La oficina tiene semejanzas con el living de una casa donde puede vivir cualquier vecino común. Hay un par de zapatillas deportivas al lado de un sillón negro que tiene una mochila apoyada contra el respaldo. En una pequeña mesa están apoyados un par de medias, dos barbijos y una remera. En un perchero, una campera militar. Sobre el sillón que está detrás del escritorio hay otra campera con la inscripción del Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires. Una pequeña heladera con una bebida energizante. La bandera argentina y la bonaerense. Dos teléfonos, un handy y una radio. Afuera hace frío y llovizna.
Sergio Berni recibió a Infobae en un Centro de Operaciones de la Policía Bonaerense que fue montado especialmente durante la pandemia. Sus colaboradores estiman que, una vez que el coronavirus deje de estar en la agenda diaria, el trabajo del ministro seguirá concentrado ahí. Está ubicado a pocos metros de la Autopista Riccheri, en el partido de La Matanza.
El lugar es estratégico. Berni entiende que su trabajo está mayoritariamente en la calle. La Plata, donde está la sede del Ministerio, le queda lejos del conurbano, el foco de los conflictos que debe resolver. Su casa en Zárate, también. Entonces, decidió concentrar su trabajo y el resto de su vida en un mismo lugar. Allí duerme y come. Lo hace arriba de un motor home que por momentos es su refugio en soledad. Lo suele usar para viajar por el amplio territorio bonaerense. Desde hace un tiempo también es su lugar de residencia.
Entra a la oficina, se acomoda la camisa, le da el celular al secretario y le indica cuáles son los únicos llamados que puede atender y por los que puede interrumpir la entrevista. Pide un mate cocido. Se acomoda en el sillón. Está cansado. Son las 21:30 y al otro día el despertador sonará a las 4:30. Va a encabezar un operativo de la Policía Bonaerense donde se realizarán 30 allanamientos en simultaneo. “Para controlar, hay que estar”, advierte. Se prende la cámara y sobrevienen cinco segundos de silencio.
—Hubo una decisión de los gobiernos de la Nación y la provincia de mandar más fuerzas federales al conurbano. ¿En base a qué estadísticas se tomó esa medida?
—Cuando comenzó la pandemia hubo una cuarentena muy estricta y bajaron los índices delictivos de manera abrupta. A partir de que empezó a circular gente, los delitos empezaron a recuperar su actividad normal. Cuando comparamos las estadísticas de este año con las del año pasado, en el mismo período, todavía estamos un 20% debajo de la media. ¿Cuál es el problema que tenemos ahora? Hay 2500 efectivos de la policía de la provincia de Buenos Aires enfermos y aislados por coronavirus.
—¿Cuánta gente van a mandar? ¿Y de qué fuerzas?
—Eso lo define el gobierno nacional. Nosotros ya tenemos protocolo de actuación. Prefectura, Policía, Gendarmería, Policía de Seguridad Aeroportuaria. Eso es una coordinación instantánea. Pero no hay que hacer solo una vigilancia pasiva sino lo que se llama una atención reactiva.
—¿Qué implica?
—Cuando hay una emergencia, acudir. Cuando hay un llamado al 911. Atendemos más de cuarenta mil llamados por día al 911, que son cuarenta mil emergencias. De ahí la necesidad de tener un sistema muy coordinado porque los segundos valen oro.
—¿Cuál es el plan de acción en la provincia de Buenos Aires?
—Los efectivos de las fuerzas federales se acoplan a los de la provincia. Se hace una coordinación, se conoce el terreno y se va trabajando de manera acompasada. A medida que pasa el tiempo se suman distintas responsabilidades. No es solo conocer el territorio y el mapa del delito, sino también conocer la geografía del lugar.
La gente cree menos en la Justicia que en la Policía Bonaerense
—¿Cuáles son los delitos que más ven en el conurbano?
—Todos los delitos que son con armas de fuego son peligrosos porque uno sabe cuándo empiezan pero nunca cómo terminan. Uno de los delitos que muchas veces termina seguido de muerte es el robo automotor. En ese delito estamos 24% abajo con respecto al mismo períodos.
—Lo complejo es que si hay pocos efectivos y crece la cantidad de los que están aislados o infectados, se reduce la cantidad de los que pueden estar en la calle.
