Con verborragia, con paralelismos que buscan poner en un lenguaje mundano lo que trata de explicar sobre los vaivenes políticos y económicos de la Argentina, y con la idea de consenso impresa en cada expresión, el “Chino” Navarro, al que muy pocos le dicen Fernando, su nombre de pila, encadena una palabra tras otra contando que la idea del Gobierno es pensar una Argentina a largo plazo, en la que la pobreza baje a un dígito y la desocupación corra la misma suerte. Un país después de Alberto Fernández.
Su mirada es idealista. Piensa y recita los detalles de un país diferente al actual. “¿Es un idealismo mi planteo? Sí, claro. De eso se trata la política. De transformar ese ideal en realidad. Yo hago política por eso. Es muy probable que no alcancemos el ideal. No vamos a ser la Argentina de 10 puntos. Pero el gran saldo que puede dejar la gestión de Alberto y Cristina es una Argentina de 6 puntos. Para después crecer”, dice de un tirón, fiel a su estilo.
Navarro ocupa la Secretaría de Relaciones Parlamentarias de la Jefatura de Gabinete. Tiene su despacho en la Casa Rosada, lo que en el círculo de la política suele ser una señal de cercanía al Presidente y una muestra simbólica de poder. En una entrevista con Infobae, el histórico dirigente del Movimiento Evita expuso las ideas que transitan en el corazón del gobierno nacional.
-Pasaron 150 días de aislamiento obligatorio. Con diferentes restricciones. Con cambios. ¿No cree que se desgastó el recurso y el discurso sobre la cuarentena?
-Son muchísimos días. Supongo que para aquellas personas que no pueden salir, no son parte de un trabajo esencial, debe ser muy difícil. Para los pibes, sobre todo. La gente mayor entiende que resguardarse es cuidar su salud. Obvio que puede haber un desgaste. Nosotros siempre dijimos que lo peor no había llegado. Nunca mentimos. Que la cuarentena era un instrumento en el marco de que no había una vacuna. Que no había un conocimiento concreto en la pandemia. Lo que siempre tuvimos como objetivo fue preservar la vida.
-La realidad es que la sociedad se hartó de la cuarentena. Y muchos empezaron a romperla.
-La sociedad ha tenido un comportamiento ejemplar. La mayoría de la sociedad, aún hoy, con un crecimiento de movilidad y de gente que transita las calles, cumple. Como puede. Antes era habitual ir a la esquina y no le dabas importancia, y hoy se convierte en una bocanada de oxígeno importante. Es el camino que tenemos que continuar. Lo que no podemos hacer, cuando estamos cruzando y llegando a la orilla, es retroceder y volver para el otro lado.
Sería un error que exista el albertismo. ¿Por qué vamos a achicar al Presidente a la conducción de un espacio?
-¿No sienten que se rompió el contrato social con la gente?
-No. Todo lo contrario. Yo creo que el gran acierto del Presidente fue que gestionó esta pandemia con todos los gobernadores, en lo que fue un acuerdo político inédito. Porque hace unos meses hubiésemos descreído sobre la posibilidad de que Kicillof, Rodríguez Larreta y Alberto tengan un acuerdo sólido. Eso fue gracias a que hubo una sociedad que planteaba la necesidad de ese acuerdo y de preservar la salud.
-¿Cómo se vive de aquí hasta que salga la vacuna? ¿Cuál es el análisis que hacen en el corazón del Gobierno con respecto al tiempo que queda hasta llegar a la vacuna?
-Todo análisis primero lo hacen los especialistas y lo hablan con el Presidente. Ven la evolución de los datos. La cantidad de camas, de contagios, de víctimas. Vamos a entrar en un serrucho de aperturas, cierres y aperturas. Siempre creo que vamos hacia una mayor apertura porque hoy gestionamos mejor que hace tres meses. Quizás, hasta que no haya vacuna tiene que ser ese el camino, propiciando que haya más actividad económica, más actividad pública y esparcimiento, que termina siendo muy importante para la salud mental y física.
-La salud, siempre como primera medida.
