Hacía más de un mes que el Presidente no iba a la Casa Rosada y fue la segunda oportunidad en la que utilizó el Salón Blanco para realizar un acto. La vez anterior que volvió, sorpresivamente, fue el 1º de mayo, cuando realizó un acto para el Día del Trabajador sin avisar a nadie, para evitar que se junten muchas personas en los pasillos y se rompa los cuidados propios de la cuarentena.
A partir de ese momento, volvió algunas pocas veces a su despacho, pero desde mediados de junio -por recomendación médica- no apareció más por la sede del Gobierno argentino. Lo hizo este miércoles y con grandes precauciones, convencido de que necesitaba un escenario institucional lo suficientemente robusto para dar impulso a la reforma judicial. En la Residencia de Olivos, finalmente, no hay ningún salón que brinde una puesta acorde con el mensaje que quería dar, tampoco lo suficientemente grande.
Es que cuando empezó a imaginar el acto, todavía creía posible que pudieran estar presentes los cinco miembros de la Corte Suprema (solo estuvo una, Elena Highton de Nolasco), y los principales líderes parlamentarios. Se imaginó un evento para 60 personas, pero terminó de 30, con apenas 20 invitados en forma presencial.
A saber: Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo “Bali” Bucca, titular del interbloque Federal, José Luis Ramón, presidente del bloque Unidad y Equidad, y algunos miembros del Consejo de la Magistratura, el presidente, Alberto Lugones, además de Gerónimo Ustarroz y Diego Molea. Y aunque Cristina Fernández de Kirchner decidió no asistir, sí lo hizo la senadora que es su mano derecha, Anabel Fernández Sagasti, presidenta de la Comisión Bicameral Especial de Monitoreo e Implementación del Código Procesal Penal.
Por cierto, el Salón Blanco jamás lució así, con tan pocos invitados, mínima cantidad de funcionarios, sin periodistas y con distancia social entre cada uno de los que presentes, para asegurar el protocolo sanitario de estos tiempos inéditos. La imagen desde arriba del espacio principal de eventos del Gobierno argentino, donde históricamente se realizan los actos de mayor trascendencia institucional, desde la entrega de los atributos de mando presidencial hasta las ceremonias de juramento de ministros y secretarios, es impactante.
Como sucedió tantas veces desde 1910, cuando se colocaron las arañas, pinturas y la araña de bronce que pesa 1250 kilos y tiene 192 lámparas, el Presidente se colocó dando la espalda al busto de la República en mármol de Carrara y Escudo Nacional, para hablarle a los invitados. Y como lo hizo muy pocas veces, quizás solo cuando asumió y al dejar inaugurado el período ordinario de sesiones, leyó su discurso.
Invitados virtuales hubo algunos más. Ricardo Recondo, miembro del Consejo de la Magistratura, Fernando Pérez Lazala, de la Universidad de Cuyo, Gonzalo Salerno, decano de la Universidad de sysmstvs, Guillermo Barrera Buteler, de la Universidad Nacional de Córdoba, Javier Aga, de la Universidad Nacional del Literal, María del Carmen Ortega, de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Además de senadores y diputados, oficialistas o aliados del oficialismo, porque el dato político de la jornada fue el plantón de la oposición.
A cada lado del estrado desde donde habló el Presidente, se ubicaron los designados miembros del consejo asesor, muy serios y circunspectos. También el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero y la ministra de Justicia, Marcela Losardo, representantes ambos de todo el Gabinete, que solo pudo mirar la escena por televisión.
Terminó el acto y Alberto Fernández saludó con cuidado a cada uno, volvió a su despacho y se quedó conversando primero con la jueza Highton de Nolasco y la Ministra Losardo. Luego se fueron acercando los once miembros del consejo asesor. El último en irse fue Carlos Beraldi, abogado defensor de Cristina Fernández de Kirchner en las varias causas de corrupción que siguen ventilándose.
Sucede que desde que regresó de Catamarca, a donde había ido con parte de su Gabinete para cumplir con una agenda federal que muestre un país activo a pesar de las restricciones en el AMBA, el director de la Unidad Médica Presidencial (UMP) recomendó explícitamente que realice sus tareas desde la Residencia de Olivos. “Considerando la situación actual en relación a la pandemia COVID-19, y observando la progresión en el número de casos positivos registrados en el ámbito del AMBA que evidencian un significante aumento de la circulación viral, es mi responsabilidad recomendarle al Señor Presidente de la Nación Argentina, continuar desempeñando sus tareas habituales en su residencia y restringiendo al máximo posible el contacto interpersonal”, fue el comunicado que el 17 de junio escribió el médico Federico Saavedra.
Hoy volvió. Y pretende seguir haciéndolo, con cuidado, unas horas todos los días.
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