—En una comisaría, a veces, hay entre 20 y 25 detenidos. Tenemos más de cuatro mil policías que están cuidando en este momento a los que están detenidos en las comisarías de la provincia. Cada vez que se detiene una persona in fraganti, no se le hace un hisopado antes de detenerlo. La policía lo detiene y si el delincuente está contagiado, el policía se contagia. Ya tenemos cinco policías que han fallecido por coronavirus, por estar en los lugares de mayor circulación viral. Eso significa tener bajas. Y esas bajas deben ser reemplazadas para no perder la calidad de patrullaje.
—¿Hay poca policía? ¿Hay pocos efectivos?
—Sí, claro. Venimos de una policía con noventa mil efectivos, que no ha tenido grandes incorporaciones. Con el problema que todos los que han egresado en este año no han podido hacer la segunda etapa porque las escuelas están cerradas. Tenemos pocos efectivos. La pandemia no nos permite profesionalizar a los que egresaron a principios de año ni a los que tienen que prepararse para el año que viene.
—¿Qué encontró en la Policía Bonaerense cuando llegó al Ministerio de Seguridad?
—Una policía que tiene el 3% de aceptación de su comunidad y 97% de imagen negativa. Es lo peor de todo. Es lo peor que le puede pasar a un ministro que tiene que trabajar todos los días con noventa mil hombres en la calle, donde la inseguridad es un problema endémico y que no solamente se requiere de recursos humanos, sino también de recursos materiales.
—¿Qué falta?
—No tenemos la cantidad de patrulleros necesarios. El gobernador lo primero que hizo fue empezar a hacer las licitaciones para comprar más de dos mil patrulleros. Pero eso lleva su tiempo. Cuando ya estaba, las terminales pararon de producir por la pandemia. Con lo que tenemos estamos dando una respuesta muy importante. Estoy seguro de que en poco tiempo ya vamos a poder incorporar gente y patrulleros. Mientras tanto el gobierno nacional va a cubrir ese bache que tenemos.
—¿Es difícil manejar la Policía Bonaerense?
—No. Nada es difícil. Es como un auto de carreras. Seguramente si usted se sube a un auto de carreras hoy, por más que tenga registro, lo choque en la primera curva. Bueno, esto es lo mismo. Es difícil para el que no sabe. Uno está familiarizado, sabe exactamente lo que tiene que hacer, sabe como se genera una orden de operaciones, cómo se controla y cómo es toda la cadena de mando y comando. Es parte del trabajo en el que uno se formó a lo largo de muchos años.
—La Policía Bonaerense siempre está en el ojo de la tormenta.
—Usted me preguntaba por la cantidad. Lo que no me preguntó es por la calidad del personal. Tenemos dos problemas muy importantes. En cuanto a calidad de personal, las últimas incorporaciones que se hicieron fueron personal que ingresó a la policía como una salida laboral y no como una cumplimentación de su vocación de servicio. Es muy distinto. Un policía si no tiene vocación de servicio es un policía que prácticamente no cumple una función en la calle.
—¿Y el otro problema?
—No se ha georreferenciado los lugares en que se necesitan policías y de dónde reclutarlos. Entonces hoy un policía que tiene que venir a trabajar a Lomas de Zamora capaz que vive en Dolores. Eso trae afectado una serie de inconvenientes que se podrían haber subsanado con una planificación.
—¿Cuando usted mira hacia adentro de la Policía, qué encuentra? ¿Nichos de corrupción? ¿Falta de capacidad?
—Hay otro problema importante que tenemos que es que no hay mandos medios. Hay lugares que tenían 500 o 600 efectivos policiales del rango más bajo con un solo oficial a cargo. Eso es imposible que funcione. Tuvimos que reestructurar mandos medios. Estamos generando una nueva Ley de Ascenso porque todos ascendían a dedo o por cuestiones políticas. Hay gente que ha ascendido tres veces en dos años y son comisarios generales prácticamente sin nada de experiencia en la calle. Toda reestructuración lleva tiempo, pero hay que hacerlas y sostenerlas en el tiempo.
Intentan generar malestar y divisiones entre el gobernador y los intendentes. Hay mala intención
—¿Cuánto le preocupa el abuso de poder que pueda tener la policía en la calle?
—Siempre. Eso es una preocupación y una ocupación, porque uno de los principales temas a tratar en la profesionalización es el uso racional de la fuerza. Es uno de los temas más importantes.
—¿Y el manejo del arma? Porque el abuso de la fuerza puede estar conectado a un mal uso del arma reglamentaria.
