Alberto Fernández habló en secreto con Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y el Presidente de México estuvo de acuerdo. Después se comunicó con Joseph Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, y logró su consentimiento. Y por último mantuvo una charla amena con Sebastián Piñera, jefe de Estado de Chile, que aceptó su propuesta y sólo pidió tiempo para anunciarlo. Fue una jugada diplomática que se cocinó en Olivos y que ya causa cierta irritación en la Casa Blanca por su audacia y su intención geopolítica.
Donald Trump pretende que su principal asesor de Seguridad Nacional para la región, Mauricio Claver, ocupe la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), pese a que ese estratégico cargo siempre estuvo en manos de un representante elegido por América Latina. Trump desea aplicar desde el BID una versión remozada del concepto de Big Stick, y Claver encaja perfecto en ese physique du rôle.
Alberto Fernández considera que la Casa Blanca no puede quebrar una tradición que existe desde 1958, y asume que se intenta ocupar la jefatura del BID para disciplinar con sus créditos blandos a los países que no comparten la mirada de Trump respecto a Venezuela, Cuba y el papel que está jugando China en América Latina.
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es amigo personal del presidente argentino y piensan igual respecto al destino histórico de América Latina. AMLO conversó en secreto varias veces con Alberto Fernández sobre la situación geopolítica del BID, y aceptó compartir su estrategia de evitar que Claver asumiera en representación de los Estados Unidos.
AMLO viajó a Washington en una visita oficial, se reunió con Claver y cenó con Trump en la Casa Blanca. Tras la reunión con el candidato norteamericano al BID, en DC juraban que Claver había logrado una jugada a dos bandas con López Obrador: el presidente de México apoyaría que se hiciera la Asamblea para elegir las nuevas autoridades en el BID, prevista para septiembre, y durante la votación quedaría en libertad de acción para votar su candidato de América Latina.
Si eso hubiera sido cierto, el plan de Alberto Fernández mutaba en anécdota porteña. La intención presidencial es evitar que se vote en septiembre, y postergar todo hasta marzo, jugando con la posibilidad de una derrota de Trump frente a Joe Biden, candidato demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos. Si Trump pierde en los comicios del 3 de noviembre, Claver es historia. Y otra vez, América Latina podrá ocupar el puesto que le corresponde por tradición y perspectiva geopolítica.
Hace dos días, un tuit del gobierno mexicano terminó con las expectativas y las susceptibilidades. Claver no había dicho la verdad en el Salón Oval, y López Obrador cumplía con su palabra frente a Alberto Fernández. México no sólo apoyaría a Gustavo Béliz, secretario de Asuntos Estratégicos, como candidato al BID, sino que también reclamaba que se postergara la Asamblea hasta marzo del 2021.
Alberto Fernández lidera la ofensiva en el BID, y Felipe Solá ejecuta sus instrucciones. El canciller argentino no para de llamar a sus colegas europeos, y aguarda una respuesta afirmativa de Perú -que cambió de Gabinete y necesita aprobación parlamentaria- y ya sumó a Costa Rica, que anunció su apoyo a las gestiones diplomáticas que tratan de postergar la Asamblea del BID hasta marzo de 2021.
El plan presidencial tiene un objetivo básico -evitar que Claver asuma en el BID- y un proceso táctico complejo y con final abierto. Alberto Fernández tiene el apoyo de la Unión Europea, pero sucede que la UE no integra la lista de Gobernadores que tienen un puesto fijo y votan para designar a la nueva conducción del Banco Interamericano de Desarrollo.
Desde esta perspectiva, la Casa Rosada necesita que Alemania, Italia, España, Francia y Portugal -de manera independiente- expliciten su posición de postergar la asamblea hasta 2021. Si no lo hacen, Estados Unidos sumará la mitad más uno de los votos, y ratificará su postura de hacer la asamblea para designar a Claver.
Hasta ahora, y pese al esfuerzo de la Cancillería, los aliados europeos de la Argentina se mantuvieron en estruendoso silencio. Trump es Estados Unidos, un socio básico y elemental de Europa desde que los nazis perdieron el control de Berlín en 1945.
Cuando comieron con Alberto Fernández, Ángela Merkel y Emmanuel Macron revelaron su opinión sobre el presidente republicano. Pero ello no implica que voten por postergar la asamblea del BID, como pidió la UE hacia fines de julio.
Entonces, el objetivo coyuntural de Alberto Fernández es evitar que haya Asamblea en septiembre. Y si la hubiera, su única chance es dejarla sin quórum para que Claver no sea designado presidente del BID. Desde esta perspectiva, Argentina está sola frente a los Estados Unidos, ya que tiene apoyo -UE, México, Chile y Costa Rica- para exigir la postergación, y nada más que para eso.
La única manera de frenar el plan de Trump es cancelar la asamblea del BID por falta de quórum, si no es posible lograr que se convoque en marzo. Y eso se obtiene con el 25 por ciento de los votos de los países miembros, contados por el capital aportado al Banco Interamericano de Desarrollo.
Argentina, los miembros más poderosos de la UE, Chile, México y Costa Rica suman el 25 por ciento, pero ninguno de los aliados de Alberto Fernández anunció que juega en contra de Trump y Claver.
Hasta ahora, solo apuestan a postergar la Asamblea. Y punto.
El plan desplegado por Alberto Fernández causa irritación en la Casa Blanca, a pocas semanas de iniciar la negociación formal con el Fondo Monetario Internacional (FMI). En Olivos conocen la irritación de Trump, y por eso se decidió dejar el centro del escenario al canciller europeo Borrell.
Se trata de una cautelosa actitud de la Argentina que no calmó la tensión con Trump. El Salón Oval quiere a Claver en la Presidencia del BID. Cueste lo que cueste.
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