-Es un proceso de responsabilidad donde la salud está siempre por encima. A veces una decisión puede sonar antipática o un decreto no le puede gustar a mucha gente. Lo podemos llevar adelante igual aunque generemos ese resquemor o esa bronca, porque el objetivo no es contentar a la sociedad, sino cuidar a la sociedad.
-La oposición les cuestiona que gobiernan por decreto en forma permanente
-¿Qué es el DNU?
-Decreto de Necesidad y Urgencia
-¿Vivimos en urgencia? ¿Vivimos en emergencia? Si hay una situación fáctica, que justifica legalmente a un decreto de necesidad y urgencia, es esta. No obstante, se manda al Congreso para que allí sea tratado. Y han sido votados favorablemente por la oposición. Y la verdad es que se han mandado muchas leyes. El Parlamento funciona. Las instituciones en Argentina funcionan. ¿Funcionan 10 puntos? No, no funcionaban antes 10 puntos, no funcionan ahora 10 puntos. Decir hoy que gobernamos por decreto, que somos autoritarios, que no hay democracia... es válido decirlo, pero no tiene ningún sustento ni legal ni de razonabilidad.
-¿Quedó en el olvido el acuerdo de buena voluntad que había en el principio de la gestión de la pandemia entre el oficialismo y la oposición? En las últimas semanas Elisa Carrió dijo que quieren instaurar un estado de sitio y Mauricio Macri que quitan libertades.
-El Estado ha definido una política de apuntalar a los trabajadores. Pero somos conscientes de nuestros límites. Ahora, decir que no hemos apuntalado la sociedad es tapar el sol con las manos. Tener una mirada crítica es válida, porque seguramente muchas críticas pueden ser correctas y las podemos tomar para resolver, pero decir que no hay libertad, o hablar de Estado de sitio, no es el contrato político o el contrato social. Es la expresión de dos dirigentes que tienen determinado predicamento, que algunos les gusta y a otros no, pero que hoy no tienen representatividad.
Confío en que va a prevalecer la razonabilidad y se va a poder discutir una reforma judicial que le convenga a la Argentina, no a este gobierno
-Mauricio Macri es el ex presidente.
-Sí. Es el ex presidente pero no es la referencia política. Lo dijo Alfredo Cornejo con toda claridad. Macri hoy no es el jefe de Juntos por el Cambio. Quizás sea el que pueda aglutinar, en la formalidad, cierta unidad. Pero no es el referente. Hay tres planos en Juntos por el Cambio.
-¿Cuáles?
-Están los que tienen responsabilidad ejecutiva y priorizan el consenso. No somos todos amigos. Es una discusión, áspera, como corresponde en la política o en la vida familiar. A los consensos a veces cuesta obtenerlos, pero hay una vocación conseguirlos. Después hay legisladores que tienen un actitud responsable. Que, a veces, dan discursos más duros en los medios que los que después expresan en el Congreso, donde nos han acompañado. Y por último hay una minoría que se siente incómoda fuera del Gobierno y que es más tira-piedra.
-El Gobierno ha tenido una relación intermitente con la oposición en esta última etapa. Y ahora volvió a quedar expuesta la grieta. La chicana, la agresión, la desacreditación.
-Si tomás la historia argentina desde el 22 de mayo de 1810 a la fecha, siempre hubo ideas en pugna que no pudimos sintetizar. Siempre hubo choques. Algunos empezaron una guerra civil. Si tomás cualquier período vas a encontrar que siempre hay dos bloques en pugna que tienen intereses distintos, que tienen una mirada del trabajador distinta y de como se identifica Argentina en el mundo que es distinta. Y hoy pasa lo mismo. Lo que cambia es el escenario. Falta un acuerdo político, que no es solo para garantizar la estabilidad institucional, sino para construir una sociedad más justa y que en una década tengamos un dígito de pobres.
-Pero la grieta existe. Es real. Y es dañina.
-Hay sectores que tienen la pala para profundizar la grieta y otros que tienen la pala para taparla. Yo soy de los que tiene la pala para taparla. Pero eso se hace con hechos, con acciones. El escepticismo de gran parte de la sociedad se va a romper cuando los gobiernos logremos resolver los problemas concretos de la familia de Villa Azul, de Comodoro Rivadavia o de Jujuy.
