Ya no hay diferencias ideológicas o pertenencias partidarias, y cada uno soporta del otro sus propias debilidades personales. Funcionan como una Troika, sin miserias del poder, y asumiendo que caminan en el filo de la navaja tras cinco meses seguidos de confinamiento. Alberto Fernández, Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta renovaron votos ayer en la quinta de Olivos y decidieron seguir juntos para enfrentar los costos políticos, sociales y económicos que implicarán anunciar hoy la extensión de la cuarentena en el AMBA.
El Presidente, el gobernador y el jefe de Gobierno porteño están convencidos de su estrategia contra la faena del COVID-19, y asumen que era imposible calcular que el pico de contagio y de muerte aparecería después de cinco meses de confinamiento. Y ahora, en medio de la saturación social, los tres decidieron resistir los embates mediáticos ante la ausencia de un método efectivo que reemplace la aplicación rutinaria de la cuarentena.
Alberto Fernández, Rodríguez Larreta y Kicillof manejan su propia información respecto a los niveles de contagios, muertes y capacidad vacante de las camas con Unidades de Terapia Intensiva (UTI). Esa información debe ser tomada como un secreto de Estado, y su clave estadística lacera por la simple lectura: si la pandemia crece al ritmo de las últimas horas, el sistema sanitario colapsará en las próximas semanas.
Cuando aún no eran una troika, y apenas chateaban entre ellos, Alberto Fernández mediaba en la relación de Kicillof y Rodríguez Larreta. El gobernador tenía prejuicios ideológicos, mientras que el jefe de Gobierno no soportaba sus clichés al momento de analizar la realidad política. Pero el confinamiento bajó las defensas personales y ahora hay respeto mutuo entre Kicillof y Rodríguez Larreta.
Sin embargo, al momento de explicitar sus posiciones institucionales, el Presidente debe volver a su papel de hábil componedor para alinear la marcha bajo la misma hoja de ruta. Kicillof no soporta que ciertos medios aseguren que Rodríguez Larreta no abre más la cuarentena para evitar un caos social en la Provincia. Y Rodríguez Larreta replica que no se trata de una operación política a favor, sino que simplemente la realidad de la Ciudad es diferente a los hábitos del conurbano.
Alberto Fernández también mutó sus opiniones personales sobre Kicillof y Rodríguez Larreta. El Presidente se mordía la lengua cada vez que el gobernador se salía del guion institucional y avanzaba con un discurso ácido y tumultuoso, y respecto al jefe de Gobierno consideraba que era solo una versión inteligente de Mauricio Macri.
Pero los cinco meses de cuarentena forzaron en Alberto Fernández un cambio de perspectiva personal y política. Ya tiene afecto por Kicillof y habla con respeto de Rodríguez Larreta. El Presidente no dejó de valorar en Olivos que, a la misma hora que Macri volaba a París, su aliado político pedía un vaso de agua mineral para iniciar una reunión a solas junto al gobernador bonaerense.
La armonía política de los tres será fundamental en las semanas que vienen. A diferencia de situaciones anteriores, cuando la cuarentena no era tomada aún como una pesadilla social, el anuncio de hoy estará signado por el hartazgo y la ausencia de medidas que permitan explicitar un avance en la lucha contra la pandemia.
El statu quo, o la calma chicha, que signarán la presentación de Alberto Fernández, Kicillof y Rodríguez Larreta, se vinculan a la imposibilidad de mejorar las condiciones del confinamiento. El COVID-19 se encamina a su pico histórico, sin discriminar entre la Ciudad o el conurbano bonaerense, y no hay una sola chance de abrir la cuarentena y cumplir las promesas de antaño.
La capacidad sanitaria de las camas con Unidad de Terapia Intensiva (UTI) está yendo del amarillo al rojo, y una apertura del confinamiento puede transformar un hecho eventual en una crisis real con puja social en clínicas privadas y hospitales públicos.
Alberto Fernández, Kicillof y Rodríguez Larreta son conscientes de esta posibilidad y hoy aprovecharán el espacio mediático para explicar una y otra vez que la tragedia está agazapada para coronar su propia naturaleza. Habrá extensión de la cuarentena por otros 15 días, a la espera de una tregua del COVID-19 que ya parece un sueño distópico.
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