—Cuando todos hablan del manejo del arma piensan que la utilización del arma es solamente saber apuntar a un blanco. Y no es así. Lo más importante en la instrucción y en la preparación de un policía es que sepan cuándo no tienen que usar un arma y todo lo que nunca tienen que hacer con un arma. Eso es lo que la policía nunca ha tenido en su entrenamiento.
—Son décadas enteras de una Policía que está cuestionada y a la que la sociedad la mira con absoluta desconfianza. ¿Cómo se revierte esa situación?
—La policía de la provincia, por sobre todas las cosas, tiene una gran capacidad de trabajo. Cuando empezó esta pandemia nadie pensó que con la policía de la provincia íbamos a poder llevar adelante todas las acciones que llevamos hasta el momento. La policía respondió, trabajó y demostró su vocación. Lo que le falta a la policía de la provincia de Buenos Aires es la capacidad de demostrar que tiene vocación, que tiene compromiso, que está responsablemente integrada a la sociedad. Hay que darle las herramientas y la capacitación para revertir esa mala imagen que tiene.
—¿Limó asperezas con la ministra de Seguridad, Sabina Frederic?
—Cuando uno está en la gestión no puede asumir cuestiones personales. Nosotros tenemos que discutir planes y proyectos. Soy apasionado y cuando discuto no me cierro. Por el contrario, no creo nunca en la verdad única, pero no soy sumiso. Hay que proyectar y discutir. La política es discutir. Si todos pensamos igual y creemos que se hacen las cosas de la misma manera, entonces me parece que hay demasiada gente de sobra en cada uno de los gobiernos.
—¿Pero la relación personal? Es importante a la hora de trabajar.
—Esto no es un club de amigos. Los amigos los tengo afuera de la gestión. Nuestra responsabilidad es la gestión. Hay algunos que se conforman o que entienden que se hace lo que se puede. Estamos aquellos que creemos que hay que hacer lo que se debe. Hacer lo que se debe requiere de un esfuerzo mucho más grande, de más tiempo y de más compromiso. Entendemos que es lo que tenemos que hacer. Si no, estamos de más y estamos perdiendo el tiempo acá.
—¿No lo desgasta este ida y vuelta que ha tenido todo este tiempo con la ministra Frederic?
—Desgaste es lo que tenemos todos los días en la calle, esos son los problemas que tenemos que solucionar todos los días. Termina de solucionar un problema y aparecen dos, que son el doble de difícil del que solucionó. Esas son las verdaderas cuestiones a las cuales nos abocamos. El resto es parte de la gestión, que es lo más normal.
—¿El gobernador en algún momento le pidió bajar los decibeles de esa confrontación?
—Sí, permanentemente. Porque yo tengo un estilo de trabajo y de pensamiento. Y una autonomía. Estamos trabajando cada día con más responsabilidad y con mucha más dinámica. Eso es lo importante.
—Resaltó que tienen autonomía. ¿Se maneja con absoluta autonomía en este cargo?
—Es que si uno acá no tiene autonomía, no puede trabajar. Imagínese que yo tenga que pedir permiso cada vez que tengo que mover un patrullero. Tiene que ver el profesionalismo, la confianza y la logística. Si no hay logística, no hay capacidad de gestión. La logística en materia policial es la diferencia entre el éxito o el fracaso.
—¿Kicillof le da autonomía para que usted se maneje sin problemas cada día? El gobernador conduce y le puede decir qué hacer o no.
—El gobernador da los parámetros y las ideas importantes de su gestión, después cada ministro tiene que asumir la responsabilidad de la conducción táctica. El gobernador da los objetivos estratégicos. Así funciona un gobierno. Si un gobernador tiene que mirar lo que hace tácticamente cada uno de los ministros, ese es un gobierno que no funciona. Y de eso ya hemos tenido bastante experiencia. Por eso cuando uno forma un equipo de trabajo no lo tiene que formar con los amigos, lo tiene que formar con la gente que sabe. Y el gobernador ha formado un equipo de trabajo con profesionales. Todos saben, todos tienen experiencia en la gestión. Y eso es lo que le da un plus al gobierno de la provincia de Buenos Aires.
—Usted decía que no se puede pedir permiso todo el tiempo. Recuerdo que por esa situación tuvo un conflicto con el Ministerio de Seguridad de la Nación. Cuando discutió con los jefes del operativo en el Puente La Noria.
