El calendario coloca la cuarentena en el umbral de los 150 días. Se suceden las mayores marcas de contagios y de muertes, esto último con algunos problemas de actualización que complicarían el análisis del registro. La duración del aislamiento con esas cifras en ascenso y el impacto social arman una combinación difícil de manejar. Lo expone la calle: flexibilización formal y de hecho, pero con deterioro económico que registra ese movimiento poco y muy parcialmente. A punto de anunciar una nueva extensión de las restricciones, Alberto Fernández buscó entonces dar dos mensajes: una noticia positiva -la elaboración de la vacuna considerada de desarrollo más sólido- y una advertencia sobre la responsabilidad ciudadana que sonó a reparto de culpas.
Las últimas horas marcaron toda la gama de problemas y señales. La foto principal fue el anuncio de la producción local de la vacuna que viene desarrollando la Universidad de Oxford con el laboratorio AstraZeneca. Unas horas después, el registro oficial anotó 7.663 contagios y 209 muertes. Casi en paralelo, Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta limaban algunas posiciones para amortiguar o al menos vestir mejor las diferencias de enfoque sobre la cuarentena, con algunas expresiones públicas y malestar abierto en las conversaciones reservadas. Todo, en la previa a la cita con el Presidente que redondeará el nuevo capítulo de esta historia.
En la conferencia de prensa realizada con alguna demora en Olivos, el Presidente estuvo acompañado por Ginés González García y la virtual viceministra, Carla Vizzotti, que lleva buena parte de la responsabilidad de comunicación de Salud, luego de los errores iniciales del ministro frente a la pandemia. Ayer mismo, no era difícil advertir para quienes conocen al Presidente cierto malestar, que habría sido producido por los anticipos sobre el anuncio y especialmente por la expectativa sobre una “buena noticia”, real aunque de efecto práctico el año que viene.
Eso mismo, la cuestión de la expectativa, vuelve a ser un elemento de complejo manejo frente al riesgo cierto de la frustración, en un cuadro social muy sensible. Si todo va bien, evaluaba el propio Presidente, el anuncio generaría alivio a futuro y desde ya, no en lo inmediato. Para Alberto Fernández constituía un dato nuevo y a la vez alentador, aunque con reducido margen de sorpresa a la hora de la presentación formal ante la prensa.
El Presidente fue especialmente cuidadoso al referirse al programa de desarrollo de la vacuna, que tiene escala global. El emprendimiento local estará asociado a México, para proveer a buena parte de los países de la región. Aparte juega Brasil, que con peso propio viene avanzando con el mismo proyecto a nivel nacional. Alberto Fernández dijo que los resultados podrían ser alcanzados en el primer semestre del año próximo.
Hubo una segunda tanda de declaraciones presidenciales vinculadas no con el futuro sino con la coyuntura. Y una frase llamativa: “Que a mi me sigan hablando de cuarentena es algo que me asombra”, dijo como prólogo de una advertencia más amplia sobre el relajamiento o la falta de cuidados individuales y colectivos frente al coronavirus.
Esa idea, sin antecedentes de similar enfoque en sus discursos previos y menos todavía en su equipo de ministros, amplificó el reclamo de responsabilidad social, al punto de sugerir que depende casi exclusivamente de la conducta ciudadana que no crezcan los riesgos frente al coronavirus. En la práctica, refirió al relajamiento o flexibilización de la cuarentena como causa de las inquietantes cifras de contagios y muertes. Y de lo que pueda venir.
Esa declaración presidencial volvió a eludir cualquier grado de responsabilidad del Gobierno, y de las gestiones locales, en la realidad planteada a casi cinco meses del inicio del aislamiento. Se ha dicho: hay cuadros que mostraban límites para la cuarentena, por condiciones habitacionales y sanitarias elementales. Y una creciente fatiga colectiva frente a un manejo de las restricciones en general, o al menos en la letra, rígidas.
El reparto de responsabilidades sin dudas debería anotar renglones sobre el riesgo de ciertos comportamientos sociales. Antes, deberían figurar las señales de descuido de quienes tienen mayores responsabilidades, políticos en general. Y finalmente debería anotarse el interrogante sobre el resultado de la falta de flexibilidad para ablandar o endurecer según el caso las restricciones. Las decisiones son siempre políticas y los resultados no pueden ser achacados sólo a la respuesta social.