-Al principio de la pandemia la sociedad celebró la idea de que la oposición y el oficialismo trabajen juntos. Con el tiempo ese vínculo de trabajo se fue debilitando. Y empezaron los cruces. ¿Perciben en el Gobierno que hay un hartazgo en gran parte de la sociedad con respecto a las peleas de los políticos?
-Son dos problemas distintos. Cuando voy a cualquier barrio lo que piden es que no se peleen más los políticos. Resuelvan los problemas. Queremos trabajar. No importa si sos blanco, amarillo, rojo o azul. Eso es lo que pide la mayoría del pueblo argentino a la dirigencia política. Europa acaba de resolver un acuerdo económico excepcional para reconstruir el continente. ¿Quién condujo ese acuerdo? Alemania y Francia. Entre 1914 y 1945 ambos se enfrentaron en las dos primeras guerras mundiales, no en la televisión o en una manifestación. Llegaron a un acuerdo. Cómo los argentinos, más allá de que tuvimos grandes dramas, no nos vamos a poder poner de acuerdo.
¿Es razonable que ahora los perseguidos sean los dirigentes macristas? ¿Esa es la Justicia que queremos?
-No parece tan sencillo en Argentina.
-¿Quién se pone de acuerdo? Los que piensan diferente. Porque los que pensamos igual nos ponemos de acuerdo rápido. Pero el desafío es con el que piensa distinto. El acuerdo va a implicar que tengamos que ceder posiciones todos. Ese acuerdo tienen que tener tres requisitos.
-¿Cuáles?
-Revindico lo que pasó en el 2001. El diálogo argentino, el rol de Duhalde, de la Iglesia, los empresarios, los gobernadores. Fue un acuerdo para administrar la crisis. Este acuerdo político, económico y social no tiene que ser para administrar la crisis, sino para resolverla. En poco tiempo vamos a anunciar medidas para reactivar la economía en la urgencia. Pero paralelamente tenemos que pensar un plan, y lo estamos haciendo, mucho más integral, que piense la Argentina del 2050. Ese es el plan para resolver la crisis.
-¿En qué consistiría?
-Un plan para que podamos decir que dentro de 10 años tenemos un dígito de pobres. Pero de verdad, no de pobreza cero o un eslogan. Tiene que haber un compromiso de la política pero también de los sectores productivos, económicos, mediáticos y del conjunto de la sociedad civil. El plan económico que diseñemos y acordemos tiene que apuntar al bien común. La sociedad argentina tiene que ser más justa y equitativa. Para eso hay que democratizar la economía. Implica más pymes, darle la posibilidad de crecer a otras empresas. Y que sea más nacional, que no esté tan extranjerizada. No tenemos nada en contra de inversión extranjera ni de articular con el mundo, pero debemos fortalecernos nacionalmente en términos económicos.
-¿Y el tercer requisito?
- El rol del Estado en articular ese acuerdo es clave. Pero con una salvedad. Es árbitro. Pero cuando tiene que mediar entre pares, es buscando la capacidad, la potencia, la actividad económica, la escala de unos y otros. Un rol de un Estado que piensa una Argentina justa en el largo plazo.
-Recordaba la crisis del 2001. Sergio Berni, el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, dijo que espera que los casos de inseguridad suban en poco tiempo porque la actual es una crisis económica igual o peor que la del 2001. ¿Comparte esa mirada?
-Sí y no. Nunca nada es igual. El Estado que tenemos hoy no es el Estado del 2001. Hoy hay un estado que tiene una inversión social muchísimo más importante que la de ese momento. Hay un grado de conciencia en los sectores populares que tienen en claro que en el caos y la violencia pierden ellos. Hay un entramado de organizaciones sociales extendido a lo largo y ancho de todo el país, y hay una inserción de sectores eclesiásticos, de la iglesia católica y un sector de la iglesia evangélica, que están en los barrios y que no existían en el 2001. Y hay muchas ONG, clubes y vecinos organizados que tienen experiencia en cómo gestionar la crisis.
