Alberto Fernández mantendrá una comunicación telefónica con Nicolás Maduro para explicar por qué decidió apoyar el informe de las Naciones Unidas que ratificó la sistemática represión ilegal en Venezuela ejecutada por los grupos de tareas que responden al líder populista.
La llamada de Olivos a Caracas fue una concesión que hizo Alberto Fernández ante la dura presión política ejercida por el kirchnerismo duro y sectores de izquierda stalinista que integran el Frente de Todos. Esa presión fue puesta de manifiesto por la exembajadora en Venezuela, Alicia Castro, que en un tuit cargó contra la política exterior que diseña el Presidente y aplica Felipe Solá.
La decisión de Alberto Fernández de apoyar las denuncias documentadas de la ONU respecto a la violación de derechos humanos en Venezuela, implica un giro inesperado para Cristina Fernández de Kirchner y sus aliados internos en la coalición de Gobierno. El jefe de Estado, acompañado por Solá, jugó fuerte ante la resistencia interna y las amenazas externas que caían como una tormenta tropical desde Caracas a Olivos.
La posición presidencial responde a explicitar que su política exterior no distingue perspectivas ideológicas al momento de repudiar las violaciones a los derechos humanos. En este sentido, Alberto Fernández retoma las banderas históricas de Raúl Alfonsín, que durante una visita a Washington enfrentó a Ronald Reagan que apoyaba a los Contras para aniquilar a los guerrilleros de la Revolución Sandinista.
El jefe de Estado además repudia el bloqueo ordenado por Donald Trump para colapsar la economía venezolana, y a la vez, considera que no hay manera de justificar los asesinatos, violaciones y torturas sistemáticas realizadas por los grupos de tareas que responden al régimen de Maduro.
Alberto Fernández se diferencia así del kirchnerismo duro que defendió a Carlos Raimundi, embajador argentino ante la OEA, que rechazó las denuncias recolectadas por Michelle Bachelet en su informe avalado por la ONU. La protección de CFK fue tan contundente que, por ahora, Raimundi continuará ocupando su cargo en Washington.
El Presidente argumentará ante Maduro que no fue un voto contra Venezuela, que la mejor manera de iniciar un camino de transición democrática es apoyando las investigaciones de Bachelet, y que rechaza la invasión militar alentada por los Estados Unidos para forzar un cambio de Gobierno frente a la crisis social, política y económica que causó su capitalismo de estado.
Maduro considera que Alberto Fernández traicionó el legado de Néstor Kirchner y no acepta las razones presentadas por la diplomacia argentina para explicar su apoyo al informe de las Naciones Unidas. Cuando ya había decidido que atendería la llamada desde Olivos, el líder populista se comunicó con sus aliados en Buenos Aires y solicitó que se anunciara en las redes sociales.
Luis D´Elía cumplió las instrucciones de Maduro y reveló un secreto de Estado. Alberto Fernández aún no había decidido dar a conocer su llamada a Caracas, y el dogmático exmilitante comunista aprovechó la oportunidad para actuar como un inesperado vocero del Presidente.
D´Elía sabe cómo funciona el poder en la Argentina, y su tuit no fue inocente: obliga a Alberto Fernández a explicar por qué decidió la comunicación con Maduro y a revelar los términos de una conversación que se pronostica dura y cargada de adjetivos.
Alberto Fernández descalificó a Raimundi por su posición unilateral en la OEA y no le gustó que D´Elía actuara como un community manager de Maduro. El Presidente decidió tomar distancia del régimen de Venezuela y ahora enfrenta críticas internas en el Frente de Todos.
Se trata de una política de Estado que Alberto Fernández conversó con la vicepresidente. Por ahora, CFK se mantiene en silencio y aguarda su oportunidad para mover en público.
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