Un nuevo siniestro militar, en este caso la precipitación a tierra del cazabombardero de la Fuerza Aérea Argentina, A-4AR Fightinghawk, y el fallecimiento del jóven piloto de 34 años, Gonzálo Fabián Britos Venturini, que logró eyectarse, pero murió, reabrió el debate interno por el presupuesto que desde hace décadas destinan los gobiernos argentinos a las Fuerzas Armadas a través del ministerio de Defensa.
La justicia y la junta de investigación de accidentes militares ya tienen en su poder el historial de la aeronave militar matrícula C-295, perteneciente a la V Brigada Aérea de Villa Reynolds, con asiento en la provincia de San Luis. Ese documento es una especie de historia clínica del aparato donde consta el mantenimiento que se realizó. Allí quedan asentadas las horas de vuelo del avión, las horas de servicio, la cantidad de encendido de los motores; las fechas de vencimiento de cada service y también las de recambio de elementos que vencen por fecha. Los cartuchos eyectores, por caso, tienen una columna específica y se chequea previamente a cada salida de la aeronave. Allí también quedan señalas las fallas detectadas por los mecánicos.
El juez federal de Río Cuarto, Carlos Ochoa, y la propia Junta de Investigación, le solicitarán en las próximas horas a la Fuerza Aérea el legajo del oficial fallecido. Allí consta su estado de salud, si tomaba algún tipo de medicación, su aptitud física, sus calificaciones -son sobresalientes- los cursos que realizó -estaba altamente calificado- y las horas de entrenamiento.
Las razones por las cuales murió Britos Venturini está en el centro de la escena. Por la experiencia de los pilotos argentinos en Malvinas, se sabe que la tasa de supervivencia de los pilotos eyectados en aviones de guerra es muy alta, del 90%. Por esa razón La Junta de Investigación, le prestará especial atención al sistema de eyección del cazabombardero, es decir si alguno de los cartuchos estaba defectuoso. También si la cúpula se abrió o no, y hasta si estaba mal asegurado al asiento. Eso podría ser un error humano del asistente del piloto, algo poco frecuente pero que no se debe descartar.
La operación autopsia practicada el miércoles a la noche reveló que el militar murió como consecuencia de una luxación de la médula espinal de la columna cervical. Según el informe preliminal firmado por la médica forense Ana Laura Peiovich, y entregado al juez Ochoa, se pudo establecer que el piloto sufrió una hemorragia arterial en el cuello y que esta se produjo antes del rompimiento medular.
Según puso saber Infobae de fuentes judiciales, los testigos del siniestro observaron como el paracaídas de Britos Venturini se armó a una altura considerable y como cayo a tierra lentamente. Esto descartaría la primera versión que circuló en la que se sugería que el capitán había demorado en eyectarse. Es más, pilotos de combate consultados por este medio precisan que la acción de eyectarse, por más simbiosis que un comandante tenga con su aeronave, se realiza instintivamente cuando suena la alarma en la cabina.
La autopsia también desmiente una segunda versión, que el piloto estaba vivo cuando llegaron los rescatistas. Obviamente, las pericias médicas sobre el cuerpo no desentrañan las razones por las cuales el avión de combate se estrelló. A los aviones de combate A-4AR Fightinghaw se los denomina “Halcón luchador”, es un cazabombardero estadounidense que fue armado para la Fuerza Aérea Argentina en el año 1995 e ingresados al país en 1997, durante la presidencia de Carlos Saúl Menem.
Los resultados periciales que obtenga la Junta de Accidentes no tienen objetivos punitivistas, el organismo solo busca determinar las causas y los eventuales errores de procedimiento que produjeron el siniestro para de esa manera mejorarlos, para que no se repitan. El único que impone penas, en caso de hallarse a uno y/o varios responsables, es el magistrado a cargo de la causa. Por lo general el juez designa a sus propios peritos, que en este caso es muy posible que sean expertos militares que entiendan sobre aviones de combate. En la mayoría de las causas las querellas o las defensas suelen solicitar, como medida de prueba, los resultados de la Junta de Accidentes.
