Cerca del Presidente cuentan que no pasa día sin que algún gobernador, intendente o dirigente sindical o social le pida que los habilite “aunque sea por un día” para hacer una gran movilización. “Ven los actos contra el Gobierno y no pueden creer que nosotros sigamos quietos. Hay tantas ganas de salir a la calle que, si decidiéramos movilizar, ponemos un millón y medio de personas sobre la 9 de Julio; los nuestros quieren ir a respaldar lo que estamos haciendo en estas condiciones, mucho peores que las jamás imaginadas”, aseguran. Así que, finalmente, Alberto Fernández dio el guiño para que el 17 de octubre, el Día de la Lealtad peronista, se salga de la virtualidad y se concrete una movilización.
Por lo que trascendió hasta ahora, esta marcha que tendrá el respaldo activo de la Casa Rosada no será importante en cantidad de gente. “Somos los que decimos que hay que quedarse en casa, por lo tanto, será una movilización con distanciamiento, tecnología y un gran despliegue en redes sociales”, anticiparon. Y muy probablemente estará centrada en Plaza de Mayo, pero será replicada en muchas plazas de la ciudad y la provincia de Buenos Aires y de muchas plazas del país donde la pandemia esté controlada.
“De lo que se trata es de hacer algo distinto, que nos permita estar en la calle sin poner en peligro la salud, sacándonos las ganas de expresar el respaldo al Frente de Todos que está en el Gobierno y de un modo creativo y controlable, lo que no es posible de garantizar si movilizamos con todo”, explicaron en Casa Rosada.
Infobae quiso saber si el Gobierno siente que necesita respaldo en este momento, luego de una notoria caída en las encuestas y una crisis de confianza que se generó en el mundo de los negocios después del nuevo ajuste al cepo cambiario. “Cuando Alberto (Fernández) llegaba al 80% de imagen positiva, sabíamos que era algo transitorio que no podía durar, que ahora esté en 50% es mucho más de lo que tiene cualquier presidente de la región y aun del mundo, así que de ningún modo nos parece que estemos pasando por un mal momento. Por el contrario, hay un ajuste de expectativas”, razonó un funcionario cercano al Presidente.
Esta intención del Presidente de realizar una movilización coincide con la propuesta de la CGT, que impulsa “una celebración peronista” para el 17 de octubre aunque más cautos: sin marcha en las calles pero con un acto en el edificio cegetista de Azopardo 802.
En esa línea, las preocupaciones presidenciales no están enfocadas en la caída de la imagen positiva sino en la clara percepción de un fuerte cansancio de la gente frente a la cuarentena y la necesidad de cambiar la agenda del debate público, introduciendo un nuevo concepto de posicionamiento, el de reconstrucción social, de la industria, de las exportaciones, del ambiente, “en fin, de la vida misma”. Y confiados porque "no podemos negar que estamos en medio de un fenomenal problema, pero creemos que lo estamos llevando bastante bien”.
Como ya adelantó este medio, el Presidente tiene pensado encarar una nueva rutina, realizando anuncios de impulso al consumo y a la reactivación económica en alguna fábrica, viajando una vez por semana al interior (mañana irá a Paraná y la semana próxima visitaría La Rioja) y retomando las tareas en su despacho de la Casa Rosada.
Otro asunto que está pensando el jefe de Estado es si conviene presidir o no el Partido Justicialista. Son muchos los dirigentes que le vienen proponiendo que tome esa decisión, que por ahora está demorada. No dijo que no, pero tampoco puso manos en el asunto. “Tiene que ser cauto, medido, no es todavía el momento”, comentó un jefe de distrito con el que tiene mucho contacto. El dato es que cerca del Presidente ya no descartan de plano esa posibilidad.
Obviamente, la prioridad es llevar adelante una gestión exigente, no solo por los desafíos macroeconómicos, sino por las tensiones internas que se generan ante cualquier decisión que se tome, que en muchos casos van acompañadas de rumores de renuncia de distintos funcionarios, incluidos ministros. La situación por momentos es tan absurda que se tardó meses en desplazar a un secretario de Energía y, cuando finalmente se nombró a su sucesor, no solo no asumió sino que tampoco pudo aterrizar en su despacho.
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