La vicepresidente Cristina Kirchner publicó este lunes una extensa carta en la que analizó la actualidad económica y señaló que la “economía bimonetaria” es hoy el problema “más grave” de la Argentina.
“El problema de la economía bimonetaria es, sin dudas, el más grave que tiene nuestro país”, señaló la ex mandataria. En esa línea, planteó que la solución será imposible “sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina”.
El texto, titulado “A diez años sin él y a uno del triunfo electoral: sentimientos y certezas” y publicado en su sitio web personal, comienza por señalar la gravedad del impacto económico y el contexto social generado por la pandemia de coronavirus. “El freno a la economía y la incertidumbre generalizada sobre qué va a pasar con nuestra vida son agobiantes”, dijo. Luego, adelantó que no participará de ningún acto por el aniversario de la muerte de Néstor Kirchner y enumeró tres “certezas políticas”.
La primera de estas “certezas” gira en torno a las críticas de los poderes “económicos y mediáticos” al gobierno de Alberto Fernández y a la gestión que terminó en 2015. La vicepresidenta reconoce que entre otras cosas durante su gobierno gran parte de la sociedad -incluídos “no pocos dirigentes del peronismo”- cuestionó sus “formas” y su falta de diálogo.
Si bien aclaró que ella nunca creyó que la falta de diálogo fuera el verdadero problema y atribuyó los cuestionamientos a “las retenciones, las AFJP, YPF, las paritarias libres y los juicios de lesa humanidad”, remarcó que actualmente Alberto Fernández sigue siendo criticado a pesar de su “diálogo con distintos sectores”, de su “contacto permanente con los medios de comunicación cualquiera fuera la orientación de los mismos” y de su “articulación con todos y cada uno de los sectores del peronismo”.
“A esta altura ya resulta inocultable que, en realidad, el problema nunca fueron las formas. En realidad, lo que no aceptan es que el peronismo volvió al gobierno y que la apuesta política y mediática de un gobierno de empresarios con Mauricio Macri a la cabeza fracasó”, fustigó.
Sobre los empresarios que apoyaron al macrismo también remarcó: “Hoy maltratan a un Presidente que, más allá de funcionarios o funcionarias que no funcionan y más allá de aciertos o desaciertos, no tiene ninguno de los ‘defectos’ que me atribuían”.
Y se refirió a un episodio reciente -que tuvo lugar en el Coloquio de IDEA- para reforzar sus críticas al sector: “El punto cúlmine de ese maltrato permanente y sistemático, se produjo hace pocos días en un famoso encuentro empresario autodenominado como lugar de ideas, en el que mientras el Presidente de la Nación hacía uso de la palabra, los empresarios concurrentes lo agredían en simultáneo y le reprochaban, entre otras cosas, lo mucho que hablaba”.
La segunda certeza busca desmentir a quienes cuestionan su influencia sobre el Gobierno nacional. “El sistema de decisión en el Poder Ejecutivo hace imposible que no sea el Presidente el que tome las decisiones de gobierno”, argumentó Cristina Kirchner.
En tono irónico, dijo que como sus detractores “se quedaron sin la excusa de las formas” ahora apelan a la disputa interna de poder. A su vez, señaló que son “poco creativos” porque “el relato del ‘Presidente títere’ lo utilizaron con Néstor respecto de Duhalde", con ella respecto de Néstor y, ahora, con Alberto.
“(El presidente) Es el que saca, pone o mantiene funcionarios. Es el que fija las políticas públicas. Podrá gustarte o no quien esté en la Casa Rosada. Puede ser Menem, De La Rúa, Duhalde o Kirchner. Pero no es fácticamente posible que prime la opinión de cualquier otra persona que no sea la del Presidente a la hora de las decisiones”, detalló.