—Vuelvo a repetir, yo no me peleo con nadie. Había un problema. Había una ambulancia con una persona grave que necesitaba llegar al hospital y hacía veinte minutos que estaba parada. Pasó la ambulancia, se terminó el problema.
—En el Ministerio se molestaron con ese accionar.
—Eso lo dice usted. Son problemas que afrontamos todos los días los que estamos en la calle.
—No. Autoridades del Ministerio dijeron que usted no tenía que estar ahí. Que no le correspondía. Lo dijeron en los medios de comunicación.
—Bueno. La verdad que a mí nadie me dijo nada.
—¿Cree que les molesta la forma que usted tiene de actuar en la calle?
—No, me parece que las cuestiones personales no tienen nada que ver.
—No hablo de lo personal. Usted tiene una forma de actuar. Se lo ve cada día en la calle. Tiene un estilo de trabajo.
—Yo trabajo. ¿Qué hora es? Son las diez de la noche. ¿Dónde estamos?
—En la oficina.
—Y bueno, estamos trabajando. ¿Vio toda la gente cómo trabaja a esta hora? Bueno, estamos trabajando. Algunos, a veces, no logran entender lo que es la coordinación, la logística y la planificación. Para que mañana la policía, a partir de las seis de la mañana, esté en el lugar que tiene que estar, haciendo lo que tiene que hacer, tiene que haber una planificación previa. Para eso estamos nosotros. Para planificar y para controlar lo que planificamos.
—¿Cómo es el día de trabajo? ¿A qué hora arranca? ¿A qué hora termina?
—Por lo general cinco y media de la mañana. Dormimos acá.
—¿Duerme acá?
—Ahí, en ese micro. (Abre la ventana y señala el motorhome)
La gestión no es un club de amigos. Entendemos que es lo que tenemos que hacer, sino estamos de más y perdiendo el tiempo
—¿Pero no tiene su departamento, su casa?
—Sí. Yo vivo en Zárate. Pero estamos en un momento donde no puedo ir y venir. Estamos en una situación en la que amerita estar las 24 horas a disposición del trabajo. Muchos duermen acá también. Acá se trabaja las 24 horas, todos los días. Acá si venís a las tres de la mañana es como si vinieras a las tres de la tarde. Es exactamente lo mismo. En estas oficinas vas a encontrar la misma actividad.
—¿Pero ese ritmo es el que impone usted o es el ritmo del trabajo normal de este lugar?
—Ese es el ritmo que tenemos con mi equipo de trabajo, con el que trabajamos hace muchos años. Cada uno sabe exactamente lo que tiene que hacer, cómo lo tiene que hacer y en el momento en que lo tiene que hacer.
—¿Y por qué decidió estar acá y dormir en el motorhome?
—Acá hay que resolver problemas en una situación inédita. La pandemia es una situación inédita. No hay experiencia previa, no hay experiencia de gestión, no hay experiencia de nada, por lo tanto uno tiene que estar atento a cada dificultad que se genera. El éxito de la gestión tiene que ver con generar acciones simples a situaciones complejas. Muchas veces, a la distancia, las cuestiones simples se convierten en complejas. Esto no es para siempre. Es una situación especial y excepcional que nos ha tocado vivir a los argentinos.
—¿Qué importancia tiene para usted estar en la calle?
—100%. En el escritorio estamos a partir de esta hora (22 horas) hasta que terminamos de planificar. Pero a las cinco y media ya salimos a la calle.
—Su perfil de trabajo tiene que ver con aparecer en los lugares donde hay un conflicto. Sea en el medio que sea. En moto, en helicóptero.
—No es aparecer. Tengo que ir a solucionar los conflictos. No es que aparezco. Yo trabajo donde están los conflictos. Lo que pasa es que algunos no están acostumbrados a ver un funcionario donde hay conflictos. Yo estoy donde están los conflictos. Si no, ¿cómo los soluciono?
—¿Pero usted es consciente que su estilo ha generado molestias dentro del arco político?
—No me importa. Yo soy consciente que tengo una responsabilidad con el pueblo de la provincia de Buenos Aires y con el gobernador. Y la tengo que cumplir.
