El jefe del bloque de diputados del Frente de Todos, Máximo Kirchner, cuestionó el comunicado conjunto de la CGT y la Asociación Empresaria Argentina (AEA), que contiene alusiones a “las muchas décadas de muy mala perfomance económica”, porque destacó que si “tantas décadas fueron muy malas” para el país “no es lo que refleja el crecimiento de sus empresas”. También afirmó que “hicieron Zoom desde sus casas mientras les piden a los trabajadores que vayan a producir a riesgo de enfermarse y que hay que salir porque si no el país no produce”, tras lo cual ironizó: “Me parece bien y responsable que se cuiden por la edad que tienen”.
Los comentarios del hijo de la vicepresidenta fueron hechos durante la sesión de este viernes en la Cámara de Diputados en la que se debatió el proyecto de moratoria impositiva, donde, al criticar el documento empresario-sindical, también contrastó los años de “mala performance económica” con las empresas adquiridas durante ese período por el Grupo Clarín (cuyo CEO, Héctor Magnetto, participó del encuentro AEA-CGT).
“Uno puede observar década tras década y en 1983 podemos decir Radio Mitre, en los noventa Canal 13, en 2007 Multicanal y Cablevisión, de 2007 a 2015 nada y en el gobierno del ingeniero Mauricio Macri, Telecom, que hoy también fue incluida dentro de la moratoria para que vean que no nos guía ningún odio ni rencor sino que estamos preocupados por el destino de la Argentina, de sus empresas, de sus empresarios y fundamentalmente de quienes trabajan en ellas, que es lo que nos debe ocupar”, dijo Máximo Kirchner.
Por eso el legislador, tras afirmar con ironía que estaba “contento de que se reúnan la AEA y la CGT porque tenemos que dialogar”, consideró que fue “un error” la parte del comunicado “en la que dice que la Argentina viene de muchas décadas de mal desempeño económico”. Allí fue cuando le apuntó al cotitular de la CGT: “Le preguntaría a Héctor Daer cuántos afiliados tenía el 25 de mayo de 2003, el 10 de diciembre de 2015 y el 10 de diciembre de 2019. O a los otros gremios también les preguntaría cuántos afiliados tenían”.
“Y ahí vemos que dicen que fueron décadas muy malas para la Argentina, pero no es lo que refleja el crecimiento de sus empresas”, añadió, tras lo cual dio a entender que estaría bien si ese concepto lo hubieran escrito “esos millones de argentinos que han abierto y cerrado sus comercios o que viven en los barrios más marginales y populares, que son los que realmente sufren la peor de las inseguridades”.
Máximo Kirchner también se mostró molesto por la referencia en el comunicado AEA-CGT a “la necesidad de reducir la presión tributaria” y dio ejemplos de cómo se reparte la carga impositiva: “En la Argentina, el año pasado, el 48% de la recaudación fue producto del IVA y el 33%, de Ganancias, pero cuando uno se mete dentro de este último impuesto ve que el 33% está constituido por los salarios de los trabajadores que pagan Ganancias, el 24% por diferentes cuestiones y el 45% por el de las empresas”, sostuvo el diputado oficialista.
Y se preguntó: “¿Cómo puede ser que un trabajador pague más Ganancias que alguna empresa energética, que el año pasado pudo ganar entre 8.000 y 8.500 millones de pesos y que por distintos métodos de deducción, como el ajuste por inflación que fue parte de la reforma tributaria del macrismo, termina pagando cero”.
Cuando Infobae llamó a tres dirigentes de la CGT para que le respondieran al jefe del bloque de diputados oficialistas, ninguno quiso hablar y deslizaron que no quieren pelearse con el hijo de Cristina Kirchner. Uno de ellos dijo: “Yo no le doy importancia. Es parte del debate político y todos tenemos razón, pero nos debemos trazar un horizonte para el día después de la pandemia. Y mirar hacia atrás sólo lo necesario”.
La central obrera, de todas formas, mantendrá el martes próximo una reunión presencial de su consejo directivo, ampliado con la presencia de dirigentes que no integran la conducción, en la sede de la UOCRA. Se prevé que hagan un balance de los contactos de la cúpula cegetista con entidades empresariales, como AEA, y que difundan un respaldo de los sindicalistas a la necesidad de dialogar con todos los sectores para salir de la crisis. Si se concreta, será una manera indirecta de apoyar a Daer ante los ataques de Máximo Kirchner.
Lo que aún no está claro es si la CGT ratificará su idea de tener esta semana una videollamada con los directivos de la Unión Industrial Argentina (UIA), en otra reunión para empezar a definir la post pandemia en materia económica. Si se suspende será para evitar nuevas críticas del diputado Kirchner. Y si se ratifica también se le podrá dar una lectura política: la CGT no retrocederá pese a los cuestionamientos.
