El banderazo sirvió para agrietar aún más la relación entre Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta. Desde el entorno de ambos dirigentes tratan de relativizar las diferencias, pero la tensión que se venía incubando ya no puede ser disimulada. En el fondo, uno y otro se están disputando el rol de la jefatura de la oposición y, a la vez, quién tendrá el poder de influir en las candidaturas y de definir el perfil que adoptará Juntos por el Cambio en las elecciones legislativas de 2021.
Un día después de la protesta contra el Gobierno que movilizó a miles de argentinos, la escenificación de la pelea fue evidente. Desde Zurich, Macri quiso marcar la cancha tras la masiva concurrencia al publicar en Twitter un mensaje claro: “Orgulloso de los miles de argentinos que salieron ayer para decirle basta al miedo y al atropello, y sí al trabajo, al respeto y a la libertad”. Rodríguez Larreta hizo todo lo contrario: no sólo permaneció en silencio sino que también decidió no participar del encuentro que mantienen todas las semanas los líderes de Juntos por el Cambio.
Cerca del jefe de gobierno porteño le restaron importancia al sugestivo faltazo: “Horacio avisó que este martes no iba a poder participar porque tenía una reunión de gestión con 15 personas que no podía cancelar”, dijeron sus allegados. Pero, menos de 24 horas después del banderazo, verse las caras para analizar la protesta del 17A y resolver los próximos pasos era importante no sólo desde el punto de vista simbólico para la principal fuerza opositora. Y Rodríguez Larreta ni siquiera hizo un esfuerzo por aparecer unos minutos en el zoom en el que sí se preocupó por estar Macri.
Fue evidente que Rodríguez Larreta no quería saber nada con hacer una movilización callejera en el peor momento de los contagios. Le complicaba su política sanitaria, en la que está lógicamente concentrado, pero también su estrategia política: se transformaba en una interferencia en su buena relación con Alberto Fernández y, a la vez, le quitaba la iniciativa para seguir cimentando un perfil propio de liderazgo sobre la base de la moderación y del diálogo.
“Horacio se dedica a gestionar la pandemia y cuidar a la gente, aunque no está en contra de la libertad de manifestarse si se hace tomando recaudos”, aseguraron voceros larretistas, que, además, negaron cualquier especulación política sobre el faltazo a la reunión de JxC y fueron más insistentes en descartar que el jefe de gobierno esté pensando en su candidatura presidencial para 2023: “Acá nadie habla de elecciones y estamos todos concentrados en la gestión”.
Lo cierto es que, con el éxito del banderazo y su reconocimiento a quienes participaron de la protesta, Macri pareció refutarle a Rodríguez Larreta su definición pública de que “Hoy no hay un jefe de la oposición”. Desde el lunes pasado, el ex presidente dio muestras de que quiere ocupar ese rol y, además, de que no lo resignará mansamente.
Macri tomó nota de los intentos de su antiguo socio político en la Ciudad por tomar distancia de él. Por ejemplo, luego de que Alberto Fernández lo calificó como “amigo”, Rodríguez Larreta aclaró que el primer mandatario no estaba en el círculo de sus amistades, pero que tampoco ubicaba ahí al ex presidente. “Con Mauricio tengo una relación de hace 15 años, de mucho afecto y confianza, pero la palabra amigo la uso con los que conozco desde chicos”, dijo.
En esas mismas declaraciones, el jefe de gobierno también pareció diferenciarse del estilo del ex presidente cuando dijo: “Jamás estoy de acuerdo con las posiciones extremas. No creo que los extremos sean buenos para la Argentina, sino que creo en el diálogo y que tenemos que terminar con la grieta, ese es uno de los grandes desafíos de la Argentina”.
Poco después, Macri dijo desde Europa que “el modelo de cuarentena sin salida del Gobierno no va más” justo un día después de que Rodríguez Larreta se reunió con Alberto Fernández y Axel Kicillof en la Quinta de Olivos para decidir la nueva etapa del aislamiento obligatorio, a la que el jefe de gobierno porteño adhirió sin cuestionamientos.
En esas horas, el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, otro representante del sector moderado de JxC, criticó al ex presidente y se distanció de sectores de Juntos por el Cambio que buscaron “echar leña al fuego” en medio de la pandemia. “No me gustan las actitudes (de Macri) y no me parece que las haga desde lejos”, advirtió.
Las señales de distanciamiento recrudecieron cuando en las redes sociales comenzó la convocatoria al banderazo. Rodríguez Larreta aclaró que no iba a participar, aunque defendió el derecho de la gente a manifestarse y pidió que se cuidara la distancia social. Macri no habló desde Europa, pero sí lo hizo la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, otra representante del ala dura de Juntos por el Cambio, que se expresó en favor de la protesta y participó activamente.
Después de la sociedad políticamente exitosa que formaron en la Ciudad, Macri y Rodríguez Larreta se perfilan hoy como los dos principales rivales para liderar la oposición. El jefe de gobierno, junto con María Eugenia Vidal, Cristian Ritondo, Rogelio Frigerio y Emilio Monzó, consideran que la etapa de Macri está terminada y que, como parte de una autocrítica aún pendiente por los errores de su gobierno, debería dejar el liderazgo en manos de otros dirigentes.
Macri, en cambio, considera que el 41% que lo votó demanda una fuerza opositora que sea implacable contra los avances del Gobierno y que él es quien está en mejores condiciones de representar al electorado antikirchnerista. Cree que los que se perfilan como sus rivales internos le niegan el reconocimiento a muchos logros de su gestión y que con su moderación, además, permiten que Cristina Kirchner siga manejando la agenda de la política nacional.
Es cierto que algo ya se había roto en la relación Macri-Rodríguez Larreta en los últimos tiempos del gobierno de Juntos por el Cambio, cuando el ex presidente se negó a renunciar a su reelección, desdoblar los comicios en la Provincia de Buenos Aires y ampliar su base electoral cerrando acuerdos con sectores peronistas como el de Sergio Massa.
Pero todo empeoró entre ellos en estos ocho meses desde que Macri dejó el gobierno nacional y Rodríguez Larreta empezó a rodar como el jefe opositor que retuvo en las urnas el poder en un decisivo distrito como el porteño.
Nadie cree que la pelea entre ambos termine en una ruptura, pero la profundización de la grieta entre duros y moderados de Juntos por el Cambio es un dato que suma incertidumbre al futuro de la coalición opositora justo cuando el 41% del electorado anti-K parece haberse activado nuevamente y falta sólo un año para los comicios parlamentarios.
No hay un líder opositor, pero en la práctica hay dos que apuestan a formas muy distintas de ejercer ese rol. Atenuado el impacto inicial por el banderazo, esa es la noticia que más celebran en estas horas Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
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