Antes del balance epistolar que hizo Cristina Fernández de Kirchner sobre el gobierno del Frente de Todos, la toma de decisiones se construía con un consenso entre Alberto Fernández y la vicepresidente, vía chat, celular o en las comidas reservadas en Olivos, y después “se bajaba” la instrucción al Gabinete y a las cámaras legislativas. Sergio Massa, al lado del Presidente, y La Cámpora junto a CFK, interpretaban esa decisión política y buscaban preservar sus espacios de poder evitando que las diferencias ideológicas aparecieran en los medios de comunicación.
Desde la perspectiva de Balcarce 50 y Olivos, este mecanismo de equilibrio político constante y magros resultados institucionales implosionó con la carta de abierta de Cristina Kirchner. El Presidente considera que la vicepresidenta asumió que la revisión perpetua de la agenda oficial traba la gestión, que su caída en la imagen pública también afecta su propia imagen pública y que no hay forma de ejercer el poder sin consenso y en medio de una pandemia mortal e infinita.
La carta causó una mutación en la maquinaria del Frente de Todos, si se consideran los análisis que hasta anoche se hicieron en Olivos y la Casa Rosada, y los gestos inéditos que ejecutó Alberto Fernández desde la política presidencial. Cristina siempre cuestionó a Vilma Ibarra –secretaria legal y técnica– y maltrató en privado a Massa. El Presidente, para mantener la armonía interna, jamás hizo una defensa pública de su amiga de tantos años y de su socio de tantas batallas electorales.
Pero ayer, antes y después del acto de homenaje a Néstor Kirchner en el CCK, Alberto Fernández dio una muestra exacta de lo que empezará a ejecutar después haber leído y releído, interpretado y reinterpretado, la carta posteada por CFK en Facebook. El Presidente salió de Balcarce 50 flanqueado por Ibarra y Massa, y después permitió que se conociera que estaba almorzando con el titular de la Cámara baja.
Esta nueva simbología del jefe de Estado empezó a tener su correlato en la agenda política que intentará promover de aquí hacia adelante. Alberto Fernández editó esa foto oficial –como una señal para los propios y para el kirchnerismo duro– y desde allí diseñó una hoja de ruta que será coprotagonizada por Massa y monitoreada por Cristina Fernández.
La carta de CFK, aunque lo cuestiona en su mensaje críptico, termina empoderando a Massa en la coalición de gobierno. El legislador nacional tiene buena relación con Máximo Kirchner, que le permite jugar como pivot entre los distintos sectores del Frente de Todos, una ventaja táctica que es conocida en Balcarce 50 y el Instituto Patria.
Alberto Fernández –como Cristina ahora– siempre intentó cerrar un acuerdo institucional con la oposición, y el titular de Diputados tiene además otra llave para abrir ese proceso que se imagina tortuoso y complejo.
Massa es amigo personal de Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno porteño, y la figura que mejor imagen pública tiene de Juntos por el Cambio. Alberto Fernández enterró su relación política con Rodríguez Larreta –una vez lo llamó “amigo”– por presión de CFK que usó la poda de coparticipación federal como guillotina.
Y ahora Massa tratará de reconstruir esos vínculos bipartidistas: ayer chatearon a la tarde y el proceso de un acuerdo institucional parece que inició de nuevo. La garantía de esa posibilidad, para Rodríguez Larreta, es Massa. Ni Alberto Fernández y menos la vicepresidente.
La carta de CFK convocando al diálogo, la reformulación de la agenda presidencial y el apoyo de Elisa Carrió a la nominación de Daniel Rafecas como procurador general fueron los tres temas que ocuparon ayer los chats de los principales referentes de Juntos por el Cambio, sorprendidos por la nueva agenda que propone Balcarce 50.
De menor a mayor, los principales líderes de la coalición opositora descartaron la movida unilateral de Carrió en respaldo a Rafecas, que es cuestionado por el radicalismo y el PRO por su actuación en las causas Banelco, Boudou y en la denuncia del fiscal Alberto Nisman sobre el Memorándum con Irán. Si hubiera acuerdo por Rafecas, estaría incluido en un pacto amplio entre el oficialismo y la oposición.
Massa puede aportar su relación personal con Rodríguez Larreta, pero Mauricio Macri, Alfredo Cornejo y Bullrich, entre otros referentes opositores, consideran que no alcanza con el diputado nacional para establecer una mesa de diálogo político. La conducción de Juntos por el Cambio pretende una convocatoria formal de Alberto Fernández –sin exclusiones– y en base a una agenda compartida que será remitida a la Casa Rosada.
“Por más chispazos que pueda haber entre Gobierno y oposición, normales y comprensibles en la dinámica política, no debemos olvidarnos de que este es el país de todos y que cada espacio, desde sus valores y los de sus votantes, busca lo mejor para la Argentina y los argentinos”, sostiene la propuesta a la oposición que llegará al despacho del jefe de Gabinete, Santiago Cafiero.
Ese texto político, que se terminará de pulir en las próximas horas, fija las bases para cuatro posibles acuerdos entre ambas coaliciones políticas: institucional, social, productivo y de integración al mundo.
“Le decimos al Presidente, como oposición constructiva y responsable, que sobre estas bases Juntos por el Cambio está dispuesto a dialogar, discutir, aportar y acordar lo que sea necesario para iniciar una nueva etapa de la Argentina”, propone el documento de la coalición opositora.
Y respecto a la convocatoria sin exclusiones, es un reclamo que es fácil de interpretar: hasta ahora, Alberto Fernández excluyó a los presidentes de los partidos de Juntos por el Cambio –Bulrrich del PRO y Cornejo de la UCR–, cuando invitaba a un encuentro –presencial o vía Zoom– con líderes de la oposición.
En este contexto, lo que reclama Juntos por el Cambio es que la posible mesa de negociación incluya a los representantes parlamentarios y también a los titulares de los partidos de la coalición opositora.
Mientras tanto, en Gobierno y Olivos se trabaja a destajo para preparar una agenda que implique respetar los espacios del kirchnerismo duro y colocar a Alberto Fernández en el centro del escenario político. No habrá un cambio de discurso oficial –“vine a completar lo que hicieron Néstor y Cristina”–, pero el Presidente usará desde su interpretación personalísima lo que posteó CFK en su carta.
“Segunda certeza: en la Argentina el que decide es el Presidente. Puede gustarte o no lo que decida, pero el que decide es él. Que nadie te quiera convencer de lo contrario”, escribió la vicepresidente.