La interna radical en la provincia de Buenos Aires está llegando a su punto de ebullición. En paralelo a la agenda de pandemia, también hay una agenda política que se desarrolla con mayor lentitud que la habitual y que se reactivó a mitad del año, cuando en la Argentina ya se convivía con el coronavirus con cierta normalidad. Esa interna tiene fecha. Dos fechas. Una es el 11 de octubre, día en que se llevarían adelante los comicios. La segunda es el 11 de septiembre, el momento en que se presentarán las listas.
Dos dirigentes disputarán la presidencia en el territorio bonaerense, que hoy mantiene Daniel Salvador, el ex vicegobernador. Uno de ellos es Maximiliano Abad, presidente del bloque de diputados de Juntos por el Cambio en la Legislatura. El marplatense sigue la línea de Salvador y tiene el respaldo de la ex gobernadora María Eugenia Vidal.
El otro candidato es Gustavo Posse, el histórico intendente de San Isidro, que tiene una mirada crítica sobre la gestión del radicalismo en los últimos cuatro años y que levanta la bandera del cambio, diferenciándose de la última gestión. Su principal aliado es el senador Martín Lousteau, que respalda la candidatura junto con dirigentes de Evolución y de un sector del radicalismo porteño.
La tensión interna escaló en los últimos días luego de que el Comité bonaerense defina la fecha de elecciones. En medio de una extensa cuarentena en el AMBA y mientras los casos crecen en el interior de la provincia, el 11 de octubre parece una utopía. Lo saben en ambos frentes. Además, advierten que el foco principal está en la gestión de la pandemia. Es casi imposible que los comicios se lleven adelante ese día. La mirada está puesta en lo que sucederá un mes antes: la presentación de listas.
Será el momento de poner sobre la mesa los apoyos políticos que tiene cada uno, los nombres propios que, a nivel nacional, acompañan cada proyecto, los principales lineamientos del plan que tienen para los próximos años y los candidatos que integrarán la lista. Una muestra de poder con un marco formal e institucional. Un anticipo de quiénes están parados de un lado de la vereda o del otro. Ese simbolismo tiene un impacto en el electorado. Los afiliados tendrán más en claro que quieren hacer los candidatos a la presidencia y quiénes los acompañan.
Fueron sumisos y serviles al PRO. ¿Ahora qué vana decir? ¿Qué no van a ser más sumisos y serviles? (La crítica de Posse a Abad)
Abad tiene el apoyo implícito de María Eugenia Vidal, que tiene decidido no meterse públicamente en la pelea interna del radicalismo. Pero no le da igual quien es el próximo presidente de la UCR en la provincia de Buenos Aires. “Es importante que quien presida el radicalismo forme parte de Juntos por el Cambio y crea en la coalición”, fue la frase que utilizó la ex gobernadora en una de sus últimas reuniones políticas cuando la puja por el poder radical se convirtió en tema.
Vidal piensa que sin un Juntos por el Cambio fuerte en la provincia, no hay una alianza que se sostenga con firmeza a nivel nacional. En el territorio bonaerense están los cimientos de la coalición que se formó en el 2015, gobernó cuatro años y hoy vive un proceso de revisión bajo el rol de oposición. Su apoyo a Abad es incondicional. Es un hombre con el que trata semanalmente y a quien considera parte del corazón de la alianza que forman el PRO, la Coalición Cívica y la UCR.
En el entorno del legislador marplatense están tranquilos con los respaldos políticos que tienen. Cuentan a los gobernadores Gerardo Morales (Jujuy) y Gustavo Valdés (Corrientes) entre los suyos. También a Mario Negri y Luis Naidenoff, presidentes de los interbloques de Juntos por el Cambio en el Congreso; al cofundador de Cambiemos Ernesto Sanz y al ex mandatario de Mendoza y actual legislador Alfredo Cornejo. Además, tienen el respaldo de un grupo importante de legisladores provinciales y nacionales, y la mayoría de los intendentes del interior. Sumado a la militancia juvenil de la Juventud Radical.
Abad hizo gestiones en los últimos meses para aceitar vínculos en el interior, donde asumen que van a ganar con tranquilidad. También lo hizo Salvador, una especie de padrino político, que está trabajando por su candidatura. La pelea más fuerte estará concentrada en el primera y tercera sección electoral, territorio donde parece estar mejor parado Posse. Los dos candidatos tienen en claro las fortalezas y debilidades en el mapa electoral. Trabajan en consecuencia. Sin levantar el perfil. Ambos saben que es difícil hablar de una interna mientras en el país hay una crisis económica y sanitaria preocupante.
Además, de Lousteau, Posse cuenta con el respaldo de la línea histórica del radicalismo que tiene a nombres propios reconocidos, como es el caso de Juan Manuel Casella y Federico Storani. También el apoyo de un puñado de intendentes del interior bonaerense entre los que se encuentran Franco Flexas (General Viamonte), Miguel Gargaglione (San Cayetano), Fucundo Castelli (Puan) y Matias Rapallini (Maipú).
Ricardo Alfonsín, otro de los líderes radicales, tomó distancia de esa interna. No está de acuerdo con ninguna de las dos posturas. Piensa que la UCR debe hacer política por afuera de Juntos por el Cambio. Dejar atrás la alianza de los últimos cuatro años y comenzar un nuevo camino. “Lo único que están discutiendo en esta interna es quién va a tener la lapicera para los cargos partidarios y las listas del próximo año”, explicaron desde su entorno.
