Alberto Fernández fue electo presidente de los argentinos por tres factores: la desastrosa gestión económica de Cambiemos y su batalla perdida contra la inflación, la popularidad de Cristina Kirchner y por Eduardo Valdés que, junto con un puñado de dirigentes como Juan Cabandié de La Cámpora, acercaron posiciones entre la ex Presidenta y su ex Jefe de Gabinete con el que hacía 10 años no se hablaba.
El ex jefe de Gabinete de la Cancillería y ex embajador del kichnerismo en el Vaticano fue clave para reconciliar a la Iglesia Católica con el peronismo y acercar a sindicatos, organizaciones sociales y al PJ disidente, encarnado por Sergio Massa, con Cristina Kirchner. Más aún, fue un ruidoso armador –el silencio no es una de sus virtudes- del regreso de Alberto Fernández a las huestes kirchneristas. Valdés conoce a Alberto Fernández como pocos. Fueron compañeros en la facultad de Derecho en la Universidad de Buenos Aires. Alberto Fernández conoció a Néstor Kirchner en 1996. Los presentó Eduardo Valdés. El “Gordo” sería el constructor de una de las relaciones de poder más impactantes de la historia reciente argentina.
“Desde que se reconcilió con Cristina, yo lo venía jodiendo con que el candidato tenía que ser él. Y me decía: “Ni en pedo, no quiero”. También se lo comenté a Cristina” le confesó Valdés al periodista Franco Lindler en su libro Fernández & Fernández. Eran tiempos en que “el gordo” –como le dicen sus amigos, decía en televisión que “Sin Cristina no se puede, pero con ella sola no alcanza para ganar”. Octubre de 2018 fue un mes clave. Valdés organizaba tertulias en su café peronista mientras le confesaba a Cristina Kirchner lo que le decía su amigo Fernández que había “muchos que volverían, pero solo si vos no vas de candidata”. Valdés transmitía a “la Jefa” las estrategias del Fernández que amagaba con volver y que le pedía encontrar al “eslabón perdido entre el kirchnerismo y el peronismo para poder unir a los dos”. Atrás habían quedado los días en que Fernández denunciaba la corrupción y el cinismo de Cristina Kirchner. Había regresado a los programas de C5N, canal al que había denunciado por censurarlo al levantarlo del aire en un programa en que lo entrevistaba Marcelo Longobardi. Gustavo Sylvestre, otro de los invitados de las tertulias de Valdés, escuchaba entusiasmado las respuestas de Fernández hablando de lawfare, presos políticos, detenciones injustas, jueces que habían hecho cualquier cosa mientras se jactaba de conocer los expedientes que involucraban a los funcionarios kirchneristas y a la familia de Cristina. Ese octubre de 2018 empezaba a aceitarse el operativo “Puf” –ensuciar la causa insignia de la investigación sobre la matriz de corrupción kirchnerista expresada en la caja de recaudación ilegal en la obra pública-. Había que quemar, simbólicamente, los Cuadernos o, mejor dicho, las “fotocopias” de Oscar Centeno. Valdés acercaba posiciones con periodistas que eran factibles de ser seducidos por el misterioso silencio de Cristina Kirchner. Fue el caso de Alejandro Fantino que visitó a la ex Presidenta, en su departamento de Recoleta, tras el paso de Valdés por Animales Sueltos el 22 de octubre del 2018. Quedó impactado por el convencimiento y seducción de la ex mandataria.
Los cuadernos y su causa espejo
El 1º de agosto, la causa de los Cuadernos tomó estado público. Hacía meses que el fiscal Carlos Stornelli y el juez Claudio Bonadio trabajaban sobre una supuesta asociación ilícita que había recaudado millones de dólares de la obra pública extorsionando a los contratistas del Estado. En lo personal, era una confirmación de mi libro El negocio político de la obra pública, publicado por Sudamericana un año y medio antes de los Cuadernos. Confirmaba los negociados entre el poder político y la Patria Contratista. La investigación iniciada por el hallazgo periodístico de Diego Cabot, provocó una serie de allanamientos, detenciones y citaciones a declaración indagatoria a ex funcionarios públicos y empresarios contratistas del Estado.
- Hacían cola para arrepentirse. Se peleaban por ver quién llegaba primero para que los tomásemos como imputados colaboradores- recuerda el fiscal Stornelli.
- ¿Cómo se presentaban los empresarios? ¿Voluntariamente?
- Sí. Deseaban declarar y colaborar con la justicia ante la evidencia de las pruebas. Siempre estaban acompañados por sus abogados. Nadie jamás puede decir que fue amenazado, coaccionado o apretado de ninguna forma.
La versión de Stornelli es corroborada por otros dos fiscales históricos de Comodoro Py que sienten orgullo de haber participado en una gesta judicial histórica. Sin embargo, a pesar de la gravedad de lo que la opinión pública estaba conociendo, parecía una trama demasiado compleja para el gran público que se había sorprendido con la cámara oculta a Leonardo Fariña y sus confesiones sobre la plata que pesaban, los bolsos en el convento de José López o los videos en financiera “La Rosadita” de un hijo de Lázaro Báez contando billetes mientras descorchaba champagne con su contador. La corrupción debía ser televisada para que la opinión pública pudiese digerirla. El periodismo profesional estaba más preocupado por la crisis económica que por hechos ocurridos años atrás. La victimización de los funcionarios K era efectiva. La causa espejo a los Cuadernos tuvo más prensa y minutos en los programas de televisión. Contaba con periodistas más interesados en la operación y en la bajada de línea que en la búsqueda de la verdad. Fue el hecho concreto para justificar el “Sinceramente” de Cristina Kirchner.
El domingo 8 de febrero de 2019, el blog del influyente Horacio Verbitsky, publicó fotos, audios grabados clandestinamente, chats –algunos de ellos que se demostró que estaban adulterados- bajo un texto llamado “Extorsión”. El 28 de enero, Pedro Etchebest había declarado ante el juez Alejo Ramos Padilla en Dolores aclarando, en varias ocasiones, que lo hacía porque era la jurisdicción competente, algo muy discutible. De hecho, este libro demuestra que no existió un soborno en el balneario de Pinamar. Sin Pinamar, no hay Dolores. La nota del portal de Verbitsky, portal en el que colaboraba Salvo, la abogada del denunciante, salió a las apuradas pues, horas antes, Elisa Carrió había tuiteado que se venía una “operación del juez Ramos Padilla que es de la Cámpora para ensuciar a Stornelli”. Esa semana, Etchebest había dejado de contestarle los mensajes a D'Alessio que se desesperaba por cobrar el supuesto soborno. Verbitsky llegó a publicar que el “chacarero” lo había plantado al falso abogado que estaba acompañado “por dos custodias de Stornelli”.
