Luego de un fin de semana marcado por una celebración del Día de la Lealtad Peronista distinto a otros, quedaron varias perlas que marcan la discusión del poder en los meses próximos y con las elecciones de medio término a la vuelta de la esquina.
Primero la simbología del poder. Alberto Fernández no eligió cualquier lugar para conmemorar la Navidad del Movimiento: fue a la sede central de la Confederación General de los Trabajadores. No, no fueron los sindicalistas a la Casa Rosada ni a Olivos, fue el Presidente quien se trasladó a sabiendas que de que aún le resta pedirle demasiado a quienes han hecho mucho silencio en un año de destrucción laboral y licuación salarial. Y por afuera de la CGT, Hugo Moyano marcó la cancha poniendo todos los camiones que podían llegar a las inmediaciones al histórico edificio. Porque el poder será de las instituciones, pero estas están compuestas por hombres.
Y la que más poder demostró tener, es la que estuvo en boca de todos sin siquiera asistir: Cristina Fernández no necesitó ir a ningún acto. A los sindicalistas les ahorró tener que compartir el acto con ella, a ella le alcanzó para mostrar quién manda. Win-win.
De todos los desaciertos que tuvo Alberto Fernández a lo largo de su discurso –como que con Perón llegaron los sindicatos– hay uno que puede llegar a doler. «Dios es peronista» dijo el Presidente sin sonrojarse y, si bien muchos pudieron ofenderse –de hecho, lo hicieron– hay algo que es cierto: si Dios está en todas partes, en la política argentina el peronismo es lo que más se le aproxima.
El ala peronista de Juntos por el Cambio, Vamos Juntos, Cambiemos o Pro –según la denominación que posea en cada distrito– también celebró el Día de la Lealtad desgastando aún más el sentido etimológico de la frase en sí. Peronistas hay por todos lados y así fue cómo lo tuvo que recordar Mauricio Macri en la entrevista que brindó la semana pasada a Infobae.
Y sí, muy a pesar de los más antiperonistas dentro del votante de Juntos por el Cambio, el espacio cuenta con peronistas con pedigreé desde su génesis y no hace falta recordar la última boleta presidencial con Miguel Ángel Pichetto al lado de Macri.
Sin embargo, Macri, en una entrevista con Joaquín Morales Solá tuvo un dejo de desdén hacia lo que él llamo «el ala filoperonista» en relación a Rogelio Frigerio, Emilio Monzó y compañía. Y era obvio que esto no caería bien, a pesar de que Macri no fue tan lapidario en el contexto.
En La Plata el mensaje cayó mal en el bloque que armó Emilio Monzó, que no es filoperonista, sino tan peronista como el Plan Quinquenal. “Sale a marcarle la cancha a Horacio Rodríguez Larreta y a María Eugenia Vidal y la noticia termina siendo Monzó”, se quejan en los pasillos de la legislatura bonaerense.
En la entrevista que tuvo con Infobae, en cambio, le tiró flores a Horacio Rodríguez Larreta a su modo: recordó los recortes en la coparticipación sufridos «a traición» por Alberto Fernández.
Sin embargo, desde las oficinas del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tienen una mirada totalmente distinta y sostienen que “la relación entre Horacio y Mauricio es inquebrantable”, algo que desde el entorno del expresidente es ratificado. Obviamente, lo dijeron luego de que el Jefe de Gobierno se ausentara del primer zoom de Juntos por el Cambio tras las entrevistas que concedió el expresidente.
Lo cierto es que las secuelas de las entrevistas de Macri aún se perciben y permiten ojear las aspiraciones y armados desde la oposición, mientras ven como la caída de imagen de Alberto Fernández obliga a no dejar pasar la oportunidad en 2021.
Nadie puede minimizar que la partida del bloque de Juntos por el Cambio en la provincia en diciembre de 2019 quizo ser un llamado de atención de Emilio Monzó y cayó mal dentro de la entonces mesa chica del frente. El día del anuncio del nacimiento de Cambio Federal –24 horas antes de que Macri entregara los atributos presidenciales a Alberto Fernández– fue un baldazo de agua fría. Aún hoy el espacio que responde a Monzó minimiza la cuestión al asegurar que les permite mayor libertad de acción.
El resto, en el bloque de Juntos por el Cambio provincial, hoy se auto perciben en situación orfandad con una María Eugenia Vidal ausente, a la que llaman “presa en su propia tierra”: se encuentra en una situación política complicada, dado que sólo puede aspirar a encabezar una lista de diputados en 2021, y eso sería exponerse a una posible segunda derrota consecutiva.