El menor presupuesto para las Fuerza Armadas de la región
Según pudo saber Infobae, como en el caso del hundimieto del submarino ARA San Juan con sus 44 tripulantes, el 15 de noviembre de 2017, la primera hipótesis que se maneja desde la justicia es una falla en el aparato siniestrado por presumibles deficiencias en el mantenimiento dado el poco presupuesto que tienen las Fuerzas Armadas.
Tanto es así que el diputado Nacional Juan Aicega, de Propuesta Republicana, elaboró un Proyecto de Resolución que expresa, junto a otros legisladores, su “pesar por el fallecimiento en actos del servicio del señor Capitán, aviador militar, Gonzalo Fabián Britos Venturini”, pero también advierte que el poder Ejecutivo de la Nación, a cargo de Alberto Fernández “debe darse especial y prioritaria atención al equipamiento, mantenimiento, asignación de recursos y adiestramiento necesarios a todos los integrantes de las Fuerzas Armadas”.
“Todos los soldados argentinos, hombres y mujeres de acción y patriotismo necesitan que el Estado les garantice las mejores condiciones técnicas, operativas, de seguridad y de capacitación para poder adiestrarse como lo demandan las duras exigencias del ambiente operacional moderno y del campo de combate futuro”, puntualiza el proyecto legislativo que insta al gobierno nacional a “mejorar el presupuesto de las Fuerzas Armadas, a incorporar nuevo material y equipamiento y, consecuentemente, incrementar y mejorar la educación, instrucción y capacitación del personal para elevar el grado de adiestramiento y capacidad operacional de las tres Armas”.
Desde la vuelta de la democracia, hace casi 37 año, lejos de aumentar, el presupuesto para las tres Fuerzas Armadas, Ejército, Armada y Fuerza Aérea, fue disminuyendo de manera dramática. Argentina es el país que menos presupuesto destina al ministerio de Defensa en relación a su Producto Bruto Interno (PBI) de la región. Y es más, casi el 85% de ese presupuesto es utilizado para pagar sueldos.
Solo el 15% restante se utiliza para solventar desde los gastos de luz en los cuarteles e infraestructura, hasta el mantenimiento de aeronaves, navíos, tanques, camiones y armamento. Una situación inconcebible que se traduce en el lógico deterioro del equipamiento que en algunos casos es el factor determinante que se traduce en evitable pérdidas humanas. Así lo creen, por ejemplo, las querellas que litigan para conocer la verdad sobre el hundimiento del submarino ARA San Juan, que le costó la vida a sus 44 tripulantes.
Al menos desde el año 2015, los integrantes de las Fuerza Armadas, entre ellos los mandos de la aviación, vienen reclamando por la falta de mantenimiento de sus aeronaves por falta de presupuesto y la reducción obligada en horas de vuelo para el entrenamiento de sus pilotos porque falta de combustible.
A fines de septiembre de ese año, una aeronave Douglas A4-AR Fightinghawk, que pertenecía a la misma cuadrilla del cazabombardero siniestrado el miércoles pasado, chocó en tierra contra un hangar, en la V Brigada Aérea de Villa Reynolds, en San Luis, y provocó la muerte del suboficial principal mecánico Luis David Peñaloza, que realizaba trabajos de mantenimiento adentro de la cabina.
El cazabombardero estaba siendo sometido a una revisión técnica para la prueba de los motores en la plataforma de la brigada aérea, comenzó a tomar velocidad y se desplazó unos 50 metros hasta chocar contra el hangar. El impacto produjo la muerte del militar. Si bien este accidente es bien distinto al siniestro que le costó la vida al capitán Britos Venturini, el hecho sirve para contar que ese avión de guerra también formaba parte de las cinco unidades A4 que se encontraban en servicio y formaba parte de un lote de 36 unidades que tenía la Fuerza Aérea. Con la última tragedia la flota de aviones de combate, se redujo, por diferentes problemas de mantenimiento o siniestros, a cuatro.
La mayoría de ellos fueron “canibalizados” es decir que sus piezas fueron desmontadas para reparar otros. Situaciones similares se viven en las tres Armas, ya sea con los camiones Unimog del Ejército, o como ocurría con los submarinos. Basta recordar que el ARA San Juan era el último que estaba operativo para realizar patrullas en defensa de la soberanía territorial argentina.
