplegaron una contraofensiva basada en dos expedientes que llegaron vía chat de WhatsApp. Esos expedientes aseguran que Massa conocía la omisión de las planillas de inversión y que esa falencia ya había sido comunicada al secretario parlamentario del Senado, Marcelo Fuentes, en una carta formal fechada el 4 de noviembre.
Es decir: ocho días antes de la discusión del Presupuesto 2021 en la Cámara Alta, Cristina debió haber sabido por su secretario Fuentes que las planillas de inversión no estaban a disposición de los senadores. Y si esto fue así, el error burocrático-político no fue de Massa, sino de la Vicepresidente de la Nación.
Mientras tanto, ciertos senadores kirchneristas continuaban con su jugada de limar la imagen institucional del titular de la Cámara Baja. José Mayans, alfil de CFK y presidente de la bancada oficialista, enviaba chats a importantes funcionarios del Gabinete asegurando que se modificarían determinados artículos del presupuesto enviado por Diputados que supuestamente habían sido colados por sugerencia de Massa.
Fue pura acción psicológica. El bloque de senadores oficialistas y sus aliados (45 en total) votaron a libro cerrado el presupuesto enviado por la Cámara Baja, y lo devolvieron al mismo lugar para que se incorpore la planilla de inversión pública y se sancione definitivamente. Eso sucedería el próximo 19 de noviembre.
El impuesto a las grandes riqueza no convence a Alberto Fernández y Massa. Se trata de una iniciativa extraordinaria que hace ruido en el FMI, en Wall Street, en los inversores locales y en los propietarios de las principales empresas del país. El Presidente basculó frente al proyecto Kirchner-Heller y avaló su presentación en la Cámara Baja. Fue una decisión a regañadientes que tomó para contener al ala más populista de la coalición oficialista.
Hace unas horas, tras haber coronado a Jorge Ferraresi en el Ministerio de Habitat, CFK y su hijo Máximo decidieron anunciar lo que ya habían resuelto a comienzos de la semana: tratar el Impuesto a la Riqueza en Diputados, pese a las objeciones silenciosas de Alberto Fernández y Massa.
Y si este inesperado movimiento político se consuma, la intención de la Vicepresidente es lograr que el Presidente habilite el tema en las sesiones extraordinarias que se convocarán para diciembre. Sería un hecho paradójico que no tendría quid pro quo. CFK exige a Alberto Fernández, lo que ella no otorga al jefe de Estado.
Alberto Fernández propuso a Daniel Rafecas como Procurador General y ya anunció que enviará la ley de aborto a Diputados. CFK exhibe su molicie para disponer que la Comisión de Acuerdos del Senado trate el pliego de Rafecas, y ya ha dejado trascender que sólo tocará la campanita cuando el Presidente juegue su promesa electoral en el recinto de la Cámara Alta.
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