Dentro del mismo apartado, la ex mandataria también refutó a quienes la acusan de estar motivada por la venganza. “Nunca nos movió el rencor”, explicó. A modo de prueba ejemplificó que por “responsabilidad histórica con el pueblo” decidió armar un frente político con quienes la criticaron durante su gestión, con quienes “prometieron cárcel a los kirchneristas en actos públicos” y hasta con quienes “escribieron y publicaron libros” en su contra.
A su vez, cargó contra quienes aseguran que solo busca hacer caer las causas judiciales en su contra. La ex senadora afirmó que lo único que busca “es el correcto funcionamiento de las instituciones, que se garantice la aplicación de la Constitución Nacional y la ley a todos y todas por igual, sin doble vara ni privilegios” y que rija el Estado de Derecho que “se llevaron puesto para proscribir a los líderes populares” de la región.
Y agregó: “Durante el gobierno macrista se perpetró una persecución sin precedentes contra mi persona, mi familia y contra muchos dirigentes de nuestro espacio político. De ello hoy dan cuenta las escandalosas revelaciones y el hallazgo de pruebas a la luz del día, acerca de las conductas de periodistas, fiscales, jueces, agentes de inteligencia, dirigentes políticos y hasta del mismisimo Presidente Macri involucrado personalmente en los mecanismos de espionaje, extorsión y persecución”.
“Sin ir más lejos, miren Bolivia. Nada menos que la OEA dirigió un golpe de Estado diciendo que había habido fraude en las elecciones presidenciales del año pasado. El resultado de las recientes elecciones en ese país hermano, me exime de mayores comentarios. Y después dicen que el Lawfare no existe”, argumentó.
Finalmente, en tercer lugar Cristina Kirchner afirmó que Argentina es un “extraño lugar en donde mueren todas las teorías” y reconoció que la economía bimonetaria es el problema “más grave que tiene nuestro país”.
La vicepresidente comenzó su explicación con una enumeración de las variables macroeconómicas de su gobierno: “Argentina estaba desendeudada”, “la desocupación era del 5,9%, los salarios y las jubilaciones –tomadas en dólares– eran las más altas de América Latina” y la inflación “medida por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, no superaba el 25% anual”.
Luego las comparó con los resultados de Mauricio Macri: “una deuda impagable”, “desocupación rondando los dos dígitos”, “salarios y jubilaciones por el piso” y una inflación “superior al 50%”.
Según Cristina Kirchner, Macri “decidió la apertura indiscriminada de importaciones dando inicio al período de endeudamiento más vertiginoso del que se tenga memoria y que culminó con un inédito préstamo para los argentinos y para el mismísimo FMI de 44 mil millones de dólares, destinado a financiar la campaña electoral para la reelección de Mauricio Macri como presidente”.
No obstante, reconoció que ambos gobiernos se toparon con la restricción externa (escasez de dólares o excesiva demanda de dicha moneda) porque la economía bimonetaria “no es un problema ideológico, no es de izquierda, ni de derecha ni de centro”. Aunque aclaró que algunos gobiernos gestionaron este “problema estructural” con “responsabilidad” y otros “chocaron la calesita”.
También contrastó el cepo que ella impuso en 2011 con el que aplicó Mauricio Macri. Destacó que mientras el kirchnerismo fijó el límite en USD 2.500 por mes, el gobierno de Cambiemos lo hizo en USD 200.
“¿Quién podría hoy acceder a esos USD2.500 para ahorrar mes a mes? Casi nadie. Sin embargo, por haber establecido dicha restricción cambiaria, nuestro gobierno fue atacado día a día por los medios hegemónicos”, dijo.
Y agregó: “Hoy, luego del derrumbe macrista y en plena pandemia, y pese a no tener obligaciones de pago en moneda extranjera en lo inmediato gracias a la reestructuración de deuda llevada a cabo por el Gobierno, con superávit comercial y mayor nivel de reservas en el BCRA que cuando terminó mi gestión, continuamos con la restricción externa de esa moneda -o faltan dólares o hay demasiada demanda- a la que se suma una más que evidente extorsión devaluatoria”.
