La idea de un pacto político archiva toneladas de declaraciones frente a escasos logros reales. Y estos días escriben otro capítulo de enormes limitaciones. Alberto Fernández desconfía de los gestos opositores y sigue cerrándose en la interna, que en apenas una semana le sumó tensiones por la carta de Cristina Fernández de Kirchner y por la toma de tierras, con Juan Grabois en papel destacado. La oposición recreó señales de sus competencias domésticas, sin jefatura única y con liderazgos en discusión. En ese paño, las movidas sobre el modo de coronar un nuevo jefe de los fiscales añadieron intrigas y desconfianzas cruzadas. Hasta ahora, sin facilitar la mesa para negociar un consenso mínimo frente a la enorme crisis.
Es realmente notorio el caso de Daniel Rafecas, propuesto por el Gobierno para el cargo de procurador general de la Nación. En Olivos, rechazan lo que consideran más bien una trampa el “gesto institucional” de Elisa Carrió para destrabar el tema en el Senado, ante la ofensiva del kirchnerismo duro. Y en Juntos por el Cambio aún no hay acuerdo sobre cuál y en qué condiciones debería ser considerado el apoyo al pliego, vital para su aprobación en el Senado. La foto de Carrió con Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal alentó esa hipótesis, pero en rigor la cuestión no está saldada puertas adentro de Juntos por el Cambio.
Las especulaciones sobre algún tipo de acuerdo -en sentido positivo- o de pacto-término con larga carga negativa en nuestro país- resurgieron a partir de varios movimientos en el oficialismo y la oposición. Ninguna señal es suficientemente clara. Cristina Fernández de Kirchner incluyó en su carta un largo párrafo sobre el tema, que descolocó a Olivos en medio de su descarga de costos y cuestionamientos a funcionarios sin nombre propio pero evidentes. La propuesta de Carrió sorprendió a otros socios de la coalición opositora y aceleró una declaración pública de Mauricio Macri. Pero además, eso genera rechazo en el oficialismo porque es presentado como una suerte de salvataje institucional del Presidente frente a la ofensiva de la vice. Malestar por partida doble.
Pero el oleaje se extendió a casi todas las fuerzas. Roberto Lavagna eligió una serie de tres tuits para hablar de la demanda de consenso, escudo que habría utilizado frente a las solicitudes del Gobierno para encabezar un consejo económico y social. En sus mensajes, Lavagna utilizó como ejemplo de diálogo político la experiencia de la recuperación democrática y aludió a la remota experiencia de La Hora del Pueblo, de 1970. Tal vez, antecedente de la Multipartidaria, de 1981, que marcó la primera reacción política orgánica y amplia para enfrentar a la dictadura.
La carta de CFK, antes, había surgido con destinatarios diferentes e intencionalidad manifiesta, más allá de la respuesta pública del Presidente para tratar de presentarla como un gesto de apoyo a su gestión. Un respaldo en sí mismo extraño, tratándose de la principal referente en la construcción del frente oficialista. La ex presidente, en rigor, planteó un acuerdo con protagonistas variados, desde empresarios y opositores a medios de prensa –algo también curioso-, a los que previamente criticaba y luego incluía como convocados pero casi en calidad de responsables -sino únicos al menos principales- de la crisis.
El texto de CFK expuso de hecho las limitaciones del Gobierno al recurrir a una serie de medidas de coyuntura, con Martín Guzmán colocado en primera línea, para enfrentar un problema agudo y de arrastre: el dólar. La carta provocó malestar en el círculo presidencial. Y el planteo de Carrió, referido a Rafecas y a la necesidad de afirmar el poder institucional, fue considerado como otra pieza condicionante, negativa. Colocaría el acuerdo político como respuesta a las cargas del kirchnerismo duro. Sería un puente de entendimiento con la oposición y de ruptura interna.
Carrió volvió a mostrarse así otra vez muy activa. Pero su planteo para allanar el camino del candidato del Presidente para la Procuración General no termina de cerrar filas en JxC. Alimenta especulaciones sobre la interna y también dudas y en algunos casos suspicacias sobre las líneas de conversación con el oficialismo.
En el caso específico del jefe de los fiscales, surgen dos reacciones puntuales. La primera: el fantasma de Alejandra Gils Carbó, en 2012, avalada como reacción luego de la fuerte ofensiva opositora que logró bajar la postulación de Daniel Reposo. La segunda: la necesidad de negociar con el Ejecutivo algún tipo de contraparte, por ejemplo, una reducción del mandato del procurador por ley.
La iniciativa de Carrió, dicen sus allegados, parte de la percepción de que CFK buscaría un camino para dejar en la nada el pliego de Rafecas y avanzar con un candidato o candidata de alineamiento vertical con el Instituto Patria. Los movimientos de Oscar Parrilli alimentan esa evaluación, con el agregado de que el propio Rafecas advirtió que si bajan el número de votos necesarios para pasar la prueba del Senado –mayoría especial de dos tercios de los legisladores-, renunciará a la postulación.
Otra vez aparece en juego la interna del oficialismo y más aún si el tipo de acuerdo en cuestión finalmente puede ser interpretado como un golpe a las pretensiones de la ex presidente.
De todos modos, la posición de JxC aún está en discusión. El punto fue parte de la conversación de ayer en Exaltación de la Cruz. Carrió recibió a Rodríguez Larreta y Vidal junto a Maximiliano Ferraro y Maricel Etchecoin. Dicen que la cita estaba conversada desde antes de que surgiera el tema del procurador. Fuentes cercanas al jefe de Gobierno porteño y a la ex gobernadora dijeron que no hay posición tomada, al menos de ellos, y que la cuestión será abordada la semana que viene por los bloques de JxC, y seguramente por la conducción de la coalición.
La foto del encuentro tiene sí potente mensaje interno. Por los que están allí y por los que no están: Mauricio Macri, más que los radicales, tratándose de una cita entre la CC y los referentes del PRO. Ratifica, claro, que los liderazgos son materia de pulseada en la coalición opositora. Eso, junto a las afirmaciones de la necesidad de preservar a JxC, algo que debería traducirse en una posición unificada del interbloque de senadores, en el caso de Rafecas.
Por supuesto, esa definición aún abierta y la carta de CFK convergieron para que Macri también fijara posición sobre los compromisos que a su juicio deberían ser acordados como presupuesto de un acuerdo político. La reacción del ex Presidente apuntó hacia el Gobierno pero también hacia la interna.
Por ahora, no surgen movimientos orientados a construir la base de cualquier ensayo de acuerdo: el temario y las garantías no verbales sino efectivas de negociación. Es decir, qué se pacta y qué se cede. Asoman sólo algunos títulos. Y eso alcanza para alimentar especulaciones, algunas con datos ciertos, otras con sombras.
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