El 30 de enero, 48 horas después de la denuncia de Etchebest, Julieta Ciarmiello, secretaria de D'Alessio, sufrió un extraño robo en su domicilio ubicado en Guernica. “Lo llamé a D'Alessio a las 12 de la noche y le dije “Marcelo me robaron”. Estaba con mi marido y mi bebé, entraron a mi casa y se me metieron siete hombres armados. Me revolvieron toda la casa, me robaron todo, hasta la ropa de mi bebe, me robaron. No tenía mucho, porque alquilaba una casa común y corriente, no tenía nada material, me revolvieron todo. Creo que a los cuatro o cinco días que pasó lo del allanamiento, él me llama y me dice “Juli, me allanaron”. Se refería al primer allanamiento realizado el 6 de febrero por el juez federal de Lomas de Zamora, Federico Villena. “Sí, te escribí ayer pero no te llegó”, le dijo su empleada. Me dijo “me allanaron pero no tiene nada que ver con lo tuyo”. La mujer le contestó: “No, que va a tener que ver con lo mío si lo mío fue un robo”. Entonces –concluyó Ciarmiella- “yo no sé si el robo de mi casa correspondía a algo de él. El 22 o 23 de diciembre de 2018 en el estacionamiento le habían roto un vidrio de la camioneta y le robaron el maletín de él. En febrero me dice: “Me allanaron pero quédate tranquila que es porque metí preso a Julio de Vido” Fui a la casa ese día habían puesto a mi bebe con un arma en la cabeza, a mí y a mi marido. A mí me decían mi nombre, me decían “Julieta, tiráte al piso”.
D’Alessio estaba en otra. No escuchó lo que le contaba su secretaria. Las reuniones con Bogoliuk y Pinamonti, en Puerto Madero, en el que le habían ofrecido sumarse a la AFI si hacía un “buen trabajo” con Etchebest, lo tenía extasiado. Tenía que acercarse aún más al fiscal Stornelli para conseguir el objetivo: “Ensuciarlo”. El que lo estaba “girando” al fiscal habría sido él mismo. La excusa de Gonzalo Brusa Dovat era perfecta.
Operación PDVSA
El lunes 4 de febrero por la mañana declaró Gonzalo Brusa Dovat, ex directivo de PDVSA, en la fiscalía de Carlos Stornelli en Comodoro Py. El día anterior, el fiscal había regresado de sus vacaciones en Pinamar. Su interés se centraba en terminar de coordinar la declaración de Víctor Manzanares, el contador de la familia Kirchner, en la causa de los Cuadernos. Para eso había citado a su abogado defensor, Roberto Herrera, ex compañero de Elizabeth Gasaro –abogada de Lázaro Báez-. Mientras mandaba un video de un feroz operativo antinarcóticos al fiscal –que era una escena de la serie sobre el futbolista Carlos Tévez- D’Alessio pasó a buscar al directivo Brusa Dovat para llevarlo a Py. Prometió a medio mundo que sería un testimonio de gran valor para conocer el entramado de negocios entre la Venezuela chavista y el gobierno de Cristina Kirchner: “Es el Centeno de PDVSA” le mensajeó al periodista Santoro.
Stornelli recuerda que la declaración duró entre 20 y 30 minutos y que D’Alessio no participó de su testimonio aunque intentó meterse en un momento. La secretaria del fiscal le llamó la atención. El testimonio no tuvo ningún valor jurídico. Parecía un empleado despechado que quería cobrar una plata de su anterior empleador. Antes de la denuncia judicial, Brusa Dovat había realizado entrevistas para Clarín, con Daniel Santoro, y para el canal de noticias TN con Rodrigo Alegre. Al canal se presentó con sus hijos y su esposa. El 23 de enero, en Fresh Market de Puerto Madero, en el falso cumpleaños de Graña que relató Aníbal Degastaldi al juez Ramos Padilla, le sugirieron al arrepentido que le diese la primicia de su “fuerte denuncia” al colega de Clarín. Graña no tenía interés periodístico en el tema y aceptó derivarlo. Según Graña, el ex directivo de PDVSA se le había acercado en un bar cercano a Plaza de Mayo diciéndole que contaba con dos discos rígidos con información. Graña le contestó que estaba ocupado e intercambiaron telefónos. Ese 23 de enero, Brusa Dovat dijo que estaba siendo amenazado por otros directivos de la empresa que lo acusaban de haberse quedado con dinero negro. Según los testigos, Graña lo aconsejó judicializar la situación. Es lógico. Cualquier periodista le hubiese dicho lo mismo. Pero antes de hacerlo Brusa Dovat realizó en Sarkis, restaurante de comida armenia en Palermo, una nota con Santoro y luego, otra en TN con Alegre. Siempre dijo que estaba amenazado por el SEBIN –servicio de inteligencia venezolano- y por dos directivos de PDVSA. Según Brusa Dovat, tras la nota con Santoro, volvió a encontrarse con el periodista en un bar en el barrio de Caballito pero el ex panelista de Animales Sueltos estaba “agresivo” y “me armó lo que tenía que declarar en Py”. Santoro niega esa conversación y asegura que jamás habló de ese testimonio con el fiscal Stornelli. No existen chats entre ambos sobre el tema. Luego de la nota en Clarín, D’Alessio le escribió al fiscal: “No paró de dar datos chequeables durante dos horas!! El lunes te lo siento (antes que lo maten)”. Le acompañó un fragmento de la entrevista con Santoro que estaba colgada en el sitio web de Clarín. A esa altura, Stornelli ya no contestaba todos los mensajes que le enviaba el falso influyente. Tampoco le prestó atención a la aclaración sobre el posible asesinato a su promocionado testigo estrella.
El 4 de febrero, D'Alessio acompañó a Brusa Dovat a declarar. Esperaron al fiscal durante más de dos horas. Llamativamente, la abogada Gasaro y su hija Micaela Visco estaba con sus celulares preparados para filmar la llegada del demorado fiscal. Al verla, su ex compañero de estudio, Roberto Herrera la esquivó. También aguardaba por Stornelli. A pocos minutos de su llegada, el fiscal recibió un mensaje de D'Alessio: “Hay dos mujeres que trabajan en la SIDE sacando fotos”. LA respuesta risueña del fiscal es “Sacale foto vos”. D'Alessio cumplió y le envío la fotografía. Stornelli ingresó a su oficina con Herrera detrás. D'Alessio no lo vió. El video que planeaba grabar Gasaro no se produjo: El de un saludo cordial entre el fiscal y D'Alessio en Comodoro Py.
