“Nunca hubo un buen clima político entre el Gobierno y la oposición en la provincia. Ni antes ni ahora. En enero nos piquetearon la reforma impositiva. Así arrancaron”. El recuerdo de la dura y tumultuosa negociación de principio de año por el aumento de los impuestos aún está fresco en el gabinete bonaerense. Ahora el clima espeso se generó con las duras críticas desde Juntos por el Cambio por el reconocimiento del gobierno bonaerense de que hay 3500 muertos más que los que se estaban informando hasta la última semana.
En La Plata repiten, una y otra vez, en público y en privado, que el único objetivo que tuvieron fue esclarecer un problema en la carga de datos que tiene eco en todo el país y que hasta el momento nadie había blanqueado. Lo explicaron en diferentes oportunidades durante la semana, pero a la oposición no le convencen los argumentos. Acusan al gobierno bonaerense de ocultar muertos.
En el atardecer del martes un ministro con fuerte impronta K contestaba mensajes con su celular y miraba de reojo un canal de televisión en el que Maximiliano Abad, un diputado provincial con llegada a la ex gobernadora María Eugenia Vidal, cuestionaba la cifra de muertos que Kicillof informó y que implica un aumento notorio en el listado final de fallecidos.
El funcionario se quedó en silencio. Y el enojo empezó a subir desde el estómago hasta alojarse en la garganta. “Caraduras. Son unos caraduras. Lo que hicimos fue blanquear lo que estaba pasando. Resolver el problema. Lo único que quieren es salir en la televisión”, exclamó, en un rapto de furia. Respiró. Bajó el tono de voz y siguió: “No estábamos ocultando muertos en un galpón. Son unos hijos de puta. Desde el día cero”.
La oposición se movió con rapidez en el ajedrez bonaerense y le pidió al ministro de Salud, Daniel Gollan, que dé explicaciones en la Legislatura. Las causas de por qué se generaron las inconsistencias en la carga de datos y la especificación sobre cuándo y de qué forma el Gobierno tomó conocimiento del salto en el número de fallecidos. En el medio, diferentes legisladores opositores dejaron entrever que la gobernación había manipulado los datos durante el pico de la pandemia con un fin netamente político.
En La Plata se defendieron como saben hacerlo. Con frases contundentes y salpimentadas. “Necropolítica de baja calaña”, dijo Nicolás Kreplak, viceministro de Salud, cuando tuvo que devolver la pelota del otro lado de la red. El jefe de Gabinete, Carlos Bianco, los acusó de intentar sacar “ventaja política” y de tener una actitud "miserable y oportunista”. Si en algún momento de la nueva vida con coronavirus hubo paz, ya no queda ningún rastro.
En Juntos por el Cambio dicen seguir asombrados con la comunicación oficial. No dejan demasiado margen a la posibilidad de que la explicación oficial sea real. “O lo ocultaron o hubo negligencia”, aseguró un legislador de peso en el armado bonaerense. No hay espacio para otra explicación en la oposición. Sobra desconfianza.
¿Qué dicen en el Gobierno? Que existía un delay en la carga de datos y que a medida que pasaba el tiempo les pedían a los hospitales y clínicas privadas que actualicen el conteo de fallecidos. Esa tardanza se profundizó a mediados de agosto cuando los contagios comenzaron a crecer vertiginosamente. Un mes después, frente a un escenario que se alejaba cada vez más de la realidad, comunicaron e idearon un nuevo sistema de entrecruzamiento de datos.
Para el oficialismo, la explicación es sencilla y el objetivo claro. Para la oposición, ocultaron datos o fueron ineficientes porque no pudieron corregirlo antes y lo hicieron a siete meses del comienzo de la pandemia.
Con el correr del año el vínculo entre el gobierno bonaerense y la oposición se deshilachó. Primero fue la descarnada discusión por la reforma impositiva, después la liberación de presos por parte de la Justicia, movimiento que en Juntos por el Cambio siempre consideraron que fue motorizado por el Poder Ejecutivo, luego las críticas en “cadena nacional” de Kicillof a la ex gobernadora Vidal y, finalmente, la comunicación del Gobierno sobre el aumento de muertes por el Covid-19.
En 11 meses de gestión del Frente de Todos la relación política fue disminuyendo en calidad de diálogo y aumentando en cantidad de cruces mediáticos. Nunca tocó el punto alto de buena voluntad que existió en el ámbito nacional entre el Presidente y los gobernadores de la oposición. La relación entre Kicillof y Juntos por el Cambio, en todas sus facetas bonaerenses, es un sube y baja donde la tensión está latente siempre.
