Con el Gobierno enfocado en sacar adelante las negociaciones con el FMI, Martín Guzmán no quiere demorar ni un día en arrancar el diálogo con la delegación que ya llegó a la Argentina y tiene previsto quedarse dos semanas en el país.
El Ministro de Economía acordó con Alberto Fernández los cuatro ejes de la visita que encabezan Julie Kozack y Luis Cubeddu. Son una base de objetivos que le llegó a los principales referentes de la coalición de Gobierno para generar consenso interno y dejar en claro el posicionamiento argentino, de modo que no pueda confundirse con otras misiones que llegaron al país en el pasado.
El texto, al que accedió Infobae, parte del supuesto de que la “intención del diálogo es constructiva, porque estamos avanzando hacia un nuevo programa que le permita a la Argentina continuar con una estrategia de crecimiento económico sostenible”.
Es decir, como punto uno, el Gobierno acepta la discusión de un plan de mediano plazo con el Fondo, lo reconoce públicamente, aunque bajo los términos que ya fueron conversados con la titular del organismo, Kristalina Giorgieva, en el sentido de que no lesione la sostenibilidad (política) del programa. Por eso mismo, en ningún momento se habla de “ajuste” en materia de gasto, aunque difícilmente pueda evitarse.
Como segundo punto, Guzmán acordó con la coalición gobernante que no hay intenciones de solicitar fondos adicionales hasta tanto no se defina un nuevo programa. Este es otro aspecto especialmente destacable, ya que no descarta de plano esa posibilidad. Casi como una enseñanza que dejó la gestión anterior, el Gobierno no está dispuesto a solicitar ayuda “contante y sonante” hasta que ordene la macroeconomía. Música para los oídos de la misión del Fondo.
El tercer punto empezó a trascender en las últimas horas. “Vamos a enviar una ley al Congreso para que el acuerdo con el FMI sea aprobado por el Poder Legislativo de Argentina. Buscamos que la sostenibilidad de la deuda sea política de Estado”. Se trata de una partida arriesgada que se juega Guzmán, ya que no solo necesita el respaldo de la oposición, sino que exige el compromiso activo de los sectores menos afables con el capitalismo, como la agrupación La Cámpora, que lidera Máximo Kirchner, titular del bloque del Frente de Todos.
Se supo, incluso, que el Ministro estuvo muy activo en los días previos a la llegada de la misión con largas reuniones con referentes del Instituto Patria para explicar los objetivos del programa, las restricciones presupuestarias que deberán encararse el año próximo y la intención de asegurar la inversión y el crecimiento a partir del año próximo, cuando el Frente de Todos deberá revalidar sus credenciales electorales.
El cuarto y último punto es un reconocimiento del desafío que esta negociación exigirá en las próximas semanas, y busca crear un horizonte de esperanza en un contexto que puede complicarse en términos políticos, no solo dentro de la misma coalición, sino aún con aliados, a pesar de que confían en que los empresarios, aún los más chicos, comprendan la necesidades del momento y faciliten la generación de consenso en la opinión pública. “El proceso no será ni rápido ni fácil. Apuntamos a un diálogo decisivo en diciembre o enero. Esta no es la recta final. Estamos corriendo la carrera. Sabemos donde está la línea de meta y la vamos a cruzar”, explicaron cerca de Guzmán.
El cambio de la fórmula jubilatoria a la baja, la eliminación de los subsidios que se implementaron por la pandemia, el descongelamiento de las tarifas y otras medidas de ajuste del Estado, todas medidas que empezaron a blanquearse en los últimos días, en consonancia con la llegada de la misión del FMI, son un paquete que el Frente de Todos sabe hace varios meses que tiene que llevar adelante y lo fue retrasando lo más posible. Ya sin margen de tiempo, Guzmán logró el aval del Presidente y el respaldo del resto de la coalición de Gobierno para concluir la negociación lo más rápido que sea posible. Pero como su propio equipo sabe, el proceso no será sencillo.
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