Durante la declaración de Brusa Dovat, D'Alessio estaba más verborrágico que de costumbre. Entraba y salía de la fiscalía. Ante un descuido de la secretaria del fiscal se filmó con su celular. Sandra Onetti, secretaria de Stornelli, recuerda que D'Alessio comentaba, a viva voz, que el arrepentido que lo acompañaba estaba por aportar información sobre la causa de los Cuadernos. No era así. Se acercó a hablarle a la prosecretaria Nadia Tella. Le mostró videos de su celular. Intentó seducirla. La belleza de Nadia es innegable pero D'Alessio no estaba interesado en su cuerpo sino en su trabajo. Onetti lo observó a D'Alessio. Le advirtió que no podía hacerle un comentario al denunciante. Los testigos sintetizaron la denuncia como “pedorra”. Esos minutos cruciales pasaron a engordar sendas causas judiciales: Dolores y una denuncia del abogado Herrera ante el juez Julián Ercolini por las fotos en las que terminó siendo víctima de otra operación mediática. Gasaro lo filmó saludando a D'Alessio. A la semana siguiente, a Herrera le envió un mensaje uno de los periodistas militantes que más interesado estaría en la causa Dolores –sobre todo para difamar a periodistas profesionales-. Ariel Lijalad, del portal de Roberto Navarro, le reenvió la foto con D'Alessio y le preguntó: “¿Es verdad que estás arreglando con D'Alessio y Stornelli el arrepentimiento de Manzanares?”. Días después, con el escándalo “Stornelli” en todos los medios, la abogada de Lázaro Báez habló en el programa ADN de C5N que reprodujo las fotos y el video. Concluyeron que D'Alessio había escrito los Cuadernos de Centeno y que también estaba detrás del testimonio de Víctor Manzanares.
Los abogados “caranchos” no pertenecen a los servicios de inteligencia de forma orgánica pero utilizan sus prácticas. En realidad, un espía profesional tiene más clase. A comienzos del año 2016, se desarrollaba el juicio contra Bernabé Moschella que estaba sentado en el banquillo de los acusados. Lo habían investigado por haber traficado cocaína hacia Europa que escondía en esquíes de nieve. De allí el nombre de la causa judicial: “Sky-Mal”. Rodrigo González –ex abogado de Fariña- evitó un escándalo. Personal policial denunció, en medio del juicio y delante del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº1 de San Martín, que una mujer los había filmado con su propio celular para escracharlos. González pidió calmar las aguas y que continuasen los alegatos. El fiscal Marcelo García Berro le preguntó a los policías, que estafan enfurecidos, de quién estaban hablando. El oficial señaló a la abogada de Moschella que era Giselle Robles, socia de Bindi al igual que Gasaro. Moschella terminaría condenado a siete años y nueve meses de prisión efectiva.
Pero en la denuncia de Herrera aparecen otros datos llamativos. Fue D'Alessio quien se acercó a Herrera buscando sacarle temas de conversación. Le habló de El Lauquén, el barrio privado, ubicado San Vicente, en el que él había vivido y que, actualmente, habitaba Herrera. Le dijo: “¿Querés ver cómo le saco el teléfono a la gorda de mierda?” refiriéndose, despectivamente, a la letrada. Le dio una tarjeta personal pero no intercambiaron números de teléfono. Minutos después, le llegó, al abogado de Manzanares, un mensaje de WhatssApp en el que se ponía a disposición Marcelo D'Alessio. ¿Quién le había pasado su celular? Herrera está convencido de que había sido Gasaro. A su ex compañera de estudio la cruzaría, pocos días después, en el ingreso al penal de Ezeiza. Herrera tenía cita con el detenido Carlos Zannini. Cuando consultó ante un conocido suyo, integrante del Servicio Penitenciario Federal, a quien había ido a visitar Gasaro, le respondieron: A Roberto Baratta. El dato está confirmado en sede judicial. Baratta estaba a segundos de “cantar”. Pero alguien lo convenció de que la libertad estaba a la vuelta de la esquina y que se venía la mancha venenosa Puf.
Otro “apretado” viaja a Dolores
“A Marcelo lo tomábamos en joda, era un tipo simpático, no es el monstruo que aparece en los medios”, recuerda un conocido de “Patán”. Es la razón que esgrimen Daniel Santoro y Carlos Stornelli ante los mensajes que recibieron la semana que declaró Brusa Dovat en Comodoro Py: “El lunes le devuelvo a su madre”. Mensajes de esas características fueron la excusa perfecta para que el juez Alejo Ramos Padilla le enviase la causa a la Comisión de la Memoria de la provincia de Buenos Aires, dirigida por el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, que se reconcilió con Cristina Kirchner, durante la gestión de Cambiemos. A más de un año del inicio de la causa, aún nadie se preocupó por averiguar si la madre de Brusa Dovat está viva, si alguien le hizo algo, si en aquel momento la intentaron secuestrar o, al menos, si alguna vez vivió en la Argentina.
Consultado sobre el episodio del “apretado” Brusa Dovat, en enero de 2020, D'Alessio responde a este periodista: “¿Ablandador? ¡No, ni en pedo! No le tengo ninguna simpatía a Santoro, ahora, por muchas cosas que hizo. Pero tampoco voy a bolacear. Se abrió de gambas. En vez de decir “este no es el Marcelo que yo conozco, yo voy a Dolores”, dijo: “Sí, me daba información”. Cuando le debo haber dado 17 tapas de Clarín en un año. Gratis. ¿Está bien? Así como te digo una cosa… El tipo de PDVSA –se refiere a Brusa Dovat- vino a Sarkis –restaurante armenio- media hora tarde, después vino con toda la familia, con tres pibes y la esposa, les hice la visita por TN Digital, nunca estuvo coaccionado”.
