Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta suelen hablar por teléfono entre lunes y martes antes de cada anuncio de extensión de la cuarentena. Esta semana no fue la excepción: en las primeras horas del lunes, intercambiaron opiniones sobre el aislamiento vigente, su continuidad y las eventuales reaperturas. Pero el jefe de Gobierno también aprovechó para avisarle al Presidente que por la tarde publicaría un hilo en las redes sociales con su posición institucional -la primera- sobre la reforma judicial que la oposición en pleno rechaza y que tendrá hoy media sanción en el Senado por la hegemonía parlamentaria de Cristina Kirchner.
La prolongación de la cuarentena no tiene esta vez la centralidad de las anteriores. No por la crisis sanitaria en sí misma, sino porque el tratamiento parlamentario del proyecto de reforma judicial alteró la agenda y el vínculo ya tenso entre el oficialismo y la oposición, y porque entre las prioridades de la Casa Rosada la economía empezó a escalar posiciones. En el Gobierno preparan para la semana próxima un megaanuncio con las famosas “60 medidas de recuperación” de la actividad económica, con eje en el consumo, la obra pública, el turismo y lo fiscal e impositivo, y un plan para combatir la inseguridad en el Gran Buenos Aires, que todavía discuten entre los intendentes y la administración bonaerense.
Hasta anoche, ni Axel Kicillof, el otro integrante de la mesa de administración sanitaria y política de la pandemia del Área Metropolitana, ni Rodríguez Larreta tenían en agenda reunirse en Olivos con el jefe de Estado, como también suelen hacer, según la tradición, el día anterior al anuncio.
Alberto Fernández sí tiene previsto encabezar por la tarde una teleconferencia con todos los gobernadores, incluidos el bonaerense y el porteño. Los tres recién se verían el viernes, directo para la puesta en escena en el quincho presidencial. Pero anoche tampoco había certezas sobre ese montaje.
Es que a diferencia de los anteriores anuncios, y a pesar de que el reporte de ayer del Ministerio de Salud volvió a mostrar una considerable suba de casos en el AMBA, la situación epidemiológica de la Ciudad y el Gran Buenos Aires no genera, en principio, especial preocupación en las autoridades. En parte, por la resistencia del sistema hospitalario. La lupa ahora también se posa, por el contrario, en el resto del país, por los rebrotes de las últimas semanas.
Ayer, los ministros de Salud de Nación, Ciudad y Provincia y los jefes de Gabinete de las tres administraciones analizaron hasta entrada la noche en el despacho de Santiago Cafiero los datos duros de los últimos registros de contagios. El reporte de hoy será clave, resaltaron a este medio después de la reunión, para comprobar si la suba de casos se explica por la demora de los laboratorios privados en la entrega de los resultados de los testeos PCR.
“Quedamos en vernos mañana (por hoy) y ver cómo sigue. Y ver si podemos documentar efectivamente que es un arrastre estadístico o si se trata de otro fenómeno. En principio, seguimos igual”, subrayó a este medio uno de los participantes del encuentro. En la Ciudad, ese arrastre mencionado, abundan fuentes oficiales, se sitúa en torno al “20 o 25%”.
Hasta este miércoles había consenso entre las administraciones en avanzar en las reaperturas planteadas por la Ciudad durante la semana: construcción y gastronomía en su modo take away plus, es decir con permiso para mesas al aire libre, regulación de reuniones al aire libre -que se dan de hecho desde hace tiempo- y habilitación para que el personal doméstico con domicilio en la capital pueda empezar a trabajar.
En el conurbano, Kicillof no planteó nuevas flexibilizaciones. “Necesitamos consolidar el panorama que se viene observando de amesetamiento en el AMBA”, confiaron colaboradores del gobernador, a pesar del alza de los últimos días. En el interior provincial, donde aparecieron algunos brotes, hay avances y retrocesos constantes en base a la situación epidemiológica de cada distrito.
Los 160 días de cuarentena, implementada por primera vez en el país el pasado 20 de marzo, obligan a las autoridades a gestionar no solo la situación sanitaria: también tienen que administrar, como nunca, el hartazgo social y la crisis económica.
Un intendente del Gran Buenos Aires, de los más cercanos a la Casa Rosada, introdujo en ese sentido en diálogo con Infobae un nuevo concepto: “Control de daño”. ¿A qué se refiere? “A que los vecinos se cuiden y cumplan con el distanciamiento, nos tenemos que dedicar a controlar eso”, amplió. “¿Van a pedir flexibilizaciones?”, preguntó este medio. “Acá está todo abierto. Los nenes y nenas en teoría no pueden ir a la plaza. Pero van igual. Tenemos que controlar eso”, explicó.
En las oficinas de la calle Uspallata del Gobierno porteño reconocían en la tarde de ayer que mostrarse hoy en Olivos junto al Presidente y el gobernador mientras en el Senado se avanzaba con la media sanción del proyecto de reforma judicial no era la mejor señal que podía dar el jefe de Gobierno frente a su electorado, enardecido con el impulso de la iniciativa que aglutinó a todos los sectores de la oposición.
Rodríguez Larreta, líder del sector moderado del PRO, y sus colaboradores querían sentar posición en torno a la reforma antes de la sesión de hoy. Pero se ocuparon en que los tuits contra la iniciativa, que llevaron varias horas de planeamiento interno, se publicaran justo en el medio del calendario. Ni muy cerca de las multitudinarias protestas del pasado lunes 17. Ni tampoco tan pegado al debate del Senado y al anuncio de la cuarentena.
Ayer al mediodía, Cristina Kirchner llamó por teléfono a Diego Santilli para pedirle que retire el vallado que la Policía de la Ciudad y la Federal habían consensuado colocar en las inmediaciones del Congreso, por las manifestaciones previstas para estas horas. Hablaron breve, en tono amable. La ex presidenta quiso saber si aceptarían la instalación de una carpa, destinada a la vigilia “contra la reforma”, pensada por los que convocaron a la marcha. Santilli le dijo que no. Y cortaron. Al rato, los agentes de la Policía de la Ciudad empezaron a desarmar el vallado. Una pausa en medio de la tensión política. El vicejefe de Gobierno habló después con Elisa Carrió, que le pronosticó un panorama dantesco hacia fin de año en el Frente de Todos. El ejercicio del poder va de un extremo al otro.
En el entorno del jefe de Gobierno sorprende a veces la “radicalización” del Presidente que, como Rodríguez Larreta, también hace equilibrio entre la gestión y los frentes internos. En Olivos dicen que los dos por igual se ocupan de “cuidar la relación”. Y de tratar de repeler a los extremos de cada sector. Un vínculo pendular en el que se cuela Sergio Massa, el principal socio político del alcalde en el Frente de Todos. Massa y Rodríguez Larreta son amigos desde hace años. Se confían secretos y planes. Y tienen el mismo objetivo: ser presidentes.
En el Gobierno de la Ciudad había ayer sorpresa por la decisión de la Casa Rosada, oficializada a través del ministro Nicolás Trotta, de rechazar el protocolo presentado para la reapertura de escuelas para los menores con problemas de conectividad durante estos meses. Remarcaban que había sido negociado entre el ministro y su colega Soledad Acuña. Y que incluso había sido parte de las conversaciones entre el Presidente y el jefe de Gobierno.
En el entorno de Fernández dicen lo contrario: resaltaban que nunca estuvo confirmado. Lo concreto es que agregó tensión a la relación entre ambas administraciones, en vísperas de la extensión de una cuarentena que ya no tiene la efectividad de antes, y con los ánimos políticos más caldeados que nunca.
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