Abrir más la cuarentena o seguir en fase 3. Esa es la cuestión que debatieron este miércoles Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta en una reunión en la que, desde el comienzo, se descartó la posibilidad de ir para atrás en los permisos de apertura. Es que mientras los contagios no disminuyen en el AMBA, y en la provincia de Buenos Aires aumentan en las últimas semanas a un porcentaje mayor que en la Ciudad, a ambos lados de la General Paz la actividad comercial comenzó a desentumecerse oficialmente, y a nadie le conviene volver para atrás.
Desde ambos equipos anticiparon que la decisión final la tomará el Presidente. Sin embargo, el estado de ánimo de los funcionarios de Provincia y Ciudad indica que hubo fumata y que “sabiendo que el virus sigue estando entre nosotros y reforzando la responsabilidad de la sociedad”, será posible cumplir con los planes de apertura. Mañana, gobernador y jefe de Gobierno se reunirán con Alberto Fernández en la Residencia de Olivos.
Rodríguez Larreta llegó en auto, acompañado del vicejefe de Gobierno y ministro de Seguridad, Diego Santilli, y el ministro de Salud, Fernán Quirós. Por su lado, Kicillof los recibió con el jefe de Gabinete, Carlos Bianco, el ministro de Salud, Daniel Gollan, su vice Andrés Kreplak y el ministro de Seguridad, Sergio Berni. En un salón contiguo esperaron la ministra de Comunicación bonaerense, Jesica Rey, y el secretario de Medios porteño, Christian Coelho.
El equipo porteño llegó convencido de que no hay ninguna posibilidad de que la Ciudad regrese a una fase anterior. Trajo distintos argumentos. Que la tasa de letalidad está en 2,13% pero sigue muy baja en relación a los estándares internacionales, que el programa DetectAR está muy activo en las villas y barrios de toda la Ciudad, que cada 100 casos hay 103 nuevos, que tienen estabilizada la curva de contagios alrededor de 1.000 casos por día. Y, finalmente, que no habiendo condiciones para otra cosa lo único que es posible hacer es acostumbrarse a convivir con el virus, y solo poner freno cuando las unidades de terapia intensiva (UTI) lo exijan, lo que aún juzgan lejano.
El equipo bonaerense tiene otra situación. Por dificultades en su sistema sanitario, la curva de contagios tardó más de la cuenta en reflejar la realidad de lo que está pasando en el territorio y, por eso, todavía no se aplanó. No había condiciones operativas de realizar testeos y el proceso todavía no terminó de desplegarse a un nivel óptimo, por eso todavía puede pegar más saltos. Sin embargo, hay un margen importante para atajar a los enfermos que necesiten atención intensiva.
Por eso, Rodríguez Larreta no solo llevó a la Provincia sus propios datos en la habitual carpetita amarilla, sino su perspectiva de lo que está sucediendo en Provincia, algo así como los argumentos que Kicillof necesita para tomar la decisión que prefiere, o sea, seguir adelante con las aperturas programadas, que en el Conurbano son de hecho desde hace por lo menos dos meses, lo que no facilita una salida organizada de la crisis sanitaria.
El acuerdo entre ambas jurisdicciones fue crucial dos semanas atrás, cuando Kicillof y Rodríguez Larreta lograron consenso sobre una apertura moderada, que colocó al AMBA en una fase tres de la cuarentena. Reunidos con el Presidente no hubo necesidad de discutir mucho más y de lo único que se habló es de cómo dar el mensaje a la población, ansiosa por conocer las novedades.
“A nadie le conviene cerrar de nuevo el grifo económico, ni a la gente ni tampoco a los municipios, que necesitan recaudar los impuestos locales”, dijo un intendente del Conurbano, preocupado ante la sola posibilidad de tener que monitorear los controles ante un nuevo cierre de la cuarentena. “A esta altura, ya es imposible”, agregó.
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