Pero la verdad no puede arruinar el relato. El mensaje del supuesto secuestro de la madre del directivo de PDVSA que nunca ocurrió, fue motivo de condena social y prejuzgamiento en la causa Dolores. Personalmente le dije al juez que no me parecía serio condenar a alguien por un mensaje de WhatsApp: “Puedo escribirte a vos que me estoy acostando con tu mujer y no es verdad”. Palabras más, palabras menos, fue el ejemplo que utilicé ante el juez que dudó de mi explicación. “Si vieras todo lo que hay en la causa, no se puede creer los mensajes que se mandaban” retrucó el juez en una conversación posterior a mi declaración testimonial. Más llamativo es el mensaje que D'Alessio le mandó a Bogoliuk mientras Brusa Dovat estaba declarando en la fiscalía de Stornelli: “Ya acabo de ver a Carlos, me dio un beso delante de las tres gordas, así quedamos bien con el paquete”. Bogoliuk le respondió: “Excelente que te hayan visto con él”. ¿Cómo se explica que Brusa Dovat siguió enviándole información y mensajes a D'Alessio luego de ser entrevistado por Santoro? ¿No es que lo habían apretado? La respuesta es simple. Brusa Dovat no obtuvo respuesta del mensaje que les dio a sus anteriores patrones en PDVSA tras las entrevistas periodísticas y fue cooptado por otros intereses que le hicieron una propuesta que no podría rechazar. Pero su declaración en Dolores y las circunstancias previas, merecen una explicación adicional.
Su nombre sólo aparecía en los chats de D'Alessio pero no estaba claro si había sido una víctima de aprietes o amenazas. Una persona de identidad reservada se presentó en Dolores a relatar la historia de Brusa Dovat. No se le tomó testimonial y su nombre se tachó en el escrito. De esta forma, las defensas de los imputados no podían acceder a su identidad. Sucedió el 22 de febrero cuando la causa estaba en secreto de sumario. Pero el misterioso testigo conocía detalles de la investigación que sólo las querellas y sus abogados sabían. A su escrito, el testigo de identidad desconocida, agregó un audio grabado a Brusa Dovat sin su consentimiento en el que mencionaba lo mal que la había pasado en las entrevistas periodísticas. Eduardo Valdés reveló el audio secreto, cuatro días después en los medios afines al kirchnerismo. Lo subió a las redes su propio hijo, otro difusor del operativo Puf. En la charla grabada a escondidas, como las de Etchebest con D'Alessio, Brusa Dovat aseguró que había caído “en un café en Puerto Madero confundido con Graña” y que D'Alessio era integrante de la DEA como el Grupo Clarín. “Ahí aparece Santoro, hago la entrevista, me graba Santoro, salgo de ahí y me voy derecho a lo de mi abogado. Me fueron a buscar con una camioneta de la Embajada, tipo película americana y me llevan a Comodoro Py con D'Alessio atrás, con dos tipos con identificación de Estados Unidos. Por eso estoy en problemas”. Una historia de película. La declaración judicial de Brusa Dovat fue intrascendente y no involucró a nadie. La fotografía de su declaración fue difundida en los medios de comunicación, por D'Alessio, como si se tratase de hojas extraidas de la causa de los Cuadernos. El enchastre empezaba a taparlo todo.
El militante blogero, Juan Salinas, escribió en su blog que el sábado 16 de febrero de 2019 se había encontrado, en el café “Lugar de Encuentro” de Berutti y Pueyrredón, con Gonzalo Brusa Dovat. Luego de esa reunión, siguió otro encuentro en la casa del citado Salinas. Fue el martes 19 de febrero en que el “periodista” lo entrevistó. Salinas descalificó al fiscal Stornelli pero introdujo una confesión relevante: “Me puse en contacto con Brusa Dovat a través de un amigo en común, lo entrevisté y lo insté a que se presentara a declarar ante el juez Ramos Padilla. Luego, como vaciló, publiqué sus dichos en el marco de una nota más abarcativa, y días después fui con el amigo común (que había grabado a Brusa cuando éste narraba su infortunio) al juzgado federal de Dolores, donde hicimos sendas presentaciones que luego, en un nuevo viaje, ratifiqué”. A esta altura vale la pena preguntarse: ¿Quién extorsionó a quién? ¿Brusa Dovat no quería declarar ante Ramos Padilla por temor a D'Alessio que ya estaba preso o por miedo a caer en la figura del falso testimonio? ¿Lo que hizo el “periodista” Salinas, vinculado con agentes inorgánicos, se trató de una extorsión al ex funcionario de PDVSA? Dos días después de la entrevista a Brusa, Salinas hizo una declaración “espontánea” ante el juez Ramos Padilla, diciendo que lo había entrevistado “en el día de la fecha” (aunque fue dos días después) reproduciendo su entrevista en la que Brusa Dovat habló dos veces “de entrevistas” con Daniel Santoro. Cabe señalar de qué manera se pudo haber sentido apretado el ex directivo ante un sexagenario periodista. ¿Acaso por el grabador? Esa puerta, abierta en Dolores, destruiría la práctica del periodismo de investigación profesional. Ningún periodista podría mantener un off the record o una nota en un café con nadie por temor a que, el día de mañana, sea denunciado por una extorsión inexistente. Salinas y el misterioso amigo, introdujeron a Brusa Dovat en el juzgado de Dolores, un mes después de su declaración testimonial ante el fiscal Stornelli.
Era el segundo paso del Operativo Puf. Si se caía la extorsión a Etchebest en Pinamar, los medios K se centrarían en los aprietes efectuados por la DEA, la Embajada de Estados Unidos, el periodismo profesional, los fiscales como Stornelli y los jueces como Bonadío. Combo completo.
El misterioso amigo del escriba Salinas era Juan Pablo Dolhagaray, militante ultra K en las redes sociales. Afirmó que se comprometió por la historia tras leer la nota de Verbistky en El Cohete a la Luna. Brusa Dovat y Dohagaray habían estudiado juntos en el colegio San Albano, dato corroborado en las redes sociales. El anónimo informante de Dolores se autodefinía como “CrisNerista. No hablo con macristas son inmorales”. En las interminables coincidencias que aparecen en este libro, se suma que los escritos de Salinas y el testigo protegido, Juan Pablo Dolhagaray, están escritos por la misma computadora. Más aún, tienen coincidencias en el texto como el encabezamiento “sr juez federal” y “por derecho propio”, entre otras similitudes. Dolhagaray mencionó a un abogado “Dobanton”. Pero Brusa Dovat estuvo asistido por el abogado Marcelo Ariel Nogués. Es una pena que Ramos Padilla no haya llamado jamás a declarar a Salinas o a Dolhagaray para que ratificasen o no sus escritos. Quizá se podía averiguar si “Dobanton” era Dalbón, otro mediático letrado que se embanderó en la causa “Puf” para denostar a periodistas críticos como quien escribe estas líneas. Dalbón defendía a Cristina Kirchner en las causas civiles contra periodistas de investigación como Jorge Lanata o Eduardo Feinmann. Había defendido a un familiar de la tragedia de Once para alejarse en medio del juicio que condenó a Julio de Vido y a Juan Pablo Schiavi, otros protagonistas del Puf. Por ello, familiares de la tragedia como Elisa Ojeda que perdió a su sobrino en la tragedia ferroviaria, estaban convencidos que Dalbón había sido un “infiltrado para entorpecer la causa”.
