Alberto Fernández y Donald Trump iniciaron una batalla geopolítica que tiene final abierto y consecuencias infinitas para la relación bilateral entre Argentina y Estados Unidos, la negociación de la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el peso de la Unión Europea (UE) en la región.
Ambos presidentes pujan por la conducción del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), pero detrás de este inesperado conflicto diplomático existe un juego de poder que excede al Gobierno nacional y se apoya en una probable derrota de Trump frente al candidato demócrata Joe Biden.
América Latina siempre manejó al BID, mientras que Estados Unidos controla al Banco Mundial (BM) y Europa está a cargo del FMI. Se trataba de repartir -desde una perspectiva formal- la conducción de los tres organismos de crédito multilateral respetando a los principales bloques geopolíticos de Occidente.
La Casa Blanca imponía de hecho su agenda de intereses en el BID, el BM y el FMI, pero los representantes políticos de América Latina y Europa respetaban este minué diplomático a cambio de controlar la burocracia administrativa, salir en las fotos y participar de los cónclaves más respetables del sistema financiero.
Pero hace cuatro meses, Trump decidió romper las reglas de juego e imponer un candidato estadounidense a la Presidencia del BID. Se trata de Mauricio Claver, un asesor de seguridad nacional en la Casa Blanca, ex representante de Trump en el FMI y con una mirada particular y agresiva frente al régimen populista de Nicolás Maduro.
La irrupción de Claver causó una fractura en el Mercosur, la decisión de Alberto Fernández de avanzar contra los planes de Trump y una jugada inesperada que empujó Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores. Trump cree que puede usar al BID para apuntalar su agenda regional, en tanto que el Presidente argentino y Borrell -por distintas perspectivas diplomáticas-, consideraron que Washington se había excedido en el uso de su propia fuerza y decidieron derrotar a Claver.
El candidato de Trump ya conocía las intenciones del tándem Alberto Fernández-Borrell, pero abruptamente abandonó la diplomacia secreta, se pintó la cara y declaró la guerra. Claver observó que sus adversarios crecían en apoyo todos los días, y decidió un ataque público que escapó a los cálculos de Olivos y la UE.
No es para menos, en secreto y puntillas de pie, Alberto Fernández y Borrell habían logrado la adhesión de México, Chile, Costa Rica, Nicaragua, y es muy probable que se sume Perú. Este bloque de países miembros del BID, si no hay cambios de último momento, puede obstaculizar la designación de Claver a la jefatura del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
“Simplemente buscan forzar (por Argentina y sus aliados) una táctica obstaculizadora con una minoría de países. Cualquier intento de secuestrar una elección a pesar de un reglamento muy claro sería no solo no democrático, sino también un esfuerzo que los Estados Unidos van a enfrentar muy profundamente”, aseguró Claver en un contacto con periodistas de América Latina.
La movida diplomática de Alberto Fernández y Borrell es fácil de explicar. La Asamblea para designar a las nuevas de autoridades del BID está convocada para el 10 y 11 de septiembre. Y el 3 de noviembre hay elecciones presidenciales en Estados Unidos. Antes del COVID-19, no había dudas del triunfo de Trump. Ahora, tras los efectos económicos y sociales de la pandemia, Joe Biden -candidato demócrata- puede derrotar a su adversario republicano y desalojarlo de la Casa Blanca.
En este contexto, Alberto Fernández y Borrell -alegando la imposibilidad de una Asamblea presencial del BID por el COVID-19 - solicitaron una postergación formal hasta mediados de marzo de 2021. El Presidente y el canciller de Europa apuestan a una derrota de Trump, y como consecuencia de este hecho político global, obtener la posibilidad de recuperar al conducción del BID, que siempre perteneció a América Latina.
“Desde su fundación en 1959, el BID ha sido dirigido por un presidente latinoamericano y un vicepresidente propuesto por los Estados Unidos. Esta fue la visión de los presidentes Eisenhower y Kennedy, quienes acordaron la necesidad de fortalecer la identidad latinoamericana del Banco (…) Creemos que cambiar este modelo es una política de largo alcance que solo puede ser el resultado de una reflexión tranquila”, explicó Borrell en una carta dirigida a todos los estados miembros del Banco Interamericano de Desarrollo.
Cuando hace referencia a una “reflexión tranquila”, Borrell explicita que sería imposible discutir - a la distancia- el cambio de reglas que propone Trump. Y esa distancia es consecuencia del COVID-19. Obvio, la pandemia es sólo una excusa sanitaria-diplomática, pero muy inteligente para evitar que Claver ocupe la presidencia del BID antes de los comicios del 3 de noviembre
La réplica de Claver es un comienzo formal de hostilidades de Washington contra a la UE, Argentina, Chile, Costa Rica, Nicaragua y, eventualmente Perú. Sucede que Alberto Fernández y Borrell no sólo empujan la postergación de la Asamblea -apostando a la derrota de Trump-, sino que también consideran la posibilidad de dejar sin quórum la votación de mediados de septiembre que -hoy- ganaría el candidato de Estados Unidos.
Esta sucesión de movidas destinadas a bloquear la elección de Claver, fueron diseñadas en conversaciones secretas que se hicieron entre Olivos y Bruselas. Alberto Fernández y Borrell no quieren que Washington controle la asignación de los créditos blandos del BID. Y darán pelea para cumplir este objetivo geopolítico.
La estrategia de Alberto Fernández para bloquear a Claver dejó al desnudo la crisis del Mercosur y abrió la posibilidad a un castigo ejemplar de Washington a la Casa Rosada. Respecto al bloque regional, Argentina está sola en este conflicto diplomático: Brasil, Paraguay y Uruguay apoyan al candidato de los Estados Unidos. Y en la intimidad de la Cancillería, Felipe Solá ya reconoció que es imposible lograr que los socios del Mercosur retrocedan y apoyen la posición de la Argentina.
Pero la crisis en el Mercosur será un asunto secundario, si Trump vence en los comicios del 3 de noviembre. El Presidente de los Estados Unidos no analiza en términos florentinos sus batallas diplomáticas, y ajusta cuentas con sus enemigos coyunturales sin reparar en los costos y en los daños políticos. Trump sabe que Alberto Fernández especula con su derrota frente a Biden, y aguardará su oportunidad para cobrar su cuenta política.
Mauricio Macri apostó por Hillary Clinton, y soslayó las posibilidades de Trump. Y cuando el candidato republicano derrotó a la nomenclatura demócrata, Macri pasó largos días hasta que lo comunicaran con la Torre Trump, adonde el presidente electo diseñaba su gabinete nacional.
Alberto Fernández no tendrá idénticas posibilidades. No es amigo de Trump, no comparte su ideología y trabaja para que Claver caiga como candidato de los Estados Unidos. En Washington ya avisaron que, si hay reelección, el Presidente pagará en la negociación con el Fondo Monetario Internacional.
Argentina debe 44.000 millones de dólares que vencen durante los próximos cuatro años. Una cifra imposible de conjurar con las actuales reservas del Banco Central. Entonces, Alberto Fernández y Martín Guzmán deberán negociar y pedir apoyo a la Casa Blanca. Si derrota a Biden, allí estará Trump. Esperando su turno.
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