Si finalmente Horacio Rodríguez Larreta logra llegar a la presidencia en 2023, la conferencia de prensa que dio en Uspallata luego de que Alberto Fernández anunciara sin previo aviso que le quitaba más de un punto de coparticipación a la ciudad de Buenos Aires será recordada como el inicio de ese camino. Sin embargo, más allá de la centralidad que le adjudicó, el jefe de Gobierno no siente que haya sido una ayuda. Él hubiese preferido “salir a la cancha” un año y medio después, con una estructura partidaria y electoral más desarrollada en todo el país. Ahora, repite ante sus colaboradores más cercanos, debe lidiar con la incomodidad de estar en el centro de la escena durante tres años.
“No es fácil mantenerse tres años al palo. Te desgasta y te achica el margen de error. Estábamos tranquilos, con un plan basado en la gestión e ideando un armado federal y ahora se aceleró todo. Entre esto y el recorte de fondos, va a ser difícil hasta igualar lo que hicimos los primeros cuatro años”, resume la situación una persona de la mesa chica de la Ciudad.
Este diagnóstico trae aparejado dos conclusiones que hace varias semanas están terminando de asimilar en el gobierno porteño. La primera, que la jugada del kirchnerismo de subir al ring electoral a Larreta no fue desacertada y, la segunda, que el jefe de Gobierno deberá involucrarse de lleno en las legislativas del 2021.
Así como la nueva premisa de Juntos por el Cambio es “con Macri no alcanza, sin Macri no se puede”, el equipo de Larreta se amiga a los golpes con el mantra “sin 2021, no hay 2023”. Esto implica que el dirigente de la oposición con mejor imagen positiva va a tener que ocupar un rol protagónico en la campaña, que incluya viajes al interior para mostrarse con los candidatos -o por zoom, si persisten las restricciones por la pandemia- y apuntalar dirigentes que deban hacerle frente al peronismo.
Para las próximas elecciones, el principal espacio opositor tiene tres objetivos. Los primeros dos son lógicos: aumentar la cantidad de diputados y, de mínima, mantener la base del Senado. El tercero, más difícil pero al que apuestan como base fundacional para el futuro, es tener un candidato en cada distrito que se compita. Si bien no hubiera cambiado la elección -Macri perdió por más de dos millones de votos- los armadores de Larreta recuerdan que en 2019 en casi un tercio de los distritos de la Argentina en donde hubo comicios, Juntos por el Cambio no presentó candidato.
La otra pata, que en algún punto se pisa con la construcción política y a veces puede ser más una traba que un impulsor, son los nombres propios. Si bien hoy el espacio goza, desde el alejamiento de Macri, de mayor horizontalidad en la toma de decisiones, sus principales dirigentes deben encontrar un punto medio entre quiénes podrían ser los candidatos que más votos traccionen y aquellos que aportarían a construir una proyección.
El caso que más aguas divide es el de Patricia Bullrich. Es unánime el pensamiento de que la presidenta del PRO y el resto de los llamados “halcones” -Fernando Iglesias, Waldo Wolff, Hernán Lombardi- deben integrar el espacio (“es con todos adentro”, insisten) pero hay reparos sobre si la ex ministra de Seguridad debe encabezar la boleta de diputados de la ciudad de Buenos Aires, su principal anhelo. Las dudas no pasan por una eventual victoria que, todos coinciden, sería holgada, sino por el mensaje que se envía puertas adentro. El ala más moderada -que apunta a la construcción- ve con mejores ojos ceder estos lugares a dirigentes en ascenso y piensan que recostarse en las figuras de renombre sería caer de nuevo en el centralismo que tan caro les costó cuando fueron gobierno.
El ejemplo que esbozan es el armado del 2019: la cabeza de lista fue para la Coalición Cívica (Maximiliano Ferraro), que también tuvo otros dirigentes, como Mariana Zuvic, y hubo varios lugares para el radicalismo. Del PRO estuvo Álvaro González y entró quinto. La candidatura que impulsan para el año próximo es la de Fernán Quirós, actual ministro de Salud, que cosechó una gran imagen por el manejo de la pandemia. Aún no lo logran convencer y él no da indicios de un interés genuino. “Tiene que decidir si está para meterse en el barro de la política”, sintetizan en su entorno, aludiendo al gran prestigio que tiene en el ámbito privado y destacando su tarea como jefe de la cartera sanitaria.
