El día de la primavera cinco intendentes de Juntos por el Cambio y un ex ministro bonaerense se sentaron alrededor de una mesa, en el Club Indios de San Miguel, para volver a trabajar juntos, como había sucedido en los últimos cuatro años. Dos de ellos habían puesto en pausa la rosca política después de la derrota electoral. La pandemia hizo que esa interrupción fuera más duradera de lo que estimaban. Perder en las urnas obliga a realizarse preguntas que la adrenalina del poder deja a un lado. Y, a la vez, implica tomar distancia de los socios para evaluar si hay margen para volver a formar parte de un mismo equipo.
Jorge Macri (Vicente López), Néstor Grindetti (Lanús), Diego Valenzuela (Tres de Febrero) y Julio Garro (La Plata) sumaron dos sillas a su mesa para el ex ministro de gobierno bonaerense Joaquín De la Torre y su ahijado político e intendente de San Miguel, Jaime Méndez. Socios conocidos que habían estado alejados de ese núcleo de intendentes. Los últimos dos son peronistas, una característica clave para el armado político opositor del futuro inmediato, donde el objetivo es renovarse y ampliarse.
La provincia de Buenos Aires es la base de apoyo de la renovación partidaria. Desde allí María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta apuestan a correr los márgenes del armado. La idea que da vueltas por las diferentes venas del espacio político es cambiar el nombre de la coalición cuando se tengan que definir los frentes electorales del próximo año. Esa modificación terminará con el sello de Juntos por el Cambio -una versión actualizada de Cambiemos- y le dará vida a un nuevo nombre que cobije a otros dirigentes, a nuevos liderazgos y a figuras conocidas pero que hasta 2019 no tenían tanto peso en la alianza.
La mesa de los intendentes del PRO viene funcionando desde hace tiempo y está cada vez más aceitada. Tiene el respaldo absoluto de Vidal, que quiere que los jefes comunales jueguen y les den volumen a sus figuras dentro del espacio. Es una forma de engrosar el peso territorial en la provincia donde está instalada su jefatura política. Ningún intendente desafía su lugar. Ni siquiera Jorge Macri, al que sus colegas ven como uno de los nombres influyentes en el armado electoral de 2021.
Los intendentes quieren fortalecerse de cara al año electoral para tener poder de decisión en la conformación de las listas de los distritos y las secciones, y que no les impongan los candidatos a dedo. Entienden que la horizontalidad en la toma de decisiones, generada por la derrota y el pase de la coalición a la vereda opositora, les da la posibilidad de que su palabra tenga mayor sustento. Además, la movida de reuniones y fotos fue una reacción rápida frente al rumor de que Diego Santilli podría competir el próximo año en territorio bonaerense impulsado por Rodríguez Larreta. Cada uno cuida su trinchera y no quiere perder ni un metro de poder.
Con una proyección a largo plazo también buscan crecer en imagen para que alguno de ellos pueda ser candidato a gobernador en el 2023. Movimientos finos, a veces utópicos, que se dan en el tablero bonaerense. En esa búsqueda es importante que hagan crecer su músculo político en el territorio. La apertura de la mesa de los intendentes del PRO a los dos dirigentes peronistas tiene un doble efecto que en la coalición mantienen como consigna desde el inicio del año: mantener la alianza unida y lograr su crecimiento.
Un intendente opositor del conurbano resuelve la ecuación en un puñado de palabras. “Para crecer hay que convocar gente y para convocar gente hay que mostrar un camino para adelante y garantizarles que todos van a tener igualdad de oportunidades”, reflexionó. La pata peronista en la provincia lo tiene otra vez a De La Torre como puntal. El ex funcionario de Vidal es uno de los más autocríticos dentro de Juntos por el Cambio y un promotor de la apertura. Al igual que la ex gobernadora, es de los que analizan el porqué de la derrota y el porqué de querer volver a ser una opción electoral. Si no hay una idea común, resulta difícil avanzar con determinación.
La pata peronista bonaerense es reducida. Además de De la Torre y Méndez está el intendente de San Nicolás, Manuel Passaglia, y su hermano Santiago, que es diputado provincial; el jefe comunal de Azul, Hernán Bertellys, y los senadores bonaerenses Claudia Rucci, Lucrecia Egger y Lucas Fiorini. Ese grupo es uno de los tres canales peronistas para gestionar la apertura. En el vidalismo confían en que se muevan con astucia y entusiasmo para generar adhesiones que hagan crecer ese sector interno.
Un segundo canal es el que representa el ex candidato a vicepresidente Miguel Pichetto. Histórico del peronismo, el ex senador fue buscado por el PRO para tratar de ganarle la elección a Cristina Kirchner el año pasado. La estrategia no resultó y el desencanto aún gira dentro de Juntos por el Cambio. “Lo fuimos a buscar a Miguel para traer más peronismo y terminó hablando como Macri. Se mimetizó. Para ser PRO ya está Mauricio”, lamentó un dirigente de peso en el armado opositor.
A mitad de año el ex senador rionegrino comenzó a moverse para armar un espacio con sello peronista dentro de la coalición. En agosto un grupo referenciado en él emitió un comunicado el que hablaban de peronismo republicano, asociado a la centro derecha y alejado totalmente del kirchnerismo y el PJ. Algunos de ellos son Oscar Lamberto, Alberto Asseff, Jorge Yoma, Miguel Ángel Toma y Ramón Puerta. Nombres de larga trayectoria y críticos de la alianza entre el peronismo federal con la ex presidenta.
