“El Dr. Casal es un joven funcionario que se destaca por la seriedad de su trabajo y su inquietud de superación. Estudioso, dedicado, prolijo, no retacea jamás su colaboración. Su trato es excelente con todos los que lo rodean. Busca ampliar y completar su ya sólida formación jurídica, realizando cursos de especialización y ha ingresado en la carrera docente universitaria”.
La descripción está fechada el 25 de octubre de 1984 y lleva la firma de Carmen Argibay, entonces a cargo del juzgado de sentencia letra "Q" y luego jueza de la Corte Suprema. Eduardo Casal, el actual procurador general interino, era su secretario. En realidad era una suerte de boletín que se entregaba a fin de año y se utilizaba como referencia para posibles ascensos. La jueza le ponía calificaciones a sus secretarios en “condiciones morales”, “condiciones ejecutivas” y hasta “condiciones físicas”. Ese boletín lleva “sobresaliente” en cada renglón. Y un llamativo “20” como nota numérica.
Desde muy chico, Eduardo Casal fue un alumno aplicado. Abanderado en la escuela primaria, a las 12 años atravesó sin mayores dificultades el ingreso al Colegio Nacional Buenos Aires. Aunque vivía en Olivos, su padre no dudó a la hora de anotarlo. Para dar los exámenes, se preparó con un profesor particular, un estudiante de Medicina que daba clases en sus ratos libres. Por ese entonces, el ingreso consistía en una evaluación de Geografía, Historia, Castellano, y Matemática. Todos en una misma tarde.
Casal ingresó a “la octava”, en el turno tarde. El primer año le costó mucho adaptarse: se llevó tres materias pero logró pasar a segundo. Nunca más volvió a estudiar en verano. De aquella época, guarda buenos recuerdos de varios profesores. “Nos hacían pensar, más allá de la situación que se vivía en el país”, suele decir con orgullo en las reuniones de ex alumnos.
El golpe militar de 1976, lo sorprendió en el último año del secundario. Todavía se conmueve con los tres compañeros desaparecidos, dos de su misma división. Tampoco se puede olvidar la reacción de su padre, cuando comentó la triste noticia en su casa: “¡Qué barbaridad!, cómo pueden pasar esas cosas”. Nunca más volvieron a hablar del tema ….
En 1988, Casal volvió al colegio como profesor de Derecho, cargo que mantiene hasta la actualidad. También ejerció la docencia en la UBA, en la Universidad de Belgrano, y en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES).
Su primer trabajo fue como “pinche”, en el juzgado en lo criminal de sentencia letra "Q". Otra vez su padre tuvo mucho que ver con esa oportunidad. Todavía no había comenzado la carrera de Derecho en la UBA y no tenía previsto trabajar. Se había pasado todo el verano aprendiendo mecanografía. No para un futuro trabajo, sino para pedir un puesto de oficina si le tocaba la colimba.
“Ese año fue especial. Las clases 56 y 57 habían quedado eximidas porque bajaron la edad de 21 a 18 y Eduardo era clase 58. Le tocó número bajo en el sorteo pero estaba el conflicto con Chile y podían llamar a cualquiera”, contó un amigo de toda la vida.
Al final, se salvó de la colimba y su curso veraniego le sirvió para ingresar a la Justicia.
Casal ingresó a la secretaría 18 del juzgado "Q", en el quinto piso del Palacio de Tribunales, entonces a cargo del juez Manuel Larrea, alias “Manolo”. Estaba entusiasmado como pocos. Se tomaba el colectivo bien temprano en Olivos y era el primero en llegar, a las 7:30 en punto. No pasó mucho hasta que su padre le compró un Fiat 600 que estacionaba en la puerta del Palacio.
Cuando terminaba la jornada, también era de los primeros en irse para cumplir con sus clases en la Facultad. El secretario de ese entonces, un hombre mayor conocido por su trato despótico hacia los empleados, le insistía una y otra vez para que alargara la jornada. Casal no aguantó la presión y presentó la renuncia.
El secretario tomó el papel, lo leyó, y se lo rompió en la cara. Fue una escena imborrable. Al día siguiente, el hombre mayor comenzó a llegar temprano para controlar si era verdad que el joven Casal madrugaba.
Tras ese episodio, pasó a la secretaría 19, a cargo de Jorge Michelli, uno de los amigos que mantiene hasta la actualidad. Casal ya comenzaba a destacarse. Pese a su juventud, ayudaba con las sentencias.