El mayor enojo de la oposición hoy está concentrado en los 3500 muertos que sumó la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, no son los únicos que están molestos. En el Gobierno el fastidio está atado al aumento de casos de coronavirus en los municipios más grandes del interior, que están gobernados por intendentes opositores, como es el caso de Mar del Plata, San Nicolás, Olavarría y Bahía Blanca. En la mayoría de esos casos el sistema de salud está ocupado en un porcentaje alto y los contagios crecen día a día.
“Que casualidad que los sistemas más comprometidos son los municipios donde está Cambiemos. Se piensan que no les va a pasar y les pasa. Son los más caprichosos. No todos. Deberían dejar de lado la ideología”, se quejaron en la gobernación. Advierten que un puñado de jefes comunales “pasaron de tener todo cerrado a abrir todo” y que desde el Gobierno le habían pedido tener “buena capacidad de reacción para poner el freno de mano en el momento justo”.
En el gobierno bonaerense hay sentimientos encontrados. Por un lado, atraviesan un momento de mayor tranquilidad en el conurbano, donde llevan cuatro semanas consecutivas de descensos de casos. Lentos, pocos, pero en baja. Esos datos epidemiológicos los empujan hacia la vida con protocolos que Kicillof viene diseñando desde hace tiempo. Cada semana intenta abrir alguna actividad. Por más chica que sea, para la gobernación es un avance y un paso adelante para llegar al momento donde la cuarentena termine por diluirse y se pase, definitivamente, a la nueva normalidad.
En paralelo, los casos en el interior representan un 25% del total de contagios que tiene la provincia cada 24 horas. Esa información es la que les fastidia. No por el hecho de que el virus se haya podido expandir, como dijo tantas veces Gollan, como una mancha de aceite, sino porque creen que los intendentes abusaron de la apertura de actividades y ahora están pagando esa decisión. Si hubiesen abierto con más cautela, con menos apuro, quizás hoy la provincia estaría más equilibrada en cuanto a casos.
La ciudad que más le preocupa al Gobernador es Mar del Plata. El motivo es que el Gobierno quiere avanzar en el armado de protocolos para el comienzo de la temporada de verano y es complejo poder hacerlo si la ciudad más visitada de la costa y con más habitantes no logra estabilizar los contagios, cortar la circulación y reducir la ocupación del sistema sanitario.
Kicilllof quiere que haya temporada y trabaja en consecuencia. Augusto Costa, ministro de Producción bonaerense, avanza en el diseño de protocolos con diferentes entidades y sectores del turismo. El Gobierno quiere que la gente se familiarice con los protocolos cuanto antes. Estiman que para 1 de diciembre deberían poder largar la temporada de verano. En ese camino es que planean dar un nuevo paso hacia el protocolización de la vida diaria después del 11 de octubre. Si la tasa de contagios lo permite, suelen aclarar en La Plata.
Hay pocas líneas de acuerdo entre oficialismo y oposición en la provincia. Los intendentes de Juntos por el Cambio le pidieron fondos a Kicillof y se quejaron por la deuda que mantiene el Estado bonaerense con los municipios. El Gobernador encabezó una reunión por Zoom ayer para darles respuestas. Fue un encuentro cordial, como tantos otros, en este tiempo de tire y afloje. Los jefes comunales tratan de tener una buena relación por temas de gestión, pero en La Plata tienen algunas reservas. Consideran que algunos agradecen en privado y cuestionan en público. El propio Bianco se encargó de decírselos en una de sus últimas conferencias de prensa.
El reclamo de fondos de ayer los intendentes se lo habían anticipado en un comunicado. No fue solo un pedido formal de reunión, sino también una forma de plantarse y mostrarle los dientes al Gobernador, después de la jugada política en la que participó junto al Presidente para comunicar la quita de coparticipación a la Ciudad de Buenos Aires. Dejaron en claro que están dispuestos tensar la cuerda las veces que haga falta.
La última semana sumó un nuevo capítulo al difícil vinculo que tiene el Gobierno con Juntos por el Cambio en la provincia de Buenos Aires. Vuelan, de un lado al otro, las acusaciones, las chicanas y las críticas. Casi con normalidad. Todos asumen que la relación entre ambos tendrá en los próximos años altibajos frecuentes. Casi nadie estima que la relación sea cordial. No está en agenda poder cambiarla.
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