De nuevo en el centro de la escena, Elisa Carrió no ocultó el viernes su cansancio. Ya se había fatigado el miércoles cuando entró a una farmacia y el barbijo le quitó el aire, antes de hablar en televisión por segunda vez en una semana y sacudir, otra vez, el avispero de la coalición opositora. Como lo hizo durante los cuatro años de la gestión de Cambiemos, motivada, según ella, por la necesidad de proteger a Mauricio Macri y a la alianza.
Al ex Presidente le costó entenderlo. En especial porque cada defensa de Carrió incluía una cachetada, destinada a veces a integrantes selectos de su entorno como Daniel Angelici, cuyo vínculo con Macri sigue tan aceitado como siempre. El fundador del PRO se lo reprochó, a su modo, sin dar nombres, en una charla telefónica que mantuvieron hace algunas semanas, con una dosis de altanería suficiente para que la ex diputada lo cruzara en seco: “Sos un maleducado”. Y le cortó.
Por estas horas lo desdramatizó. Pero el miércoles, en LN+, fue fulminante. "Ahora estoy enojada, pero vaya que lo he bancado. Estoy enojada porque me faltó el respeto. Él ya fue, fue, quieras o no”, se despachó. Macri masticó bronca. Pero la tensión fue en aumento.
La cita del viernes se terminó de agendar el fin de semana pasado, pero los contertulios la mantuvieron en reserva. Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal -quien desde diciembre pasado guarda por conveniencia propia un prudente silencio mediático- viajaron hasta Exaltación de la Cruz. Carrió los esperó junto a Maximiliano Ferraro y Maricel Etchecoin. Cuando empezó la reunión, Macri ya había desmentido en sus redes sociales “cualquier acercamiento” con el Gobierno y había puesto condiciones para dialogar con el oficialismo. Al rato, Martín Lousteau se mostró en un encuentro virtual organizado por la Iglesia junto a Alberto Fernández, que pidió un “diálogo sincero”.
Rodríguez Larreta, Vidal, Carrió, Ferraro y Etchecoin casi que no hicieron mención al tuit del ex mandatario. No hizo falta. Dedicaron, por el contrario, buena parte del encuentro bajo el techo de la galería de la chacra que los protegió del sol a unir intereses dentro de Juntos por el Cambio y sostener, como repite el jefe de Gobierno hasta el hartazgo, la “apología de la moderación”. Mario Negri, sostienen en el entorno de Carrió, fue invitado varias veces. Ayer, el jefe del interbloque opositor también puso condiciones a sentarse en una mesa con el Gobierno.
“Somos un grupo político que queremos ampliar. Y no somos golpistas”, explicó a este medio, con contundencia, uno de los principales participantes de la reunión. La palabra “golpistas” se repite. “¿Y en qué lugar queda Macri?”, preguntó Infobae. "Ah, no sé, pero vamos a tener a nuestros voceros, no puede ser solo Patricia la única”, agregó. Patricia es Bullrich, la presidenta del PRO.
El consenso de las posiciones respecto de la estrategia detrás de la nominación del oficialismo de Daniel Rafecas a la Procuración fue solo la excusa para la foto.
A Macri lo mortifican esos encuentros. Todavía lo obsesiona pensar en la posibilidad de que a alguien se le ocurra cometer el “parricidio” del que tanto se quejó en privado. Apunta, en especial, a Rodríguez Larreta, con el que se mira con recelo, a pesar de que limaron asperezas hace ya algunos meses. Macri siente que no tiene la reivindicación que se merece. Mucho menos cree que haya que “fortalecer” a Alberto Fernández, para el que Carrió pidió misericordia: “No soy su amiga, pero es mi presidente, y su vicepresidente lo ha vaciado de poder”.
La reaparición de “Lilita”, que hace unas cuantas semanas ya había abandonado su estricto confinamiento, vuelve a tensar a la oposición en plena discusión por el liderazgo interno, las candidaturas del próximo año y los proyectos presidenciales de 2023. Carrió, convencida de que es la única que puede pagar el costo político de hablar sin la necesidad de mirar las encuestas, está segura de que quieren “voltear” a Alberto Fernández y de que hay un “doble juego” en la cima del poder con Cristina Kirchner y Carlos Zannini a la cabeza: “Alberto fue el que más me persiguió, pero yo no soy golpista”, repite entre sus colaboradores.
La fundadora de la Coalición Cívica conoció a Rafecas, el candidato de la Casa Rosada a la Procuración, en 2001, en su paso por la comisión de lavado del Parlamento. No le causó gracia que el juez rechazara la denuncia del fallecido fiscal Alberto Nisman, pero sí está muy agradecida porque desestimó las denuncias en su contra por enriquecimiento ilícito porque el magistrado pidió investigar a los denunciantes. Carrió no le avisó a Rafecas que saldría públicamente a sostener su nombramiento, una maniobra que pergeña desde hace meses y que apuró por la carta pública de Cristina Kirchner del pasado lunes.
Pero sí lo llamó en su momento para pedirle que no renunciara a su postulación, trabada en el Senado. “Lilita” está segura de que el juez federal es “el mal menor”, que Cristina Kirchner quiere reformar el reglamento de nominación para candidatear a un dirigente mucho más afín a sus intereses -Graciana Peñafort, por ejemplo, rechazó las versiones desde su cuenta de Twitter- y que es el puntapié inicial para una jugada mucho más ambiciosa.