-¿A qué se refiere? ¿Qué es lo que ve hacia adelante?
-Seguramente va a haber delitos y se van a incrementar. Hay más violencia social. Hay peleas entre vecinos que se dirimen violentamente. Vamos a una situación muy compleja y eso requiere un Estado presente. Y no es un problema de más policías o más entrenamiento policial. Se requiere una policía eficiente.
-La policía está otra vez en el ojo de la tormenta. Esta vez la Bonaerense, por la desaparición de Facundo Astudillo Castro.
-Lo que está pasando con Facundo Astudillo... es increíble que todavía pasen estas cuestiones. Tenemos que hacernos cargo porque es la policía de la provincia de Buenos Aires, porque es nuestro Estado. Uno repudia el hecho, pero además tenemos que resolverlo. Y sino aparece con vida tiene que haber un castigo ejemplar para los responsables. Esa policía que tiene que ser más eficiente, más democrática, más ligada a los derechos humanos, tiene que ir acompañada de una política de cercanía del Estado vinculada a los social, a lo educativo, a lo deportivo.
-Ahí entra en juego la escuela.
-Tenemos una institución que es la escuela, que aun sigue siendo respetada en los barrios. Puede ser un pivot para articular todo tipo de políticas sociales, productivas, de formación, deportivas, para complementar las políticas de seguridad. Y esto requiere un Estado presente. Y después trabajo. Tenemos en claro que el subsidio, por el subsidio mismo, en una emergencia es válido, pero pensando en una Argentina de mediano y largo plazo, tiene que haber trabajo. Un trabajo que ordena la familia.
Vamos a entrar en un serrucho de aperturas, cierres y aperturas. Quizás, hasta que no haya vacuna, tiene que ser ese el camino
-¿Tienen que bajar la cantidad de subsidios con el tiempo?
-Tienen que desaparecer. Transformarse en trabajo. La Argentina se va a reordenar desde el trabajo. No es justo que salgas a trabajar y ganes 25 mil o 18 mil pesos, y veas a otras personas que ganen 7 o 9 mil pesos y no trabajan. Sentís que ese es un vago. Un planero. Mientras vos te esforzas y trabajas. Y algo de verdad tiene, más allá de que el problema no es el vecino, el problema es que nosotros no logramos articular un programa donde se puedan hacer muchas cosas en el barrio.
-¿Cuáles?
-Desde economía de cuidado, limpieza del propio barrio, la reparación de escuelas, el tendido de redes de agua, de cloacas, de gas, de luz. Lo que podés hacer con la obra pública de pico y pala es movilizar a cientos de miles de personas. Ese presupuesto ya está. La obra pública para construir un mínimo de equidad en otros barrios. Si no generas el trabajo, no ordenas socialmente barriadas de miles de personas, donde además de la inseguridad, lo que me preocupa es el ascenso de la violencia social y el narcomenudeo que, ante la ausencia del Estado, resuelve problemas cotidianos. Desde prestarte dinero hasta un entierro. O conseguirte un medicamento o un pasaje. El Estado y los políticos tenemos que animarnos a empoderar a la organización popular.
-¿Las redes de contención que forman los movimientos sociales, las iglesias, los clubes, las sociedades de fomento, generan soluciones que son paliativas o deberían ser parte de la estructura del Estado?
-Hoy no podríamos darle de comer a millones de personas si no existieran las organizaciones sociales, los curas en sus parroquias, los pastores evangélicos, las ONG y los vecinos que se auto organizan. Es imposible. ¿Cómo le damos de comer nosotros a 7 u 8 millones de personas, que algunos retiran la comida y la cocinan en su casa, y otros van y hacen la cola, se llevan la vianda o dos veces al día? Eso no lo hace el Estado.
-¿Qué hace el Estado entonces?