A esos nombres que Pichetto acercó les falta territorio pero les sobra experiencia. Así lo entienden puertas adentro de la coalición donde asumen que está para cumplir el rol de reorganizar lo que ya está adentro y aportar algún nombre histórico, con más recorrido que votos. Hacia afuera el ex compañero de fórmula de Macri se muestra como un armador que quiere lograr cierta independencia del PRO y ampliar su nido peronista. La semana pasada estuvo reunido con De la Torre para afinar la logística y encaminarse hacia un trabajo en conjunto.
El tercer canal es el que representan el tridente formado por Emilio Monzó, Rogelio Frigerio y Nicolás Massot. Son una línea interna de la alianza con diferentes clases de vínculos. Están divorciados de Mauricio Macri, son mirados con desconfianza por algunos intendentes bonaerenses y tienen una buena relación con Rodríguez Larreta, Vidal y Martín Lousteau, las tres cabezas dialoguistas de la mesa nacional. Los nombres concretos de la renovación.
Ese tridente tiene la intención de jugar adentro de la coalición y de lograr que haya un corrimiento hacia al centro. Trabajan en la construcción de su propia estructura con el fin de ganar autonomía y de estar armados por si el intento de renovación no llega a buen puerto. Miran con desconfianza a Jorge Macri, al que apuntan como un posible generador de trabas en el momento de la negociación por los lugares en las listas 2021, y en la reconstrucción del esquema político nacional y provincial.
“Macri quiere meter el gol con el arco solo. Que Santilli no vaya a la provincia, que Monzó no se acerque. Cree que solo pesan sus ambiciones”, aseguró un dirigente de extrema confianza del tridente. Todos en Juntos por el Cambio asumen que el primo de Mauricio Macri quiere ser candidato a gobernador en el 2023 y que se mueve en consecuencia. No solo lo empuja su rol provincial como intendente de Vicente López.
En la provincia de Buenos Aires Monzó aún parece tener algunos cafés pendientes. Legisladores e intendentes tienen en la memoria la ruptura del bloque de diputados provinciales que generó junto al intendente de San Isidro, Gustavo Posse. Cuando el enojo por esa maniobra política parecía mermar, un grupo de senadores provinciales alertaron a la mesa bonaerense de Cambiemos que Monzó quería convencerlos para irse del bloque. La movida no gustó nada y la tensión volvió a florecer.
Monzó y Vidal, que habían terminado muy mal su relación en el 2019, comenzaron a acercar posiciones hace algunos meses. Lentamente. Poniendo sobre la mesa las cuentas del pasado. Pero una relación que terminó en malos términos no se modifica en un puñado de reuniones políticas ni en una conversación de WhatsApp. Hay voluntad de diálogo y de trabajar en conjunto. Mientras eso exista, las heridas se irán cerrando lentamente.
En los próximos meses el tridente Monzó-Frigerio-Massot va a gestionar la amplitud de su pequeño esquema político, donde hay legisladores nacionales, provinciales y algún intendente del interior. El anhelo es llegar al próximo año con esa estructura propia más consolidada y voluminosa, y ponerla a disposición de una nueva coalición política y electoral. Si no hay acuerdos a futuro, caminarán por afuera de los límites. Sienten que el plan de apertura que impulsan Rodríguez Larreta y Vidal es una reivindicación del pedido que ellos mismos le hicieron a Mauricio Macri después de las elecciones 2017 para que incorpore más peronismo y amplíe la base de sustentación de Cambiemos. En consecuencia, comparten la idea y el horizonte.
Cerca de Vidal asumen que el mercado de pases políticos recién se abrirá en marzo del próximo año. Eso no implica que no haya comunicaciones subterráneas permanentes para conocer la situación de dirigentes que están descontentos con el Frente de Todos o que no forman parte de ningún armado. Hay nombres que siempre están en carpeta, lo que no implica que ellos acepten sumarse. De generar esos vínculos se encargan los representantes del ala dialoguista. La líder del GEN Margarita Stolbizer, el ex gobernador salteño Juan Manuel Urtubey y el ex ministro de Transporte Florencio Randazzo son ejemplos concretos. Con algunos ya hubo comunicación.
En Juntos por el Cambio todos son conscientes de la necesidad de apertura. Correr los márgenes hacia el lugar que sea. Patricia Bullrich pidió sumar a la coalición a Ricardo López Murphy, interesado en sumar a un futuro frente electoral a los ex candidatos a presidente José Luis Espert y Juan José Gómez Centurión, que entre los dos sacaron cerca de 800 mil votos.
Para ser competitivos tienen que estar los duros y los dialoguistas. Los halcones y las palomas. Los votos y la puja de poder terminarán de definir quien lidera el camino hacia las elecciones presidenciales del 2023. En la alianza opositora el sector dialoguista asume que deben generar símbolos nuevos, impulsar una renovación de liderazgos, mostrar en público que existió una autocrítica y diseñar un nuevo proyecto político y económico. Que los cambios no solo sean una lavada de cara.
“Tenemos que saber por qué nos tocó irnos y para qué queremos volver. Impulsar un proyecto transformador. No hay que hacer política para que no gane el otro”. La idea de un ex integrante del gabinete bonaerense es la frecuencia interna que todos los sectores aspiran sintonizar. En pandemia y con el coronavirus en la Argentina, la cocina de la política no deja de funcionar. Mucho menos cuando se acercan las elecciones y los gobiernos del Frente de Todos tienen que revalidar los votos en medio de una crisis económica que es más profunda y más compleja que la que heredaron de mano de Mauricio Macri.
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