En julio de ese mismo año un avión Embraer EMB-312 Tucano, perteneciente a la Escuela de Aviación Militar de Córdoba, se precipitó a tierra y sus dos pilotos murieron. En ese momento, el ex diputado nacional Julio César Martínez -ex ministro de Defensa de Mauricio Macri- advirtió: “El parque aéreo militar argentino es obsoleto y seguir insistiendo con el uso de los actuales aviones es suicida y criminal. Es necesario replantearse con seriedad una importante inversión para reequipar a nuestra Fuerza Aérea. No hacerlo significa apostar a su disolución”.
Dos años antes, por problemas mecánicos un avión Douglas A4 AR Fighting-hawk se precipitó a tierra en Santiago del Estero. Los dos pilotos se eyectaron y salvaron sus vidas. Si se recorre la historia reciente de la Fuerza Aérea los casos de tragedias se repiten una y otra vez. Las sospechas siempre fueron las mismas: falta de mantenimiento.
En cada uno de los casos, las juntas investigadores no dieron a publicidad los resultados de las pericias.
Según la información oficial a la que accedió Infobae producida en el ministerio de Defensa, y que tiene como fuente al “Banco Mundial Stockholm International Peace Research (SIPRI)”, durante el gobierno de Raul Alfonsín, que asumió el poder en 1983, la inversión en el “gasto militar” al inicio de la gestión era del 2,74% del Producto Bruto Interno (PBI). Cinco años y medio después, al inicio de la gestión de Carlos Saul Menem, esa cifra había descendido al 1,45%. Diez años después, en 1999, cuando comenzó el malogrado mandato de Fernando de la Rúa, la inversión militar siguió bajando, en este caso al 1,15% del PBI. En el inicio de la gestión de Néstor Kirchner, el gasto militar en el país era de 1,06%.
A partir de ese momento, el kirchnerismo acentuó las políticas de desinversión en la Fuerzas Armadas. Cuando la actual vicepresidente asumió su primer gobierno, el PBI destinado a ese sector, había descendido a un escaso 0,76%, la menor inversión desde el regreso de la democracia. Cuando Mauricio Macri reemplazó en la Casa Rosada a Fernández de Kirchner, el porcentaje del PBI destinada a las Fuerzas Armadas era de 0,86%. Entre 2017 y 2018, el gobierno de Cambiemos elevó el monto a 0,94% del PBI. En la actualidad, en el inicio del mandato de Alberto Fernández la inversión destinada a las Fuerzas Armadas es de 0,85%.
El economista Miguel Ponce, un estudioso en presupuestos de Defensa, le explicó a este medio que “el denominado Standar OTA del PBI óptimo para destinar a las fuerzas militares que integran los países es de alrededor del 2% del Producto Bruto Interno. El 60% se destina a los haberes del personal, ya sea civil o militar, y el 40% a mantenimiento de los materiales”, y remató: “En nuestro país, según los años, del 82 al 85% del presupuesto de Defensa se utiliza para pagar haberes. Es decir, no queda nada para mantenimiento e infraestructura”.
El mismo estudio del Banco Mundial compara el presupuesto nacional destinado al ministerio de Defensa comparado con otros países de la región. Si se toma el año 2018 como referencia, uno de los niveles más altos del presupuesto argentino destinado a las Fuerzas Armadas de los últimos 20 años el país queda muy atrás de Chile, que invertía el 1,83% de su PBI o Brasil, con el 1,32%. Si se compara el presupuesto de Argentina con el promedio que destinan los países de América Latina y el Caribe, también queda como la nación más rezagada, el promedio es del 1,26%.
Si se compara el gasto Argentino en sus Fuerzas Armadas, con otras naciones, la cifra empequeñece aún más. Según las estadísticas volcadas en el Balance Militar publicado en febrero de este año y basado en los datos del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés), que se presentó en la Conferencia de Seguridad de Múnich; Bulgaria, Grecia, Estonia, Rumania, Letonia, Polonia y Reino Unido, destinan el 2% de su PBI en gasto militar.
El 0,86% que se invertirá este año en Defensa -la misma cifra que en 2019- empalidece ante cifras como las del 4,2% del PBI que el presidente norteamericano, Donald Trump destinó a su maquinaria militar; el 8,8% de Arabia Saudita, el 3,9% de Rusia, el 2,4% de India o el 2,3% de Francia.