No es la primera vez que Máximo Kirchner critica a dirigentes de la CGT en pleno recinto de Diputados. El 14 de mayo pasado, durante la primera sesión virtual de la Cámara baja, el hijo de la vicepresidenta le apuntó a Rodolfo Daer, líder del Sindicato de Alimentación Capital y hermano del cotitular de la CGT, por un acuerdo para suspender personal sin tareas que se había firmado en la planta de Mondelez ubicada en Victoria, en la zona norte del conurbano.
“Mondelez, fábrica de alimentos, los puso a los trabajadores a producir golosinas bajo el paraguas de industria alimenticia y servicio esencial, se stockeó todo lo que pudo bajo el valor actual para venderlo vaya a saber cuándo, y les baja el sueldo a los trabajadores y las trabajadoras suspendiendo la actividad -destacó el legislador-. Equivocadamente, el Gobierno le homologó ese acuerdo. Espero que se corrija eso. Yo no tengo problema en decir esas cosas. No me quiero arrepentir de no defender a los que tenemos que defender”.
Así, en un mismo discurso, el jefe de los diputados del Frente de Todos castigó a dos destinatarios distintos de sus críticas. En un caso, el hermano del mejor amigo de Alberto Fernández en el sindicalismo. En el otro, el ministro de más estrecha confianza del Presidente. ¿Los cuestionaba a ellos o apuntaba más arriba?
El titular de Trabajo percibió que las críticas de Máximo Kirchner respondían a las tensiones entre Alberto Fernández y su vicepresidenta, y en la segunda quincena de mayo circularon rumores de que el kirchnerismo duro buscaba que renunciara a la cartera laboral para que asumiera el camporista Mariano Recalde.
Desde la dirigencia K le achacaban al titular de Trabajo una supuesta pasividad ante los 1.450 despidos que hubo en Techint y, además, su responsabilidad en el acuerdo que firmaron la CGT y la UIA para facilitar las suspensiones de trabajadores sin tareas a cambio del pago del equivalente al 75% del sueldo neto.
Los cortocircuitos entre Moroni y el kirchnerismo duro también se trasladaron al Congreso: según se comentó con insistencia en los pasillos legislativos, los diputados más cercanos a Cristina Kirchner habían decidido cajonear el proyecto de ley que fue enviado por el Ministerio de Trabajo para darles protección laboral a los trabajadores de plataformas como Glovo, Rappi, Uber Eats y Pedidos Ya.
¿Cuál fue el problema? La iniciativa elaborada por el equipo de Moroni crea para esos empleados un régimen laboral que está por fuera de la Ley de Contrato de Trabajo, cuestión que los legisladores K consideran inadmisible: quieren que los trabajadores de las app estén comprendidos en los alcances de la Ley de Contrato de Trabajo, postura que se considera un golpe mortal para la subsistencia de las aplicaciones.
La CGT hizo todo lo que estuvo a su alcance en esos días para proteger a Moroni, con quien mantienen una excelente relación porque es el funcionario nacional que la atiende con mayor asiduidad, y, además, porque estaba espantada ante la posibilidad de que el Ministerio de Trabajo cayera en manos de La Cámpora, sector que detesta al sindicalismo tradicional. Por eso comenzó una negociación secreta para conseguir un encuentro con Máximo Kirchner en el que se pudiera aclarar cualquier malentendido y evitar nuevos roces.
Finalmente, el 5 de junio se concretó la reunión cumbre en la Casa Rosada: de un lado estaban Máximo Kirchner y el ministro del Interior, Wado de Pedro, y del otro, los dirigentes cegetistas Héctor Daer, Carlos Acuña, Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez y José Luis Lingeri. Allí, los sindicalistas les explicaron que el acuerdo con la UIA sirvió como “piso de protección para los trabajadores” y que no se trata, como criticaba el camporismo, sólo de una herramienta para que las empresas les bajen el sueldo a los trabajadores.
El encuentro fue cordial y se selló una suerte de tregua que dejó tranquilos a los dirigentes de la CGT. Pero luego se quejaron entre ellos por una presunta picardía oficial: el día anterior, el ministro había recibido en su despacho a Pablo Moyano, archienemigo de la cúpula cegetista, y ese contacto fue difundido por la cartera del Interior con datos y fotos en las redes sociales. De la reunión entre Máximo Kirchner y Wado de Pedro con la CGT, en cambio, no hubo información oficial, ni imágenes y ni una sola mención en Twitter.
La paz duró dos meses. No es un secreto que el kirchnerismo, empezando por la vicepresidenta de la Nación, tiene una mirada muy crítica sobre los dirigentes que conducen hoy la CGT y que, en cambio, prefiere a aliados como los Moyano, el bancario Sergio Palazzo o los ultraoficialistas de la CTA que conduce Hugo Yasky.
Es raro (o no): las críticas de Máximo Kirchner a la CGT por la reunión con AEA involucran a Héctor Daer, el mejor amigo sindical de Alberto Fernández. ¿Cuál será el próximo capítulo de esta historia que refleja la dura pelea en la coalición gobernante? Nadie lo sabe. Pero se descuenta que, como en Netflix, habrá temporadas para rato.
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