—En muchas oportunidades, cuando habla en público, aclara que su postura no es la del gobierno bonaerense. ¿No es difícil hacer esa separación teniendo en cuenta el rol institucional que usted cumple? Porque cuando habla usted, habla el ministro de Seguridad bonaerense. Entonces, muchas veces me pregunto si el gobierno bonaerense piensa lo mismo que Sergio Berni.
—Lo que pasa es que a veces los periodistas primero hacen una pregunta, después uno contesta y después se enojan porque les contestaron la pregunta. Usted me pregunta qué opino sobre un tema y yo no sé lo que opina el Gobierno sobre ese tema puntual. Entonces digo “esto es lo que yo opino”. Eso no quiere decir que el Gobierno opine lo mismo o que opine distinto. Eso no quiere decir que haya desencuentros ni que opinemos distinto, ni que tengamos desafíos internos.
—¿Pero trata de estar en línea con el Gobierno o no?
—No es una cuestión de tratar o no tratar de estar en línea. Cuando uno está en un espacio político están aquellos que están por conveniencia y los que están por convicción. En nuestro espacio político la gran mayoría estamos por convicción. Por lo tanto podemos pensar distinto en algunas cosas pero las discutimos, las hablamos y cada uno da su punto de vista. Eso enriquece al espacio.
—Le pongo un caso puntual. El vecino de Quilmes al que le entraron a robar tres veces en una noche y termina matando al ladrón fue el caso más conmocionante de la última semana. ¿Qué piensa Sergio Berni y qué piensa el Gobierno de la provincia de Buenos Aires sobre este caso?
—No, acá no importa lo que piense Sergio Berni ni lo que piense el gobierno de la provincia de Buenos Aires. Acá lo que importa es lo que piense la Justicia. ¿Usted me escuchó decir algún momento si Jorge era inocente o era culpable?
—No.
—¿Entonces?
—Ha dicho que debería estar en su casa.
—Eso sí. No tengo ninguna duda. No debería estar preso. Y no es una cuestión ideológica. Es una cuestión del derecho procesal. Si usted no tiene peligro de fuga o entorpecimiento de la investigación tiene todo el derecho de estar en su casa. Después la Justicia determinará si fue legítima defensa, si fue abuso de legítima defensa o si fue un homicidio. Lo que yo digo es que solamente en la Argentina una persona que se va a dormir tranquila amanece presa y los delincuentes sueltos. Además, cuando estuve con Jorge (Ríos) no vi en su rostro la mirada de un asesino. Actuó. Hay que ver si actuó equivocadamente o actuó bajo los efectos de un shock emocional.
—Eso es lo que debe determinar la Justicia.
—Yo no creo que sea normal que una persona de 70 años esté cinco minutos luchando por su vida en un cuerpo a cuerpo con tres personas que le llevan casi 50 años. Entonces, eso genera todo un estado psicológico que lo determinará la Justicia y lo determinará el fiscal. Lo que sí puedo asegurar que Jorge no es un asesino.
—Hace poco dijo en una entrevista que cuando este hombre se fue a dormir no tenía en su cabeza la idea de matar a otra persona.
—Claro. Más allá de todos los requisitos de la legítima defensa, cuando uno actúa tiene que actuar bajo tres circunstancias. Tiene que actuar en libertad, con intención y con discernimiento. ¿Qué significa discernimiento? Entender la criminalidad del acto. La criminalidad del acto no solamente se entiende por cuestiones etarias o por cuestiones de educación, sino por cuestiones mentales. Entonces se dan las pericias que se determinarán si al momento de cometer el acto, Jorge tuvo la intención y tuvo en discernimiento para entender la criminalidad del acto.
—¿Qué puede llevar a una persona a terminar protagonizando esa situación violenta?
—¿Usted me puede decir qué es lo que es capaz de hacer cuando una persona amenaza su vida?
—Nunca sabemos cómo somos capaces de reaccionar.
—Ahí tiene la respuesta.
No creo en la verdad única, pero no soy sumiso, tengo un estilo de trabajo y autonomía
—¿Cómo es su relación actual con los intendentes? Trascendió que discutió con algunos de ellos en una reunión de coordinación que hubo junto al gobierno bonaerense en la última semana.
—Nosotros trabajamos. Estamos todos los días con los intendentes en cada uno de los distritos. Obviamente que hay información mala, malintencionada, que intenta generar algunas divisiones internas, pero nosotros estamos todos los días trabajando. Con respecto a la reunión que tuvimos el miércoles con los intendentes, nada de lo que dicen las noticias es cierto.