-El Estado tuvo la inteligencia de ceder esa gestión a las organizaciones sociales, a los cultos, a los vecinos, a los clubes. El plan que planteo para construir esa Argentina justa y equitativa, de acá al 2050, necesita un Estado fuerte, que gestione. Una política para que un millón de familias vuelvan al interior a ser productores de agricultura familiar. Tenemos que exportar poniéndole valor agregado al grano, a la carne, pero también también aprovechando las industrias que ya se han desarrollado. Siempre pensando en una Argentina más justa, más segura, con más certezas.
-¿No es un idealismo eso?
-Sí. Obvio. Eso es la política. Transformar ese ideal en realidad. La utopía de Argentina es tratar de ser una Argentina justa y feliz. Por eso yo hago política. Seguramente no vamos a alcanzar el ideal, no vamos a ser la Argentina de 10 puntos. Pero el gran saldo que puede dejar la gestión de Alberto y Cristina es una Argentina de 6 puntos. Y que después vaya creciendo. Porque los números de la pobreza, la desocupación y el dólar lo venimos pateando años tras año. Lo que mejor sabemos es a quién echarle la culpa. La derecha nos echa la culpa a nosotros, nosotros le echamos la culpa a ellos, y los platos rotos los paga el pueblo. Tenemos que tener la voluntad de pensar una Argentina distinta.
-En el medio de la pandemia y la crisis sanitaria, el Gobierno puso sobre la mesa la reforma judicial. ¿Era el momento?
-El Presidente tiene con el tema judicial un compromiso muy importante y lo planteo siempre en la campaña. Lo anunció el 10 de diciembre y el 1 de marzo. Yo también pensé si era el momento. Entonces hice una ecuación. Supongamos que ahora no es el momento porque es la pandemia. Lo presentamos el año que viene. Pero el año que viene es electoral. ¿Cómo vas a hacer una reforma judicial en un año electoral? Bueno, lo dejamos para el año posterior entonces. Si el Gobierno gana en el 2021, la oposición nos va a cuestionar. Ahora que ganaron, van a meter la reforma judicial. Y si perdemos, van a decir que en el 2022 vamos a ir por la reforma para dejar jueces y cubrirnos en la retirada. En cualquier momento que elijas tenés argumentos para ser cuestionado y otros para fundamentar la presentación.
-Estamos en un año muy particular. Un año donde no hay elecciones, donde hay una pandemia. Es excepcional. Argentina está atravesando una crisis profunda. ¿Es el momento?
-Sí. Es el momento. Desde el 2016 hasta el 2019 quedó claramente demostrado que hubo una persecución política contra muchos dirigentes del Frente para la Victoria, empezando por Cristina Kirchner, y a empresarios ligados al espacio político, que la desarrolló un sector del macrismo, un sector de la justicia y un sector de los medios de comunicación. Y que eso había que acabarlo definitivamente. Ganamos las elecciones y te encontrás con que algunos de esos jueces ya no persiguen dirigentes del Frente para la Victoria. Procesaron en tiempo récord a (Guillermo) Dietrich. ¿Es razonable que ahora los perseguidos sean los dirigentes macristas? ¿Esa es la Justicia que queremos?
-¿Un ejemplo de que la justicia federal cambia su posición cuando cambian el Gobierno?
-Yo quiero que la Justicia investigue al que sea. A los Frente de Todos, a empresarios cercanos a nosotros o cercanos a Macri. A quien se les ocurra investigar siempre y cuando haya razones de peso para hacerlo. Y que por lo menos haya tres cuestiones que se respeten, que son las que establece la Constitución: un debido proceso, un juez natural y que vos puedas ejercer la legítima defensa. Y eso no se ve ni ahora ni antes. Entonces, cuánto queremos esperar ante semejante gravedad institucional para iniciar la reforma judicial.
-¿Entonces?
-Es una reforma que toma el proyecto de ley de Federico Pinedo, que para los jueces federales del interior toma el proyecto que presentó el macrismo, una reforma que va al Congreso para que sea discutida, una reforma que conforma una comisión para proponer ideas, que recibe a juristas, ONG, colegios de abogados, que va a escuchar a todos y que se va a resolver democráticamente en el Congreso. Yo puedo entender que algunos digan que no es el momento, para mi sí es el momento. Porque nosotros tenemos la obligación, ante semejante crisis, de ir resolviendo los problemas.
