Alberto Fernández aseguró en declaraciones periodísticas que “no tiene previsto cambios en el Gabinete”, mientras Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa consideran en privado que la actual crisis financiera y económica, la molicie de ciertos ministros y la imagen pública presidencial justifican un nuevo programa y nuevos jugadores en Olivos y la Casa Rosada.
La Vicepresidente y el Presidente de la Cámara de Diputados han conversado sobre este asunto con Alberto Fernández, y los tres asumen que un cambio de Gabinete sólo puede suceder si se cumplen dos hechos políticos: los ministros que vienen son mejores que los renunciantes, y el futuro programa económico tiene que exhibir más consistencia que las actuales medidas diseñadas por Martín Guzmán y Miguel Pesce.
El Presidente, CFK y Massa aún no han acordado qué referentes del Frente de Todos, economistas con presencia mediática o antiguas figuras del peronismo pueden remozar a un actual Gabinete que ya se piensa como una etapa superada del Gobierno.
Un ejemplo del debate interno: Massa considera que Martín Redrado puede aportar su experiencia política y profesional, Alberto Fernández escucha con atención, y Cristina no olvida su declaración testimonial en la causa Dólar Futuro.
La posición ética y política del Presidente respecto a las violaciones a los derechos humanos en Venezuela, exhibió la pelea ideológica que se traba en la Casa Rosada y Olivos al tiempo de definir una agenda de Estado. El kirchnerismo duro recela de Alberto Fernández y no tiene problemas en erosionar su figura pública si no alinea su agenda a los compromisos políticos de la Vicepresidente.
El apoyo al informe de la ONU fue aplaudido en la Unión Europea, los restos del Mercosur y la Casa Blanca, pero causa una guerra de guerrillas opaca y sin reglas entre Olivos y el Instituto Patria. CFK dejó hacer y enfiló contra Felipe Solá, que resistió en la Cancillería a pesar del malestar presidencial y las operaciones que Nicolás Maduro hizo en Argentina con tropa propia (venezolanos y referentes del Frente de Todos).
La decisión de Alberto Fernández frente al régimen populista de Maduro terminó en un ejercicio de suma cero. El jefe de Estado acumuló muchísimo prestigio en política exterior, y quedó debilitado en los márgenes populistas del Frente de Todos. Alicia Castro y Hebe de Bonafini cuestionaron con fiereza al Gobierno, y ningún secretario o ministro salió al rescate del Presidente.
Alberto Fernández relativiza el fuego amigo, y busca soluciones a la crisis económica y financiera que Guzmán y Pesce no logran resolver. Resiste la posibilidad de forzar un cambio en el Ministerio de Economía y el Banco Central, pero sabe cómo funciona el poder de los mercados en la Argentina y que el tiempo juega en contra.
En este escenario político aparece con nitidez las contradicciones propias de la coalición de Gobierno. Los candidatos de Alberto Fernández-Massa, no están en la misma nómina que escribió CFK junto a Máximo, Oscar Parrilli y Carlos Zannini. Y estas diferencias, a su vez, encierran una paradoja: no hay coincidencias respecto a los nombres de los futuros miembros del Gabinete, pero sí hay acuerdo respecto a la posibilidad de crear un Súper Ministerio que ejecute un nuevo programa económico.
Las conversaciones reservadas entre el Presidente, la Vicepresidente y el titular de la Cámara Baja se enmarcan en un clima de desasosiego en la Casa Rosada, Olivos y el Parlamento. Ese ánimo personal y político se vincula a la situación en los mercados y al número creciente de muertos y contagiados en la pandemia.
El dólar con su pasado áspero y el COVID-19 matando noche y día, crean en Gobierno un clima distópico que Alberto Fernández también sufre en su imagen pública. El último sondeo de opinión de Poliarquía, que llega casi a la misma hora a Olivos y Balcarce 50, explicó textual: “La aprobación de Alberto Fernández en relación al manejo del coronavirus cae un punto y se ubica en 53 por ciento, su valor más bajo desde la implementación de la cuarentena en marzo”.
Alberto Fernández habla con una sonrisa a sus amigos de la militancia y cavila en soledad qué hará hacia adelante. En Gobierno asumen que los mercados ya no confían en Pesce y Guzmán, y el Presidente busca un punto de equilibrio entre las pretensiones de CFK y los consejos de Massa. No tienen aún los nombres, y menos todavía los consensos con el poder real para acordar un programa económico de coyuntura.
El 17 de octubre puede ser más que el Día de la Lealtad Peronista.
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