Cada tanto le tocaba bajar hasta la Alcaidía del Palacio y leer la sentencia de un algún preso peligroso. Fue el caso de “González”, condenado por homicidio calificado. El actual procurador pidió a los empleados del Servicio Penitenciario por un tal “González” y le trajeron un hombre en silla de ruedas. Le llamó la atención pero siguió con su trabajo. “Vengo a notificarlo de la condena”, arrancó diciendo… El detenido estalló en llanto: “No tengo nada que ver”, repetía con desesperación. No pasó mucho tiempo hasta que advirtieron que era otro “González”. No tenía nada que ver con el hecho.
La anécdota todavía circula, con distintas versiones, entre los integrantes del “Grupo Q”.
En 1982, Casal se recibió de abogado con un promedio superior a 7,50. El juzgado ya estaba a cargo de Julio Strassera. Pocos meses después, le llegó la oportunidad de un ascenso a secretario. “A mí me nombraron fiscal, y el juez tenía que decidir quién iba a ser mi reemplazante. Me invitó a almorzar y me preguntó mi opinión. No tardamos mucho en coincidir que Eduardo era la persona indicada”, recuerda Jorge Michelli en una extensa charla con Infobae.
Strassera eligió a Casal ante las presiones desde el Ministerio de Justicia, que le pedían ese cargo.
Dos años después, ya durante el gobierno de Ricardo Alfonsín, Strassera fue designado fiscal de la Cámara Federal de Apelaciones y en su reemplazo asumió Carmen Argibay, con quien Casal entabló una relación casi de amistad.
Al final de cada año, la jueza calificaba a sus secretarios con enorme dedicación. También se tomaba muy en serio el ingreso de los nuevos empleados. En 1987, para cubrir una vacante, le propuso a Casal que los candidatos escribieron una nota respondiendo a la pregunta ¿por qué quiere ingresar al juzgado "Q"?. Los escritos eran anónimos, para que nadie conociera la identidad de los candidatos. Con los resultados, decidió tener una entrevista personal con los tres mejores.
Descartados los dos primeros, le quedaba una opción. ¿Por qué quiere ingresar al juzgado "Q"?, insistió la jueza. Un joven estudiante de Historia respondió con sinceridad y contó detalles de su vida. Argibay no dudó en darle el puesto.
Ese joven estudiante era Eduardo Sacheri, autor de la novela “La pregunta de tus ojos”, luego llevada al cine por Juan José Campanella, con el título “El secreto de tus ojos”.
“Yo tenía un hermano en otro juzgado que me había avisado que estaban buscando gente. Recuerdo que se manejaban con mucha transparencia, nada que ver con la imagen que uno tiene de la Justicia”, contó Sacheri para esta nota.
Aunque pasaron muchos años, el escritor tiene muy buenos recuerdos de su ex jefe: “Era muy puntual, siempre estaba dispuesto a enseñarte y me decía todo el tiempo que estudiara Derecho”. Por suerte no le hizo caso.
Estuvo apenas cuatro años en Tribunales, pero aquella experiencia le sirvió de inspiración para reconstruir el ambiente de la época. Sus ex compañeros reconocen varios gags en el libro y en la película ganadora del Oscar. “No me llame doctor, no soy abogado”, la frase que repetía el personaje de Ricardo Darín era una muletilla del oficial primero del juzgado, Juan Carlos Travieso, otro de los integrantes del “Grupo Q”. El personaje de Guillermo Francella -inspirado, dicen algunos, en un empleado de otro juzgado que tenía graves problemas con el alcohol- rechazaba los llamados telefónicos con el famoso “Banco de espermas”. “En realidad esa frase es una adaptación. Uno de los empleados nuestros atendía y decía ‘Comando de Lucha Anti Peronista’”, recuerda, entre risas, uno de los ex compañeros de Sacheri.
En junio de 1987, Casal fue designado Secretario letrado de la Corte Suprema en la Procuración General, cargo equiparado a la jerarquía de un juez de primera instancia. En ese momento, el procurador era Juan Gauna. “Me acuerdo que me vino a ver a mi despacho en la calle Talcahuano, no quería abandonar la carrera judicial, pero yo le insistía que aprovechara la oportunidad”, recuerda Michelli sobre aquel momento.