El 18 de marzo de 2019, Gonzalo Brusa Dovat se sentó frente al juez Ramos Padilla. Declaró que “un amigo me presentó al periodista Juan Salinas”. En el acta dijo que esas personas –por Salinas y el anónimo Dolhagaray- vinieron -al juzgado de Dolores-. No sé si declararon o presentaron un escrito. Quiero aclarar que vinieron por su cuenta sin mi autorización a hablar de mi caso y que yo no autoricé ninguna nota o grabación. La información de la nota de (Salinas) no es falsa pero yo no la hice en el marco de una entrevista. Fue en el marco de una charla informal entre amigos. De la misma manera la grabación de mi amigo yo no tenía conocimiento en ese momento que me estaban grabando. Estaba yendo en ese momento a comprar bebidas”. Amigos no siempre son los amigos.
La llamativa primicia de Eduardo Valdés con el audio clandestino a Brusa Dovat confirmaría lo que un colega periodística dejó trascender a otros colegas: “A Brusa lo impulsó a hacer esto “Sifón” y el abogado que va a la tele a defender a Cristina”. De forma peyorativa, algunos militantes, por lo bajo, llamaban “Sifón” a Eduardo Valdés por su excesiva locuacidad. ¿Qué pasó con la denuncia de Brusa Dovat en Comodoro Py? A finales del año 2019, la Cámara Federal porteña ordenó al juez federal Rodolfo Canicoba Corral reabrir esa causa por supuestas irregularidades en la sucursal argentina de la petrolera venezolana. En su declaración testimonial, el ex directivo de PDVSA había denunciado supuestas maniobras de lavado de dinero, sin profundizar ni aportar pruebas, y amenazas de agentes secretos del servicio de inteligencia bolivariano de Venezuela (SEBIN). En una resolución por unanimidad los miembros de la sala I de esa cámara, Mariano Llorens, Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi, rechazaron el argumento de Canicoba Corral según el cual Brusa Dovat había tenido “afectada su voluntad” al hacer la denuncia original. “La instrucción (de la causa) debe entonces ser encauzada, y para hacerlo basta con tomar al pie de la letra su sentido como proceso de conocimiento y de reconstrucción de hechos hipotéticamente delictivos”, dijeron los camaristas. La Cámara ordenó a Canicoba Corral que, por ejemplo, pidiese a la justicia laboral la causa de la que habló Brusa Dovat por el despido arbitrario de PDVSA de él y varios de sus compañeros. Le solicitó que llamase a declarar como testigo a Rolando Graña quien, antes de la entrevista con Santoro a principios de enero de 2019, se había reunido dos veces con Brusa Dovat.
En noviembre de 2019, el Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Comercial Nº 27, a cargo de María Virginia Villarroel, comunicó que se había declarado abierto el concurso preventivo de Brusa Dovat y que designaban como síndico al Estudio Covini Kovalsky & Asociados. La situación económica del denunciante arrepentido era crítica. Estaba en quiebra. Mientras tanto, el 13 de noviembre de 2019, Dolhagaray le escribió por Twitter al diputado del Frente de Todos, Eduardo Valdes: “Necesitamos hablar. Por favor dame bola un segundo. Mi teléfono comercial es el… Es importante”. Le adjuntaba un video con una nota a Brusa Dovat. Alberto Fernández ya era Presidente de la Nación y el Ministerio de la Venganza estaba en funciones. Algunos querían cobrarse los favores realizados.
El Hijo del jardinero del poder
La semana en la que detuvieron a Marcelo D'Alessio, Pablo Barreiro se presentó espontáneamente en Dolores. La causa estaba en secreto de sumario. El denunciante aseguraba ser otra víctima de las extorsiones del falso abogado e involucraba al fiscal Carlos Stornelli. Los medios kirchneristas convalidaron a la nueva víctima del “espionaje de Mauricio Macri con la cloaca de Comodoro Py y el periodismo cómplice”. La familia del denunciante no podía explicar su fortuna. En febrero de 2019 nadie se lo preguntaba. Ya eran las víctimas del “espionaje ilegal”. Su padre, Ricardo Barreiro había conocido a la familia Kirchner en la intimidad de El Calafate, 20 años atrás. El “jardinero” Barreiro de 63 años había sido embajador cultural en Formosa, coordinador en el ministerio de Cultura de Entre Ríos, empresario en Tucumán, cuidador de parques en Santa Cruz y nombrado en el Estado Nacional a pesar de que había sido exonerado en el año 1991. En el año 2015 tenía negocios dedicados a la aviación, el transporte, el turismo, gastronomía, la construcción y la hotelería. Años atrás, lo habían investigado por su relación con la banda narco de Rosario “Los Monos”. Su hijo, el denunciante de Dolores, era secretario personal de Cristina Fernández de Kirchner.
Ante Ramos Padilla, Pablo Barreiro presentó audios conversando con sus ex abogados defensores, Luis Vila y Fernando Archimbal que él interpretaba como un apriete para que declarase como imputado colaborador. Su padre estaba preso por la causa de los Cuadernos desde el 28 de septiembre de 2018. Eduardo Feinmann, en televisión, había dicho que la justicia estaba tras sus pasos. Mientras detenían al “jardinero” en El Calafate por su aparición estelar en los Cuadernos de Oscar Centeno, Sebastián y Pablo Barreiro, convocaron por teléfono a Vila para que gestionase la liberación del confidente de la familia Kirchner. A Franco Bindi, habitual letrado de los querellantes de Dolores, le habían denegado la excarcelación y decidió dar un paso al costado de su defensa. “Franco es de extrema confianza pero me dijo que no tiene conocimientos sobre el tema” le dijo el jardinero a Vila en la cárcel de Marcos Paz el 30 de septiembre. Llamativo. Era el abogado de Lázaro Báez pero no era experto en la materia. El jardinero Barreiro dudaba entre quedarse con la defensa técnica de Vila o la “política” de Alejandro Rúa y Graciana Peñafort a quienes había recibido en el penal. 48 horas después, Vila se reunió con los hermanos Barreiro para delinear la estrategia de defensa. Finalmente, el padre de los Barreiro optó por la defensa “política”. Vila convenció a Pablo Barreiro de realizar una presentación espontánea en la fiscalía de Carlos Stornelli. El 8 de octubre se realizó la audiencia en la que las partes se llevaron una copia. El resultado fue negativo. “No aportó nada relevante y no lo tomamos como imputado colaborador” recuerda el fiscal. “Al no haber acuerdo, el contenido de lo conversado queda en la terreno de la confidencialidad” explica un experto en la materia. “Lo que se rompe son los apuntes que se va tomando de forma manual antes de firmarse el acuerdo” explica un fiscal de Comodoro Py. “El resultado que se arribó fue magro” confirma el letrado Vila que ejerció la defensa hasta el 22 de ese mes. La charla no habrá durado más de 15 minutos explican los testigos. Barreiro confunde una declaración con una reunión previa a declarar como imputado colaborador.
