Ayer murió Mario Juliano, juez de un tribunal oral de Necochea. Reconocido y querido en el ambiente del Derecho Penal argentino, Juliano falleció a los 64 años cuando dormía, a la espera de iniciar una de las etapas del último de los muchos proyectos solidarios en los que se involucró. Se había comprometido a correr 280 kilómetros por el distrito de Necochea para recaudar $ 320.000 para que se construyera una casa para una madre y sus ocho hijos, que vivían hacinados de manera precaria en el galpón.
Juliano, padre de seis hijos, no pudo terminar de correr porque mientras dormía para volver a trotar en la mañana lo sorprendió la muerte provocada por un infarto. A pesar de ello, el proyecto no quedó trunco porque cuando se supo de su fallecimiento y del motivo solidario por el que corría, llovieron donaciones que superaron el monto necesario para la familia a la que Juliano buscaba ayudar pueda construir su casa.
Presidía la ONG Asociación Pensamiento Penal, cuyo Observatorio es un “espacio interdisciplinario dedicado a visibilizar las buenas y malas prácticas del sistema penal e intervenir en los procesos para evitar que se consumen injusticias”. Se dedicaba a tejer redes solidarias para intentar mejorar las condiciones de detención en las cárceles de América Latina. Impulsaba los juicios por jurados y la despenalización del consumo personal de la marihuana.
En uno de esos tejidos conoció a Jaime Saavedra quien durante dos años estuvo al frente de la Dirección Nacional de Apoyo al Liberado del Uruguay. A pedido de Infobae, Saavedra escribió la siguiente despedida de su amigo Juliano.
"A la luz de mis ojos, a la luz de mi corazón, Montevideo amaneció desconsolado. Creo que se vistió de ocasión nuestra querida ciudad porque supo, como nosotros, que había muerto Mario Juliano.
En medio de este dolor que me abruma, el mejor modo de presentarles a Mario es contarles cómo nos conocimos. En sus visitas periódicas a Montevideo, intentando conocer personas y experiencias por modestas que ellas fueran que representaran intentos por humanizar los sistemas penitenciarios latinoamericanos, alguien le sopló al oído que debía conocerme a mí y a mi trabajo.
Así las cosas, un día de mucho calor y a media tarde, enfiló sus pasos hacia la cárcel donde yo realizaba algunas de mis tareas. Entró a la cárcel, grande y arisca digámoslo, me buscó, me encontró y se presentó. Justo estaba yo reunido con unos cuantos presos, ultimando detalles de una actividad que estaba punto de comenzar. Él se sentó, escuchó y cuando la reunión terminó, nos quedamos hablando de todo un poco. Recorrimos la cárcel, conoció todo el proyecto que estábamos desarrollando y quedamos amigos para siempre.
A partir de ese momento, no paró de invitar gente de Argentina para que viera que era lo que estábamos haciendo. Y al mismo tiempo, nos hacía conocer a nosotros otras experiencias en cárceles lideradas por otras personas, modestas pero esperanzadoras, que él había conocido a lo largo y ancho de América Latina, en su infatigable, desinteresado y humanista periplo.
Así también, un sábado cualquiera a las doce de la noche me mandaba un WhatsApp y me decía: “tenés que escuchar esta entrevista a esta Jueza de Neuquén. Dame tu opinión luego.” O un lunes: tenés que conocer a Mariana y su experiencia de Casa Libertad en Colombia. O a Cecilia en Costa Rica, o a Nino en Paraguay. O tenés que ir al Chaco a contar tu experiencia, o a Tucumán o a Mendoza y así hasta el infinito. Juntando gente, emociones, destinos, hechos. Y no había pereza que valiera, ni obstáculo que justificara la inacción.
Ese es Mario para mí: no una Penélope; una súper Penélope. Pero que anda tejiendo sueños esperanzas, ilusiones de un mundo más amoroso que el que tenemos en este territorio tan áspero como lo es el de nuestros sistemas penitenciarios latinoamericanos. Pero sin destejer, siempre tejiendo, porque nuestro Odiseo, la utopía de la fraternidad humana irrestricta, no vuelve de ningún lado sino que lo tenemos que ir a buscar, por lejos que se encuentre.
Mario es componedor y trata siempre de encontrar lo que nos une, el lado bueno de las cosas y las personas. Toda su energía creadora y solidaria al servicio de las ideas que unen, porque es mucho mejor vivir toda una vida trabajando sobre las cosas que nos unen que pasar la vida discutiendo sobre lo que nos diferencia.
Pero Mario también, junto con su esencia componedora, es capaz de señalar claramente sus puntos de vista. Componedor, pero sin ocultar su parecer. Si había que elogiar, elogiaba. Si había que criticar, criticaba. Y no había cálculo político alguna que lo arrastra al fango triste de dejar de decir lo que se piensa por miedo a las consecuencias que su juicio pudiera acarrearle.
Mario corre siempre, también por nuestra rambla cuando está de visita, anda en bicicleta, nada, hincha por River, en fin de todo un poco. Pero como un inigualable titiritero de la solidaridad, juntas esas pasiones con nobles causas, de suerte tal, que en una andada en bicicleta junta fondos para una familia que necesita un techo.
Mario, finalmente, es un gran hacedor. La Asociación Pensamiento Penal, Victimas por la Paz, la Fundación Latinoamericana de Estudios penitenciarios, son sólo algunos ejemplos de esta envidiable condición de persona que une a su prédica fraterna la construcción de instrumentos sólidos que a la fraternidad nos acerquen.
Voy a llorar y patalear, voy a sufrir como se debe su inesperada y dolorosa ausencia. Y transformaré cada lágrima y cada pataleo en dosis de compromiso y bondad para honrar a mi adorado Mario en el lugar que me toque estar.
Querida gente: los invito a un ejercicio. Cierren los ojos un instante. Abracen al ser querido que tengan más cerca y/o piensen en la persona más amada y buena que ya no está con ustedes. Rueguen luego, desde lo más profundo del corazón, para que ellos y todes los Marios del mundo que ya no están con nosotros, nos sigan regalando ternura, esperanza y paciencia, porque buena falta nos hace".
PD. A su familia, a su esposa, a sus hij@s, que sepan que aquí en Uruguay, somos muchas personas las dolidas por la muerte de Mario. Porque somos muchas las personas que lo queremos.
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