La etapa actual de la cuarentena “flexibilizada” se extendió por otras dos semanas y continuará la alianza estratégica entre los gobiernos porteño, bonaerense y nacional. Sin embargo, tanto los datos epidemiológicos como las necesidades políticas de sus mandatarios parecen indicar que los caminos pronto se bifurcarán.
A pesar de que el aumento de los contagios totales y la ocupación de camas de terapia intensiva generan preocupación, el Gobierno porteño insiste en que la curva de infectados se mantiene “estabilizada” en torno a los 1.200 casos diarios y sus funcionarios concentran la atención en el “ritmo” de expansión del virus más que en los alarmantes números absolutos.
Durante las últimas reuniones, el presidente Alberto Fernández, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y el gobernador Axel Kicillof coincidieron en que una vuelta atrás a la cuarentena estricta no era viable. Sin embargo, el avance a las próximas etapas de la flexibilización sigue siendo un punto de conflicto.
En la conferencia de ayer, Alberto Fernández concentró su discurso en la ciudad de Buenos Aires y en las consecuencias de salir de la cuarentena. “Miren lo que pasó cuando había cuarentena y lo que pasó cuando se liberó”, explicó sobre un gráfico que mostraba el incremento de casos. Luego, para suavizar sus críticas aclaró que él también “es porteño”.
“El jefe de Gobierno hace un enorme esfuerzo para que la ciudad recupere su nivel de actividad, pero ese esfuerzo nos obliga a tener mucha responsabilidad”, continuó. Para luego insistir en que la capital “tiene la tasa de mortalidad más alta” y en que funciona como foco de contagio hacia otras provincias.
Los números son números, pero su interpretación muchas veces es política. Rodríguez Larreta aprovechó su turno para marcar sutiles diferencias y le habló a su electorado. Machacó con que la actividad física al aire libre no genera grandes riesgos y argumentó que la cantidad de casos es alta pero “estable”, a diferencia de lo que ocurre en provincia donde hubo un leve aumento. También dijo que “el Estado no puede reemplazar la responsabilidad individual”.
En la sede de Uspallata niegan presiones del gobierno bonaerense y explican que la decisión de extender la etapa actual busca “consolidar los resultados de la fase 1” para poder avanzar de manera segura a las siguientes. Pero las intenciones de seguir flexibilizando son claras y desde la cartera sanitaria incluso adelantaron que habilitarán algunas industrias “y otras cositas más” que formalmente estaban incluidas en la siguiente etapa.
Las diferencias de interpretación también quedan plasmadas en el tono de las declaraciones públicas. El martes el ministro de Salud bonaerense Daniel Gollán advirtió que el sistema sanitario podría colapsar en agosto, mientras que el gobernador Kicillof dijo tres días después que “si los números no bajan, habrá que ir a una cuarentena mucho más dura”.
Esa misma mañana, lejos de ese tono alarmista, el ministro de Salud porteño, Fernán Quirós, reconoció que hubo un aumento en las reuniones sociales. Sin embargo, les pidió a quienes no pueden resistir la necesidad de conversar con alguien en persona que esperen hasta las 18 para poder salir a caminar juntos y hacerlo de forma segura al aire libre y con tapaboca.
En la mesa chica de Rodríguez Larreta descartan la posibilidad de volver atrás e incluso cuestionan la efectividad de la medida: “Los contagios que vemos actualmente ocurrieron durante la cuarentena estricta”, reflexiona uno de sus hombres de confianza.
En el plano político, se muestran satisfechos con las mediciones de imagen positiva del alcalde y planifican las próximas etapas de apertura: saben que representan una oportunidad para tomar distancia del Presidente y acercarse al ala dura de la coalición opositora.
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