Alberto Fernández ajusta la agenda geopolítica que tratará con Joseph Biden cuando formalice su llamada telefónica para felicitar al Presidente electo de los Estados Unidos e iniciar así una relación bilateral que soslayó con Donald Trump por sus profundas diferencias respecto a Venezuela, los organismos multilaterales y las consecuencias del cambio climático.
Biden todavía no designó a su equipo de transición hacia la Casa Blanca y por lo tanto aún no hay un canal oficial que vincule al Presidente demócrata con todos los jefes de Estado que desean olvidar los cuatro años de Trump y recuperar el tiempo perdido en un juego de poder global que dio suma cero.
A diferencia de Mauricio Macri, que apostó por Hillary Clinton y después tuvo que hacer malabares públicos y privados para acceder a Trump, el Presidente jamás exhibió sus preferencias por Biden y ahora aguarda que Felipe Solá y Jorge Argüello pongan su nombre en la lista de espera para hablar con el líder demócrata.
El canciller y el embajador en Estados Unidos ya conocen los timbres que hay que tocar y ocultan la ansiedad para coronar una comunicación bilateral que abrirá un nuevo capítulo en las complejas relaciones diplomáticas que unen a la Casa Rosada con la Casa Blanca.
Y si la negociación con el staff de Biden termina en un laberinto político-burocrático, Alberto Fernández, Solá y Argüello tienen un comodín infalible: Francisco es amigo personal de Biden, juntos contribuyeron a modelar la agenda global de Barack Obama, y el Papa es palabra santa para el futuro presidente católico de los Estados Unidos.
Mientras se acuerda la comunicación telefónica con Biden, el Presidente diseña una agenda bilateral con Estados Unidos que privilegia las coincidencias sin perder la propia perspectiva sobre la situación en América Latina y el mundo. Alberto Fernández tiene muchísimo interés en lograr una transición democrática en Venezuela y apuesta a lograr una hoja de ruta común con la diplomacia regional de Biden.
El Presidente electo de los Estados Unidos considera que Nicolás Maduro es un dictador, sostiene que el bloqueo económico y financiero sobre Venezuela afecta la sociedad civil y no tiene dudas de que hay una sistemática violación a los derechos humanos ejecutada por orden directa del régimen populista.
Alberto Fernández coincide con Biden respecto a las consecuencias sociales del bloqueo y a la existencia de un aparato ilegal que comete crímenes de lesa humanidad para mantener la estabilidad política de Maduro. Un punto de partida que no existía en los años de gloria de Trump y la influencia imbatible de sus halcones Mauricio Claver y Elliott Abrams.
El Presidente argentino no piensa cambiar su caracterización del régimen venezolano, pero busca una agenda común con Biden para programar una transición democrática que incluya a Maduro. Será una tarea compleja casi cercana al milagro político: el líder demócrata considera que se debe excluir al sucesor de Hugo Chavez para garantizar un proceso transparente y posible.
Al margen de las diferencias de criterio sobre la categoría institucional de Maduro, el Presidente argentino y Biden pueden articular un programa recíproco basado en la vigencia de los organismos multilaterales y en la aplicación del Acuerdo de Cambio Climático firmado en París hacia fines de 2016. Trump enterró esta agenda geopolítica, y su futuro sucesor juró que todo volverá al cauce diplomático cuando pueda sentarse en el Salón Oval.
Trump intentó dinamitar la UNESCO, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Mundial de Comercio (OMC), inclinó desde la Casa Blanca la agenda de la OEA y forzó la designación de su candidato al tope del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Además, como si todo esto fuera poco, el presidente republicano soslayó la importancia del Acuerdo de Cambio Climático, un tratado multilateral que pretende cuidar a la tierra frente a las emisiones incontrolables de carbono. La Unión Europea (UE) aplaudió la llegada de Biden a la Casa Blanca, y ese gesto político se vincula a su respaldo al Acuerdo de París y a su respeto a todos los organismos multilaterales que Estados Unidos abandonó cuando Trump ingresó sonriente al Salón Oval.
En este contexto, la imagen internacional de Alberto Fernández podría fortalecerse. Desde que llegó a Balcarce 50, el Presidente se acercó a líderes como Emmanuel Macron y Angela Merkel, y confrontó muy fuerte con su colega brasileño Jair Bolsonaro, que repudió el Acuerdo de París y se plegó sin maquillaje a la agenda de Trump.
Alberto Fernández desea plantear a Biden que la OEA y el BID deberían tener hacia adelante una agenda inclusiva de todos los intereses de América Latina. Se trata de un movimiento diplomático que puede terminar en un punto muerto: el presidente demócrata utilizará esos organismos multilaterales para satisfacer los intereses de Estados Unidos, y después escuchará otras voces de la región.
En la quinta de Olivos consideran auspicioso que Biden haya derrotado a Trump. Y están entusiasmados con avanzar en una agenda común que evitaron proponer al líder republicano. En Washington aseguran que Biden aportará su influencia en la negociación con el FMI y que la defensa de los organismos multilaterales y el Acuerdo de París es un buen punto de inicio para establecer una nueva relación bilateral.
Pero la clave será Venezuela. Biden no cederá respecto a Maduro. Es un escollo geopolítico que Alberto Fernández debería considerar cuando le informen que el presidente electo de los Estados Unidos aguarda al otro lado de la línea telefónica.
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