¿Podrá el Gobierno desoír el masivo “banderazo” que llevó a muchísima gente en todo el país a protestar en las calles contra la reforma judicial, entre otras medidas? Probablemente la multitudinaria adhesión en medio de la cuarentena, que sorprendió hasta a los más entusiastas impulsores de la protesta, derive en más consecuencias internas en la oposición que en un oficialismo que se perfila cada vez más decidido en avanzar como sea en sus planes.
Juntos por el Cambio se dividió ante la convocatoria. Un sector moderado e involucrado en la gestión no estaba de acuerdo en que la gente saliera poniendo en riesgo los cuidados sanitarios. Otro, más duro, sigue dispuesto a radicalizar sus posiciones para frenar los avances del Gobierno. Llamativamente, nadie llamó de manera oficial a movilizarse, un punto que fortalece al ala más intransigente de la coalición porque confirma que hay un sector importante de la gente que está dispuesta a expresar sus disidencias, pero, a la vez, no permite que alguien acapare todo el rédito político.
El primer indicio de cómo repercutió el “banderazo” en la principal fuerza opositora quedará al desnudo cuando este martes, a las 9, deliberen los miembros de la mesa de conducción de Juntos por el Cambio. La presidenta del PRO, Patricia Bullrich, que es una de las más fuertes defensoras de las protestas contra el Gobierno, advirtió tras la movilización que “el problema no son los moderados y los duros, sino el tema de la representación del 41% que nos votó en 2019″.
Ahí radica el eje del debate interno que algunos esperan que por fin se defina: cómo representar las ideas de quienes se oponen al Gobierno y cómo quedar mejor ubicados ante las elecciones legislativas del año próximo. En esa discusión pendiente, Juntos por el Cambio muestra fisuras que seguramente el “banderazo” ayudará a resolver con más rapidez.
Porque la movilización del 17A fue masiva no sólo pese a un fuerte dispositivo del Gobierno para desalentar a la gente, apelando a la forma en que iba a convertirse en responsable de los contagios y de las muertes, sino también en medio del marcado desinterés del jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y de figuras del mismo espacio como María Eugenia Vidal en llamar a la convocatoria. La renuencia de un sector de Juntos por el Cambio quedó graficada en la curiosa forma en que habló del tema el ministro de Salud porteño, Fernán Quirós, que pidió que la gente se cuidara de los contagios calificando de “subgrupo” a quienes se querían manifestar en contra del oficialismo.
La explicación que dan cerca del jefe de gobierno es obvia: la gestión en la Ciudad de Buenos Aires y, en particular, en medio de la pandemia, obliga a mostrarse moderados, no romper los puentes de diálogo con Alberto Fernández y no contradecir las políticas de prevenciones sanitarias justo en el peor momento de la pandemia.
Es una postura que comparte el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, quien atraviesa un momento delicado por los contagios en su provincia, pero también dirigentes de Juntos por el Cambio que consideran “un error politizar la marcha” e intentar “obtener un rédito político de la bronca justificada de mucha gente mediante una protesta callejera en medio de una emergencia nacional”. En esa misma sintonía están Emilio Monzó, Rogelio Frigerio y Federico Pinedo.
Vidal coincide con esta posición. Decidió no ir ni convocar al “banderazo” y formalmente hizo saber que cree que “la sociedad tiene derecho a manifestarse y expresar lo que siente, pero cuidando la distancia para no propagar el virus”. En la misma postura se ubica su ex ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, actual diputado nacional.
Bullrich, como Elisa Carrió y Alfredo Cornejo, piensan que la protesta fue positiva porque visualiza el voto opositor y afianza la fidelidad de quienes votaron a Juntos por el Cambio en 2019 y siguen creyendo en los mismos valores.
“El único que tiene una base permanente en la Argentina es el peronismo y por eso es importante haber salido a la calle: tenemos que mantener ese 41% de votantes que apuesta a la democracia, a la República y a la independencia de los poderes, que representan casi un programa de gobierno”, reflexionó un representante del ala dura opositora.
En este sector se entusiasman porque encuentran similitudes entre la fuerte repercusión del 17A y la mística que dominó los 30 actos del “Sí se puede” en todo el país que encabezó Mauricio Macri luego de la primera vuelta electoral en 2019, que le permitieron achicar la diferencia de 16 puntos que tenía Alberto Fernández hasta llegar a sólo 8 puntos.
El jefe espiritual de los intransigentes está hoy en el “exilio”: Macri siguió las alternativas del “banderazo” desde Zurich, Suiza, y sus voceros aseguraron que por ahora no hablará sobre el tema, a diferencia de lo que sucedió en la protesta del 9 de Julio, cuando eligió su cuenta de Twitter para publicar una sola y sugestiva palabra: “¡Libres!”.
Desde la UCR, el diputado Mario Negri considera que “la oposición no está en condiciones de tener veleidades como las diferencias entre los dirigentes sino que tiene que definir quién es más claro”. “Si el Gobierno está confundido, no puede ser que esté confundida la oposición”, dice. Tampoco piensa que el debate interno de Juntos por el Cambio resuelva quién liderará el espacio opositor porque “los liderazgos no los definen los dirigentes sino la gente”.
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