El fin de los “intendentes eternos” fue anunciado en 2016 cuando una confluencia legislativa entre María Eugenia Vidal como gobernadora, el massismo como impulsor de la idea y un pedazo del PJ tradicional le puso límites a la reelección de intendentes y otros cargos bonaerenses. Dos mandatos consecutivos fue el tope fijado. Un avance para oxigenar la política provincial que podría quedar en la nada: Alberto Fernández le dio su apoyo a los jefes peronistas del GBA para que reviertan la medida. No sería por medio de una nueva ley sino seguramente con reclamos ante la justicia electoral. El aval del Presidente no está apurado por el calendario, sino por el juego de la interna del poder, y parece desestimar el efecto de regresión política.
Los intendentes del peronismo se mostraron como los más activos para frenar de algún modo aquella ley, aunque no son los únicos que piensan en la reelección indefinida o en sumar al menos la chance de otro mandato. Son muchos los que no podrían competir con la actual legislación: 96 sobre un total de 135. Algunos integrantes de Juntos por el Cambio también ambicionan ese freno, aunque la posición mayoritaria de los bloques hasta el momento se inclina por defender la norma sancionada hace cuatro años.
Por supuesto, el problema de los “costos” en un debate legislativo más la previa en los medios desalienta la idea de una ofensiva para derogar o modificar la ley. Pero siempre existe la posibilidad de buscar un atajo o un camino alternativo. Desde antes del respaldo presidencial y más ahora, madura la intención recurrir a una presentación que termine en la Junta Electoral de la provincia. ¿El argumento? Uno con eco de movidas de gobernadores reeleccionistas: considerar que el actual mandato no es el segundo sino el primero, porque la ley comenzó a regir en 2016 con una gestión ya en marcha. Muy discutible, se admite, pero menos ruidoso que una discusión pública y un debate legislativo.
Lo llamativo, si se limita todo al calendario, es que en el caso de los intendentes se estaría moviendo esa ficha ahora cuando el desafío electoral es recién en 2023. Suena a política ficción. No ocurre lo mismo con los legisladores provinciales. Pero de todos modos, la operación del Presidente y también de los jefes municipales se apoya en necesidades o metas actuales. Las de Alberto Fernández, en su intento de construir poder propio. Y las de los los barones, como respaldo frente a Axel Kicillof, que ha evitado un guiño semejante a tales aspiraciones.
Alberto Fernández viene sumando reuniones con intendentes del peronismo, en especial con los del Gran Buenos Aires. Recién en la última semana dio un respaldo explícito a las pretensiones reeleccionistas, incluso en presencia del gobernador que, dejaron trascender, prefirió eludir el tema. Otra señal de una disputa doméstica cruzada de intereses.
El Presidente parece volver a pales iniciales, con añoranzas “nestoristas”: relación directa con los gobernadores más cercanos y trato fluido con los intendentes peronistas del Gran Buenos Aires. Por ahora, Cristina Fernández de Kirchner no movió sus piezas, pero se teme en el sistema del PJ tradicional que lo haga sin muchos cuidados cuando llegue la hora, cercana, de discutir listas para las legislativas. Algo parecido le hizo sentir en anteriores entregas electorales a jefes provinciales que especulaban con el “poscristinismo”.
Buenos Aires es considerada por la ex presidente como su territorio. En medios peronistas y opositores –sobre todo, en la Legislatura, centro de poder y negociación de la política provincial- se especula con que Kicillof mantendrá distancia de esa jugada, más allá del discurso, como ya lo había insinuado incluso durante la campaña. Su relación con los intendentes nunca fue buena. Dependerá de los planes y el tejido de CFK.
El otro actor de peso es La Cámpora. Privilegia las áreas de gestión de mayor despliegue social, y caja, como la Anses y el PAMI. Y el desarrollo territorial. La posibilidad de disputar municipios, con los intendentes tradicionales fuera de juego, es un atractivo especial. De todas maneras, cuida las formas. No iría al choque tempranamente. Es lo que expresa habitualmente la amplitud de Wado de Pedro.
La puesta en escena actual muestra una coincidencia táctica entre el Presidente y los intendentes peronistas, que habilitados para intentar las re-reelecciones buscarán sumar referentes de Juntos por el Cambio. Pero en cualquier caso, se optaría en la práctica por el reclamo a la justicia electoral. El otro costado, es para el debate político.
El Presidente y algunos de sus voceros han esgrimido hasta ahora una línea argumental pobre. Sería algo así: si tienen respaldo en votos, porque impedirles la reelección. Ese sería un principio por encima de la ley y, más aún, una consideración que entiende el liderazgo como seguimiento de supuestas corrientes de opinión. Tal vez más grave es presentar todo como un libre juego en las urnas. Omite el peso de las estructuras y aparatos políticos, en especial los articulados durante largas gestiones casi como fusión del aparato estatal –en este caso y entre los más poderosos, los sistemas armados desde los municipios- y la organización política gobernante.
Para completar, este empujón a las reelecciones coincide con el tanteo creciente para suspender las elecciones primarias del año que viene a escala nacional. Si se concreta esa movida, arrastraría seguramente a las PASO provinciales. Las últimas primarias no fueron tales para definir fórmulas presidenciales, pero sobre todo en el nivel comunal resultaron útiles para dirimir internas.
La movida es más amplia. La explicación formal de varios gobernadores que ya salieron a pronunciarse por la suspensión de esa escala electoral refiere a cuestiones operativas de costos, y alude también a la pandemia. Desde el gobierno nacional, dicen que escuchan las “distintas” posiciones y que trabajan en función del cronograma previsto. Pero habría un guiño a los jefes provinciales.
Detrás de todo, asoma la especulación en base a proyecciones económicas. En áreas de Economía y de Desarrollo Productivo estiman que hacia el último trimestre del año próximo podría sentirse una real mejoría, en comparación con los subsuelos actuales. Octubre sentaría mejor que agosto. La jugada puede ser montada sobre el cuestionamiento real a las PASO, por la falta de competencia interna y la repetición de turnos según cada provincia, muchas veces con candidatos únicos definidos en escritorios. No se ven consideraciones para mejorarlas. Sólo asoma por ahora el cálculo electoral.
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