Hasta este fin de semana, Macri guardaba silencio sobre la idea de Carrió, ahora apoyada por Rodríguez Larreta y Vidal, de sostener la nominación de Rafecas. Según confiaron, en principio no avaló el plan urdido en Exaltación de la Cruz. El jefe de Gobierno y la ex gobernadora volvieron de allá en la tarde del viernes con un acuerdo en ese sentido, pero con una alianza con un menú de temas mucho más amplio que el jefe de la Ciudad busca capitalizar detrás de su proyecto presidencial, su principal y más ambicioso objetivo.
Macri está dubitativo. Las últimas visitas, en sus oficinas sobre la avenida Libertador, a escasas cuadras de la quinta de Olivos, lo vieron extrañamente “metido” como hacía tiempo no se lo veía en la política partidaria. “No parecía Mauricio”, bromeó un dirigente con el que compartió un café.
El ex Presidente no tiene en Juntos por el Cambio la centralidad abrumadora de Cristina Kirchner en el Frente de Todos y en el sistema político en general. Pero su influencia, y de algunos de los referentes del ala dura del PRO, son suficientes no solo para condicionar el diálogo entre el oficialismo y la oposición, sino también para obturar algunas de las decisiones que plantea Rodríguez Larreta en la construcción de su proyecto nacional.
Carrió le obsequió a mediados de semana un respaldo mucho más contundente que el que Macri se privó de darle en todos estos meses. “Me gustaría una presidente mujer porque la Argentina tiene cara de mujer. Debe ser alguien que no proponga la violencia. Pero hoy es Horacio”, resaltó la ex diputada. El ex Presidente hace malabares cada vez que le preguntan por el jefe de Gobierno. A Rodríguez Larreta le pasa lo mismo.
Es que la comunicación del jefe de Gobierno no suele dejar nada librado al azar. “Algunos escriben la historia, otras la comentan”, suele subrayar Carrió sobre su rol y el de algunos de los integrantes de Juntos por el Cambio. “Todos están de acuerdo, pero nadie quiere hablar. Ella paga el costo", la interpretan sus colaboradores.
La ex diputada no mira encuestas. Para Rodríguez Larreta, por el contrario, son su principal insumo antes de tomar decisiones. Su postura pública del miércoles sobre las tomas de tierras y la propiedad privada se resolvió después de 48 horas de debate y análisis de su equipo de comunicación y marketing. El jefe de Gobierno tiene vínculo directo con Juan Grabois, demonizado en estos días por el sector más radical del PRO. Pretende, incluso, aprobar antes de fin de año una ley de economía social y popular para la generación de empleo de los sectores más vulnerables que tiene el visto bueno de los movimientos sociales.
Necesita, por ahora, que esas relaciones e iniciativas vuelen lo más bajo posible para no fastidiar a los sectores más combativos del PRO, que necesita abroquelar detrás de su figura. Y mantenerse competitivo de cara a 2023. En política, una eternidad. Tiene que resolver, de hecho, un rubro esencial: quién va a encargarse del financiamiento de su campaña. Rodríguez Larreta no quiere exponer a Augusto, su hermano y principal lobbista.
El otro aspecto esencial de su proyecto es el armado político en el Gran Buenos Aires. Hace dos viernes, el jefe de Gobierno recibió en sus oficinas a Jorge Macri y Néstor Grindetti en compañía de Vidal y un par de colaboradores. Puntearon, uno por uno, los principales distritos del PJ del conurbano, y los últimos resultados electorales. Hay en marcha un silencioso y todavía incipiente operativo para encolumnar a un sector del PJ que no quiere jugar con La Cámpora, pero que a la vez espera por los movimientos internos del PRO y Juntos por el Cambio.
La eventual eliminación de las PASO es en ese sentido una decisión crucial. Los trascendidos de las últimas semanas incluyeron un llamado telefónico de Eduardo “Wado” de Pedro a Rodríguez Larreta: el ministro del Interior le avisó que por ahora no había nada concreto y que el cronograma electoral vigente incluye las primarias. El jefe de Gobierno no le creyó demasiado.
Las candidaturas del próximo año desvelan a la oposición. Nadie quiere descartar, incluso, la posibilidad de que Carrió pida otra vuelta más. A menos que necesite sí o sí los fueros, Macri dejó trascender que no tiene ganas de volver al Congreso: no soportaría el show parlamentario en torno a su figura y la actividad legislativa nunca fue su fuerte. Patricia Bullrich tampoco tiene claro qué hacer el año que viene, aunque en privado se entusiasma con su propio proyecto presidencial.
En la provincia de Buenos Aires crecen las versiones en torno a Diego Santilli. Emilio Monzó revolotea los distritos, y se fastidian los intendentes del PRO. Jorge Macri ya puso el grito en el cielo, y avisó que va a ser lo que esté a su alcance para postularse a la gobernación.
Son discusiones menores en comparación a la inquietud que despierta la indecisión de Vidal, que mantiene una alta popularidad aún después de perder con comodidad frente a Axel Kicillof en las elecciones del año pasado.
A la ex gobernadora, aseguran cerca de ella, no le convence del todo la idea de postularse de nuevo en la provincia de Buenos Aires. Por dos razones. No puede darse el lujo de volver a perder: sería un duro golpe a su carrera. Por el contrario, en caso de ganar el año próximo volvería a ubicarla en la incomodidad de situarse ante un operativo clamor para disputar otra vez la gobernación, una experiencia que no pretende repetir.
Su entorno más íntimo, sin embargo, se ilusiona con su propio proyecto presidencial, que buscaron instalar en 2019. Cree que si compite en la Provincia y gana, se posiciona a nivel nacional. “Me gustaría una presidenta mujer”, deslizó Carrió. Rodríguez Larreta suele apuntar que él y Vidal son exactamente lo mismo. Algunos de sus colaboradores empiezan a inquietarse.
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