Nadie sabe explicar bien por qué, pero hoy los radicales bonaerenses que no se fueron con Monzó hablan con Maximiliano Abad, y los PRO puros tienen de referente a Alex Campbell, mano derecha de Vidal, pero de una Vidal presente que, al menos por estas semanas, no existe. Esto puede resumirse en una queja habitual por estos días: “No tengo a quién reclamarle”, repiten varios legisladores.
Las aspiraciones para la gobernación bonaerense es otra de las delicias de Cambiemos. 2023 puede sonar lejano, pero en los tiempos de la política argentina, 24 horas son un siglo y tres años son veinte minutos. Todos saben que en ese listado, al día de la fecha, están anotados Emilio Monzó –que primero buscaría ser diputado en 2021–, Cristian Ritondo y Jorge Macri. Pero para sorpresa de pocos dentro del espacio, hay una persona que también está tentado por dormir en la residencia de la calle 5 de La Plata: Diego Santilli.
“El Colorado” es hoy visto como el armador número uno dentro de las aspiraciones presidenciales de Horacio Rodríguez Larreta. Para sí mismo, en cambio, pretende un lugar de poder y eso es una marca para dentro del armado importante: todos saben que fue el único que cedió en 2019, al aceptar la reelección como vicejefe de Gobierno y sacrificar una sucesión más que probable a Rodríguez Larreta en 2023.
Respecto a Macri, nadie puede suponer que sus declaraciones fueron inocentes. En cierta medida, hubo un acto de memoria selectiva curioso al afirmar que «fue un error pararse sobre el ala más política» en la segunda mitad de su mandato cuando, casualmente, desde ese ala Emilio Monzó le advertía que, si no cambiaba de estrategia política, le entregaría el gobierno a Cristina.
Y la predicción efectuada 14 meses antes de las elecciones presidenciales fue cierta. Tan cierta como que se pretendía una mayor apertura hacia el massismo, algo que Macri no estaba dispuesto a realizar nuevamente. Todo muy fácil de explicar con el diario del lunes bajo el brazo. Quedará para Sergio Massa la pregunta de si realmente le daba lo mismo volver a aliarse con Macri como en 2013 o ir con Cristina, a quien enfrentó dos veces.
Entonces, ¿por qué dijo Macri lo que dijo? ¿Para satisfacer a los hambrientos de la grieta mientras Rodríguez Larreta construye tranquilo? Bueno, tranquilo: mientras construye preocupándose por gobernar con cada vez menos presupuesto y menos recaudación, ya que la quita de la coparticipación para apagar el incendio de Axel Kicillof llegó luego de que el gobierno porteño alivianara los impuestos de los comerciantes en un contexto de cierre de locales y de caída del consumo. O también podría decirse que llegó justo después de las últimas encuestas que mostraban su imagen pública subir mientras bajaba la del Presidente. Alberto Fernández te da, Alberto Fernández te quita: lo colocó a su lado durante meses y lo hizo conocido a nivel nacional. Hoy, que se arregle con la opulencia.
Ahí entra Macri como una suerte de chaleco antibalas. ¿Querían grieta? ¿Con Patricia Bullrich no alcanza? Péguenle a Mauri, que no tiene nada que perder y ni intenciones tiene de competir –al menos eso dice hoy– en 2021, y dejen a Horacio seguir en su camino de predicador de la no confrontación.
Hasta Alberto Fernández picó el anzuelo de Macri y salió a responderle a su antecesor por algo que realmente le dolió: los números de la cuarentena. Ahora, habrá sido la caída de imagen, habrá sido la carencia total de brújula económica o lo que fuera, pero el sábado, luego de su discurso ante los sindicalistas, Alberto se reunió con una decena de referentes del Justicialismo para hacer un brainstorming que saque al gobierno del estancamiento. Que no estuviera Cristina presente es lo de menos: si algo no le gusta, ella lo hará saber.
Y esa es la principal diferencia que hasta hace una semana nadie veía y que hoy ha quedado a la luz: Mauricio Macri se pone de escudo para proteger el proyecto de su otrora fiel jefe de Gabinete en la Ciudad, mientras que Alberto Fernández tiene que ponerse de barrera para proteger a Cristina. La diferencia es que uno no tiene otra cosa para hacer y el otro tiene todas las obligaciones con luz roja.
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