La otra incógnita que se abre para CABA es si Mauricio Macri decide postularse. Quienes lo frecuentan afirman que solo su círculo más íntimo lo impulsa a ser parte de la contienda pero la realidad es que el ex presidente está cómodo en su nuevo rol de arbitrar desde afuera haciendo pronunciamientos que marquen la línea del partido sobre los grandes temas de coyuntura como, según su visión, el avance del Gobierno sobre las libertades individuales y los ataques a la República.
Macri no se ve jugando en 2021 y, explican en su entorno, si no tuviera las causas judiciales abiertas no sería ni tema de discusión. El ex jefe de Gobierno no es tan tajante cuando le preguntan por 2023 y una posible revancha. Pero, al mismo tiempo, respalda a Rodriguez Larreta y reconoce que lo más sensato es que el alcalde porteño sea quien dispute el sillón de Rivadavia. Su principal obsesión es un reconocimiento a su gestión. Macri opina que, dejando de lado lo económico, su legado es bueno. Y se reconoce como el principal creador de los dirigentes que hoy están en el centro de la escena y tienen proyección nacional.
Cuando se habla del ex jefe de Estado, el nombre de Marcos Peña entra en escena. Hoy probablemente sea el ex funcionario más alejado de todo el armado, pero Larreta lo valora y si de él dependiera ya sería parte del equipo. No lo descarta y no sería sorpresivo verlo trabajar a su lado los próximos meses. Pero admite que hay que encontrarle el lugar y entender que lo que el ex jefe de Gabinete aporte debe ser un complemento a lo que se está construyendo. Para Larreta, el error de Macri no fue tener a Peña en su equipo, sino darle tanta centralidad y poder. De hecho, él ve como un error que haya sido jefe de Ministros. “Podría haber sido el mejor secretario general de la Presidencia de la historia”, coinciden.
Probablemente el nombre más fuerte que ya tenga el futuro definido sea María Eugenia Vidal. No hay quien no la ubique como primera en la lista de diputados por la provincia de Buenos Aires. No es lo que ella eligiría, pero entiende que es dónde debe estar. Cuando sale su nombre en las conversaciones de quienes analizan los distintos escenarios posibles, es muy frecuente la comparación con Diego Santilli en 2019, cuando tuvo que “ceder” a acompañar a Larreta como vicejefe de Gobierno, anulando así la posibilidad de ser su sucesor.
Justamente uno de los mayores interrogantes es el ladero político de Larreta. Ya se lo ubica en territorio bonaerense pero no está definido que sea en 2021. Cerca de él no niegan que esté en consideración -el “Colorado” sube en imagen a la par de su jefe- pero también explican que puede ubicarse en otros lados y siempre será un gran valor. Probablemente no cambie de trabajo hasta 2023, donde podría disputar la gobernación o tener un lugar preponderante si se convierte en realidad el proyecto “Horacio presidente”. Jefe de Gabinete y Ministro del Interior son apenas dos lugares en los que se desenvolvería cómodamente, especulan.
Más atrás vienen Martín Lousteau y Emilio Monzó. Al primero ya lo reconocen como propio y se le adjudica el gran posicionamiento que logró Juntos por el Cambio en el Senado, en donde el ex ministro de Economía se pone a la par de Cristina Kirchner y eso le permite jugar en las grandes ligas. Todos los caminos apuntan a que será el sucesor de Larreta, pero las ambiciones del senador son grandes y tres años es mucho tiempo en la política argentina.
Al ex presidente de la Cámara de Diputados se lo mira de reojo, pero el jefe de Gobierno lo quiere en el equipo. Son sus colaboradores los que no terminan de congeniar. Creen que para que el proyecto funcione se necesita otra flexibilidad y no lo ven hoy a Monzó con la mentalidad “es con todos adentro”. Sus últimas declaraciones, en donde pidió que Macri y Cristina Kirchner se jubilen de la política, no cayeron bien en Juntos por el Cambio.
Horacio Rodríguez Larreta conoce mejor que nadie las limitaciones que tiene el espacio, sobre todo en el interior del país. Pero está convencido de que hay materia prima para armar una propuesta que rompa con la grieta y capte el voto de ese tercio del electorado que define al próximo presidente. Los desafíos se acumulan y las piezas que deberán acomodarse con incontables.
Hoy su escudo más fuerte son los datos duros. Cuatro de los cinco dirigentes con mejor imagen del país son de su espacio -él, Vidal, Lousteau y Santilli- y, según sus números, mantienen una base de electores mayor que la del Frente de Todos: el 90% de los que votaron por Juntos por el Cambio en 2019 lo volvería a hacer contra un 82% que retiene el kirchnerismo.
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