Para la ex mandataria la resolución de este problema es imposible “sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina”.
“Nos guste o no nos guste, esa es la realidad y con ella se puede hacer cualquier cosa menos ignorarla”, sintetizó.
Actos en homenaje a Néstor Kirchner
“Como todos y todas saben, no concurro a actividades públicas u homenajes que tengan que ver con aquel 27 de octubre”, aclaró en las primeras líneas y atribuyó su comportamiento a un “mecanismo inconsciente de no aceptación ante lo irreversible”.
Además, señaló la curiosa coincidencia entre el aniversario de la muerte del ex presidente y el primer año del triunfo electoral del Frente de Todos. “Licencias que se toma la historia”, agregó.
Sobre el final de la carta, la Vicepresidenta agradeció las muestras de reconocimiento, cariño y amor hacia quien fue su compañero de vida. Alberto Fernández tuvo una mención especial por su decisión de repatriar la estatua de bronce de Néstor Kirchner que estaba emplazada en la sede de la UNASUR en Quito.
Ahora será ubicada en el CCK y Cristina Kirchner reveló que el ex presidente “amaba ese lugar”. Incluso relató una anécdota personal del ex mandatario: “Cuando lo recorrimos juntos el 24 de mayo del 2010 en el marco de los festejos del Bicentenario para inaugurar la primera parte de la obra que culminaría en el centro cultural más grande de Latinoamérica, me comentó que a ese lugar su padre -a quien adoraba- lo llevaba cada vez que venía a Buenos Aires. Es que el abuelo de mis hijos era empleado del Correo, llegando a ser su tesorero allá en Santa Cruz. Néstor me contó que le enseñaba con orgullo la grandiosidad del lugar, como si fuera suyo, una característica de los empleados del Correo Argentino… Orgullo de pertenecer. Mientras me contaba se le vidriaban los ojos, como cada vez que se acordaba de su padre”.
“Definitivamente es un buen lugar para él”, concluyó.
La carta completa
Como todos y todas saben, no concurro a actividades públicas u homenajes que tengan que ver con aquel 27 de octubre. Tal vez sea un mecanismo inconsciente de no aceptación ante lo irreversible. No sé… Ya saben que la psicología no es mi fuerte. Pero además resulta que mañana también se cumple un año del triunfo electoral del Frente de Todos. ¿Qué increíble, no? Que la elección presidencial en la que volvimos a ganar haya coincidido justo con el 27 de octubre. Licencias que se toma la historia.
Cuando Néstor asumió la presidencia en el 2003, el país había sufrido, dos años antes, una crisis sin precedentes hasta ese momento. Todavía recuerdo aquella magnífica entrevista que Torcuato Di Tella le hiciera y que se publicó como libro bajo el título “Después del derrumbe”. Perfecta metáfora. El 10 de diciembre de 2019 a la Argentina otra vez la habían derrumbado, pero nadie esperaba, ni siquiera podía imaginar, lo que iba a venir apenas unos meses después.
El freno a la economía y la incertidumbre generalizada sobre que va a pasar con nuestra vida son agobiantes. No esta explicado en ningún libro ni hay teoría que lo resuelva. No hay soluciones. Es permanente ensayo y error. O mejor dicho: brote, contagio y volver otra vez para atrás. Aquí y en todas partes. Así y todo el tiempo. Sin embargo, aún en este marco de incertidumbre por la pandemia global y a casi un año de gobierno, sí podemos llegar a algunas certezas, al menos en el campo de la política.
PRIMERA CERTEZA
Durante mucho tiempo se sostuvo que uno de los problemas centrales durante mis dos mandatos como presidenta eran las formas: “no escucha”, “es confrontativa”, “no dialoga”, "no habla con los periodistas, “no responde preguntas”. Aún recuerdo un programa de televisión que armó un “coro de periodistas” que gritaban “queremos preguntar”. Por supuesto, nunca creí que ese fuera el problema. Como dice Máximo y conté en Sinceramente: “¿Y vos que creías? ¿Qué lo de las AFJP, las retenciones, YPF, paritarias libres y juicios de lesa humanidad eran gratis?”.
