“Ni se me cruza por la cabeza perder las elecciones del año que viene”. Cansado, jaqueado por las críticas públicas de Cristina Kirchner y por la fragilidad de una economía a los tumbos, Alberto Fernández sorprendió el viernes pasado a su interlocutor al asegurar que está convencido de que las legislativas de 2021 terminarán con un amplio triunfo del Frente de Todos. Ante la pregunta concreta, el Presidente no utilizó ninguna de las frases de ocasión que acostumbran emplear los políticos en estos casos. No dijo “hablar de las elecciones ahora es ciencia ficción”. Tampoco “estamos pensando en la gestión, no en las elecciones". Alberto Fernández se enderezó levemente en la silla, inclinó su cabeza hacia la derecha y mirando a los ojos a quien le acababa de insinuar la posibilidad de una derrota, le aseguró: “Ni se me cruza por la cabeza perder las elecciones del año que viene”.
La seguridad que intentó transmitir con esa frase no se quedó allí y Alberto Fernández pronosticó que el oficialismo derrotará a la oposición con un porcentaje de votos similar al que lo consagró Presidente en octubre de 2019: 48 por ciento. No aclaró en ningún momento si se trata de un pálpito, un deseo o si tiene acceso a encuestas reservadas que le permiten apuntalar ese optimismo. Lo cierto es que los últimos sondeos que se hicieron públicos no hacen referencia a la intención de voto pero señalan una pronunciada caída de la imagen presidencial.
En charlas de café con sus colaboradores más cercanos, el Presidente repitió en los últimos días que, con excepción de la ciudad de Buenos Aires, las encuestas anticipan un panorama alentador para el Frente de Todos. ¿Con qué candidatos?, le preguntaron a Alberto Fernández. “Nos sobran candidatos”, fue la respuesta. Eso sí, no quiso dar un solo nombre. Es que el Presidente está convencido de que independientemente de los dirigentes que figuren en las boletas, la elección del año próximo -como ocurre habitualmente con los comicios de mitad de término- será un plebiscito de su gestión. Y es allí donde, pese a todos los contratiempos con los que convive desde hace meses, exhibe un exceso de confianza que, para algunos, roza la negación.
No lo hizo en público y tampoco en privado. Alberto Fernández se cuidó de no atacar a Cristina Kirchner. Quizá en la intimidad de su despacho no puso tanto esfuerzo en explicar por qué había tomado la carta como una señal de respaldo, pero no se lo escuchó despotricar contra su vicepresidenta. Sin embargo, un detalle llamó la atención de los funcionarios más atentos: desde hace un tiempo el Presidente viene encargándose de resaltar que el Frente de Todos es mucho más que Cristina. Es por eso que no pasó inadvertido el empeño que le dedicó últimamente a cultivar el vínculo directo con gobernadores, intendentes y sindicalistas. “La moderación garpa”, repitió los últimos días, anticipando de alguna manera el perfil que intentará imprimirle a la próxima campaña electoral. Parece demasiado pronto para darlo por hecho. Más cuando quedó claro que la vicepresidenta puede patear el tablero en cualquier momento con otra carta pública cargada de metamensajes.
El debate en torno a la posibilidad de suspender las PASO del año que viene ya está instalado. Parece difícil que el gobernador de San Juan, Sergio Uñac, se haya cortado solo al pedir que se suspendan para disminuir el riesgo sanitario y el gasto que implica la logística de montar todo el acto electoral. Otros gobernadores se sumaron después. Desde el Ministerio del Interior, por ahora, eligieron sobreactuar la sorpresa. Lo cierto es que Alberto Fernández tiene una posición tomada que no oculta cuando se lo preguntan: cree que las primarias son útiles cuando se trata de una elección presidencial y no les encuentra sentido antes de las legislativas. Los avances con las distintas vacunas que negocia el Gobierno también podrían pesar como un argumento a favor o en contra de avanzar con la suspensión de las PASO. El Presidente tiene una certeza que nadie sabe bien en que se basa: está seguro de que la Argentina no deberá enfrentar una segunda ola de COVID-19 como la que atraviesa por estos días Europa.
Más allá de permitirse alguna distracción al imaginar las próximas legislativas, el Presidente sabe que la suerte electoral, y la de todo su Gobierno, está atada a los resultados de la economía. Confía en su ministro y así se lo hace saber a los que se lo preguntan. Los elogios para “Martín” (Guzmán) son moneda frecuente. También para su jefe de Gabinete, que salió a defender la gestión y al Presidente al final de una semana signada por la carta de Cristina. “Me siento muy cómodo con Santiago y trabajamos muy bien", explicó Alberto Fernández. Y dijo que lo tienen sin cuidado aquellos que, para criticarlo, sostienen que él sigue moviéndose como cuando ocupaba ese cargo y no la Presidencia.
Uno de los colaboradores más cercanos al Presidente sacudió la modorra de una reunión cuando señaló que Alberto Fernández sabía que su gobierno era de transición. “Pero ojo que puede ser una transición de ocho años", aclaró enseguida con una sonrisa. Como se ve, y ya sea por exceso de confianza o negación, de cara al futuro sobra el optimismo en la Casa Rosada.