El 18 de febrero, Vila denunció en Comodoro Py, ante el juez Sebastián Casanello, la falsa denuncia de Pablo Barreiro en Dolores que mansillaba su buen nombre al asociarlo a supuestos aprietes para arrepentirlo ante Stornelli. “Me grabaron de forma clandestina violando la confidencialidad entre abogado y cliente”. Ese audio fue tuiteado por Alejandro Rúa, el abogado que se había quedado con su anterior cliente, horas antes de la presentación en Dolores. Pablo Barreiro relató otra historia ante Ramos Padilla. Dijo que mientras su padre estaba detenido en Marcos Paz, un tal “Charly” los contactó a través de Pablo Grillo. Charly era Carlos Liñani, el hombre que tenía agendado en su celular a Etchebest como “Pedro De Vido”. Liñani frecuentaba el bar irlandés, Down Town Matías, en San Martín 979, del microcentro porteño. Allí tomaba cervezas al caer la noche con amigos que conocía en el bar. Grillo atendía allí tras regresar de El Calafate en el que había buscado suerte en el negocio gastronómico. En el sur había conocido al menor de los Barreiro. El mesero fue el enlace entre los Barreiro y Charly que se presentaba como despachante de aduana. Al conocer la noticia por televisión, Liñani le hizo saber a Grillo que debía contarle algo urgente a Pablo Barreiro. Se encontraron un 4 de octubre a las 19 horas en el Hotel Hilton de Puerto Madero. De entrada, los hermanos grabaron las conversaciones. Liñani les aseguró que la defensa “política” mantendría al jardinero en la cárcel y que Rúa y Peñafort estaban para defender “a la jefa”. Les dijo que a ellos “no les cerraba el blanco” y les recomendó hablar con un tal D'Alessio y Rodrigo González para “negociar” con Stornelli. De allí, los hermanos Barreiro, fueron a juntarse con su abogado oficial, Luis Vila, en el café Tabac, a quien también grabaron. El abogado quedó en averiguar qué había de cierto entre la supuesta relación de esos letrados con Stornelli. Sin embargo, a los pocos minutos, Vila les dio su parecer: “Mostraron la hilacha, Calcaterra no necesita que nadie lo lleve de esa forma”. Se refería al empresario Ángelo Calcaterra a quien D'Alessio y Liñani se jactaban de haber llevado a Comodoro Py y evitado su detención: “Un disparate”, les dijo Vila. Más allá de los honestos consejos de Vila, los Barreiro lo grabaron también. Para Pablo Barreiro, es “evidente que Stornelli estaba al tanto de la extorsión de D'Alessio”. El lunes 8 de octubre se presentaron ante el citado fiscal. Según Barreiro le contaron todo lo sucedido. Según Vila y Stornelli nada de eso pasó. “Vila nos dijo que salía 250 mil dólares” (…) “Pagamos 40 mil dólares por haber salido de esa audiencia sin problemas”.
Las llamadas entre Barreiro y D'Alessio existieron. Según las fuentes consultadas, el diálogo fue así: “Mira gordo, mañana te salen a buscar, así que, si querés yo te pudo llevar a ver a Stornelli, porque yo soy el tipo que llevó al primo del presidente a Comodoro Py, que entró por una puerta y salió por la otra”, sugirió el falso abogado. Pero Vila les decía a los Barreiro que era todo verso, que Stornelli no era así. “Si yo hago algo así me denuncian hasta mis secretarias” explicó el fiscal a este periodista. En febrero de 2019, en medio de una feroz campaña mediática, Barreiro declaró: “Stornelli me increpó si era testaferro de mi padre, me preguntó por los empresarios Báez, López, Ferreyra y Paolo Rocca”. El fiscal asegura que eso jamás ocurrió. En la causa Cuadernos jamás fue mencionado Pablo Barreiro. Al igual que Etchebest, los hermanos Barreiro grabaron a sus interlocutores. Lo hacían desde el primer momento con la suposición de que la justicia los estaba investigando. Al igual que el “chacarero”, el hijo del jardinero se presentó en Dolores, juzgado que no tenía competencia con los hechos supuestamente producidos.
La denuncia parecía calcada a la de Etchebest. Otra vez, el fantasma de Bindi y de los abogados cercanos al Instituto Patria y a Cristina Kirchner, se asomaba. Horas antes de ser detenido, D'Alessio le escribió a Liñani: “Llámame ya por favor... Mañana no puede ir el auto. El hijo del jardinero te va a dejar pegado como que le pediste dinero en nombre mío y de Rodrigo (González). Es una locura. Nunca lo vimos a ese hombre!!!!” Rodrigo González explicó en Dolores que jamás había visto a los hermanos Barreiro. No hay llamadas entre ellos. Vila denunció lo sucedido en Comodoro Py para salvar su buen nombre. Esa denuncia generó que el juez Ramos Padilla le dictase falta de mérito a Stornelli por este caso en particular. Eso no invalidó que tomase como cierta la denuncia de los hijos del jardinero del poder. Hasta ahora, no llamó a declarar como testigo a Vila, otra de las víctimas inesperadas del operativo Puf.