Sin embargo, no pocos dirigentes en el peronismo pensaban que efectivamente el problema eran las formas y no el fondo. Es más, muchos también le agregaban las cadenas nacionales y las características de mi retórica (por decirlo de un modo elegante). Y la verdad es que ese fue también uno de los motivos que culminó en mi decisión del 18 de mayo de 2019. Es que en política no solamente es lo que uno cree, sino lo que ve e interpreta el conjunto. Y resultaba esencial la construcción de un gran frente político y social que permitiera ganar las elecciones presidenciales con la convicción de que un nuevo mandato del macrismo arrasaría definitivamente con la posibilidad de un modelo de desarrollo argentino con inclusión social y razonable autonomía.
El 10 de diciembre de 2019 asumió como presidente de todos los argentinos y todas las argentinas Alberto Fernández. Fue Jefe de Gabinete durante toda la gestión de Néstor y durante los primeros meses de mi primer mandato. Luego la historia es conocida por todos y todas: se fue del gobierno y se convirtió en un duro crítico de mi gestión. Justo es decirlo, no fue el único. Sin embargo, la experiencia macrista en el gobierno y la relación de fuerzas que surgió en el peronismo luego de las elecciones parlamentarias del 2017, nos impuso la responsabilidad histórica, a quienes expresábamos la voluntad popular, de generar las condiciones para que el 10 de diciembre de 2019 alumbrara un nuevo Gobierno.
Sus características personales y su experiencia política al lado de Néstor, signadas por el diálogo con distintos sectores, por la búsqueda de consensos, por su íntimo y auténtico compromiso con el Estado de Derecho -tan vulnerado durante el macrismo-, su contacto permanente con los medios de comunicación cualquiera fuera la orientación de los mismos y finalmente su articulación con todos y cada uno de los sectores del peronismo que, dividido, nos había llevado a la derrota electoral; determinaron que junto a mí, como vicepresidenta, encabezara la fórmula del Frente de Todos que triunfó en las elecciones del 27 de Octubre, hace exactamente un año.
Así, en diciembre del año pasado asumimos después de cuatro años de gobierno de Mauricio Macri y nos encontramos otra vez con un nuevo derrumbe. Cuatro años en los que se volvió a endeudar al país a límites insostenibles, con el retorno del FMI a la Argentina que le sumó a la deuda de los privados 44 mil millones de dólares más. Cuatro años de tarifazos impagables en los servicios públicos, cierre masivo de PyMES, pérdida del salario y jubilaciones, etc, etc, etc. Todo ello resultado de aplicar las políticas públicas que los factores de poder económico y mediático reclamaron durante los 12 años y medio de nuestros gobiernos y que se comprobó, luego de Macri, sólo conducen al desastre generalizado. Pero lo peor estaba por venir: en los primeros meses del 2020 devino un hecho inédito, impensado e inimaginable. Ni siquiera fue un cisne negro, sino una pandemia incontrolable que no tendrá cauce -como lo comprobamos a diario en todo el planeta- hasta el surgimiento de una vacuna o de un tratamiento.
En este marco de derrumbe macrista más pandemia, quienes idearon, impulsaron y apoyaron aquellas políticas, hoy maltratan a un Presidente que, más allá de funcionarios o funcionarias que no funcionan y más allá de aciertos o desaciertos, no tiene ninguno de los “defectos” que me atribuían y que según no pocos, eran los problemas centrales de mi gestión. El punto cúlmine de ese maltrato permanente y sistemático, se produjo hace pocos días en un famoso encuentro empresario autodenominado como lugar de ideas, en el que mientras el Presidente de la Nación hacía uso de la palabra, los empresarios concurrentes lo agredían en simultáneo y le reprochaban, entre otras cosas, lo mucho que hablaba.