En septiembre de ese año, Gauna renunció como procurador para hacerse cargo de la Secretaría de Defensa del gobierno de Ricardo Alfonsín. Andrés D’Alessio fue designado en su reemplazo. Luego los sucedieron en el cargo Oscar Roger, Aldo Montesano Rebón y Oscar Luján Fappiano, quien terminó nombrando a Casal como Procurador Fiscal ante la Corte Suprema. Tenía apenas 34 años.
Entre sus logros jurídicos de aquella época se destaca el primer recurso extraordinario “per saltum” para que la Corte suspendiera la efectivización de las excarcelaciones dispuestas por un juez de primera instancia en la causa conocida como “Operación Langostino”.
Casal siempre sostuvo la validez de la reincidencia como agravante que impide la libertad condicional, lo que le valió críticas desde sectores garantistas. Recientemente, la Corte Suprema siguió la opinión de Casal al revocar una sentencia de un tribunal superior de provincia que había absuelto al padrastro de una menor acusado de abuso sexual sin considerar las declaraciones de la víctima de acuerdo con las pautas establecidas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Casal dejó el juzgado "Q" hace más de tres décadas, pero mantiene un grupo de amigos de aquella época. El llamado “Grupo Q” (no todos eran empleados del juzgado) se reúne a compartir asados al menos una vez por mes. Primero, en el Círculo de Devoto, pero desde hace un tiempo se mudaron al club Palermo, un club de basquet con un quincho reservado para sus tertulias. El puesto de asador es de Nelson Jarazo, actual juez del Tribunal Oral Federal 2 de La Plata. “Eduardo es muy callado y reservado, pero es de compartir con sus amigos y de cultivar la amistad”, define a su amigo ante una pregunta de Infobae.
Después de tantos años, Jarazo conoce de memoria los cortes preferidos y el punto de la carne de cada comensal. A Casal le gusta la carne bien cocida, el chorizo mariposa, y trata de esquivar las carnes con mucha grasa.
El procurador no se encarga de comprar la carne. Tampoco pone la mesa. Su tarea en cada encuentro es mantener la limpieza. “Llega y limpia las copas y los platos con alcohol, es meticuloso en eso”, cuenta uno de los participantes.
Casal es muy reservado también en lo que concierne a su vida privada. En alguna charla mencionó sus veraneos en Chapadmalal, en una pequeña casita que les prestaba su suegro para pasar la feria judicial de enero junto a mujer y sus tres hijos. También compartió alguna anécdota sobre sus años como remero de pista del club América, en Tigre. Con el paso del tiempo, perdió la energía pero mantiene la pasión por ese deporte. Cada tanto, se prende a una regata recreativa que lo obliga a estar en forma.
Otra pasión, solo conocida por sus amigos y su entorno de trabajo, es la navegación a vela. El comienzo también se remonta a la adolescencia, de la mano de su padre. Cuando terminó la carrera de abogado, se dio el gusto de hacer el curso en el club Tribunales, en la zona de San Isidro. A los paseos luego se sumaron sus tres hijos y su esposa. El velero sigue guardado para alguna ocasión especial.
En diciembre de 2017, otra vez le tocó un nuevo desafío: reemplazó a Alejandra Gils Carbó como titular interino de la Procuración General. Pensó que era por un tiempo pero lleva dos años y ocho meses en el cargo, todo un récord.
Durante este período, aprendió a convivir con la sombra de un “reemplazante”. Primero fue la candidata de Mauricio Macri, Inés Weinberg de Roca. Y ahora, el juez Daniel Rafecas, con quien mantiene buen diálogo.
Sin las mayorías necesarias para reemplazarlo, el kirchnerismo emprendió una embestida desde el Congreso para desgastarlo y forzar su salida. En plena pandemia, activó la Bicameral del Ministerio Público e intentó poner en marcha la comisión de juicio político de la Cámara de Diputados.
Esta semana, el bloque K del Senado votó una cuestión de privilegio contra Casal por la supuesta demora en tomarle juramento a César Grau, el nuevo representante del Senado ante el Tribunal de Enjuiciamiento del Ministerio Público Fiscal. El proyecto incluye la amenaza de una denuncia penal, aunque la jura se concretó este mismo viernes. “Casal gobierna la institución de facto y hace política. Es un paladín del Derecho para unos y un distraído cómplice para otros”, llegó a decir en pleno debate el senador del Frente de Todos Martín Doñate.
Casal no tiene diálogo con el Gobierno. Ningún funcionario se sentó en su escritorio para pedirle que se vaya. Tampoco llegaron emisarios. “Su mayor virtud es su independencia de la política”, sostienen sus amigos.
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