Contenedores sospechosos
En febrero de 2019, desfilaban los funcionarios procesados o condenados por corrupción en Comodoro Py mientras que, a su vez, solicitaban ser querellantes en la causa Dolores. Luego del caso Etchebest, los hijos del jardinero Barreiro y Gonzalo Brusa Dovat, apareció un despachante de aduana que también aseguraba haber sido extorsionado por Marcelo D'Alessio. Pero aquí el objetivo no era el fiscal Carlos Stornelli y la causa Cuadernos sino el juez en lo Penal y Económico, Marcelo Aguinsky que estaba investigando a la Aduana argentina. Aguinsky estaba investigando una estafa superior en 55 millones de dólares por una red de 200 empresas truchas que obtenían DJAI de forma irregular durante el kirchnerismo. Juan José Gómez Centurión, ex titular de la Aduana, fue uno de los denunciantes. La misma semana que se presentó como denunciante lo denunciaron a él. El día 17 de agosto de 2016, día del aniversario de la muerte de San Martín, el ex candidato a Presidente de la Nación, se enteró que estaba en boca de todos mientras participaba de un acto institucional en Corrientes. Al día siguiente lo llamó el Director de la AFIP, en aquel entonces, Alberto Abad que le dijo: “Hay una denuncia en tu contra por parte de la ministra de Seguridad, con lo cual te vamos a sacar del cargo preventivamente”. Centurión contestó: “Alberto dejáme llegar, estoy en la ruta, dejáme llegar”. Su suerte estaba echada. En la soledad de la ruta, a Centurión le llovían los mensajes de lo que estaba pasando en Buenos Aires y lo que se comentaba en los medios de comunicación. Maximiliano Rusconi no paraba de tuitear contra él. Sumaba otra denuncia por abuso de autoridad, espionaje a sus defendidos, entre otros delitos. “Mal día para el cara pintada de la Aduana”, escribió Rusconi. Bullrich le había dado entidad a una denuncia anónima que había llegado al ministerio. El juez Ariel Lijo le dio un trámite express. Dos meses después la causa se archivó. No tenía sustento jurídico. La causa de los contenedores, en cambio, tiene a 80 despachantes de la aduana y a empresarios procesados.
Ante el juez Ramos Padilla, Víctor Palomino Zitta, un despachante de aduana que había estado preso por contrabando, apuntó contra el titular del Juzgado Nº6 que había imputado a Federico Tiscornia Salort y Oldemar Carlos Barreiro Laborda a mediados del año 2016 en la llamada “mafia de los contenedores” en las que terminaría apareciendo la figura de Claudio “Mono” Minnicelli, cuñado de Julio de Vido, y un tal Mr. Korea. Otro protagonista de la historia, otro despachante de aduana, Gabriel Traficante, había denunciado a D'Alessio en noviembre de 2016 en el juzgado federal de Luis Rodríguez por extorsión. La causa se mantuvo frenada durante tres años. En septiembre de 2017, los medios nacionales publicaron la impresionante fortuna de la “puntera K” Gladys Fabiana Fernández, alias “Patricia” que, dos meses después, fue aceptada como “imputada colaboradora” en la causa por la mafia de los contenedores. Fernández, estaba acusada de pagar un soborno de 30.000 dólares para poder liberar un container. Tanto Traficante como la Gladys “Patricia” Fernández vivían en el country Saint Thomas y eran vecinos de D'Alessio. El supuesto abogado se jactaba de haber sido el artífice del arrepentimiento de la puntera K y de haber difundido la noticia entre los periodistas que frecuentaba. No fueron los únicos vecinos del country investigados por el Presidente del barrio privado.
Con D'Alessio preso, Palomino Zitta, titular de CIAPO SRL y CIAPO Compañía Exportadora, relató su encuentro con la Puntera K que provocó su detención. Aparentemente, Fernández les encargó el transporte de un contenedor desde la terminal Exsolgan ubicado en el puerto de Buenos Aires hasta un depósito fiscal en San Miguel. “Nos presentamos en el Puerto con Rodolfo Costa, mi socio”, explicó la víctima. Al llegar Prefectura Nacional les dijeron que el contenedor estaba bajo supervisión judicial. Los detuvieron y los trasladaron al Edificio de Prefectura en Puerto Madero. Al día siguiente, fueron llevados al despacho de Marcelo Aguinsky en Avenida de los Inmigrantes, para ser indagados. Al comenzar el proceso judicial, la ex pareja de Palomino Zitta, Jaqueline da Fonseca, contrató el Estudio de Rodrigo González y, en teoría, a Marcelo D'Alessio. El socio y hermano de González, según Palomino, le habría dicho lo que tenía que declarar mientras su pareja lo esperaba en la puerta de los tribunales. D'Alessio la contenía afectuosamente aunque, sutilmente, le explicaba que debía abonar medio millón de dólares para el estudio jurídico y para el periodista Daniel Santoro.
- Negri, la diferencia entre un preso rico y un preso pobre es que el rico lleva las esposas adelante y el otro atrás. ¿Me entendés linda? le habría dicho “Patán” a la bella ex pareja de Palomino Zitta.
Los socios aduaneros temían quedarse presos por mucho tiempo y estaban desesperados. Pero algo les hacía ruido. Seguramente D'Alessio había conocido su historia por “la puntera K” o por Carlos Liñani, otra vez, protagonista de otra historia de extorsión y aprietes. Liñani había sido socio de Zitta y hasta vivió en su casa durante varios meses. Según Liñani, Palomino jamás le recriminó haber designado al polémico abogado a quien había conocido por intermedio de Rolando Barreiro, el chofer/custodio de D'Alessio. Liñani también era un viejo conocido de Etchebest a quien agendaba en su celular como “Pedro de Vido”. Al igual que hizo D'Alessio con Stornelli, Liñani también “giró” a un fiscal, en este caso a Carlos Rívolo, a quien conocía de vista por frecuentar el restaurante El Obrero ubicado en el barrio de La Boca. Por la denuncia del fiscal de Los Sauces, entre otras causas, Liñani terminó procesado. Esa noche, mientras Palomino Zitta comenzaba a declarar ante el juez de “la mafia de los contenedores”, D'Alessio ostentó su poder ante su ex pareja. “Sacó unas esposas y un arma” delante de Jaqueline. En ese momento, apareció Daniel Santoro. Sin estar presente el periodista, el falso abogado les hizo saber a las asustadas mujeres –también estaba la novia de Rodolfo Costa, socio de Zitta- que el tema estaría controlado mediáticamente. Al día siguiente, continuaron declarando y fueron inducidos a mencionar a Gabriel Traficante y a Gabriel Garcés –otro vecino del Saint Thomas-. Los despachantes de aduana fueron excarcelados tal como les habían prometido los abogados. En libertad, D'Alessio los citó en el restaurante preferido de Liñani exigiéndoles un pago millonario en 48 horas “Pagamos 40 mil dólares en esas horas y cambié de abogado” explicó Palomino Zitta en Dolores. Rodrigo González confirmó parte de la historia pero con pequeños aunque significativos detalles. Efectivamente, el cliente había llegado por intermedio de D'Alessio, pero los honorarios no habían sido en dólares sino en pesos y, a pesar de explicarle a su cliente que “Patán” no formaba parte del estudio jurídico, los involucrados volvieron a encontrarse con él. No le informaron a González y a su equipo de abogados. “Le advertimos a Palomino y Costas que no hablaran más con D'Alessio pero seguían hablando. Declararon bajo juramento con falsedades. Cambiaron los ejes. Ellos introdujeron negociados y nosotros no” resumió el abogado ante Ramos Padilla. Llamativamente, Rodolfo Saturnino Costa negó ser socio de Palomino. Recordó que Rolando Barreiro y un tal Andrés Mayo, se presentaron como miembros de la SIDE en el restaurante de La Boca y que, también estaban presentes en el momento en el que Prefectura los detuvo. María Cecilia Giannoni, pareja de Costas, también mencionó la llegada del periodista Daniel Santoro al juzgado. No es un delito. Pero su presencia fue utilizada por D'Alessio para presionar a los sospechosos despachantes de aduana.