—¿Cree que hay intención de generar malestar?
—No tengo ninguna duda. Entre el gobernador y los intendentes.
—¿Y de dónde proviene eso?
—No, no sé. Operadores de ese tipo hay por todos lados.
—¿Entre el gobernador y los intendentes? ¿Y usted no está en el medio?
—No. Yo soy testigo de reuniones a los que voy con el gobernador y con los intendentes, y cuando termina, uno lee el diario y parece que estuvo en otra reunión, no en esa. Dicen cada disparate que no ocurrió. Eso es malintencionado. Hoy el periodismo antes de dar una información chequea. Si lo publica, es porque hay una mala intención.
—Después de la reunión que el gobernador y usted tuvieron con Frederic hubo distintas versiones. ¿La ministra le dijo: “¿Vas a desenfundar o hacés esto porque soy mujer?”?
—Le vuelvo a repetir. Uno cuando trabaja dice muchas cosas. Las dice, a veces, en un tono de broma. Otras veces como chicana. Y hay veces que discute. Es parte del trabajo. Yo hago una pregunta: ¿Cuál es la importancia? ¿Se da cuenta de que para usted es más importante qué es lo que le dije a Frederic que cómo vamos a resolver la vida a los bonaerenses?
—De eso le voy a preguntar después y es parte de lo que venimos hablando.
—Empecemos por las cosas importantes. Si no, hagamos un programa de chimentos. Me parece que lo que le interesa a la gente es saber cómo le vamos a resolver sus problemas. Cómo vamos a resolver esta enfermedad que tiene la provincia de Buenos Aires de años, que se ha convertido en una enfermedad endémica, que es la inseguridad.
—Sigo con el planteo que usted hace entonces. ¿Cuál es el plan de acción del ministerio en materia de seguridad? ¿Qué delitos van a atacar? ¿Cómo?
—Todos.
—¿Narcotráfico? ¿Robos?
—El plan integral tenía fecha de presentación el mismo día que se declaró la pandemia. Está postergada su presentación. Se basa en la profesionalización, en reformas estructurales importantes de la policía de la provincia, en la incorporación de tecnología y en recursos materiales para darle una mayor capacidad operativa a la policía.
—Le hablo de delitos concretos. Muchos de los que ocurren en el conurbano. Secuestros, robos, arrebatos. Se multiplican los casos de delincuentes que van en moto, arrinconan a una persona y le roban la mochila, la cartera, el celular. ¿Cómo se combate eso?
—Se combate con recursos humanos y materiales. Con tecnología. Pero, por sobre todas las cosas, con una policía muy profesional.
—Se quejó porque le faltaban recursos y lo que le daba Nación.
—Hoy el problema de los recursos no es una cuestión de plata.
—¿No es una cuestión de plata?
—No es una cuestión de plata. Si le doy dos millones de dólares y le digo: “Tráigame diez mil policías para mañana”. ¿Me los puede traer? No, porque hay que formarlos. No puede ir al supermercado de la esquina.
—Es como sucede con los médicos. Necesitan formación. Tiempo.
—Sí, pero médicos hay en la vida civil. En la provincia no hay una escuela policial privada y una pública. Si usted no tiene la formación de policía público, ¿va a buscar policías como sale a buscar un médico, un ingeniero o un arquitecto? Los recursos no son solamente económicos. Se necesita buena gestión y tiempo. Le doy plata para comprar mil patrulleros. Pero ninguna de las fábricas tiene porque estuvieron paradas por la pandemia. No es todo cuestión de plata. Además, tampoco es solamente plata. La plata hay que saberla gestionar.
En el medio de la entrevista un secretario de Berni abre la puerta de la oficina. Tiene un teléfono en la mano que tiene un nombre clave en la pantalla: Axel Kicillof. Pasaron casi cinco minutos de las 10 de la noche y el ministro de Seguridad se aleja del lugar donde está montada la cámara y se dispone a hablar con el gobernador bonaerense.
Al regreso avisa que el teléfono le suena todo el día, a toda hora. Siempre intenta contestar. A todos. Políticos, funcionarios, periodistas. Es parte de su actividad. Lo tiene incorporado. Está de vuelta en la oficina. Se sienta. Se prende la cámara otra vez.
—¿Qué llamados no puede no contestar?