El intendente de San Isidro hace pie sobre su gestión y sostiene que él puede encarnar una renovación en la que “no importa el número de documento”. Sabe que sus rivales le cuestionan el discurso renovador teniendo en cuenta su extenso recorrido en la política, y por eso insiste en que no se trata en una cuestión de edad. Además, apunta contra su contrincante por considerarlo una segunda parte de la gestión de Salvador, con la que no suele escatimar críticas que están vinculadas al poco lugar que consiguió la UCR en la estructura de poder bonaerense y en la toma de decisiones en los últimos años.
En el 2015 entramos debilitados a la coalición y en estos cuatro años construimos musculatura. Vamos a conducir el radicalismo del Siglo XXI con nuevos liderazgos (La mirada de Abad sobre la gestión pasada)
“Ahora viene la renovación y el afiliado tiene que decidir si le gustó la actuación del radicalismo en los últimos 4 años o si quiere una renovación”, repite el jefe comunal cada vez que le consultan sobre la interna radical. Eligió el lugar donde golpear desde hace tiempo y ese talón de Aquiles está íntimamente ligado a la última gestión. Suele resaltar que los dirigentes que acompañaron ese proceso político en el Poder Ejecutivo “no tuvieron carácter” para hacer valer los ideales radicales.
Posse pone gran parte de sus fichas en convencer a los afiliados que la conducción partidaria debe cambiar el carácter. “Sostuvieron al gobierno partidario del PRO en la provincia de Buenos Aires. ¿Qué se logró? Perdimos la elección. Fueron sumisos y serviles al PRO. ¿Ahora qué van a decir? ¿Qué no van a ser más sumisos y serviles?”, le aseguró el intendente a Infobae.
Las palabras de Posse desnudan la tensión interna que se vive en este momento en el radicalismo. Dos miradas distintas sobre el pasado y el futuro del partido. Los golpes del jefe comunal suelen ser siempre de a dos. A Abad y a Salvador. A la gestión que aún dura y a la que podría llegar. “¿Cómo explicas que sos el vicegobernador o el presidente del bloque de diputados, y el radicalismo no tiene voz y participación en la provincia?”. La pregunta retórica busca relacionar la última gestión bonaerense con la interna racial que se aproxima. El intendente insiste con una idea: en el tiempo de gestión la UCR estuvo lejos del poder real.
“Nosotros vamos a fortalecer el radicalismo para ensanchar la coalición y crecer. No dudamos del mecanismo de frente ni de su amplitud. Pero queremos que la UCR sea socio pleno y no que siga solo lo que dice el PRO. En la interna hay que definir el carácter de la próxima gestión”, resaltó.
El jefe comunal revindica la coalición. Y lo hace porque sabe que otro de los frentes de ataque de su oposición interna está vinculado a la ruptura del bloque de diputados que encabezó en la Legislatura, junto a Emilio Monzó, apenas comenzó el mandato de Alberto Fernández y Axel Kicillof. Esa decisión política tensó al máximo el vinculo de ambos dirigentes con Vidal y cayó muy mal en el interior de la alianza.
Abad tiene una mirada diferente sobre el último proceso político. Considera que el radicalismo estaba muy debilitado antes del 2015, cuando en la convención que se llevó a cabo en Gualeguaychú decidieron, por mayoría, cerrar un acuerdo con el PRO y la Coalición Cívica. Luego llegó el triunfo en la interna de Mauricio Macri sobre Sanz y Elisa Carrió, y finalmente la presidencia. Para el legislador marplatense volvieron a la escena política en ese momento. A estar más cerca del poder. Y el desafío fue iniciar un camino de reconstrucción después de una década y media en la que habían estado asociados al fracaso de la Alianza y la crisis del 2001.
“En el 2015 entramos debilitados a la coalición. En estos cuatro años construimos musculatura. Pasamos de un puñado de intendentes a 32. Tenemos 6 diputados nacionales, 16 provinciales, una juventud activa y organizada, y un partido con vocación de poder que quiere gobernar”, repasó en diálogo con este medio.
Apuesta a la construcción de “nuevos liderazgos e ideas” que lleven a la UCR a poder pelear por la conducción de la coalición. Su edad y su cara son parte de la marca de renovación que quiere imponer. Abad se aferra a un sello dialéctico y sostiene que quiere liderar al “radicalismo del siglo XXI”. Tiene un nivel mucho más bajo de conocimiento que el de Posse. Menos recorrido. Otra mirada sobre cómo hacer política. Y ese es uno de los sostenes de su plataforma electoral. Un contrapeso de fortalezas y debilidades.
Desde atrás de la candidatura de Abad salen los golpes que buscan impactar en Posse. “Se fue y volvió. Rompió el bloque en la Legislatura. Estuvo con (Sergio) Massa, (Francisco) De Nerváez, (Néstor) Kirchner. ¿Cómo se puede confiar en él? Nosotros aseguramos la continuidad y unidad de la coalición. Es en lo que trabajamos hoy. Y pese a las diferencias, estamos todos trabajando para fortalecer el espacio”, advierten.
Munición gruesa, de un lado y del otro. Cruces picantes, normales en una interna política que va levantando temperatura. Abad y Posse luchan por presidir la UCR en los próximos años. En el radicalismo dan por descontado que los comicios tendrán impacto en la convivencia de la coalición y que al ganador le abrirá las puertas para influir en la conformación de las listas de candidatos radicales en las elecciones del 2021.
Lo que se pone en juego es el rol que tendrá el partido en el proceso de reconstrucción y renovación interna que comenzó a transitar Juntos por el Cambio, donde se discutirán nuevos liderazgos y se llevará adelante una autocrítica que les permita configurar una nueva opción electoral. Un camino sinuoso, con rispideces que ya asoman en la actualidad y con diferentes miradas sobre la gestión y la forma de hacer política. Ideas distintas que deben convivir bajo un mismo techo. Porque es la forma de ser competitivos frente a la unidad del peronismo.
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