El acuerdo con los bonistas de Wall Street, anunciado esta semana, despejó una de las mayores incógnitas que sobrevoló la política argentina desde que Alberto Fernández llegó a la Presidencia. La otra, cómo sería su relación con Cristina Kirchner y quién concentraría el poder en la toma de decisiones, no tiene una respuesta tan unánime como la aprobación que generó el hecho de haber evitado el default. En el medio, el coronavirus y una cuarentena de más de 140 días no hicieron más que sumar incertidumbre a un país acostumbrado desde hace tiempo a avanzar a tientas en medio de la tinieblas.
En ese contexto, anticipar lo que podría ocurrir dentro de un año en las elecciones legislativas resultaría por lo menos imprudente. Pero desde hace un tiempo, tanto en el oficialismo como en la oposición comenzó a tomar fuerza una duda que deberá responderse en algún momento: ¿los comicios de 2021 serán un combate entre los macristas más duros y los kirchneristas más radicales o se podría avizorar una disputa civilizada entre sectores moderados de ambos lados? Para plantearlo de otro modo quizá alcanzaría con preguntarse qué injerencia tendrán Mauricio Macri y Cristina Kirchner en el próximo round electoral.
Lo primero que habría que aclarar es que todavía ni siquiera está claro qué sucederá con las PASO. Pese a que en el Ministerio del Interior aseguran que se mantiene el cronograma que fija la ley, algunos sectores del Gobierno y de Juntos por el Cambio ya trabajan con la hipótesis de que las primarias del año que viene serán suspendidas. Por un lado, porque nadie se animaría a arriesgar si para ese entonces el coronavirus será un problema ya superado. Por el otro, porque podrían esgrimirse motivos económicos para evitarlas. Las PASO del año pasado costaron más de 4.000 millones de pesos y para parte del Gobierno sería una locura repetir ese gasto en este contexto de crisis. (Un dato al margen: son solo algunos millones más de lo que, se estima, podría costar la puesta en marcha de la reforma judicial que impulsa con tanto énfasis el Presidente). Pero ya sea en agosto o en octubre, el año que viene habrá elecciones y, por lo tanto, deberá haber candidatos.
Sin entrar de lleno en los nombres de quienes sueñan con encabezar una boleta -o de aquellos que podrían ser utilizados para apuntalar aspiraciones ajenas-, dentro de cada espacio aparece una primera división entre duros y moderados. Mientras en la oposición ese contraste se expresa claramente entre los que tienen responsabilidad de gobernar (encabezados por Horacio Rodríguez Larreta) y quienes responden directamente a Mauricio Macri; en el oficialismo podrían señalarse los matices que existen entre los sectores más cercanos a Alberto Fernández y los que adhieren incondicionalmente a Cristina Kirchner.
Entre los moderados de la coalición gobernante habría que ubicar también a Sergio Massa, que supo marcar diferencias en temas sensibles para el kirchnerismo, como la visión sobre el régimen de Nicolás Maduro o, más recientemente, su toma de distancia de las declaraciones de Sabina Frederic al subrayar que la inseguridad no es una sensación sino una realidad. El presidente de la Cámara de Diputados se muestra cómodo en el rol de articulador entre dos sectores en pugna.
Más allá de que de uno y otro lado lógicamente escondan las cartas, el Gobierno pareció anticipar parte de su estrategia cuando esta semana tanto el Presidente como la Vicepresidenta le apuntaron directamente a Macri. Alberto Fernández lo acusó de “destruir la economía con el virus de las malas políticas” y Cristina aseguró que “no hay argentino más impune” que el ex presidente. Por su viaje a París, Macri recibió más cuestionamientos -en privado- de su propio partido que del oficialismo.
En la Casa Rosada se niegan por ahora a arriesgar nombres de futuros candidatos y aseguran que, como suele ocurrir con las elecciones de mitad de término, los comicios del año próximo serán un plebiscito de la gestión del Gobierno. “Si llegamos bien, los candidatos van a ser Alberto y Cristina”, le dijo un importante funcionario a Infobae. Hablaba, claro, en forma figurativa. A nadie se le ocurriría que el Presidente o su vice renunciaran para encabezar una lista legislativa, pero sí que se pongan al frente de la campaña.
Hasta ahora, uno de los que parece haber mostrado más ganas de ser candidato es Sergio Berni. Un intendente del conurbano de Juntos por el Cambio se sorprendió con la última encuesta que recibió: el ministro de Seguridad bonaerense tiene un alto nivel de conocimiento y mide muy bien en los sectores más humildes. La candidatura de Berni podría representar un desafío inédito para el macrismo, poco acostumbrado a tener que confrontar con un kirchnerista que enarbola un discurso similar al del ala derecha del PRO. En las últimas horas impregnadas de la euforia por el acuerdo con los bonistas, un colaborador de Alberto Fernández se animó a tirar al aire el nombre de Martín Guzmán, el ministro de Economía nacido en La Plata que -a diferencia de varios integrantes del gabinete- cuenta con el respaldo del Presidente y su vice. Ya sea para exhibir algún pequeño logro o para defender la falta de resultados, la economía será sin dudas un tema central en la próxima campaña electoral.
Por el lado de la oposición tampoco hay demasiadas certezas, aunque el viaje de Macri a Europa pareció despejarle el terreno a Rodríguez Larreta para empezar a erigirse como jefe de la oposición y construir desde allí los cimientos de su candidatura presidencial para 2023. Las últimas señales de Macri antes de subirse al avión anticipaban una tensión por los liderazgos que ahora quedó en suspenso. Si el ex presidente pretendiera ser candidato a diputado el año que viene la cuerda volvería a tensarse. Si, en cambio, decidiera mantenerse al margen de la próxima contienda lo lógico sería que buscara ubicar al tope de las listas a Patricia Bullrich, principal exponente del macrismo duro y con aspiraciones de instalarse en la pelea por la jefatura de gobierno porteño.
“Una cosa sería llevar como candidata a Patricia, que le ladra a cada auto que pasa, y otra muy distinta a Fernán (Quirós)”, analizó uno de los dirigentes históricos del PRO. La comparación no es antojadiza: mientras Bullrich sería vista inevitablemente como la candidata de Macri, el ministro de Salud porteño -que empieza a ser medido en las encuestas y a quien le auguran un potencial sin techo- sería un fiel exponente de la gestión que encabeza Rodríguez Larreta. Tampoco hay que olvidarse de otro de los socios de la alianza porteña, Martín Lousteau, que también buscará hacer su juego para consolidar sus pretensiones de suceder al actual jefe de gobierno.
En la provincia de Buenos Aires, la candidatura de María Eugenia Vidal sería inevitable. Pero también empiezan a sonar los nombres de porteños que podrían saltar la General Paz, como Elisa Carrió -imposible saber qué jugada imagina- o Diego Santilli, que también estaría en los planes de Rodríguez Larreta para el territorio bonaerense. El jefe de Gobierno porteño, dedicado a pleno a administrar la cuarentena en la Ciudad, habla día y noche con todos los sectores para mantener la unidad de Juntos por el Cambio que necesitará para disputar la Presidencia.
En el oficialismo trabajan con la misma hipótesis: el armado de las listas generará tensiones entre los socios del frente, pero nadie podría permitirse una ruptura que los condenaría inmediatamente a una derrota. El perfil de los candidatos de uno y otro espacio terminará de marcar el tono que tendrá la campaña. Todavía es un acertijo saber si habrá margen para los moderados o se se impondrán indefectiblemente otra vez los sectores más duros.
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