Vamos hacia una situación muy compleja y eso requiere un Estado presente
-Ya tienen el rechazo de Juntos por el Cambio y otros sectores de la oposición más chicos.
-¿Cómo podes rechazar una propuesta que no leíste? ¿Cómo sabés que dice el proyecto? Vamos a suponer que lo lees y no lo compartís, ¿qué tenes que hacer en democracia? Incidir para corregirlo. No. Me opongo porque me opongo. Es como los pibes. Porque no, porque sí. Cuando tenes cinco años es entendible, pero cuando somos adultos tenemos que fundamentarlos. Confío en que va a prevalecer la razonabilidad. Va a bajar la espuma y se va a poder discutir una reforma que le convenga a la Argentina, no a este gobierno.
-La oposición dice que es una embestida contra la Justicia para beneficiar a Cristina Kirchner y las causas que hoy tramita.
-Está bien. La oposición puede decir lo que quiera y tiene todo su derecho. Lo que confirma que hay libertad absoluta. No como dice Macri. Y que no hay estado de sitio, como dice Carrió. Pero las causas se van desarrollando. Más allá de la dificultad de la pandemia, en forma remota, por Zoom. Cristina ha estado a disposición de la Justicia. Te puede caer más simpática, podés tener dudas sobre su honorabilidad o su honestidad. Tenés todo el derecho. Pero es inocente. Como cualquier persona acusada que sea kirchnerista, peronista, macrista o del partido de Espert.
-¿Fue un paso en falso el anuncio de intervención y expropiación de Vicentin?
-No. Fue una decisión clara de un Gobierno que pensó en rescatar una empresa que era muy importante, que estaba en concurso, que sigue en concurso. Se buscó un mecanismo institucional. Iba a ir al Congreso. Generó una reacción. Quizás no lo explicamos bien, quizás entendieron mal. El Presidente tuvo la sensatez y la firmeza de dar un paso al costado. De decir, bueno, no les gusta esta solución, busquen otra.
-Dieron marcha atrás después de la reacción de mucha gente que salió a la calle.
-Fuimos respetuosos de cómo evolucionó la sociedad en esa región. Ofrecimos una ayuda desinteresada pensando en la economía de Santa Fe y en la economía nacional. No fue un paso en falso pero uno siempre aprende de esos procesos. Seguramente en otra oportunidad lo haremos mejor. Y también habrá una sociedad que sea menos desconfiada. Nosotros tenemos que reconstruir una relación con el campo porque la 125 nos marcó a fuego a unos y otros.
-¿Es difícil la convivencia en la coalición del Frente de Todos?
-Si, pero es lógica. Es como una pareja. Tenés que consensuar. Si todos pensáramos lo mismo, sería muy aburrido. Los primeros días sería bárbaro. La gran riqueza de esta coalición es la diversidad. Es una selección de los mejores jugadores. Tenés que tener la habilidad de que jueguen en el lugar indicado, que todos pensemos en ganar el partido y el campeonato. Para eso hay que delegar algún ego, algún protagonismo. No pueden jugar todos de 9. Tenemos que saber que lugar ocupar. Hay veces que hay que quedarse en el banco y otras en la tribuna.
-¿Existe el albertismo?
-No. Y sería un error que haya albertismo. Alberto Fernández es el presidente. Necesitamos que sea el presidente de todos los argentinos. Después habrá agrupaciones, espacios, que se identifican con Alberto o Cristina. ¿Por qué al presidente lo queremos achicar a ser el jefe de un espacio, si es el que conduce institucionalmente a todos? Hoy interactúa con todo el Frente de Todos, pero también con los gobernadores de Juntos por el Cambio y Horacio Rodríguez Larreta, también con los gremios, con los movimientos sociales. El diálogo, el consenso y la persuasión son el camino para un gran acuerdo político, económico y social. Alberto lo tiene en claro y lo está ejecutando.
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Fotos: Maximiliano Luna
Videos: Gastón Taylor