Primera certeza: Castigan al Presidente como si tuviera las mismas formas que tanto me criticaron durante años. A esta altura ya resulta inocultable que, en realidad, el problema nunca fueron las formas. En realidad, lo que no aceptan es que el peronismo volvió al gobierno y que la apuesta política y mediática de un gobierno de empresarios con Mauricio Macri a la cabeza, fracasó. Es notable, sobre todo en el empresariado argentino, el prejuicio antiperonista. Notable y además inentendible si uno mira los resultados de los balances de esas empresas durante la gestión de los gobiernos peronistas o kirchneristas -como más les guste-. Este prejuicio no encuentra explicación ni desde la política, ni desde la economía, y a esta altura me permito decir que ni siquiera desde la psicología… aunque ya les advertí que de eso no sé. Pero no quedan dudas que esta actitud incomprensible ha sido y es una de las dificultades más grandes para encauzar definitivamente a la Argentina.
SEGUNDA CERTEZA
Como se han quedado sin la excusa de las formas, tuvieron que pasar a un segundo guión: “Alberto no gobierna”, “la que decide todo es Cristina”, “rencorosa” y “vengativa”, que sólo quiere solucionar sus “problemas judiciales”.
Debo reconocer que son poco creativos. El relato del “Presidente títere” lo utilizaron con Néstor respecto de Duhalde, conmigo respecto de Néstor y, ahora, con Alberto respecto de mí. Después de haber desempeñado la primera magistratura durante 2 períodos consecutivos y de haber acompañado a Néstor durante los 4 años y medio de su presidencia, si algo tengo claro es que el sistema de decisión en el Poder Ejecutivo hace imposible que no sea el Presidente el que tome las decisiones de gobierno. Es el que saca, pone o mantiene funcionarios. Es el que fija las políticas públicas. Podrá gustarte o no quien esté en la Casa Rosada. Puede ser Menem, De La Rúa, Duhalde o Kirchner. Pero no es fácticamente posible que prime la opinión de cualquier otra persona que no sea la del Presidente a la hora de las decisiones.
En cuanto a lo de “rencorosa” y “vengativa”. A nosotros nunca nos movió el rencor ni la venganza. Al contrario, la responsabilidad histórica y el deber político para con el pueblo y la Patria guiaron todas y cada una de nuestras decisiones y acciones. No hay demostración más cabal de ello que haber decidido con el volúmen de nuestra representación popular, resignar la primera magistratura para construir un frente político con quienes no sólo criticaron duramente nuestros años de gestión sino que hasta prometieron cárcel a los kirchneristas en actos públicos o escribieron y publicaron libros en mi contra. Deberán esforzarse mucho para encontrar en la historia argentina ejemplos similares.
Por último, eso de que “sólo quiere solucionar sus problemas judiciales” (SIC), a esta altura ya resulta inaceptable. Lo único que queremos es el correcto funcionamiento de las instituciones y que se garantice la aplicación de la Constitución Nacional y la ley a todos y todas por igual, sin doble vara ni privilegios. Resulta insoslayable señalar que utilizan el eufemismo “problemas judiciales” para ocultar lo que hicieron en Argentina y en la región con el Estado de Derecho: se lo llevaron puesto para proscribir a los líderes populares. Con la articulación de sectores del Poder Judicial, los medios de comunicación hegemónicos y distintas agencias del Estado, durante el gobierno macrista se perpetró una persecución sin precedentes contra mi persona, mi familia y contra muchos dirigentes de nuestro espacio político. De ello hoy dan cuenta las escandalosas revelaciones y el hallazgo de pruebas a la luz del día, acerca de las conductas de periodistas, fiscales, jueces, agentes de inteligencia, dirigentes políticos y hasta del mismisimo Presidente Macri involucrado personalmente en los mecanismos de espionaje, extorsión y persecución.