En Dolores, a Palomino Zitta, le pidieron capturas de chats con D'Alessio y pruebas de lo que había denunciado. Aseguró que el material lo tenía su ex pareja pero que había perdido contacto. Según el abogado de D'Alessio, en la causa “existe un audio en el que el propio Palomino Zitta admite que no pagó” por la supuesta extorsión. En Salta había sido investigado por la Fiscalía Federal Nº1 en la que se desempeñaba su familiar, Noelia Patricia Palomino Zitta. Tampoco ahondó en su relación con Liñani que habrían sido más intensas que lo que relató ante la justicia. Tanto Liñani como el denunciante tenían el mismo agente en las sociedades: Franco Tasco. Antes de la supuesta extorsión, Liñani le mandaba mensajes a Zitta: - ¿Qué haces desaparecido? – Carlocho, aquí por Salta, con mi mamá enferma.
Rolando Barreiro conoció a Liñani en una parrilla de Brandsen a través de un amigo en común llamado Luis Amonasil. Fue Liñani quien le presentó al fiscal de Mercedes, Juan Bidone, en el restaurante “Carletto”. El fiscal que investigó el triple crimen de General Rodríguez le vendía registros migratorios y telefónicos a D'Alessio por una jugosa mensualidad que le enviaban en un sobre a través de Julieta Ciarmiello. Ante Ramos Padilla, el ex agente de la AFI durante el kirchnerismo que se desempeñaba en el área de Contrainteligencia manejaba por el diputado Rodolfo Tailhade, se explayó sobre todas las actividades que realizaban con D'Alessio. Lo hizo hasta que su abogada, Tatiana Terzano, comenzó a dirigir sus declaraciones. Dijo que fue él quien le presentó a Bidone al falso abogado pero que ya no era agente de la AFI. Barreiro también realizó transacciones comerciales con otra de las vecinas del country Saint Thomas, investigada por D'Alessio. “Patricia” Gladis Fernández le ofreció cambiar un auto en cómodas cuotas. Pero Barreiro no tuvo suerte y después le secuestraron el automóvil que estaba flojo de papeles. Para congraciarse, ella le ofreció trabajar en una agencia de seguridad de temas aduaneros. Asi conoció a Palomino Zitta y a Costas. Había dos personas más en la historia: Agustín Rotela y un tal Juanchi, mismo nombre que uno de los confidentes de Roberto Baratta en el penal de Ezeiza. Después de que los liberasen a los despachantes, D'Alessio “me mandó a cobrarles pero no apuré a nadie. Él me usó como un cobrador pasivo” explicó Barreiro en Dolores.
En el final de su primera indagatoria, Barreiro mencionó a Jorge Pasardi como un abogado que estaba preocupado, en noviembre de 2018, en llegar al fiscal Stornelli mencionando a D'Alessio. “Me llamó con la excusa que representaba a tres empresas grandes de la causa de los Cuadernos y que le habían dicho que D'Alessio era el nexo o el puente para hacer un tipo de arreglo. Supuestamente una secretaria, llamada Alejandra, del fiscal, le dijo que la línea directa era a través de D'Alessio”. Nadie repreguntó nada. Tampoco llamaron a declarar a Jorge Pasardi, el abogado cercano a Franco Bindi y con el que compartió presentaciones internacionales en los Estados Unidos. En ese momento, su abogada defensora, Tatiana Terzano, pidió un cuarto intermedio. Ocupaba el lugar que había dejado vacante Guillermo José Alberdi, ex abogado defensor de Allan Bogado y vinculado a los servicios de inteligencia. Terzano reportaba a Bindi. La declaración de Rolando Barreiro cambiaría su eje: Ya no nombró a los oportunistas que rodeaban a D'Alessio. En cambio, se centró en las diputadas de la Coalición Cívica y en el objetivo más deseado: Stornelli.
Al conocerse el caso Palomino Zitta, las principales plumas del periodismo militante intentaron voltear la causa de los contenedores. Uno de los querellantes en Dolores estaba muy interesado en lograrlo. Maximiliano Rusconi era el abogado defensor de los hermanos Paolantonio, actualmente con un procesamiento confirmado por la Cámara Federal. En los allanamientos realizados en la casa de D'Alessio, se encontraron archivos de Word sobre la llamada “Mafia de la Aduana”. En junio de 2019, cuando declaró ante Ramos Padilla, el ex titular de la Aduana y ex candidato a Presidente, Juan José Gómez Centurión, se mostró sorprendido por los detalles que conocía D'Alessio del tema. No era mucho más que un compendio de notas periodísticas de Clarín, La Nación, Infobae y portales alternativos. Gómez Centurión había sido víctima del seguimiento de agentes de inteligencia apartados por el gobierno de Cambiemos que lo habían fotografiado saliendo del supermercado “Disco” con bolsas llenas de vacío, hamburguesas y dos kilos de asado de tira. La foto circuló en redes sociales junto con los datos de su camioneta. Uno de los primeros que lo difundió fue Ezequiel Faracovi, un allegado a Aníbal Fernández. Eran audios reenviados de WhatsApp por uno de los informantes del titular de la Aduana a Gómez Centurión. D'Alessio estaba sumamente interesado en el tema. Conocía a los procesados por la falsificación de libre deudas truchos de la AFIP desde Marcelo Mallo a Adrián Gago. Esa pista jamás la investigó Ramos Padilla.
El juez de Dolores buceó en tentativas de delitos o en ilícitos que nunca ocurrieron pero, como confesó a este autor un familiar de D’Alessio: “La historia de Marcelo es idéntica que la del protagonista de La naranja mecánica. Hizo tantas cagadas y arruinó a tanta gente que, aunque ellos sabían que era incapaz de secuestrar, plantar droga o hacer espionaje, tarde o temprano, sus víctimas se vengarían”.