—Contesto todos. O, por lo menos, trato de contestar todos. A veces entra un llamado arriba del otro. A veces estoy mandando un mensaje, me entra un llamado, atiendo el llamado y después me quedó colgado el mensaje. Mi teléfono explota todo el día. Pero creo que es el mayor capital que tengo, es el mismo desde el 2003, cuando empecé a trabajar en el gobierno nacional.
—¿Cada cuánto habla con el Gobernador?
— Todo lo que sea necesario.
—¿Con el Presidente?
—La relación con el gobierno nacional la tiene el gobernador, no un ministro.
—O sea que no hay contacto directo con el Presidente.
—No. Nos podemos ver en actos, en reuniones políticas.
—Pero no hay contacto por la parte operativa.
—La formalidad de la relación Nación-Provincia está en cabeza del gobernador.
Si todos creemos que las cosas se hacen de la misma manera, entonces hay demasiado gente de sobra en cada uno de los gobiernos
—¿Y con la vicepresidenta Cristina Kirchner?
—Con la vicepresidenta hablamos de política. Pero no en su rol de vicepresidenta sino desde su rol de una integrante del espacio político.
—Usted ha dicho en reiteradas oportunidades que es su jefa política.
—Por eso. Cuando hablo con ella no hablo con la vicepresidenta, sino con la jefa del espacio político al cual pertenezco. Hablamos de política, no de gestión.
—¿No hablan de gestión? ¿No repasan lo que se está haciendo?
—No. Eso no. Cuando hablamos, hablamos de política, pura y exclusivamente.
—¿Tiene intenciones de ser gobernador en algún momento?
—No. Las tuve y ya está, ya no pudo ser. Por suerte ganó Axel, ganó holgadamente. Es un gran gobernador y estoy seguro que va a hacer las transformaciones que todos los bonaerenses necesitamos.
—¿2023, por qué no?
—Porque ya está, porque tengo 58 años, porque soy padre de un hijo de 3. Una vez que acompañe a Axel, en este período y hasta que él disponga, volveremos a una vida más normal.
—¿Después se termina esa etapa tan desgastante de la gestión diaria?
—Uno nunca puede saber. Yo nunca digo nunca. Uno nunca sabe. De tener la intención a que eso se haga realidad son dos cosas distintas. La intención mía, la intención que todos tenemos es esa. Bueno, después las circunstancias determinarán.
—¿Para un hombre que está tan acostumbrado a la rutina diaria de tomar decisiones operativas y andar de un lado hacia el otro, esa decisión no implica colgar los botines?
—No. Mire, todo el mundo cree que esto es algo estresante. Claro que lo es. Pero para aquellos que venimos del mundo de la cirugía no hay situación más estresante que un cirujano cuando está operando. Y tengo más de 32 años de ejercicio ininterrumpido de la medicina, especialmente la cirugía, así que esto ya es algo que lo tenemos totalmente interiorizado y naturalizado.
—¿Una cirugía lo estresaba más que este trabajo?
—No creo que me estresaba más, está totalmente comprobado que las dos profesiones más estresantes en la vida son el cirujano cuando está en una operación y el piloto de combate en combate.
—Hay una grieta en materia de seguridad que divide a quienes tienen una mirada más apegada al garantismo y otros a lo que solemos llamar “mano dura”. ¿Usted está cerca de alguna?
—Yo creo que estoy en la mano justa. En gestión no hay blancos y negros, hay grises.
—¿Qué sería mano justa?
—Mano justa. Dentro de la ley, todo. Fuera de la ley, nada.
—¿Cuánto estima que la gente cree en la Justicia?
—Nada. Menos que en la Policía Bonaerense.
—¿No hay razón para que la gente confíe en la Justicia?
—Deme una.
—No, se lo pregunto a usted.
—No, deme una.
—Rapidez.
—No.
—Resolución.
—(Silencio)
—¿Resolución, tampoco?
—(Silencio) Ya le contesté la pregunta.
—¿Usted cree en la Justicia?
—Sí, creo en la Justicia. Soy un hombre de derecho. ¿Cómo no voy a creer en la Justicia? Lo que pasa es que aquellos que tienen que impartir justicia no están funcionado como tienen que funcionar.
—Lo que está claro es que usted piensa que funciona muy mal la justicia argentina.
—No es lo que yo pienso, usted me preguntó qué pensaba la sociedad. Eso es lo que piensa la sociedad.
—¿Y usted qué piensa?
—Lo mismo.
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