Sin ir más lejos, miren Bolivia. Nada menos que la OEA dirigió un Golpe de Estado diciendo que había habido fraude en las elecciones presidenciales del año pasado. El resultado de las recientes elecciones en ese país hermano, me eximen de mayores comentarios. Y después dicen que el Lawfare no existe.
Segunda certeza: en la Argentina el que decide es el Presidente. Puede gustarte o no lo que decida, pero el que decide es él. Que nadie te quiera convencer de lo contrario. Si alguien intentara hacerlo, preguntale que intereses lo o la mueven.
TERCERA CERTEZA
Cuando terminé mi gestión el 10 de diciembre de 2015 la Argentina estaba desendeudada, el FMI al que le debíamos desde el año 1957 era sólo un recuerdo de los mayores de 21 años, los pagos de la deuda reestrcturada en el 2005 y en el 2010 se llevaban a cabo con normalidad y sin recurrir a nuevo endeudamiento y el perfil de vencimientos para los años subsiguientes era más que sostenible. La desocupación era del 5,9%, los salarios y las jubilaciones -tomadas en dólares- eran las más altas de América Latina y la cobertura previsional había superado con creces el 90% de la población. La inflación, medida por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, no superaba el 25% anual.
Sin embargo, la restricción externa -léase: escasez de dólares o excesiva demanda de dicha moneda; según como se mire- que apareció luego de haber soportado 6 corridas cambiarias -la última durante el año 2011, en el que fui electa por segunda vez consecutiva Presidenta de la Nación- motivó la regulación cambiaria que los medios hegemónicos bautizaron “cepo”. Dicha regulación establecía un tope para la compra de dólares para ahorro que era de USD2.500 por mes. Si, tal como se lee: USD2.500 por mes. Si la analizamos con perspectiva, la restricción no sólo era razonable, sino que daba cuenta del nivel del poder adquisitivo de ciertos salarios de la época. Muchos compraban dólares y muchos compraban el tope mensual. ¿Quién podría hoy acceder a esos USD2.500 para ahorrar mes a mes? Casi nadie. Sin embargo, por haber establecido dicha restricción cambiaria, nuestro gobierno fue atacado día a día por los medios hegemónicos. Un ataque sistemático que hasta incluyó movilizaciones convocadas por la oposición política y fogoneadas por aquellos mismos medios.
Así las cosas, el 10 de diciembre de 2015 asumió Mauricio Macri como Presidente de la Nación. De allí en adelante, las políticas de la República Argentina giraron 180 grados y se inauguró una gestión de gobierno conducida por empresarios que receptó en sus políticas públicas todas y cada una de las demandas de los distintos factores de poder económico de la Argentina, incluído su alineamiento acrítico en materia de política exterior. Apenas asumió liberó la cuenta capital, eliminó la regulación cambiaria -levantó el “cepo”- y decidió la apertura indiscriminada de importaciones dando inicio al período de endeudamiento más vertiginoso del que se tenga memoria y que culminó con un inédito préstamo para los argentinos y para el mismísimo FMI de 44 mil millones de dólares, destinado a financiar la campaña electoral para la reelección de Mauricio Macri como presidente.
Macri terminó su gobierno con una deuda impagable, con el FMI instalado otra vez en nuestro país, con una desocupación rondando los dos dígitos, con salarios y jubilaciones por el piso, con tarifas dolarizadas e impagables y con una inflación muy superior al 50%. Sin embargo, a pesar de los miles de millones de dólares ingresados al país como deuda, Macri tuvo que reestablecer el denominado “cepo” cambiario pero con una restricción mucho mayor: sólo podían comprarse para ahorro USD200 por mes -menos del 10% de aquellos tan cuestionados USD2.500-. Después de cuatro años, el gobierno de los empresarios y de la derecha argentina, disparó al infinito el problema de la restricción externa, al endeudar a la Argentina como nunca nadie lo había hecho antes.
Hoy, luego del derrumbe macrista y en plena pandemia, y pese a no tener obligaciones de pago en moneda extranjera en lo inmediato gracias a la reestructuración de deuda llevada a cabo por el Gobierno, con superávit comercial y mayor nivel de reservas en el BCRA que cuando terminó mi gestión, continuamos con la restricción externa de esa moneda -o faltan dólares o hay demasiada demanda- a la que se suma una más que evidente extorsión devaluatoria.
Es que la Argentina es el único país con una economía bimonetaria: se utiliza el peso argentino que el país emite para las transacciones cotidianas y el dólar estadounidense que el país -obviamente- no emite, como moneda de ahorro y para determinadas transacciones como las que tienen lugar en el mercado inmobiliario. ¿Alguien puede pensar seriamente que la economía de un país pueda funcionar con normalidad de esa manera?
El problema de la economía bimonetaria no es ideológico. No es de izquierda ni de derecha. Ni siquiera del centro. Y no hay prueba más objetiva de esto que la alternancia de modelos políticos y económicos opuestos que se operó el 10 de diciembre de 2015. Todos los gobiernos nos hemos topado con él. Unos intentamos gestionarlo con responsabilidad, desendeudando al país en un marco de inclusión social y desarrollo industrial. Otros de orientación inversa -como el de Mauricio Macri- siempre han “chocado la calesita” con endeudamiento y fuga. Pero lo cierto es que ese funcionamiento bimonetario es un problema estructural de la economía argentina.
Tampoco es una cuestión de clase: los dólares los compran tanto trabajadores para ahorrar o para hacer una diferencia que mejore el salario, como empresarios para pagar las importaciones necesarias para hacer funcionar su empresa, para ahorrar y también, bueno es decirlo, para fugar formando activos financieros en el exterior, siendo esta última actitud una de las que más han contribuído a las crisis cíclicas de la Argentina.
Tampoco es producto de las experiencias hiperinflacionarias de la Argentina. Circula en redes un pequeño video de un reconocido humorista ya fallecido, sobre la pasión nacional por el dólar. El video data de 1962: Arturo Illia no había asumido como Presidente y Raúl Alfonsín estaría todavía de pantalones cortos en Chascomús. La coartada de la “hiper” para explicar el problema es también insuficiente. Basta recordar a Perón Presidente en la década del ’50 preguntando: “¿Alguien vió alguna vez un dólar?”
Tercera certeza: la Argentina es ese extraño lugar en donde mueren todas las teorías. Por eso, el problema de la economía bimonetaria que es, sin dudas, el más grave que tiene nuestro país, es de imposible solución sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina. Nos guste o no nos guste, esa es la realidad y con ella se puede hacer cualquier cosa menos ignorarla.
En este 27 de octubre, quiero agradecer a todos cada uno de los argentinos y las argentinas, las muestras de reconocimiento, cariño y amor hacia quien fuera mi compañero de vida.
Y especialmente a Alberto, tanto por la decisión de repatriar la figura de bronce de Néstor que alguna vez emplazamos en la sede de la UNASUR en Quito, allí en la exacta mitad del mundo, como la de su nuevo emplazamiento en el hall del Centro Cultural Kirchner. Sinceramente, es una caricia al alma.
Néstor amaba ese lugar. Cuando lo recorrimos juntos el 24 de mayo del 2010 en el marco de los festejos del Bicentenario para inaugurar la primera parte de la obra que culminaría en el centro cultural más grande de Latinoamérica, me comentó que a ese lugar su padre -a quien adoraba- lo llevaba cada vez que venía a Buenos Aires. Es que el abuelo de mis hijos era empleado del Correo, llegando a ser su tesorero allá en Santa Cruz. Néstor me contó que le enseñaba con orgullo la grandiosidad del lugar, como si fuera suyo, una característica de los empleados del Correo Argentino… Orgullo de pertenecer. Mientras me contaba se le vidriaban los ojos, como cada vez que se acordaba de su padre. Sí, definitivamente es un buen lugar para él.
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